“Nuestras almas, como tú bien sabes y como aquí me han enseñado, siempre están en continuo movimiento y no pueden parar sino en Dios, como en su centro. En esta vida los deseos son infinitos y unos se encadenan de otros y se eslabonan y van formando una cadena que tal vez llega al cielo y tal se sume en el infierno”.
Los trabajos de Persiles y Sigismunda
Miguel de Cervantes Saavedra
EL ODISEO DE LAS LETRAS ESPAÑOLAS
Henry César Rivas Sucari
revistanaufrago@yahoo.es
El pasado 23 de abril, se celebró en Hispanoamérica el Día del Idioma y también un año más de la muerte del ilustre escritor y poeta Miguel de Cervantes Saavedra. Su muerte acaeció un 22 de abril, pero el 23 se celebra el día de su entierro como si esta fecha fuese la de su muerte.
Cervantes es considerado la voz narrativa más importante de todos los tiempos gracias a su novela El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, publicada la primera parte en 1605 y la segunda en 1615. Sabemos que a la publicación de esta gran novela le siguió en Europa un éxito inmediato. Ojo que por esas épocas el “éxito” no significaba, como ahora, la inmediata fama y fortuna, gracias a un mercado numeroso. A menudo, estas dos categorías han ido disociadas en la peregrinación de los artistas en busca del éxito. Al contrario de lo que podría pensarse, la buena acogida que tuvo esta novela no significó, en absoluto, un cambio significativo en la vida del escritor español.
Para hablar sobre Cervantes hay admirarse por la vida intensa, heroica y trágica que vivió. Los personajes que atravesaron su vida, más parecen sacados de la ficción que de la realidad misma. La parte trágica de escritor es novelesca, pues, a pesar de poseer, según sus historiadores, parentescos reales por parte de madre, ya desde niño supo lo que era rozar la clase del vulgo y sus desventuras. Su padre, Don Rodrigo Cervantes, tuvo que huir con la familia a Valladolid, tras una estadía en la cárcel y perseguido por las deudas. Así, el autor de Riconete y Cortadillo, si bien no gozó de una educación principesca como la de su contemporáneo Lope de Vega, sí fue un voraz aprendiz de las artes y la cultura que pudo observar y conocer a lo largo de su deslumbrante vida.
Sus viajes a Italia al servicio de Giulio Acquaviva le animaron para, posteriormente, ocupar la plaza de soldado. Así, embarcado en la galera Marquesa, el 7 de octubre de 1571, participó en la que sería la batalla que inmortalizó su apelativo: La batalla de Lepanto. Cervantes muy mal herido— dos arcabuzazos en el pecho y una mano (la izquierda) inutilizada cuando un trozo de plomo que le estropeó un nervio— fue reconocido por su valor. Pero lejos de colgar el arcabuz y dedicarse a una vida sedentaria, Cervantes continuó su carrera militar tomando parte activa en las expediciones de Navarino(1572), Corfú, Bizerta y Túnez(1573).
El 26 de setiembre de 1575 Cervantes fue hecho prisionero por una flotilla turca. Esta vez el viaje debía llevarlo de Nápoles a España. La galera en que se trasportaba, Sol, fue asaltada con facilidad por Arnaut Mamí, le acompañaba su hermano Rodrigo. Ambos pasaron las penurias de ser esclavos y sufrir la tortuosa pena de esperar el rescate desde su patria.
El caso de Miguel de Cervantes se complicó gracias a la posesión de unas cartas de recomendación de don Juan de Austria y del Duque de Sessa. Los captores pidieron quinientos escudos por su libertad.
Cervantes estuvo cinco años preso, lejos de su patria y su familia, pero a pesar de vivir en desgracia, lejos de hundirse en la pesadumbre, jamás renunció a la fatalidad, pues intentó escaparse en cuatro ocasiones, hasta que por fin, luego de una odisea de vaivenes, su familia pudo rescatarlo con la ayuda de algunos religiosos. Miguel de Cervantes volvió a su patria el 24 de octubre. Pero aquí no terminó su peripecia, pues tuvo que pasar por la cárcel y por el oprobio social al trabajar como cobrador de impuestos y verse involucrado en la pérdida de unos dineros. Además, su familia no gozaba de buena reputación, siendo esto, para él, muy doloroso debido al valor que le daban al honor en aquella época.
El misterio del Quijote
Muchas veces se ha mitificado a escritores que no poseyendo una preparación académica, terminan; sin embargo, por componer obras monumentales. Se ha querido hasta la saciedad comprobar, por ejemplo, que Shakespeare era un mero recopilador de argumentos. Un caso parecido hace sombra a la obra de Cervantes. Él mismo refiere en el caso del Quijote su posición de “no autor”, sino traductor de Cide Hamete Benengeli, dando a entender que las aventuras de Alonso Quijano (del capítulo IX en adelante) serían verídicas y escritas anteriormente en lengua árabe. Pero esta metaficción planteada por el propio Cervantes sería un recurso muy utilizado en la literatura de la época. La construcción de un narrador que demuestre verosimilitud debe acogerse de todos los recursos posibles.
Los investigadores han trabajado sobre el origen de este nombre buscando sus raíces egipcias, árabes, etc. Al final, pareciese que la afinidad de Cervantes por lo árabe provendría de su encierro en Argel.
El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha
La primera parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha salió a la luz pública en Madrid en 1605 a pesar de que ya en 1604 habría aparecido una edición con erratas. Sabemos que el éxito de la novela supuso su enemistad con Lope de Vega. Muchos identificaron en el Quijote una analogía con la figura del autor de Fuente ovejuna, en especial por el gusto de ambos personajes—el real y el ficticio—en abandonar a su mujer por un ideal. Mientras el Quijote se marcha en busca de aventuras, Lope lo hará para unirse a la Armada Invencible.
Este hecho trajo consigo una respuesta extraordinaria: la creación de otro Quijote. En 1614 salió la segunda parte del Quijote bajo el rótulo de otro autor, un tal Alonso Fernández de Avellaneda. En el prólogo se tilda a Cervantes de envidioso, con referencia, claro está, al asunto de Lope de Vega.
De este autor no se ha podido saber su identidad. Existen varias conjeturas, la principal dirigida al propio Lope de Vega, pero un estudioso de la obra de Cervantes, Martín de Riquer, apunta a Jerónimo de Pasamonte, un ex compañero de Cervantes, ridiculizado en la primera parte de la novela como el galeote Ginés de Pasamonte. Este hecho, por esas benditas casualidades del destino, llegó a enriquecer la segunda parte apurada por el propio Cervantes, pues el Quijote se entera de la existencia de un suplantador que anda por los caminos tomando su nombre y malogrando su reputación.
La segunda parte de El Ingenioso Hidalgo, que salió a la luz en los últimos meses de 1615, se presta al juego de la polémica, introduciendo el tema del Quijote suplantador y una defensa del propio Quijote contra las calumnias de Alonso Fernández de Avellaneda.
En suma, El Quijote es una novela desbordante y maravillosa. Las aventuras de aquel viejo loco y su escudero vulgar presentan todos los matices sobre la ficción, los deseos y la ilusión de la fantasía sobre la realidad, ordinaria y también humana. El genio cervantino consiste en la fijación de un tema más que temporal, el existencial. Fácilmente se podría condensar al Quijote con las tribulaciones del otro loco: Hamlet, y su “Ser o no ser”. Sueños y realidad, fantasía y locura, deseos y frustración, todo se entremezcla al ritmo de un castellano culto y vulgar a la vez, trágico y cómico, como la compleja afinidad con que se puede describir la historia de la humanidad y su fin.
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