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‘Érase una vez que se era’ de Silvio Rodríguez

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Después de seis años, me animé a comprar un CD original. La última vez había comprado una compilación de canciones de Luis Eduardo Aute, Paseo por el amor y el deseo, y un par de años atrás, en unas galerías de la calle Capón, unas cintas originales de Jean Michel Jarre. A diferencia de unos diez años atrás, hoy es muy fácil bajar una canción o un álbum completo de Ares y armar luego una propia antología al gusto. Sin embargo, a pesar que comprar un disco original requiere una inversión que no todos los seguidores de alguna banda o solista están dispuestos a hacer, el Cd original es más que solo un producto que contiene aquello que nos fascina -una canción o una película-; se trata del concepto que los creadores del producto concibieron para que acompañe al disco que llega a nuestras manos. Como bien me dijo una vez un gran amigo hasta ahora fanático de los discos originales, el arte, el concepto del arte que envuelve al CD original es tan importante como el contenido.

Totalmente de acuerdo porque ello le imprime un sello especial a cada álbum, una personalidad distinta en cada etapa de la evolución del grupo o del solista, algo que nuevo que nos quiere transmitir. Por estas razones, es que me decidí comprar esta última producción de Silvio Rodríguez de quien conservo gran parte de su discografía en cassettes de la disquera EGREM y Ojalá, producidos en la década de los ochenta.

Érase una vez que se era (2006) es un álbum doble que contiene temas que Silvio había compuesto durante diez años antes de grabar su primer disco Días y Flores (1975). Se trata de una deuda pendiente del cantautor cubano consigo mismo, ya que estas canciones eran conocidas por sus seguidores más fieles quienes las conocieron y difundieron mediante grabaciones no oficiales en conciertos realizados en distintos países.

Cuando Silvio graba un disco no solo se limita a lo estrictamente musical, sino que también interviene de manera decisiva en la concepción del diseño y en la edición del material. De hecho en las producciones más recientes él figura como productor general. Erase una vez que se era no es la excepción. Silvio dispuso que el diseño del disco transmitiera la sensación de un salto al pasado, de una evocación de la etapa previa a su profesionalización como artista. Algo así como el descubrimiento de su protohistoria, de los primeros episodios y experiencias vitales que rodearon sus primeras composiciones y que sirvieron de base para sus posteriores producciones. Por ello es que la cubierta del disco tiene un aire rústico de tonos café oscuros y matices en gris. Asimismo, al interior, contiene fotografía sus amigos entrañables, de aquellos que muy pocos de nosotros tal vez conocemos que fueron importantes para su formación musical entre los que destacan el trovero Noel Nicola y Aída Santamaría, quien lo animó a continuar de muy joven su carrera musical.

Respecto a las canciones, no se vaya pensar que son grabaciones originales de aquellos años en que fueron compuestas (seguramente para algunos esto pueden significar una pequeña decepción). Las canciones han sido grabadas nuevamente con arreglos que permiten reconocerlas, sobre todo a aquellas que se hicieron más conocidas, tales como “Fusil contra fusil”, “El papalote” y un poco menos, “Nunca he creído que nadie me odia”. El tema que más me agradó y al que sugiero que pongan atención es “Epistolario del subdesarrollo” del CD2. Sobre la génesis de esta canción, Silvio dice

Por aquellos años un viaje fuera de Cuba era tan inimaginable como remontarse al cosmos. A través del cine la juventud veía el mítico mundo exterior y sus modas, y algunos trataban de imitarlo desde sus escasos recursos. Esta canción habla de jóvenes que no suelen ser vistos como vanguardias de la sociedad; de muchachos para quienes el bienestar no parece proceder de vivir a la altura de su tiempo, sino del hedonismo (…) entre otras cosas, pretende darle voz a seres humanos quizá no tan ejemplares, pero ante quienes toda sociedad deberá rendir cuentas

Esta canción me parece muy importante porque aclara lo que para muchos, críticos y simpatizantes de Silvio, parecía incuestionable: su total adhesión a la Revolución Cubana y a Fidel Castro sin medias tintas. En este tema, se critica el porqué la juventud cubana no puede disfrutar de los privilegios que los jóvenes de Europa tiene a su alcance y de cómo se las ingenian para recrearse, de manera imperfecta, ese mundo que contemplan desde lejos. Se trata de una autocrítica al régimen y a los sacrificios que la Revolución había previsto para sus generaciones presentes y futuras. El CD2 también contiene un videoclip de esta canción con imágenes de la Cuba actual, lo que nos confirma que aquellas objeciones que Silvio discretamente lanzaba en sus primeras composiciones siguen perdurando en el presente.

“La canción de la trova” es acompañada por Adriano Rodríguez en la segunda voz. En una primera impresión, me había parecido que era Compay Segundo, con quien también grabó alguna canción, porque las voces de ambos son muy parecidas. La participación de Adriano Rodríguez es muy especial porque esta canción surgió a partir de escuchar un disco que reunía las voces de este viejo troveros y de otros más, disco que regaló a su madre y que solía escuchar a menudo hace más de 40 años.

“Judith”, “Una mujer” y “El día en que voy a partir” son canciones de inspiración amorosa. “Judith” tiene unos arreglos y una melodía nostálgica que armonizan muy bien con la letra que suena a advertencia, a presagio, a invocación. El coro es lo mejor de esta canción:

Cuida bien tus estrellas mujer, mujer,
cuida bien tus estrelas
y que nunca las pierdas

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