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HISTORIAS PRIVADAS

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Publicado en el diario Noticias de Arequipa, lunes 15 de julio de 2013

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Según Balzac, la novela es la historia privada de las naciones, lo cual supone la existencia de una gran historia oficial, —narrada a partir de acontecimientos fundacionales protagonizados por hombres excepcionales, quienes justamente hacen esa gran historia—  y de pequeñas historias alternas de individuos cuyas acciones no influyen más allá de la menuda cotidianeidad. Pero la afirmación de Balzac también deconstruye la oposición entre novela e historia, pues atribuye a la novela la posibilidad de revelar lo que la gran historia oculta, es decir que, de algún modo, la historia oficial se nutre de los relatos privados a los cuales, sin embargo, relega al olvido. En última instancia, Balzac nos invita pensar la novela como una indagación en las vidas privadas donde las grandes decisiones son trascendentales en la historia personal. 

Escribir una novela sobre Flora Tristán no es tarea sencilla, más aun si a esta labor la precede una vasta bibliografía histórico-política y una novela publicada por un Nobel de Literatura. Sin embargo, Aldo Díaz Tejada emprendió el desafío de escribirla incorporando nuevas entradas de lectura a un tema que precisamente no tiene como eje central la vida de la autora de Peregrinaciones de una paria, sino que la utiliza como pretexto para narrar un periodo complejo y fundamental de nuestra historia —los convulsionados años de la naciente república del Perú— y de este modo sugerir una lectura contemporánea sobre la base del contraste entre lo que fuimos y lo que somos, en otras palabras, entre un instante fundacional de la vida nacional y sus consecuencias futuras. Paralelamente, hay un correlato entre esa gran historia nacional pasada y las pequeñas historias cotidianas del presente, es decir, entre las grandes decisiones de los personajes que hacen la historia y las decisiones privadas que también configuran nuestra historia personal. Ambas líneas narrativas constituyen el argumento de Babilonia en América (Tribal, Lima, 2012), primera novela de Aldo Díaz Tejada. 

Los novelistas arequipeños vienen mostrando particular interés por la narración histórica, especialmente por el siglo XIX. El nido de la tempestad (Tribal, Lima, 2012) de Yuri Vásquez,  traza una genealogía de la violencia política desde finales de la colonia hasta la víspera del conflicto armado interno; en Espejos de humo (Cascahuesos, Arequipa, 2010) de Gregorio Torres Santillana, el descubrimiento de un documento revelador de una conspiración urdida en Arequipa contra Simón Bolívar articula la trama de la novela; y enBabilonia en América se ofrece un panorama de las ideas políticas que animaron los primeros años de la república hasta sucesos tan recientes como el Arequipazo. En estas tres novelas se plantea una narración del pasado desde el presente, para lo cual apelan a la narración alternada, y en algunos casos, a la perspectiva narrativa múltiple, que facilitan una lectura que vuelca la mirada hacia el pasado en diálogo simultáneo con el presente. 

Babilonia en América narra en dos tiempos el romance entre Mariano Gandarillas —distinguido estudiante de leyes formado en la Academia Lauretana de Artes y Ciencias de Arequipa— y la célebre Flora Tristán, promediando el siglo XIX, y el de su homónimo pariente arequipeño —también estudiante de Derecho— y la joven francesa Lauriane Viane, a fines del 2001 e inicios de 2002. El empleo de la narración alternada mantiene correspondencia con el estilo narrativo. La voz narrativa de cada historia se caracteriza por su versatilidad: por un lado, un narrador confidente, desenfadado, cómplice, interpelador y embromador respecto al Mariano del presente;  por otro, uno más moderado, acucioso, prolijo en sus descripciones y análisis, como es el narrador que presenta la Arequipa de mediados del siglo XIX. En tal sentido, cohabitan dos registros diferentes para cada historia: un narrador irónico, pleno de metáforas, chanzas y giros coloquiales, y un narrador más sobrio y ponderado. Elección que no parece antojadiza por cuanto guarda relación con la personalidad de los protagonistas y sus contextos históricos. 

Los personajes poseen contrastes que enriquecen la historia. El Mariano del siglo XXI es un joven desenfadado, de clase media alta que no advierte límites a su voluntad, convencido de que el mundo está allí para tomarlo. Práctico y conservador. Lauriane es más disidente en lo académico —cursó estudios de género, lo cual brinda una idea de su posición intelectual—. En este aspecto, los estudios de ambos son un referente de sus mentalidades. También se hallan analogías entre las parejas Mariano-Flora y Mariano-Lauriane. Además de ser pariente de Mariano Gandarillas, el joven que conoció a la estudiante francesa durante una excursión a Macchu Picchu también estudia Derecho; así como Flora Tristán fue una ardorosa activista política a quien se la reconoce como precursora del feminismo, Lauriane siguió estudios de género, aunque confiesa desconocer en absoluto a su compatriota Flora. Asimismo, Mariano invierte la travesía de Flora Tristán, de Arequipa a Burdeos, experimentando vicisitudes acordes con la época presente. 

La novela expone el desencuentro de los estereotipos acerca de lo europeo y lo latinoamericano a través de Mariano y Lauriane. Ambos reactualizan, pero en otras coordenadas espaciotemporales, la tensiones del contacto cultural. Lauriane arrastra una culpa histórica que condena a los europeos como saqueadores colonialistas que echaron a perder para siempre el futuro de las naciones que sometieron. Pero halla en Mariano todo lo contrario a un individuo con una vida estropeada. Y aunque las observaciones del Mariano actual lucen retrógradas y autoritarias, la mirada de Lauriane no es menos prejuiciosa. Este romance actualiza el de Flora con Mariano Gandarillas en varios aspectos que trascienden lo mencionado anteriormente. Peregrinaciones de una paria ha sido frecuentemente criticada por las descripciones racistas y estereotipadas de su autora, propias de una mirada eurocéntrica. De modo similar, aunque en sentido contrario, el desencanto de Lauriane, como el de Flora Tristán, radica en que los peruanos más distinguidos quieran asimilarse a toda costa al modo de vida europeo. Los usos y costumbres de la mayoría de personas que conoció durante su estadía en el Perú, más breve que el de Flora Tristán, no está a la altura del estereotipo que se construye desde Europa: que sujetos de la periferia occidental no estén conformes con su identidad cultural y anhelen parecerse lo más a los europeos la desconcierta sobremanera. 

Las réplicas de Mariano ante la preocupación de Lauriane por la pérdida de identidad cultural en el Perú son reveladoras de la subsistencia de un horizonte poscolonial. Que en el Perú una porción de la población mire al resto con desprecio o no se sienta identificada con el proyecto de nación, explica Mariano, es una demostración palpable del fracaso del Estado-nación europeo aplicado en América Latina donde la diversidad cultural no la hace viable. La situación que Lauriane contempla y le aqueja es resultado de las concepciones europeas sobre el Estado-nación. Aquí se advierte una crítica al multiculturalismo posmoderno, a las construcciones de categorías analíticas desde Europa, que no son funcionales cuando se observa la realidad de las sociedades periféricas a Europa. Que una estudiante francesa de teoría de género desconozca a Flora Tristán estando en Perú, es posible interpretarlo como una crítica al pensamiento posmoderno francés adquirido como una impostura intelectual distante de la realidad. 

¿Cuál es la mejor forma de gobierno para la naciente república? era la pregunta que recorría los Estados-nación latinoamericanos y el origen de las disputas por el poder político.  La separación de lo público y lo privado; del Estado y la Iglesia; la intervención de los académicos en los asuntos públicos; la elección de una forma ideal de gobierno que confrontó a unitarios y federales, liberales y conservadores; el protagonismo de la Academia Lauretana de Ciencias y Artes de Arequipa en el ámbito de las ideas políticas posterior a la declaración de independencia; la gestación de una activa sociedad civil; el centralismo limeño en pugna con los florecientes regionalismos del sur; el caudillismo militar; la emergencia de una intelligentsia liberal en Arequipa; y la influencia de personajes arequipeños notables en la vida política local y nacional configuran un vasto panorama sociopolítico de la época. Es la parte histórica la que presenta una narración más solvente y contiene los mejores instantes de la novela, los cuales compensan el tono melodramático que adquiere por momentos el romance entre Mariano y Lauriane. 

Esta línea narrativa mantiene un diálogo crítico con la sección análoga relatada en El paraíso en la otra esquina (2003) de Mario Vargas Llosa en lo que concierne a la estadía de Flora Tristán en Arequipa y la intensa agitación política y social del momento. En general, Babilonia en América replantea integralmente la construcción vargasllosiana empleando técnicas narrativas similares así como ampliando e invirtiendo contrastes inter e intratextuales. La pareja Flora Tristán-Paul Gaughin, abuela y nieto, es complejizada por otras dos, Mariano Gandarillas-Flora y Mariano-Lauriane, pero, de igual modo que en la novela de Vargas Llosa, en tiempos distintos acontecidos en la misma ciudad, Arequipa. La trama asigna un protagonismo oscilante a la Flora de Babilonia, donde la vitalidad y el desenfado del joven Mariano Gandarillas del siglo XXI, si bien no adquiere sus dimensiones de vitalismo es análoga a la que animaba a Paul Gaughin en El paraíso. La Flora militante y combativa no se  aprecia en la novela de Aldo Díaz, el espacio-tiempo elegido no corresponde al de esa faceta que es posterior a la experiencia peruana; sin embargo, hay vistazos de una personalidad disidente y una mirada eurocéntrica de la cultura. El enfoque narrativo es variado: prevalece el narrador omnisciente en tercera persona, fugaces soliloquios, un narrador cinematográfico —que muestra el fragor de las batallas entre los ejércitos de los caudillos y la asonada del Arequipazo— y de vez en cuando irrumpe un narrador en segunda persona semejante a la voz que en El paraíso suele interpelar a Flora Tristán, aunque en Babilonia esto ocurre con el joven Mariano durante los periodos más aciagos de su romance con Lauriane. Al respecto, el estilo y registro narrativo es acertado, verosímil y muy representativo de los usos sociales del lenguaje para cada época. Justamente, una de las mayores virtudes de esta novela es la versatilidad de la voz narrativa. 

Humor y erotismo matizan el tono grave requerido para narrar sucesos densamente históricos como las componendas políticas, las pugnas entre caudillos o el Arequipazo. El humor es prerrogativa del narrador más que de los personajes, sobre todo cuando aquel,  a modo de íntimo confidente, subestima las cualidades del pretendiente de Lauriane o se mofa de las situaciones que lo aquejan sin mayor contemplación. De otro lado, hay un desigual tratamiento del erotismo en cada una de las dos tramas: uno cortesano y otro prosaico, acorde al contexto de los personajes. No obstante, ambas modalidades de erotismo, que combinan recato  y vehemencia, alcanzan sus formas más logradas en los encuentros sostenidos por Mariano y Flora. 

Babilonia en América  requiere ser leída como la apuesta por un tipo de novela histórica que problematiza los límites entre la historia pública y la historia privada, entre lo frívolo y lo solemne. 

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