Crítica estética vs. crítica cultural

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A propósito de Avatar y el Oscar 2010

Personalmente, poco a poco, mi entusiasmo cinematográfico por Avatar fue decreciendo, mas no así mi apreciación sobre sus implicancias culturales, pero es necesario establecer las premisas que sustentan esta opinión. Cuando se aprecia una obra de arte que se manifiesta a través de un solo registro o código como la pintura (imágenes), la música (sonido) o la literatura (texto), el discurso crítico se debe ajustar a dicho registro, es decir, no se pueden ignorar las particularidades del código en el que se expresa tal o cual obra y, por ello, el crítico literario, por ejemplo, ya sea mediante una valoración subjetiva-impresionista o teórica, se ve obligado a conocer las características textuales, estructurales o estéticas de la novela que es materia de crítica. No obstante, no ocurre así con la crítica cinematográfica, porque un filme es multidimensional, pues, si bien es cierto que el código esencial de una película está representado por la imagen, el texto, el sonido, las actuaciones, el movimiento, el encuadre, el montaje, la fotografía, la trama, etc., pueden ellas solas ser motivo de una valoración particular, por lo cual tendríamos que una película puede ser muy innovadora respecto a los efectos visuales, pero muy pobre en lo referente a la trama o a las interpretaciones de los personajes. Y los jurados y la organización de los premios internacionales de cine lo entienden así. Por esta razón es que existen diversas nominaciones dependiendo del rubro en el que se pretende premiar una película.

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Lo que acabo de mencionar es válido para un tipo de crítica llamémosla estética, formal o especializada, según las peculiaridades ya mencionadas de la obra de arte. Es así que tenemos la crítica cinematográfica, crítica literaria o la crítica de arte en general. A parte de este tipo de crítica, existe otra que podemos denominar cultural. La crítica cultural posee un vuelo mucho más abierto y no se circunscribe necesariamente a las particularidades estructurales o estéticas propias de la obra de arte, sino que aplica todo un bagaje interdisciplinario para valorarla. De acuerdo a esto, es posible un enfoque psicoanalítico, deconstructivo, marxista, lingüístico, semiótico, filosófico, sociológico, político, etc., de una obra de arte. (Los estudios culturales han contribuido mucho a desacralizar la exclusividad de los métodos y marcos teóricos que abordan los productos culturales y han diluido las fronteras entre las ciencias sociales y las humanidades). Para este tipo de análisis, lo estético es anecdótico así como lo es definir si se trata de una obra “buena”, “mala” o “regular”. En consecuencia, tampoco se establecen jerarquías entre las obras de arte, por lo cual daría lo mismo realizar un sesudo estudio sobre las implicancias psicoanalíticas del cine de Alfred Hitchcock (tal como Slavoj Zizek lo suele hacer) o sobre las películas acerca de los “pishtacos” que se filman en el interior del país.

Como podemos apreciar, la crítica académica especializada y la crítica cultural parten de presupuestos diferentes y, por ende, suelen llegar a conclusiones también diferentes; es posible que, ocasionalmente, el crítico recurra a una u otra simultáneamente, pero no es una exigencia obligatoria. El caso de Avatar es muy útil para ilustrar la diferencia entre estos tipos de crítica. La especializada vio en ella solo un notable ejercicio técnico y de efectos visuales que merecían ser premiados porque sientan un precedente inigualable en la historia del cine. El resto de aspectos, a decir de esta misma crítica, no fueron tan logrados. Por el contrario, la crítica cultural a nivel mundial fue más allá de lo meramente cinematográfico y reconoció la trascendencia del tema que Avatar presentaba en la pantalla. En este caso, se analizaron las implicancias sociales, políticas, económicas y culturales que se desprendían de la lucha de los Na’vi contra los invasores humanos que pretendían despojarlos de sus tierras para explotar sus riquezas minerales. Aquí no importa la realización cinematográfica, el maquillaje, vestuario, animación, interpretación o demás variables propias del lenguaje del cine tanto como el contenido de la historia en sí misma, el conflicto y las correspondencias con la realidad actual.

Como lo expuse en mi comentario acerca de The Hurt Locker y Avatar, no debemos pensar que los jurados del Oscar ejercen disciplinadamente solo una crítica estética o académica que se limita estrictamente a los aspectos cinematográficos de una película, porque el cine, en tanto industria, sobre todo el hollywoodense, no escapa a las determinaciones comerciales y mucho menos a las políticas, ambas en perjuicio cada vez mayor del juicio estético que, supuestamente, es el que más deberían privilegiar. Si no es así: ¿hasta cuándo seguirán nominando a Meryl Streep como mejor actriz principal? ¿Esperarán a darle un Oscar honorario como el que le dieron a Peter O’Toole en su ancianidad?

A mi parecer, y lo señale hace un año, el Oscar se ha convertido en un desfile de modas y un encuentro de actores famosos en los que se les rinde un homenaje como se hace en el día del maestro, de la secretaria o del estudiante, donde se juegan algunas bromas a los asistentes y de paso se habla de cine. Un motivo más que nos recuerda que el Oscar no es la Berlinale ni Cannes.
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The Hurt Locker venció a Avatar

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Avatar: el gran derrotado en el Oscar 2010

La última película de James Cameron, Avatar, venía precedida de varios premios en diferentes certámenes (Globo de Oro a la mejor película, mejor director; BAFTA a los mejores efectos especiales y diseño de producción) y del récord histórico de recaudación que supera también a una cinta suya como Titanic. Las expectativas de que arrasara con la mayoría de nominaciones eran altas; sin embargo, The Hurt Locker (Zona de miedo) de Kathryn Bigelow —ex esposa de Cameron— no era tampoco una película desconocida. Si es que alguna podía aguarle la fiesta a Avatar, era precisamente la cinta de Bigelow acerca de la historia de los escuadrones que desactivan bombas en Irak.

Avatar llegó al Oscar con 9 nominaciones, de las cuales solo obtuvo 3 galardones: mejor cinematografía, mejores efectos visuales y mejor dirección de arte. En cambio, The Hurt Locker 6 estatuillas, entre ellas también la de mejor película. El efecto Avatar fue intenso y cobró notoriedad rápidamente sobre todo entre los espectadores, medios publicitarios, movimientos ecologistas; sin embargo, no ocurrió así con la mayor parte de la crítica especializada, salvo que se le reconocía la innovación tecnológica en la animación y los efectos visuales. Si bien en el Globo de Oro la ganadora fue la cinta de James Cameron, ya en los BAFTA, Kathryn Bigelow se perfilaba como la favorita, pues allí también obtuvo más premios que su competidora.

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¿Por qué la cinta de Bigelow ganó a la taquillera Avatar? A mi modo ver, al jurado de la Academia no pudo escapar al influjo del contexto actual que viven los Estados Unidos, cuyas fuerzas armadas ocupan Irak y Afganistán sin haber obtenido los resultados esperados. Así como las cintas sobre el Holocausto judío son casi siempre fuertes candidatas a premios internacionales (sin perjuicio de la verdad histórica que, por supuesto, es lamentable), las producciones norteamericanas que ensalzan los valores tradicionales de su nación suelen obtener el reconocimiento de la crítica. Al parecer, los jurados prefirieron galardonar una película en la que, según la directora, no se reflexiona sobre las causas de la guerra en sí, sino que se expone la dramática situación de los soldados estadounidenses en aquellas tierras hostiles en las que las fuerzas invasoras son presentadas como víctimas de la insania terrorista.

Al respecto, Bigelow declaró en una entrevista:

-¿No cree que al menos defienda la presencia y el trabajo de EEUU en Irak?

Más bien creo que muestra el horror de la guerra y su futilidad. Lo que pasa es que a menudo se nos condiciona a creer que el cine antibelicista solo puede ser aquel que incluya un personaje que grita proclamas como «¡Odio esta guerra!». Yo, en cambio, odio esas proclamas y también esas películas.

-¿Y qué placer obtendrían de ella?

La guerra responde a un deseo genéticamente codificado de reafirmar nuestra humanidad. No hay una mejor forma de llevar a cabo esa evaluación. Todas las neuronas que controlan nuestro instinto de supervivencia se activan a la hora de pasar por una experiencia como ésa.

Al mismo tiempo, se dejó de lado a una cinta como Avatar que, evidentemente, cuestionaba la política internacional no solo de gobiernos como el de los Estados Unidos, sino de los gobiernos detrás del poder, como son las corporaciones transnacionales, y del uso de la fuerza militar como garante de los intereses del capital transnacional.

Por todo ello, en mi opinión, la premiación a The Hurt Locker es un intento de limpiar el rostro a las fuerzas armadas norteamericanas o de, al menos, matizar su actuación, luego de que Avatar las expusiera (no directamente a ellas sino a las fuerzas armadas en general) como un contingente de mercenarios sin escrúpulos que solo encuentran razón a su existencia mediante la guerra, porque, de lo contrario, no tienen lugar ni siquiera en la Tierra y que, de no existir conflictos, se las arreglarán para provocarlos.
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Invictus (2009)

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Una característica recurrente en los filmes de Clint Eastwood es la emotividad de las historias narradas. Las tramas que desarrolla son conmovedoras, dramáticas y muy humanas. Los personajes que Eastwood coloca en escena sufren porque se enfrentan a dilemas vitales que no siempre resuelven con éxito, pero que, de todas formas, capturan al espectador por la intensidad con la cual se entregan para concretar sus ideales, lo cual deja la sensación que vencieron, a pesar de perder. Es la lucha y no el resultado lo que define el éxito de su empresa. Sucedió así con la aguerrida boxeadora de Million Dollar Baby, con el soldado japonés de Cartas desde Iwo Jima y los soldados americanos de la cinta complementaria Flags of our fathers, con la madre que busca incansablemente a su hijo en The changelling, con el viejo testarudo y gruñón de Gran Torino, y con tantos otros personajes de la vasta producción de este veterano actor y director.

En el caso de Invictus (2009), la adversidad es superada sobre la base de la entrega de toda una nación por una causa que no todos los involucrados comparten al inicio. La cinta se inspira en un episodio real de la historia reciente de la Sudáfrica post apartheid, luego de que el activista político y defensor de los derechos de la población negra, Nelson Mandela, fuera elegido presidente de su país poco tiempo después de su liberación. Mandela propuso al capitán de los Springboks, Francois Pienaar, ganar la Copa Mundial de Rugby con la finalidad de unir a una nación escindida entre las expectativas de la población negra y los temores de la minoría blanca. Esta historia fue narrada por John Carlin en su libro Playing the Enemy: Nelson Mandela and the Game That Changed a Nation (El factor humano en la edición en español) el cual fue adaptado para el guion de la película.

Eastwood sigue apostando a la fórmula que mejores resultados le ha dado en los últimos años: el desarrollo de una historia dramática que coloca a los protagonistas en situaciones extremas. Es en este punto donde la película destaca notablemente, ya que conmueve e invita a la reflexión: ¿es posible lograr que las personas cambien su perspectiva acerca del otro? ¿qué debe suceder para que el otro no sea percibido necesariamente como una amenaza? ¿es realista aspirar a la reconciliación prescindiendo del perdón y la venganza? Estas interrogantes asaltan al espectador desde las primeras escenas donde se aprecia que las secuelas del apartheid han dejado heridas abiertas en una sociedad en la que la minoría blanca se resiste al cambio inminente y la mayoría negra demanda un giro más agresivo.

No obstante, en lo estrictamente cinematográfico no se encuentra un despliegue técnico desbordante. No es en este aspecto donde deberíamos indagar por las virtudes de Invictus. No quiero decir que técnicamente la película sea deficiente, sino que lo dispuesto funciona dentro de los límites previstos por el director, es decir, ofrecer de la manera más transparente y directa posible la historia a narrar y colocar en primer plano el drama personal del protagonista y el drama social de la nación. Sin embargo, merece destacarse el trabajo de las locaciones exteriores y la dirección de tuvo a su cargo la coordinación de las multitudes en los momentos de mayor trascendencia. Las escenas en los estadios cumplieron con transmitir el efecto emocional y la contundencia propios de un instante en que el fervor ensordecedor de la masa se confundía con el repudio de los que no aceptaban el cambio social.

Además del tema que aborda el filme, otro aspecto destacable tiene que ver con la interpretación de Morgan Freeman en el papel de Nelson Mandela. No es la primera vez que este actor trabaja con Eastwood, pues lo hizo antes en The Unforgiven (Sin perdón) y Million Dollar Baby. En esta ocasión, Freeman le imprime a su personaje todas las marcas que hacen notable su interpretación: parsimonia, determinación, humor nostálgico e ironía. Precisamente, Freeman contó en una entrevista que cuando conoció a Mandela años atrás, este le pidió que lo interpretara si es que, en algún momento, se diera la oportunidad. En segundo lugar, resalta la actuación de Tony Kgoroge en el papel del jefe de seguridad de Mandela, Jason Tshabalala. Su reticencia a olvidar los vejámenes sufridos por la población negra lo lleva a aceptar a regañadientes la orden de trabajar con los agentes de seguridad del ex presidente De Klerk quienes, posiblemente, asesinaron a sus compañeros en la lucha contra la discriminación. Su preocupación por la seguridad el presidente Mandela se convierte en una constante obsesión, la cual lo tensiona e impide que se dé un tiempo para relajarse. Su expresión es dura, sufrida, pero, a la vez, revanchista y transita en medio de la fidelidad a su labor, la búsqueda de una razón que justifique su trabajo o un pretexto que amerite castigar a los oficiales blancos con quienes se rehusó a trabajar en un principio.

Matt Damon interpreta del papel de Francois Pienaar, capitán del equipo sudafricano de rugby al que se conoce como los Springboks. Pese a que ocupa un lugar expectante en la trama, la actuación de Damon carece de intensidad. Su participación fue muy discreta; se lo notó distante del personaje, contrariamente a lo expresado por Freeman. No transmitió la vibración y el arrojo propios de un líder o de un caudillo; más bien, se le vio muy sereno y reflexivo. Considero que no es válida la crítica que lo descarta por no poseer el biotipo del verdadero Francois Pienaar (Damon es más bajo de estatura que el capitán de los Springboks). De acuerdo con este argumento, también descalificaríamos la interpretación de Morgan Freeman quien es notablemente más alto que Mandela. Una actuación sobresaliente puede compensar con creces una caracterización que tal vez no haya sido muy exacta con el personaje real.

Invictus es un ejemplo de cómo lo político influye de manera determinante sobre lo sociocultural. Un Estado que no es capaz de reconocer las libertades políticas de sus ciudadanos y que además se encuentre dividido por las diferencias culturales es un Estado inviable y condenado a la fragmentación o a la tensa convivencia. Casi siempre, deriva en un Estado represor en el que las desigualdades sociales se acrecientan dentro de una espiral de violencia en la que las partes enfrentadas obstaculizan la solución del problema. La virtud de Mandela estuvo en su capacidad para moderar las comprensibles demandas de la población negra frente al poder fáctico que, en algunos sectores, todavía era controlado por la minoría blanca. Mandela era conciente de que necesitaba de ellos para iniciar la transición hacia la consecución de las libertades políticas y entre ellas la progresiva reducción del racismo en Sudáfrica.

Para lograr ello es indispensable que los ciudadanos se organicen espontáneamente en torno a instituciones para mediar entre el individuo y el Estado. El acierto de Mandela fue no ceder a la tentación de disolver a los Springboks, a pesar de que el rugby y este equipo eran considerados por la población negra como emblemas del apartheid. Por ello, es que colocó todo su esfuerzo en potenciar el equipo nacional de rugby, pues se trataba de una institución social de amplia base y con una capacidad de convocatoria tan horizontal que atravesaba todos los estratos de la sociedad. Es decir, se dio cuenta de que mientras más amplias e incluyentes sean las instituciones de la sociedad civil, las diferencias particulares se irán diluyendo a favor de un interés grupal mayor. No subestimó las cualidades del deporte como institución social, sobre todo la libre asociación basada en lazos emotivos y en el sentimiento de pertenecer a una nación.

Desde la antropología y el psicoanálisis, se ha explicado el fútbol y otros deportes similares como una sublimación de las luchas tribales. Los individuos dejan de lado sus particularidades y se integran al equipo-tribu para enfrentarse a otro grupo rival. El capitán-caudillo es quien arenga a sus combatientes y quien debe estar al frente y sacrificar su bienestar. Este es el vínculo que permite establecer alianzas entre individuos y grupos adversarios: la comprensión de que existe un rival más poderoso que los amenaza y la existencia de un líder que encausa sus inquietudes.

La impresión más importante que me deja este filme está en la actitud ejemplar de los líderes que cargan con la responsabilidad de conducir cambios sociales impostergables, pero que sopesan la presión social con razón y no con pasión. A esta la dejan para que libremente anime a la población y sirva como instrumento para diluir las diferencias y, por consiguiente, entregarse a un sentimiento universal presente en todos los seres humanos: el compartir la alegría por la victoria

FICHA TÉCNICA

Título: Invictus
Nacionalidad: EE.UU.
Año: 2009
Duración: 134 min
Género: Biográfica, De autor, Drama
Color: Color
Fecha de estreno: 29/01/2010
Director: Clint Eastwood

Guión: Anthony Peckham, basado en el libro “El factor humano” de John Carlin
Intérpretes: Morgan Freeman, Matt Damon, Patrick Mofokeng, Tony Kgoroge, Julian Lewis Jones
Música: Kyle Eastwood y Michael Stevens
Fotografía: Tom Stern
Montaje: Joel Cox y Gary Roach
Distribuidora: Warner Bros.
Web: http://invictusmovie.warnerbros.com

ENLACES DE INTERÉS

Invictus – Ricardo Bedoya

Invictus (2009) – Blanca Vásquez – Cinencuentro

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La teta asustada entre las nominadas al Óscar

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Es la noticia más gratificante de la semana. Si bien el Perú no estará presente en la Copa Mundial de Sudáfrica 2010, nos sobran motivos de orgullo para creer que el cine nacional puede llegar muy lejos. Cuando Claudia Llosa recibió el Oso de Oro en la Berlinale, los elogios no se hicieron esperar (así como tampoco las críticas mezquinas, tan comunes en nuestro país, y las sobreinterpretaciones políticas y conspirativas). Sin embargo, aquel premio no sería más que el inicio de una serie de nominaciones y triunfos que constantemente reavivarían el interés de una nación sedienta de triunfos por conocer a los artífices de esta existosa cinta: Claudia Llosa y Magaly Solier.

El Perú no es un mercado que se caracterice por una masiva asistencia a los cines ni por una cultura cinéfila de alta sensibilidad en los espectadores (como sucede en Francia, por ejemplo). Al contrario, nuestra industria cinematográfica se basa en un 90% en la importación de estrenos taquilleros y, recientemente, en la proyección de cintas nacionales, algunas más logradas que otras, pero que, en resumidas cuentas, apuesta por la difusión del cine nacional.

No obstante, los galardones obtenidos por La teta asustada (The milk of sorrow dentro de la nominación al Oscar) podría iniciar un cambio en la sensibilidad de los espectadores promedio en el Perú, cuya gran mayoría consume piratería en la comodidad de su hogar. No se entienda por esto una transformación radical que conduzca al espectador a manifestarse como entendido en la materia, sino por sentirse atraído por ver filmes en su entorno más apropiado: el cine.

Ello también debe llamar a la reflexión a las cadenas de distribución de cintas en las salas peruanas (¿o sobre todo limeñas deberíamos decir?). Es inconcebible que en el Cusco no existan salas de cine que exhiban los estrenos del momento. Argumentar que no es plaza rentable me parecería descabellado. La teta asustada recaudó 720.000 dólares durante todo el tiempo que estuvo en cartelera (la inversión fue de 1.2 millones de dólares). Estoy más que seguro de que, si existieran más salas en las principales ciudades del interior, se hubiera superado.

Respecto a la nominación, me llama la atención que La teta asustada compita bajo el nombre de The milk of sorrow (La leche de la tristeza). ¿Por qué? Cuando Anne Hathaway anunció a la película de Claudia Llosa como una de las nominadas en la categoría de mejor película extranjera, las otras cintas fueron mencionadas según el idioma de procedencia. Cuestiones menores.

El panorama no es muy sencillo para La teta asustada. The white ribbon (Alemania) (Das weisse band), Un prophéte (Francia) y El secreto de sus ojos (Argentina) vienen con muy buenas referencias y premiaciones. No obstante, para la Academia de Hollywood, resulta importante otorgar el premio a una cinta cuya trama y realización diste mucho de lo que caracteriza a la Meca del cine contemporáneo.

De todas formas, la manera en que el Perú observará la premiación del Óscar en este año no será la misma de siempre.
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Vendo mi cuerpo

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Elena De Yta
Editorial Marcapasos
Arequipa, 2009

En los últimos años, la producción editorial independiente en Arequipa ha venido experimentando un notable desarrollo. Algunas editoriales como Cascahuesos y Dragostea han ido más allá del espontáneo deseo de un grupo de amigos que comparten la pasión por la literatura y que se aventuran a publicar sus creaciones, a pesar de las dificultades que ello implica. Dentro de este panorama, continúan apareciendo nuevas editoriales independientes que buscan concretar el anhelo de muchos jóvenes escritores por ver publicados sus escritos. Recientemente, la editorial Marcapasos acaba de publicar Vendo mi cuerpo, primer poemario de Elena De Yta, el cual fue presentado en el marco de la Feria Internacional del Libro de Arequipa. Elena De Yta (Arequipa, 1985) había publicado anteriormente sus poemas en diarios y publicaciones diversas. También, obtuvo premios en narrativa y poesía, en los concursos organizados por la Alianza Francesa y los Juegos Florales Universitarios de la UNSA respectivamente, los que poco a poco fueron confirmando su talento en las letras.

La propuesta de este poemario destaca por el rol que asume el yo poético: la voz de una prostituta que expone con crudeza, amargura, serena resignación e ironía las vicisitudes de una mujer que encuentra en la palabra una forma de manifestar sus sentimientos encontrados. Esto hace de Vendo mi cuerpo un poemario integralmente diseñado bajo un concepto unificado: la exposición del un deseo que no es placentero, sino lacerante. Sin embargo, habría que matizar esta afirmación porque, por momentos, pareciera que el yo poético encontrara satisfacción en lo sórdido o inevitable resignación ante el dolor. Además, mantiene un diálogo en el que sugiere que su propia desgracia se originó en el amor que la unió con un imaginario destinatario. Por ello, es frecuente hallar marcas textuales que aluden a un “tú” inexistente, pero simultáneamente presente en gran parte de los poemas.

A partir del análisis del título, tenemos que el cuerpo femenino es simbolizado como una mercancía que se ofrece al mejor postor. La entrega del cuerpo no es expuesta necesariamente como una tragedia, sino como un castigo que se sobrelleva con mucha ironía, estrategia que atenúa el impacto de lo sórdido que resulta ser testigo de la invasión del cuerpo por amantes no deseados. Al respecto, el amante, interlocutor ausente para el yo poético, encuentra su presencia solo a través de diálogos indirectos que lo aluden: “Cuando tus carnes / Aderezan las mías” [Angustia]; “Alrededor tuyo / Circundándote / Fingir / Sentir / Un orgasmo / Pleno” [Existencia ideal].

Los méritos que hallo en Vendo mi cuerpo están en el desarrollo de un concepto orgánico que articula los poemas, en la cadencia rítmica de sus versos y en la atmósfera que sugieren algunos pasajes que, sin recurrir a un lenguaje complejo, se las arregla para plantear al lector escenas, cuadros, fotografías de momentos que el yo poético evoca para convertir al lector en un cómplice de su drama. Otro punto para destacar es el registro del lenguaje utilizado. No encontraremos en Vendo mi cuerpo un vocabulario impostado o ad hoc a la posible expresión de un personaje que, de primera intención, para muchos lectores está vinculado a una prostituta. Mi hipótesis partiría por asumir que no solo no se trata de un disfraz, sino que ni siquiera pretende la voz del poema disfrazarse de prostituta, sino que, en el juego metafórico, ese rol es susceptible de ser interpretado por cualquier individuo que experimente emociones tales, es decir, el “sentirse como” se convierte en “actuar como” dentro de la ficción. En este sentido, Vendo mi cuerpo no es el diario íntimo de una prostituta, sino la exposición abierta y sincera de un yo poético que construye un personaje para apropiarse de la proyección de su imagen y transmitir sentimientos, emociones y acciones, pero, insisto, no mediante la estrategia confesional del diario en prosa poética que presenta un recuento detallado de la intimidad: por ello, tales acciones son, en realidad, fotografías o estampas de un momento. Tampoco hallaremos una recatafila de palabras de grueso calibre que quieran reforzar la idea de lo grotesco, lo sórdido o visceral y ese es, conciente o inconcientemente, un mérito que vale la pena resaltar. El tono del lenguaje reserva su agresividad para momentos oportunos, pero cuando amerita rendirse, aunque fuera solo por unos instantes, al sentimentalismo lo hace de manera que no luce sentimental (en el peor sentido), sino melancólico.

Al respecto, el poema más logrado desde mi punto de vista, acorde con la poética del texto, es el que cierra el poemario: “Oración a Sarita Colonia para antes de salir”. En este —uno de los pocos o tal vez el único poema en el que los amantes y el amante ausente no son aludidos— se presenta una breve escena en la que el personaje implora protección ante la santa del pueblo.

El tiraje de la publicación fue reducido y el diseño de portada es sugestivo. Sin embargo, urge una segunda edición que corrija algunas erratas que no afectan en mayor grado el contenido, pero que, en un contexto en el que nuevos lectores se interesan en autores emergentes, vale la pena cuidar esos detalles para mantenerse competitivo en el mercado editorial. Posiblemente, Elena De Yta nos sorprenda en adelante con una nueva reimpresión o reedición de Vendo mi cuerpo, o porque no, de un nuevo libro.

Oración a Sarita Colonia, para antes de salir

Sálvanos dulce niña, santa, virgen milagrosa
Tú que sufriste en carne propia
La experiencia desgarradora
Líbranos del abuso de los hombres
Protégenos en esta triste oscuridad
En la que entregamos nuestros cuerpos por pan
Exponiéndonos al robo y odio de la gente.

Guarda nuestros corazones del falso amor
De los cuervos uniformados también
Sálvanos, Sarita, y si nos atrapan, proporciónanos
El abrigo suficiente para sobrevivir la fría celda
Logra el perdón de nuestras madres
y transfigura nuestros rostros para que ellas
Queden lejos de la humillación y la vergüenza.

A ti rogamos Sarita, que también fuiste mujer
Acompáñanos siempre para que de tu mano podamos
Al fin encontrar la luz y valentía necesaria para poder
Enmendar nuestras vidas.
Amén.

Mutatis mutandis

He pecado cuantas veces he podido
Y la absolución
Nunca la he buscado
No puedo estar en comunión
No sé donde diablos
Está Dios

Y sin pedir perdón
A nadie
He vivido
Con mucho gozo porque he amado
Después sufrido
Y también llorado

Como un menesteroso
He fingido
Como puta
He traicionado
Y casi siempre
He perdido
Pero en oportunas
Veces ganado

Aunque
Al final
No sepa a cuantos
He jodido
Seguramente
A los que
Me han amado

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‘Érase una vez que se era’ de Silvio Rodríguez

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Después de seis años, me animé a comprar un CD original. La última vez había comprado una compilación de canciones de Luis Eduardo Aute, Paseo por el amor y el deseo, y un par de años atrás, en unas galerías de la calle Capón, unas cintas originales de Jean Michel Jarre. A diferencia de unos diez años atrás, hoy es muy fácil bajar una canción o un álbum completo de Ares y armar luego una propia antología al gusto. Sin embargo, a pesar que comprar un disco original requiere una inversión que no todos los seguidores de alguna banda o solista están dispuestos a hacer, el Cd original es más que solo un producto que contiene aquello que nos fascina -una canción o una película-; se trata del concepto que los creadores del producto concibieron para que acompañe al disco que llega a nuestras manos. Como bien me dijo una vez un gran amigo hasta ahora fanático de los discos originales, el arte, el concepto del arte que envuelve al CD original es tan importante como el contenido.

Totalmente de acuerdo porque ello le imprime un sello especial a cada álbum, una personalidad distinta en cada etapa de la evolución del grupo o del solista, algo que nuevo que nos quiere transmitir. Por estas razones, es que me decidí comprar esta última producción de Silvio Rodríguez de quien conservo gran parte de su discografía en cassettes de la disquera EGREM y Ojalá, producidos en la década de los ochenta.

Érase una vez que se era (2006) es un álbum doble que contiene temas que Silvio había compuesto durante diez años antes de grabar su primer disco Días y Flores (1975). Se trata de una deuda pendiente del cantautor cubano consigo mismo, ya que estas canciones eran conocidas por sus seguidores más fieles quienes las conocieron y difundieron mediante grabaciones no oficiales en conciertos realizados en distintos países.

Cuando Silvio graba un disco no solo se limita a lo estrictamente musical, sino que también interviene de manera decisiva en la concepción del diseño y en la edición del material. De hecho en las producciones más recientes él figura como productor general. Erase una vez que se era no es la excepción. Silvio dispuso que el diseño del disco transmitiera la sensación de un salto al pasado, de una evocación de la etapa previa a su profesionalización como artista. Algo así como el descubrimiento de su protohistoria, de los primeros episodios y experiencias vitales que rodearon sus primeras composiciones y que sirvieron de base para sus posteriores producciones. Por ello es que la cubierta del disco tiene un aire rústico de tonos café oscuros y matices en gris. Asimismo, al interior, contiene fotografía sus amigos entrañables, de aquellos que muy pocos de nosotros tal vez conocemos que fueron importantes para su formación musical entre los que destacan el trovero Noel Nicola y Aída Santamaría, quien lo animó a continuar de muy joven su carrera musical.

Respecto a las canciones, no se vaya pensar que son grabaciones originales de aquellos años en que fueron compuestas (seguramente para algunos esto pueden significar una pequeña decepción). Las canciones han sido grabadas nuevamente con arreglos que permiten reconocerlas, sobre todo a aquellas que se hicieron más conocidas, tales como “Fusil contra fusil”, “El papalote” y un poco menos, “Nunca he creído que nadie me odia”. El tema que más me agradó y al que sugiero que pongan atención es “Epistolario del subdesarrollo” del CD2. Sobre la génesis de esta canción, Silvio dice

Por aquellos años un viaje fuera de Cuba era tan inimaginable como remontarse al cosmos. A través del cine la juventud veía el mítico mundo exterior y sus modas, y algunos trataban de imitarlo desde sus escasos recursos. Esta canción habla de jóvenes que no suelen ser vistos como vanguardias de la sociedad; de muchachos para quienes el bienestar no parece proceder de vivir a la altura de su tiempo, sino del hedonismo (…) entre otras cosas, pretende darle voz a seres humanos quizá no tan ejemplares, pero ante quienes toda sociedad deberá rendir cuentas

Esta canción me parece muy importante porque aclara lo que para muchos, críticos y simpatizantes de Silvio, parecía incuestionable: su total adhesión a la Revolución Cubana y a Fidel Castro sin medias tintas. En este tema, se critica el porqué la juventud cubana no puede disfrutar de los privilegios que los jóvenes de Europa tiene a su alcance y de cómo se las ingenian para recrearse, de manera imperfecta, ese mundo que contemplan desde lejos. Se trata de una autocrítica al régimen y a los sacrificios que la Revolución había previsto para sus generaciones presentes y futuras. El CD2 también contiene un videoclip de esta canción con imágenes de la Cuba actual, lo que nos confirma que aquellas objeciones que Silvio discretamente lanzaba en sus primeras composiciones siguen perdurando en el presente.

“La canción de la trova” es acompañada por Adriano Rodríguez en la segunda voz. En una primera impresión, me había parecido que era Compay Segundo, con quien también grabó alguna canción, porque las voces de ambos son muy parecidas. La participación de Adriano Rodríguez es muy especial porque esta canción surgió a partir de escuchar un disco que reunía las voces de este viejo troveros y de otros más, disco que regaló a su madre y que solía escuchar a menudo hace más de 40 años.

“Judith”, “Una mujer” y “El día en que voy a partir” son canciones de inspiración amorosa. “Judith” tiene unos arreglos y una melodía nostálgica que armonizan muy bien con la letra que suena a advertencia, a presagio, a invocación. El coro es lo mejor de esta canción:

Cuida bien tus estrellas mujer, mujer,
cuida bien tus estrelas
y que nunca las pierdas

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La UNSA con el santo de espaldas

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La huelga de los docentes de la Universidad Nacional de San Agustín

En 1996 ingresé a Literatura en la UNSA. Recuerdo que en la cola para la inscripción al examen de admisión decidí entre entre Periodismo, Psicología, Derecho y Literatura. Finalmente, elegí Literatura porque por aquellos días venía leyendo y releyendo La casa de cartón de Martín Adán y me prometí escribir una obra similar -hasta parafraseaba fragmentos que hacía pasar por propios para impresionar a una novia de esos años- y a mitad de carrera pensé seriamente en hacer mi tesis sobre esta magnífica novelilla. Tengo muy presente aquella época de los claustros agustinos, tanto por los amigos, profesores y demás experiencias que enriquecen los años dorados de cualquier estudiante universitario.

De los maestros quien a primera vista me sorprendió por esa cultura oceánica y por su capacidad para evocar personajes, argumentos, obras, citas y demás fue el doctor Tito Cáceres. Nos enseñó en primer año el curso de Metodología de la Investigación Literaria donde nos introdujo al conocimiento de los diversos métodos de investigación no solo de manera teórica, sino aplicándolo a alguna novela ad hoc para el caso. En segundo año, Willard Díaz se encargaba de “filtrar y reclutar” a los alumnos que, según su criterio, se tomaban los estudios literarios en serio: controles de lectura semanales, clases a pesar de la toma de locales por los estudiantes, exámenes orales constantes, lectura directa de las fuentes… todo ello apuntaba a reducir al máximo la cantidad de alumnos que pudiera escoger como especialidad Literatura. De hecho, la gran mayoría escogía Lingüística muy convencidos por un sector de los profesores de dicha especialidad, de que en Literatura “la chamba era escasa” y que después de terminar Literatura y Lingüística -la UNSA es la única universidad en el Perú hasta donde yo sé que otorga un título con esta doble mención- podrían seguir la complementación pedagógica durante dos años y obtener el ansiado título de educador en Lengua y Literatura. ¿Y por qué no postularon directamente a educación en lugar de desperdiciar 5 años en una carrera espúrea que los obligaría a seguir dos años más para finalmente lograr el objetivo final que era convertirse en pedagogo? Los compañeros de Lingüística que se animaban a contestarme decían que el ingreso a Literatura es mucho más fácil, mientras que a Educación, la probabilidad de ingresar era menor.

Es decir, buena parte de los egresados de mi escuela no tenían la convicción de ejercer la investigación lingüística, ya que solo querían convertirse en maestros de colegio y uno que otro, engancharse en la docencia universitaria si la oportunidad se presentaba y si merecían el favor de algún catedrático que a la sazón ocupara un cargo importante mediante el cual decidiera su contratación en medio de oscuras componendas. Del lado de los literatos el panorama era menos tenebroso, pero al menos, teníamos el consuelo de que los mejores profesores, al menos la minoría mayoritaria o la mayoría moral, estaban en nuestra especialidad. Goyo Torres acababa de regresar a la escuela luego de cursar la maestría de Literatura Latinoamericana en la UNSA y se notaba, aunque no me llegó a enseñar, que venía con un aire renovador; igualmente satisfactorio fue contar con José Gabriel Valdivia, nuestro amigo poeta, en cursos como el Taller de Poesía, y luego para los más jóvenes en Literatura Regional e Introducción a la teoría literaria. Como no recordar a la exigente y puntillosa Nardy Rosado en Lecturas Literarias, quien planteaba inteligentes preguntas de deducción en sus controles de lectura.

Posteriormente, Rosa Núñez se sumó a este equipo de profesores de Literatura en la Escuela de Literatura de la UNSA en Arequipa y conformaron, a trancas y barrancas, un grupo interesante que publicó sus investigaciones en la revista Apóstrofe dirigida por Willard Díaz. Aquel proyecto también contó con la participación de otros investigadores en Humanidades y Ciencias Sociales parte de ellos egresados de la primera y última maestría en Análisis del Discurso dictada en mi Escuela en 1999 y 2000, si la memoria no me falla, por profesores de la Escuela de Literatura de San Marcos.

Este recuento de mi paso por la UNSA no es simple evocación nostálgica, sino una manera de comparar lo que experimenté cuando fui estudiante y lo que vienen experimentando todos los estudiantes de la UNSA en estos precisos momentos. Cerca de tres meses de huelga indefinida de docentes pone en riesgo el año académico en la primera casa de estudios de Arequipa que, año tras año, se ve sumergida y devorada por la incapacidad de sus autoridades desde la cabeza hasta las instancias menores. Ver que en TV UNSA se promociona al Centro Preuniversitario de la Universidad que se prepara para el próximo proceso de admisión, o ver que la universidad anuncia las inscripciones para otro proceso, provoca hilaridad porque simple y llanamente, se trata de una vil estafa: ¿qué le ofrece realmente la UNSA a un joven postulante hoy en día? Huelgas, paros, tomas de locales, pérdida de tiempo, avance sobre la marcha en vacaciones mientras todos los demás están disfrutando de un merecido descanso. Por eso, no llama la atención que las filiales de universidades privadas como la Néstor Cáceres Velásquez de Juliaca, Alas Peruanas o la UTP por mencionar algunas, vean incrementada su población estudiantil, puesto que para algunos los padres de familia resulta cada vez más práctico pagar un poco más, pero ver que sus hijos avanzan.

¿Y qué del prestigio de la San Agustín? ¿la infraestructura? ¿la variedad de carreras que ofrece y la trayectoria de los docentes que la componen? El prestigio se diluye a través del tiempo si es que no hay con qué demostrar que aún está vigente. Ahora no es más que un espejismo en la memoria de nuestros padres y abuelos o sin ir tan lejos, en aquellos que fuimos estudiantes en los años 90. En los 80, la UNSA como todas las universidades públicas del país, atravesaba una crisis política que la arrastraba a la ingobernabilidad y el desorden. Las huelgas impedían que el año académico se desarrollara con normalidad y era frecuente que este se perdiera o retrasara más de la cuenta. Sin embargo, la ciudadanía seguía viendo con ojos de admiración y orgullo a los estudiantes agustinos, símbolo de protesta, inconformidad y rebeldía. Hoy ya no es más así. La ciudadanía quiere ver a sus hijos progresar en un ambiente en el que la discusión y el intercambio de ideas no obstaculice el aprendizaje y en el que la transparencia sea una práctica cotidiana y no una suerte de oasis en medio del desierto. La infraestructura de la UNSA es enorme en edificios, luce muy a la distancia, engorda la vista desde afuera: parques, jardines, un estadio imponente, amplios corredores (la Facultad de Filosofía y Humanidades es una casona antigua que contrasta muy bien con el espíritu que se vive fuera de las aulas, y, personalmente, me gusta más que el de San Marcos que luce como los pasillos del hospital Santa Rosa y que Letras y Humanidades de la PUCP que de tan pulcro que es no da ganas de estropear nada). Todo eso es la UNSA, pero nada de ello es suficiente si es que el recurso humano no está a la altura de las expectativas y ese es el verdaderon problema: docentes, administrativos y alumnos todos son cómplices en esta debacle.

Los catedráticos de la UNSA, salvo honradas excepciones, sienten que ya saldaron cuentas con los estudios y se conforman con lo que vienen repitiendo hace 20 o 30 años. La bibliografía de sus cursos sigue siendo la misma a excepción de algunas enmiendas que cada cierto tiempo hacen a su sílabo, pero más por una cuestión decorativa que por espíritu de renovación. Comenzando desde los concursos, tenemos que muchas veces se sabe quién va a ser nombrado o contratado con mucha antelación al veredicto final. Se sabe de las componendas que existen al interior de algunas facultades para favorecer a ciertos postulantes a la docencia a cambio de su adhesión política cuando ingresen a la universidad. De hecho que esta situación no ocurre en toda la universidad con la misma intensidad, pero ocurre y eso es ya un escándalo. Me preocupa por la gente honesta y preparada que se ve envuelta injustamente en esta situación y doy fe de que sí existen docentes empeñados en que esta huelga cese, que se mantienen en contacto con sus alumnos vía correo electrónico y que ven la manera de asignar tareas, lecturas o encuentros en la casa de algún profesor cuando la situación lo permite. Pero son lo menos, son héroes morales que solo pueden apelar a sus acciones para dejar constancia de que no comparten el sentir de los mediocres que consideran que solo por una cuestión monetaria pueden relegar las expectativas de varias generaciones de estudiantes que sí creen en la UNSA y en lo que representó para sus padres y abuelos. Esta no es la UNSA que hubieran querido ver Antonio Cornejo Polar, Francisco Mostajo, Víctor Andrés Belaúnde, Jose Luis Bustamante y Rivero u otros tantos intelectuales que egresaron de esta casa de estudios. Sin embargo, la gran mayoría de docentes se empecina en no levantar la huelga y seguir postergando a los estudiantes a unas vacaciones forzadas, situación que se ha venido repitiendo durante los últimos 4 años en la misma época: de setiembre a noviembre no trabajaban y entre enero y marzo “recuperaban” en tiempo récord lo anterior e igual percibían su sueldo. No tienen mucho que perder, el futuro para ellos es más reducido a medida que pasan los años, pero no es así para los estudiantes.

Al momento en que estoy terminando de actualizar este post, me he enterado de que desde este lunes la UNSA reinicia labores. Pero ello no nos debería complacer por completo, ya que seguramente, los profesores terminarán a trompicones el ciclo anterior durante el verano, mientras el resto de estudiantes de universidades particulares disfrute de las vacaciones como debería ser (Literatura en San Marcos no ha acatado la huelga y tampoco no todas las escuelas de la Federico Villarreal). Antes, Medicina de la UNSA solía ser la última facultad en plegarse a los paros y me consta que hacían todo lo posible para no detener su avance académico, lo cual le ganaba el respeto del resto de la comunidad agustina de la ciudadanía que le tiene especial afecto a los estudiantes de Medicina de la UNSA. Pero hoy ya no es así y todos los estudiantes, sin excepción, se han visto obligados a perder clases durante casi tres meses.

Los docentes de la UNSA se ganarían la adhesión de la ciudadanía y de los estudiantes respecto al justo pliego de reclamos que vienen elevando ante el Ejecutivo si existiera de su parte un compromiso con su labor como maestros. Pero ¿por qué tendríamos que apoyar a quienes abandonan a su suerte a los alumnos y contribuyen a la debacle progresiva de la universidad? Pensar que el problema de la UNSA es netamente económico, salarial, es equivocarse, porque si mañana mismo les homologaran el sueldo a los docentes de la UNSA estoy seguro que nada cambiaría porque se trata de un problema de actitud, de hábito, de formación. Un giro radical en el corto plazo lo veo complicado porque el cambio generacional es muy lento producto de las redes de poder constituidas por quienes se enquistan en cargos y deciden quién ingresa o no a la docencia universitaria con total prescindencia de méritos académicos. Pedirles a los docentes mediocres, que no son todos, que reformulen su postura es mucho pedir, pero invocar a los estudiantes a no ser cómplices de dicha mediocridad exigiendo y demandando una enseñanza de calidad, asistiendo a clases y fiscalizando a las autoridades es más viable.

Los estudiantes tienen la palabra.

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El cáncer de la universidad – Nicolás Lynch
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¿Quién juzga al Tribunal de la Tele?

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Sobre la independencia de los conductores de RBC y una desacertada pregunta

El último sábado, vi el programa que Ángel Ganoza y Mónica Cabrejos conducen en RBC: el Tribunal de la tele. La pregunta de la noche decía textualmente: “¿Le parece correcto que algunos conductores de TV utilicen sus programas para hacer apología a la homosexualidad?”. Interesante pregunta si es que se pretendía establecer el grado de rechazo que existe en nuestra sociedad frente al tema de homosexualidad con la finalidad de criticar dicha actitud aunque fuera mayoritaria. SIn embargo, tal como fueron analizados los resultados (18% – Sí / 82% – NO) solo sirvió para respaldar la posición que Ganoza (me cuesta pensar que Mónica Cabrejos también la sostenga) y por supuesto Ricardo Belmont asumen frente a la participación de homosexuales en los medios de comunicación. Ambos dijeron al final antes del cierre musical, que “el pueblo ha hablado, ha dado su veredicto, y ello lo deberían considerar muchos conductores…”, como si el criterio de la mayoría fuera suficiente para establecer una verdad, es decir, como si las mayorías estuvieran exentas de equivocarse. Este tipo de preguntas cerradas al televidente no deja espacio para analizar los matices o los problemas que contiene. Me recuerda a las descabelladas preguntas que se formulaban en La Ventana Indiscreta de Cecilia Valenzuela.

Buenas intenciones le sobran a Ángel Ganoza, pero no solo tiene que lidiar con las limitaciones propias de su impericia como conductor, sino con el afán intervencionista de Ricardo Belmont. Desde que Luis Alfonso Morey, primero, y Fernando Anchorena, segundo, dejaron RBC, al “hermanón” le cuesta convencerse de que el mayor obstáculo para el desarrollo de su canal es él mismo. No le bastó con forzar la salida de Hildebrandt, cuyo programa era el de mayor sintonía en RBC; no dudó en hacerlo para lucir disuesto ante el Congreso y servir como canal (en todos sentidos) para levantar la alicaída imagen de los parlamentarios (debería primero preocuparse por levantar la suya). Ahora que fue designado como reemplazo de Andrade en el congreso esta inquietud se ha revelado con mucha fuerza. En lugar de Hildebrandt, continúa conservando a los periodistas más leales (mejor dicho, más dóciles al pensamiento único errebecista) como Rafael Romero, encargado del análisis político.

Volvamos al punto anterior. La pregunta formulada al público televidente en ese programa del sábado es abiertamente discriminatoria y tendenciosa, además de que parte de un supuesto equivocado: la posibilidad de considerar incorrecta la apología a la homosexualidad supone también la posibilidad de considerar correcta o incorrecta la apología a la heterosexualidad. ¿Alguien en sus cabales podría preguntar si se considera correcto hacer apología a la muerte, injusticia, la envidia o el dolor; o incorrecto hacerla a la vida, solidaridad, justicia, felicidad o el amor?

La pregunta que alegremente leyó Ángel Ganoza a los televidentes ubica, según las definiciones académicas sobre apología, a la homosexualidad como una actividad censurable. La Real Academia nos ofrece, como siempre, definiciones neutrales y asépticas, usualmente desprovistas de ideología. Consigna para apología lo siguiente: “Discurso de palabra o por escrito, en defensa o alabanza de alguien o algo”. Hasta aquí no habría problema, en el sentido de que se podría hacer apología hacia causas nobles. El asunto es que tal apología tendría que estar enmarcada en un contexto adverso que la convierta en un acto controversial, es decir, si realizo una apología al amor, debo suponer que la situación que rodea tal apología considera al amor como un valor muy venido a menos. En otras palabras, se hace apología para defender o justificar una idea o a alguien (recordemos, sino, la Apología a Sócrates) que es controversial o que está en desventaja. Este es el sentido que le da el lenguaje jurídico al término “apología” al cual no desvincula de la noción de delito: “elogio o alabanza de hecho delictivo”; “(«defensa», «justificación») es un argumento generalmente escrito (aunque puede ser hablado), en el que se defiende, elogia o justifica a una persona, idea, acción o inacción que está usualmente bajo controversia y que es, o puede ser un delito. La aclaración formal de un problema, creencia u opinión”. Una causa noble o legítima no tendría necesidad de justificarse, puesto que es en sí misma un valor que no lesiona la integridad humana. Solo tendría que hacerlo siempre y cuando vea amenazada su existencia. En consecuencia, ¿es lógico asumir la posibilidad de considerar incorrecta la homosexualidad o la heterosexualidad? ¿Es incorrecto un terremoto, un tsunami o una gripe?

La miseria periodística de un conductor fanatizado

Es frecuente que aquellos que enarbolan ideales nobles y los defiendan con entusiasmo transiten con facilidad hacia el lado oscuro. La línea divisoria entre el idealista y el fanático es muy tenue. Esto se agrava en la medida que estos individuos actúan convencidos de que lo que guía sus actos tiene como finalidad el bien común, es decir, que lo hacen por el bienestar del grupo. Ángel Ganoza está absolutamente convencido de que él encarna la cruzada moralista contra la TV basura; por ello, no duda en utilizar los mismos recursos repudiables que censura cuando critica a Magaly Medina. Señalar esto no significa estar a favor de esta periodista a la que, ciertamente, no se puede justificar en ninguna circunstancia; significa establecer lo contradictorio de una actitud que termina cometiendo lo mismo que critica. En su cruzada contra la TV basura, Ángel Ganoza ha sido partícipe de la misma al exhibir y exponer a su co-conductora a una situación incómoda. Observen Uds. como es que Mónica Cabrejos de una manera cordial y prudente le sugiere no propalar un video que podría comprometerla con una denuncia legal. A pesar de ello y en aras, nuevamente, de “lo que le gusta a la gente” Ganoza propaló el video. Muchas veces oí tanto de él como de Belmont que no les importaban las mediciones, sino la calidad de programas que producían. El argumento de que el gusto general manda fue muchas veces rebatido en sus intervenciones. A ello se agrega la ofensiva falta de solidaridad para con una compañera de trabajo, de quien es obvio que cometió una imprudencia al anunciar anteladamente que tenía un video con imágenes de otro personaje de la TV que levantarían escándalo (nuevamente, asumen que será un éxito escandaloso porque son fotografías de un joven con amistades gay). A mi parecer, Ganoza aprovechó la oportunidad para forzar la salida de la Cabrejos quien tiene más dominio de escena y quien le venía quitando protagonismo (no faltaban momentos tensos en los que se notaban abiertas discrepancias entre ambos). Rectificarse públicamente, no es cobardía ni falta de convicción, señor Ganoza, es un acto que enaltece a una persona y Ud. muchas veces lo ha exigido de Magaly. ¿Por qué no facilitó la rectificación de su co-conductora? ¿Por qué contra la voluntad de ella y Ud. propaló el video y forzó su retiro del programa? ¿Lo hizo realmente porque la gente lo pedía (algo que siempre criticó) o para deshacerse de la Cabrejos? ¿Por qué no pregunta a los televidentes si prefieren que vuelve Ok tv o que se quede RBC? ¿También propondrá que Belmont abandone el canal porque la gente así lo quiere? Solo Ud. lo sabe.

En fin, se trata de una más de las fallidas intervenciones de Ángel Ganoza en la cual se nota la injerencia de Ricardo Belmont, quien hace mucho debería dar un paso al costado si es que se da cuenta que él es el mayor obstáculo para el despegue de su canal. Sin embargo, resulta comprensible que periodistas como Rafael Romero y conductores como Ángel Ganoza laboren con él: la gente se junta por afinidad.

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Incursión culinaria #1

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Este fin de semana salí a comer y ya que nuestra comida peruana es cada vez más reconocida por propios y extraños, pensé en fotografiar los platos que me han dejado satisfecho al punto de que vuelvo constantemente, tal como tal vez a Uds. les sucede cuando hallan algún “huequito”. Alguna vez Carlos Cacho dijo algo inteligente: “en el Perú, con 5 lucas se come bien en cualquier huarique”. Por ello, recomiendo ir a estos restaurantes. En adelante, comprometo a publicar más fotos tanto de los sitios recomendables como de los que sugeriría no ir nunca (los cuales son muchos). Estas fotos son muy artesanales, nada artísticas, solo pretenden retratar la inmediatez del momento.

Parrillada Presidente: chuleta de cerdo, filete de res y pechuga de pollo a la parrilla. Viene acompañada de una porción abundante de papas fritas y otro plato igualmente abundante en de ensalada. Esquina de la cuadra 14 de la Av. Arenales – Lince. (Grato descubrimiento de salida dominguera)

Combinado de cebiche y arroz con mariscos. Deliciosa combinación que puede ser bien acompañada por una Inka Kola helada. Restaurant “A lo macho”, esquina de Av. La Mar con Universitaria – San Miguel. (todos los domingos me apunto con el mismo plato con la Inca Kola de rigor)

Jugo de fresa con leche.Restaurant “Benny´s”. Frente al Hospital Rebagliatti. (No tiene nada que envidiarle a Frutix).


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La muerte de un artista

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La muerte de un artista suele ser motivo para rendirle un merecido homenaje. En lo que va del año, sobran motivos para escribir semblanzas sobre aquellos personajes que han llenado parte de nuestras vidas con lo mejor que supieron hacer: mostrarse tal como son a través de su arte. A medida que avanza este año, la lista de celebridades que son objeto de un homenaje póstumo, que da cuenta de su trayectoria, va en aumento. Dependiendo del momento y del lugar donde los sorprendió la muerte, la cobertura establece jerarquías, discrimina y selecciona el interés de la opinión pública acerca de tal o cual personaje.

No es lo mismo que Farrah Fawcett partiera de este mundo luciendo su blonda cabellera de Ángel de Charlie en los 80’s que ahora a finales de la primera década del siglo XXI víctima de cáncer; que Michael Jackson mientras luchaba por recuperar el brillo de su carrera, con el rostro cayéndosele a pedazos, a diferencia de hace 25 años cuando todo el mundo se rendía ante su paso lunar; que Patrick Swayze cantando y bailando en Dirty dancing o interpretando al nostálgico fantasma enamorado en Ghost, en contraste con el hombre que hasta hace unas semanas luchaba contra el cáncer al mismo tiempo que sacaba fuerzas para seguir actuando en la serie The Beast; de un Mario Benedetti, a quien la muerte llamó en el ocaso de su vida y no cuando escribía versos sinceros y transparentes al amor, a las mujeres y a la vida misma en la flor de juventud madura; de Alicia Delgado, cuyo asesinato no hubiera cubierto tantas primeras planas en la prensa si hubiera tenido lugar cuando era una modesta empleada doméstica y no la Princesa del folklore que se ganó la admiración de tanta gente; de Marco Antonio, un discreto estilista de belleza convertido en exitoso empresario, también asesinado cuando disfrutaba de la fama y el glamour de las celebridades que lo rodeaban; que una Mercedes Sosa en el apogeo de la nueva canción latinoamericana, exilida, perseguida política, que décadas después cuando la canción protesta no le dice mucho o muy poco a las nuevas generaciones. La semana pasada le tocó el turno Arturo “Zambo” Cavero, cuya muerte despertó del letargo a los seguidores de la música criolla peruana. Tal cual parece, la muerte imprime a la fama un aura particular, ya que la desaparición de un artista en la cúspide de su carrera, lo eterniza para la posteridad, o tal vez, devuelve el protagonismo a una figura olvidada. A veces, la muerte retorna la fama perdida a un ser entrañable, quien, a pesar de su decadencia, siempre ocupará un lugar especial en el corazón del pueblo.

Recuerdo que para un partido entre Perú y Argentina en Lima por las eliminatorias para el mundial de EEUU, César Luis Menotti, el recordado “filósofo del fútbol” que dirigiera a la selección argentina campeona del mundo en 1978, llegó a nuestra ciudad para comentar este encuentro. El marco era espectacular; como siempre la sufrida hinchada peruana colmó las graderías del Estadio Nacional. Durante la previa, Óscar Avilés y el Zambo Cavero, guitarra y cajón respectivamente, deleitaron a la afición con canciones interpretadas con mucho sentimientos, las cuales nos convencían de que ser peruano es motivo de orgullo.

Perú y Argentina empataron sin hacerse daño en un partido marcado por la apatía entre ambos seleccionados. Del lado peruano, no se entendía cómo esa energía que el maestro Avilés y el Zambo Cavero transmitieron a todos los presente, se esfumó en cuanto dejaron el seleccionado dejó de oírla durante el juego. Curiosas circunstancias las de la semana pasada: Argentina y Perú vuelven a encontrarse, pero esta vez en Buenos Aires después de los sentidos fallecimientos del Zambo Cavero y de la Negra Sosa, dos iconos de la música popular en sus países. Al final del partido, Menotti subrayó que lo mejor del encuentro fue la presentación de Avilés y el Zambo Cavero.

El año pasado, navegando por Internet, encontré un video en Youtube en el que Homero del Perú interpretaba el conocido vals de Augusto Polo Campos, “Cada domingo a las doce”. Se trataba de una interpretación muy emotiva y singular de este cantante peruano quien posee un dominio de escena impecable, acompañado de un potente registro vocal, cualidades ante las cuales difícilmente puede sustraerse un auditorio. El video data de 1997 y fue realizado en los estudios del desaparecido programa “Mediodía criollo” en cuya primera etapa era conducido por Ellen Burhum, cantante peruana de ascendencia alemana. Luego de verlo una y otra vez, leí los comentarios y uno de ellos destacaba las cualidades vocales e interpretativas de Homero, pero, a su modo de ver, le parecía mejor la versión del Zambo Cavero porque aunque este no se movía ni poseía el desenvolvimiento escénico de Homero, su voz era más sentida y cadenciosa.

Participar brevemente en este debate virtual en favor de la absoluta libertad de interpretación fue mi más cercana aproximación a la obra del Zambo Cavero. Anteriormente, todos los peruanos fuimos testigos del aprecio que el presidente García sentía por el cantante criollo cuando lo invitó a formar parte de su estrategia de campaña a la presidencia en las dos últimas elecciones. Sin embargo, el Zambo supo mantenerse prudentemente distante de la política, lo suficiente como mantener una buena amistad con el actual presidente.

Cuando muere un hombre, parte de la humanidad muere con él, sobre todo cuando su imagen concentró la admiración de varias generaciones. Condolerse por el sufrimiento ajena es un signo de humanidad, porque, de esa manera, damos fe de que somos capaces de experimentar lo que siente el otro, es decir, de que hay algo de nosotros en él y viceversa. Prueba de ello ha sido la gran cantidad de personas que espontáneamente asistieron a los homenajes y que siguieron el cortejo fúnebre que conducía los restos del gran Arturo “Zambo” Cavero. Las intensidad de las emociones que despierta en la sociedad la muerte de un artista es un signo del reconocimiento de nuestra dignidad como seres humanos; lo contrario, la indiferencia, no es más que inhumanidad. Todos aquellos que ya no están también se llevaron algo de nosotros, pero después de su partida y al recordarlos, nos dieron la oportunidad de reconocernos en nuestros semejantes. Grande o pequeño, famoso u olvidado, la muerte de un artista siempre será una gran pérdida.

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