Archivo del Autor: Carlos Arturo Caballero Medina (Charlie)

Acerca de Carlos Arturo Caballero Medina (Charlie)

Magíster en Literatura Hispanoamericana por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Aspirante al Doctorado en Literatura Latinoamericana por la Universidad Nacional de Córdoba Integrante del equipo de investigación "Cartografías literarias del Cono Sur" y del Centro de Investigaciones de la Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba

Arguedas y el escritor profesional

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“Necesidad” y “profesionalización” son conceptos que poseen connotaciones psicológicas y económicas. Toda necesidad exige ser satisfecha; es un imperativo impostergable porque a nivel psicológico la insatisfacción de una necesidad genera ansiedad, lo cual repercute en el plano socioeconómico: si el individuo satisface eficientemente sus necesidades básicas, puede proyectarse a la consecución de otras menos vitales. Jacques Lacan define necesidad como la demanda de un objeto que el sujeto articula a través del lenguaje . La necesidad es una tensión permanente que tiene origen biológico y que se muestra en una acción específica; la acción que satisface la necesidad, como por ejemplo beber, comer, fumar, escribir, etc. Dicha acción es la única prueba disponible para comprobar que la necesidad está siendo cubierta. El acto de satisfacción es inseparable de la necesidad, pues aquel es la materialización de esta, es decir, su concreción.

Las necesidades generan acciones. Motivan la conducta. El sujeto se mueve por la inconformidad de su situación. Su conducta va a estar motivada por la búsqueda de una solución al conflicto que lo angustia. Cubrir una necesidad implica armonizar temporalmente con demandas sociales, culturales, psicológicas y económicas, porque en esencia una necesidad es inagotable: su resolución es siempre temporal; tiene que existir como una constante porque le da sentido a la existencia del sujeto. A pesar de que es una falta, —y precisamente por ello— condena al sujeto a una eterna búsqueda de satisfacción.

“Cabe preguntarse lo siguiente: si las necesidades son inevitables ¿cuáles son reales y cuáles ficticias? ¿cuáles son generadas por el entorno y cuáles parten de inquietudes personales? Tal vez en el fondo hablamos de lo mismo porque el entorno siembra la falta y luego el sujeto crea sus propios fantasmas. Hay entre sujeto y entorno mutua retroalimentación.

Para Arguedas la escritura fue una necesidad vital: “Porque yo si no escribo y publico, me pego un tiro ”. Esta declaración exhibe desde el inicio una falta: ha comenzado un proyecto narrativo que está fragmentado en fondo y forma; el ánimo no le ayuda escribir una novela de manera fluida, se hace necesario interrumpir la novela con los diarios, cuya escritura resulta más dinámica porque no obedece a un plan estructural o técnico; surge más bien por una necesidad de sentirse mejor, de lograr el equilibrio requerido para continuar con la novela.

“Escribo estas páginas porque se me ha dicho hasta la saciedad que si logro escribir recuperaré mi sanidad. Pero como no he podido escribir sobre los temas elegidos, elaborados, pequeños o muy ambiciosos, voy a escribir sobre el único que me atrae: esto de cómo no pude matarme …”.

En una carta dirigida a Mario Vargas Llosa, Arguedas expresa algo relacionado con la necesidad de escribir: “…he concluido de escribir, en seis meses continuos, una novela empezada hace ocho años. Es extensa y he pretendido mostrar una especie de corte transversal de nuestro país. Se llama, por eso, Todas las sangres y ojalá que sea tan verdadera como me parece ”. Y en otra carta escribió: “Eso que no ocurre en la vida biológica puede ocurrir en el trabajo de creación. Mi nuevo relato, novela, se llamará definitivamente El zorro de arriba y el zorro de abajo, tomado de los mitos de Huarochirí […]”

Los diarios que conforman la novela póstuma de Arguedas funcionan como una parada, un descanso para ordenar las ideas y darle nuevo aliento a la novela. Si bien la escritura de los diarios es más fluida, no es por eso, menos dramática. Por momentos se le nota exaltado e iracundo. Cuando el narrador de los diarios se ha dado cuenta de que ha excedido sus límites, se avergüenza: “Perdónenme, amigos Cortázar, Fuentes, tú mismo Mario, que estás en Londres. Creo que estoy desvariando, pretendiendo lo mismo que ustedes, eso mismo contra lo que me siento como irritado ”. En estas líneas se entrevé que Arguedas reconoce la intención de querer convertirse en el tipo de escritor que a la vez él mismo rechaza: un escritor profesional. Esta lectura se apoya en que líneas más arriba expresó: “si no escribo y publico…” y porque a pesar de que escribe “por terapéutica ” no deja de pensar en que sus líneas “podrán ser leídas”.

En el “Primer diario”, Arguedas menciona que hay escritores que comienzan a escribir “cuando la vida los apera”, y hay otros que escriben por oficio, y tal vez estos últimos tengan mayor mérito. Mérito que radicaría en la capacidad de escribir ya no en base a lo que las experiencias de la vida proveen, sino en base a la genialidad del artista para crear, aun sin tener experiencias que le provean el material de sus obras. A estos escritores “de oficio” Arguedas los considera artificiales, poco auténticos porque no escriben de lo que han vivido, por lo cual no tendrían la necesidad de escribir para cubrir una falta de tipo emocional o vital, sino más bien, su escritura les garantizaría un bienestar económico; pero a la vez, desde su punto de vista, una renuncia al compromiso vital del artista y una dependencia infame del arte frente al trabajo. Refiriéndose a Carlos Fuentes escribe que lo encontró “escribiendo como un albañil que trabaja a destajo ” y a Balzac y Dostoievsky los declara como pobres víctimas de una desgracia, cuyo oficio de escritores lo ejercieron “no como una condición de la que se enorgullecieran”.

Sobre la situación del escritor latinoamericano, Vargas Llosa y García Márquez intercambiaron algunas ideas en un encuentro realizado en Lima, en el año de 1967. Vargas Llosa reflexionaba sobre el hecho de que los lectores latinoamericanos tenían un prejuicio respecto a los escritores latinoamericanos previos al “boom” por considerarlos malos escritores a diferencia de los europeos, de quienes asumían a priori que eran notables. García Márquez comentó que los escritores latinoamericanos previos al “boom” escribían como una actividad paralela a sus quehaceres cotidianos. “Escribían cansados, es decir, después de haber trabajado en otra cosa, se ponían a escribir literatura, y estaban cansados. Tú lo sabes perfectamente que un hombre cansado no puede escribir… Las mejores horas, las horas más descansadas hay que dedicárselas a la literatura, que es lo más importante ”. Para García Márquez el “boom” fue un fenómeno de lectores, los cuales aparecieron cuando los escritores pudieron dedicarse por completo a escribir prescindiendo de otras actividades, cuando decidieron “que lo más importante es seguir nuestra vocación de escritores y que los lectores se han dado cuenta de ello. En el momento en que los libros eran realmente buenos, aparecieron los lectores ”.

Los tres elementos que conformaron el éxito del llamado “boom” de la novela latinoamericana fueron los escritores, editoriales y lectores, los tres interrelacionados en torno a la obra. Pero también es cierto que el “boom” tuvo mucho de fenómeno de mercado y de la industria editorial, como una construcción del modelo del nuevo escritor latinoamericano, que tuvo la experiencia europea, que la mantenía, y que conservaba su condición de escritor cosmopolita. Para Julio Roldán, el “boom” de la novela latinoamericana “fue (…) un fenómeno entre político y publicitario”, refiriéndose a la atención que recibieron los intelectuales de izquierda en América Latina luego de la Revolución Cubana, y a todo el aparato editorial que puso en marcha las publicaciones de los escritores más consagrados de la época. Combinar la técnica narrativa más depurada al estilo de las mejores novelas de los escritores norteamericanos como Hemingway, Faulkner, Dos Passos o Steinbeck, con temas como la miseria de los pueblos latinoamericanos y la historia del continente, produjo como resultado, un tipo de obra híbrida “síntesis de lo universal y lo particular, de la realidad y la fantasía, del pasado y del futuro (…) de la imaginación más desenfrenada y la técnica mejor cultivada ”.

Por aquellos años, Arguedas estaba siendo testigo de cambios sociales que le costaba asimilar: la teología de la liberación y el “Dios de los pobres”, del padre Gustavo Gutiérrez, doctrina que reclama la participación de la Iglesia en la política; el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, proceso conducido en su primera fase por el general Juan Velasco Alvarado , (¿qué le sucedía a los militares que tradicionalmente apoyaron a la derecha?); el “boom” de la novela latinoamericana, cuyos escritores, como mencionamos antes, ahora se dedicaban por completo a escribir no solo por simple pasión o satisfacción personal sino como un medio de subsistencia económica, aparte de la subsecuente fama y reconocimiento y la consolidación como “escritor profesional”, y de su cosmopolitismo; y finalmente, la crisis del indigenismo como movimiento que pudiera dar cuenta, a partir de los años 50 o 60, de los nuevos cambios sociales que estaban ocurriendo en América Latina, en un momento en que los nuevos escritores tenían puesta su mirada más en Europa que en temas regionales o locales. Había en muchos de ellos, como Cortázar, la necesidad de comprender mejor América Latina, desde Europa, uno de los temas de la polémica entre el escritor argentino y Arguedas. Cortázar condujo a Arguedas al debate entre el provincialismo y cosmopolitismo, en el cual Arguedas, se presentaba como un escritor que a pesar de su falta de erudición, en comparación con su interlocutor, se enorgullecía de haber accedido a la cultura universal.

Así somos los escritores de provincias, estos que de haber sido comidos por los piojos, llegamos a entender a Shakespeare, a Rimbaud, a Poe, a Quevedo, pero no el Ulises (…) Todos somos provincianos, don Julio (Cortázar). Provinciano de las naciones y provincianos de los supranacional que es, también, una esfera, un estrato bien cerrado (…)”.

Arguedas intuitivamente deconstruyó la oposición planteada por Cortázar: no es que aquel esté ciega y radicalmente empeñado en no salir del indigenismo o de la burbuja de la provincia para negarse a la cultura rechazando el cosmopolitismo, sino que más bien aboga por el reconocimiento de la diversidad cultural, la interculturalidad y la transculturación, esta última en el sentido desarrollado por Ángel Rama . Decir que o somos provincianos y por ello retrógrados, o cosmopolitas y por ello progresistas es muy maniqueo: “¿no es natural que nos irritemos cuando alguien proclama que la profesionalización del novelista es un signo de progreso, de mayor perfección? ”. La oposición provinciano/cosmopolita se diluye cuando Arguedas plantea que todos somos provincianos respecto a lo supranacional, porque siempre habrá un universo mayor donde estar comprendidos. Su propuesta es más integradora de lo que habría supuesto Cortázar, pero la crisis emocional que vivía Arguedas no le permitió elaborar mejor sus argumentos sino hasta que escribe el “Primer diario”, donde en algunos pasajes como el anterior, trasciende la dualidad propuesta por Cortázar. Mario Vargas Llosa, mencionado por ambos escritores durante su polémica, tampoco entendió la propuesta de Arguedas a quien califica como un conservador cultural. Vargas Llosa solo ve oposición allí donde Arguedas propone síntesis, transculturación, integración; lo que sí se evidencia en el narrador indigenista es que dicha síntesis no iba a ser sencilla por las condiciones estructurales en las que se desenvolvía la cultura indígena, sometida a otra cultura hegemónica como la occidental. En este punto está el conflicto: cómo integrar ambos universos, pero no en cómo resistir a la integración.

El tema del progreso y la cultura quedó muy bien ilustrado en el discurso “No soy un aculturado”, donde expuso claramente, con menos apasionamiento y mayor coherencia su posición transculturadora. Se siente un “quechua moderno que, gracias a la conciencia que tenía del valor de su cultura, pudo ampliarla y enriquecerla con el conocimiento, la asimilación del arte creado por otros pueblos que dispusieron de medios más vastos para expresarse ”. Resalta el hecho que, a pesar de la postración, explotación y marginación en la cual ha estado sumida la cultura indígena frente a la occidental, aquella ha sobrevivido precisamente resistiendo la aculturación con la transculturación, es decir, lo indígena ha sobrevivido mimetizándose con la cultura occidental. Muestra de ello es que la creatividad indígena sigue activa: “Dentro del muro aislante y opresor, el pueblo indígena quechua, bastante arcaizado y defendiéndose con el disimulo, seguía concibiendo ideas, creando cantos y mitos”. Él mismo se pone como ejemplo del sujeto que ha traspasado esos muros y se ha acoplado a aquella cultura occidental, su formación académica en San Marcos, sus lecturas de Mariátegui y Lenin, y su conocimiento del socialismo, que en otro ejemplo de deconstrucción de los opuestos explica que “no mató en mí [él] lo mágico”.

Propio de la modernidad es la fugacidad y la moda . Los cambios acelerados no dejan tiempo para que se establezcan paradigmas estéticos, políticos o económicos, porque se vive en un estado de constante innovación. Arguedas debió sentir que había que adecuarse a los nuevos cambios tanto en lo estético (su concepción sobre la obra de arte y el artista) como en lo político (el compromiso del escritor con una ideología política).

Comprender la situación del escritor comprometido con una causa social por encima de los intereses personales lleva a aproximarse a una explicación sobre los efectos del consumo en la cultura. El capitalismo como sistema económico y como fenómeno cultural alienta: a) el individualismo, b) el consumo, c) la propiedad privada, y d) la especialización del trabajo, llamémosle, profesionalización. Estos aspectos son opuestos a los planteamientos de una cultura ancestral como la andina: a) solidaridad, b) armonía con la naturaleza, c) propiedad comunitaria, y d) trabajo comunal.

Abordaré a continuación lo relativo a las necesidades y el consumo desde la perspectiva del capitalismo como condición para el análisis de la situación de migrante andino en Chimbote. Para Terry Eagleton, el capitalismo genera la ficción de la libertad porque, a la vez que promueve la libertad individual y la propiedad privada, alienta el consumo a niveles cada vez mayores que demandan de parte del sujeto una proporcional dedicación. En consecuencia, aparece la angustia por el consumo insatisfecho. Entonces, tenemos que detrás de la aparente libertad para elegir, de la variedad ilimitada de objetos que podrían satisfacer al sujeto, existe un sometimiento al consumo, equivalente al de las necesidades, con la diferencia de que el consumo impone demandas que van más allá de las posibilidades del sujeto, mientras que las necesidades surgieron, inicialmente, de las demandas de un individuo para mantener el equilibrio interno del organismo en relación con el entorno. Otra diferencia es que si bien tanto el consumo como las necesidades generan angustia y solo son resueltos temporalmente, el consumo tiene más a desequilibrar al sujeto porque la angustia por la falta aumenta no porque escaseen los objetos de consumo sino por: a) los medios para conseguirlo y b) la multiplicidad de opciones que dificultan una decisión definitiva y segura. En resumen, el consumo alentado por el capitalismo ha creado necesidades al sujeto, sometiéndolo tras la apariencia de la libre elección.

Respecto a la profesionalización. La producción cultural dentro del capitalismo, se inserta como un elemento que se somete a las leyes del mercado: oferta y demanda. El impacto mediático determina una valoración de la obra de arte superior a la de la crítica especializada, porque su influencia en el consumidor es mayor y más efectiva.

En este contexto, el dilema ético y estético que enfrenta el artista es la resistencia o aceptación del hecho de que su obra se convierta en un “producto” y él en un “obrero”. El escritor profesional entiende que su oficio es como cualquier otro, que requiere de un tiempo fijo, dedicación exclusiva, disciplina, compromisos, contratos que cumplir, giras, artículos de opinión, etc. He aquí otro dilema para Arguedas: cómo sobrevivir como escritor en un contexto que favorecía a) el despliegue innovador de técnicas narrativas, b) el arte como objeto de consumo, y c) la profesionalización del escritor. Muchas cuestiones para ser resueltas al mismo tiempo en un estado de angustia tal que, de perdurar, bloqueaba cualquier intento de creación.

El zorro de arriba y el zorro de abajo es una tentativa de solución a este dilema. Por un lado, a) escribir por la necesidad de darle un sentido a la existencia y en lo que respecta al tema del escritor profesional, b) ensayar un proyecto de novela experimental motivado no por la exhibición de técnicas narrativas, sino sobretodo, por el conflicto vivencial de un escritor que dramatiza su propia muerte. En este sentido, los diarios de El zorro de arriba y el zorro de abajo son letra viva que sangra.
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BELLATÍN Y SUS FLORES DEL MAL

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La seguridad de una vida feliz sin sobresaltos es cuestionable si tomamos en cuenta la cantidad de desgracias que amenazan al ser humano en la vida moderna. Esta bien podría ser la síntesis de Flores (2002) de Mario Bellatín que trata el tema de la tragedia personal. Los personajes de esta novela lidian con un drama vivencial y al mismo tiempo aprenden a convivir con él: las malformaciones, la muerte, la piratería farmacéutica, la falta de amor de un padre hacia su hijo, el descubrimiento de la sexualidad y la religión están presentes a lo largo de la historia. Lo trágico es tratado con exageración en todos los relatos, lo que amplifica el desasosiego frente a la vida y a la supuesta seguridad que en cualquier momento podría desvanecerse.

En «Pensamientos», se narra acerca del nacimiento de un escritor, cuya madre dio a luz a dos niños que nacieron con deformidades físicas. A uno de ellos le faltaba una pierna y al otro, ambos brazos. El padre, al enterarse de ello, no pudo sobreponerse al impacto de la noticia que le dio el médico. Entonces, se retiró con el pretexto de que salía a tomar un poco de aire; sin embargo, aquella fue la última vez que se le vio. En «Azahares», se cuenta la historia de los gemelos Kuhn, varón y mujer, quienes nacieron producto de una relación incestuosa. Eran hijos de una pareja de hermanos portadores de una enfermedad genética: sus cuerpos estaban llenos de lunares. Cuando los llevaron al médico, luego examinarlos, advirtió a los padres que fueran preparando a los hermanos para que se casen cuando llegue el momento, ya que solo la unión carnal entre ambos eliminaría la enfermedad.

La novela está escrita en un lenguaje sencillo. Los relatos no están vinculados entre sí directamente ni siguen una linealidad. Lo que les da cohesión es la vivencia de una tragedia y las situaciones límite derivadas de su aparición. Los personajes aparecen repentinamente y manifiestan una actitud solitaria. El empleo de nombres propios es muy escaso, lo que brinda a la historia un mayor misterio y complejidad. Asimismo, Bellatín reitera una fórmula que tiende a convertirse en el sello distintivo de su narrativa y la de su generación: la desterritorialización. En ningún momento, se hace referencia al espacio geográfico en el que se desarrolla la acción de los personajes, tal como sucede en otras novelas suyas como Salón de belleza (1994).

Flores ratifica su gusto por los aspectos más sórdidos y decadentes del ser humano sin llegar a regodearse en la miseria por la miseria misma, sino que matiza dicha tendencia con un lenguaje minimalista, pero contundente. Esta novela ratifica a Bellatín como uno de los escritores latinoamericanos más cautivantes en la actualidad. Sigue leyendo

PREZADO BONDINHO

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Carlos Arturo Caballero
acaballerom@pucp.edu.pe

Hace un año que mantengo una deuda con el Pan de Azúcar y el Bondinho. Esta segunda visita me brinda la ocasión perfecta para saldar cuentas con esta maravilla carioca. Ubicado en el barrio de la Urca, zona de instalaciones y viviendas militares, forma junto con el Cristo Redentor y las playas de Copacabana e Ipanema el circuito turístico más importante de Río de Janeiro. Si se hospeda en la zona sur, le será mucho más fácil llegar; sin embargo, también es posible desde cualquier otro punto de la ciudad, ya que existe una amplia cobertura de transporte público.

El Bondinho, teleférico en español, transporta a los visitantes hacia la cima del Pan de Azúcar, aunque también hay unos pocos que practican escalada de montaña en sus laderas. Durante el ascenso o descenso, es recomendable colocarse en los extremos frontal, posterior o en los laterales para capturar las mejores imágenes. Antes de llegar al destino final, realiza una parada obligatoria en el morro de la Urca, donde durante un tiempo indefinido los visitantes pueden pasear y aprovechar para fotografiar frontalmente al Pan de Azúcar. Desde aquí se observa el Cristo Redentor y se logra una amplia vista de la bahía de Guanabara, Botafogo, el puente que une Río de Janeiro con Niterói, y sobre todo una magnífica panorámica de la playa Copacabana. Además, cada cierto tiempo, y dependiendo de una cantidad mínima de pasajeros, parte un helicóptero que sobrevuela la ciudad. Este paseo brinda una experiencia increíble y una oportunidad inigualable para fotografiar o filmar la «Cidade Maravilhosa».

Esta maravilla de la ingeniería tiene su propia historia. Un pequeño museo exhibe una retrospectiva de su construcción donde se muestran fotografías y la antigua maquinaria que alguna vez puso a andar al Bondinho en sus inicios. El primer teleférico data de 1912. Con cabina proyectada y fabricada por la empresa alemana J. Pohlig especialmente para la Cia. Caminho Aereo Pão de Açucar, entró en operación en 1912 tras su implementación por Augusto Ferreira Ramos y fue el tercer teleférico de pasajeros implantado en el mundo. Anteriormente, se habían implementado el Teleférico de Wellerhorn, en Suiza, en 1908; y el Teleférico del Monte Ulia, España, en 1907.

Los «Camarotes Carril» fueron luego denominados «Bondinhos» (pequeños tranvías) por su semejanza con los tranvías eléctricos que circulaban por las calles de Río de Janeiro y funcionaban en el sistema de ida y vuelta. El tiempo de viaje era de cuatro minutos y medio en el primer techo entre la estación de Praia Vermelha y el morro de la Urca; y de 6 minutos en el segundo, entre la Urca y el propio Pan de Azúcar. Transportaba 22 pasajeros por viaje y aproximadamente 2100 por día. Al completar 60 años de funcionamiento, en 1972, fue desactivado.

El segundo sistema, proyectado e instalado por la Officine Meccaniche Agudio Spa, de Milán, e implementado por el ingeniero brasileño Cristóvão Leite de Castro, fue el equipamiento más moderno existente en la década del 70. El diseño de las cabinas era de absoluta vanguardia para la época: fue presentado y premiado en el 4° Salón de la Montaña, en Turín, en 1971. Su formato de «burbuja», único en el mundo en aquella época tenía una estructura que proporcionaba a los pasajeros una vista de 360 grados. Este segundo teleférico, con dos bondinhos en cada línea, circulando en el sistema ida y vuelta simultánea, aumentó la capacidad de transporte de 115 a 1360 pasajeros por hora. Las nuevas cabinas tenían capacidad para 75 pasajeros por viaje. Además, se redujo el tiempo del trayecto entre cada techo a 3 minutos. Estuvo en funcionamiento desde 1972 hasta el 2008 cuando cedió su lugar los actuales teleféricos.

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Las tomas que se pueden obtener desde el Pan de Azúcar superan ampliamente a las del morro de la Urca. Es cuestión de tomarse el tiempo necesario para explorar las mejores ubicaciones, caminar por los senderos y escaleras que atraviesan la exuberante floresta; o de vez en cuando observar a los ocurrentes «macacos» saltando entre las copas de los árboles; o visitar las «lojas» (tiendas) donde comprar souvenirs, pero a un precio mucho mayor de lo que cuestan en la ciudad, por lo cual es mejor ser paciente y dedicar otro día a las compras turísticas.

A diferencia de los limeños, los cariocas andan muy pendientes del clima, pues de acuerdo a ello planifican sus actividades, lo cual está plenamente justificado, ya que el tiempo en Río de Janeiro durante el invierno es muy variable: así como puede llover durante tres días, luego está soleado durante una semana. Por ello, antes de visitar el Pan de Azúcar, el Cristo Redentor o el Jardín Botánico, revise el pronóstico del clima, pues si está nublado no disfrutará del paisaje como debe ser. Las fotos obtenidas bajo el brillo solar son mucho más vistosas, y con cielo despejado se apreciará la ciudad, las montañas y el mar en todo su esplendor.

Cuenta cancelada, prezado Bondinho. Sigue leyendo

ELOGIO DE LA ESCRITURA CREATIVA

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Carlos Arturo Caballero
acaballerom@pucp.edu.pe

Hace dos años que dirijo un Taller de Escritura Creativa y desde que comencé esta satisfactoria labor constantemente desafío mi propia creatividad al momento de diseñar los ejercicios que considero más idóneos para combatir la temible página en blanco o el indeseable bloqueo. Vista en perspectiva, me doy cuenta de que esta tarea ha ido progresando, pues los alumnos vienen respondiendo a las propuestas planteadas y se manifiestan interesados por adquirir o desarrollar sus habilidades para la creación literaria. Prueba de ello es que, actualmente, me encuentro trabajando en la edición de una antología que reúne los “mejores textos” (si cabe el término) obtenidos en el taller.

¿Y cómo calificar la producción de un taller de escritura creativa? Si bien el reglamento de la universidad exige colocar una nota a los participantes, soy muy consciente de que en este caso mucho más que en otros, dicha nota es referencial, pues ¿cómo reprobar a un tallerista cuya aspiración es aprender a escribir o simplemente disfrutar de la escritura? ¿es posible identificar la obtención de un logro a través de un poema, un cuento o un crónica? El principal criterio que he venido utilizando ha sido la disposición de los participantes a corregir sus textos y a desarrollar una rigurosa noción de lo que significa examinar una creación propia sin menospreciarla por completo o sobrevalorarla en extremo. Finalmente, lo que más aprecio en ellos es la paciencia y la actitud para corregir y recibir críticas o sugerencias tanto mías como de sus compañeros.

El rescate de la corrección como una actitud fundamental para quien se inicia en la escritura es corroborado por Marcelo Di Marco (Buenos Aires, 1957) escritor, editor, ensayista y docente de literatura creativa en el Taller de Literatura Fantástica en la Facultad de Letras de la Universidad de Buenos Aires. Dentro de la amplia producción literaria de Di Marco, me interesa destacar la importancia de «Taller de Corte y Corrección», un libro que constituye una guía de gran utilidad para todos aquellos que se inician en la tarea de la escritura creativa. Su propuesta es clara y directa: no se puede enseñar a escribir, pero sí a corregir. De acuerdo a ello, el autor ha diseñado diversas actividades de manera no lineal sino más bien aleatoria, es decir, los apartados del libro no están ordenados a manera de capítulos que inician o terminan temas como requisitos para el avance posterior, sino de notas numeradas que facilitan el retorno o el salto cuando se las necesite. De este modo, el tallerista retroalimenta constantemente su aprendizaje, ya que todas las actividades están interrelacionadas sobre la base de un eje central: el corte y la corrección.

Di Marco no promete lo que no va a cumplir. No desarrolla teorizaciones eruditas sobre la creación literaria ni expone información paraliteraria como biografías de autores, corrientes literarias o contextos histórico-sociales que sobrevuelen el texto literario sin profundizar en la naturaleza o comprensión de la creatividad literaria. En cambio, destaca por ofrecernos una variedad de ejercicios y consejos cuya aplicación resulta útil porque facilita, mediante la práctica, la comprensión y adquisición de habilidades escriturales sin la necesidad de incorporar formatos que limiten la creatividad.

Otra cualidad del libro es su espontaneidad. Se nota que los ejercicios propuestos son resultado del avance del taller y de la experiencia acumulada por el autor. Ello permite que cualquier interesado en la escritura creativa no se intimide por la densidad o complejidad de los contenidos ni por requerir conceptos previos o especializados sobre narratología o teoría literaria. A ello se agrega un estilo ameno, dosis motivadoras de humor, breves entrevistas a escritores y directores de talleres literarios, e inteligentes referencias al cine y la literatura universal como ingredientes para despertar y conservar el interés.

El libro cierra con un apéndice que reúne ejercicios para aplicar las principales operaciones de corte y corrección desarrolladas a lo largo del libro. La idea es reafirmar la tesis central del autor: evitar la verborragia y cultivar el hábito de la corrección.

De lo anterior no debe deducirse que la abundancia verbal sea perjudicial en sí misma. Varios alumnos me preguntaban visiblemente confundidos si mi recomendación por soltar la pluma no se contradecía con el mandato de escribir frases claras y concisas y evitar hacerse el artista. De ninguna manera. Di Marco precisa que es el contexto el que establece el criterio para decidir cuándo la exuberancia o el adornamiento verbal resultan útiles. Lo que sí es preciso comentar es que este manual será de mucha utilidad para aquellos interesados en la narrativa, ya sea cuento, novela, crónica o relato en general, mas no para quienes escriben poesía, ya que este género posee una dinámica distinta. Sin embargo, algunas de las notas acopiadas por Di Marco apelan a textos poéticos para ilustrar algunas de sus propuestas.

Recomiendo Taller de Corte y Corrección a todos los interesados en la escritura creativa, pero con la siguiente salvedad: no existen fórmulas ni esquemas ni recetarios ni estrategias que aseguren el éxito en la escritura. Lo fundamental es mantener la “pluma caliente” para que el fuego creativo no se extinga, pero, a la vez, cultivar el hábito de la corrección y la rigurosidad sin llegar al punto de la hipercorrección. La verborragia inútil puede dar lugar a un Frankenstein literario y la obsesión perfeccionista podría terminar consumiendo nuestra creatividad. Sigue leyendo

De profundis

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Una existencia parásita de tu recuerdo
es lo que me deja tu partida
Una incógnita indescifrable, una fisura
una huella indelebre que oscurece mi memoria
La aprisiona y envilece como una sombra gigantesca proyectada desde la profundidad del océano hasta los confines de la bóveda celeste
Impenetrable como una corona solar devorando un cielo sin color
Una existencia incompleta una marea en retirada
Un eterno desierto de girasoles viejos
es lo que me deja tu partida

01-01-2011 Sigue leyendo

LA POÉTICA DE ANNE SEXTON

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Anne Sexton, seudónimo de Anne Gray Harvey, se encuentra entre las más notables poetas norteamericanas contemporáneas de la tendencia poética confesional. Nació en Newton (Massachussets) el 9 de noviembre de 1928 y falleció en Boston el 4 de octubre de 1974. Estudió en el Garland Junior College y vivió casi toda su vida en Boston. Casada a los 19 años, y después de haber nacido su primera hija en 1953, ingresó en un hospital psiquiátrico para reponerse de un intento de suicidio. Fue su médico quien la apoyó para que desarrollara el interés en la poesía que había mostrado en la escuela secundaria. Condujo su carrera inmersa en un contexto de desórdenes mentales que eludieron cualquier diagnóstico, pasando por repetidas hospitalizaciones en clínicas mentales. En 1957, conoció a la también poetisa Silvia Plath, y a partir de entonces sus vidas se unieron en una relación que lindaba la identificación mutua y la rivalidad poética. Fue profesora en la Universidad de Boston y en la de Colgate y en 1968 fue distinguida por la Universidad de Harvard por la totalidad de su obra. Considerada “poeta confesional”, junto a Silvia Plath, Robert Lowell y W.D. Snodgrass, ofreció en su poesía una mirada íntima de su angustia emocional.

Sus versos poseen una elevada carga emocional autorreflexiva; además, se caracterizan por abordar temas como la culpabilidad en la infancia, la enfermedad mental, la maternidad, y la sexualidad femenina. Su poética destaca por las imágenes contundentes que alternan con versos de extraordinaria cadencia. De manera insólita, Sexton irrumpió en la escena literaria al transformarse de un ama de casa a una de las principales figuras de la literatura a inicios de los años 60. El arte y la vida de Anne Sexton tuvieron un correlato con los principios del movimiento feminista contemporáneo, llamando la atención sobre la existencia opresiva de la cual era víctima la mujer de clase media en la sociedad norteamericana.

Como poeta confesional, los escritos de Sexton son, en muchos sentidos, un registro autobiográfico de su lucha para superar los sentimientos de culpa, pérdida, insuficiencia, y de la desesperación suicida que la atormentaron. Inspirada en varios años en los que estuvo bajo tratamiento psiquiátrico, su poesía cuidadosamente elaborada construye un yo poético que se dirige a menudo al lector como una hija, esposa, amante, madre o paciente psiquiátrico. Su primera obra, To Bedlam and Part Way Back (1960), consiste en poemas escritos poco después su encierro en un hospital psiquiátrico. “The Double Image”, uno de los poemas más destacados de esta publicación, es una sucesión de siete poemas que describen el distanciamiento de Sexton con su madre mediante la descripción imaginaria de dos retratos que se miran uno al otro desde paredes opuestas. “Unknown Girl in the Maternity Ward”, que trata de una madre soltera que se prepara para abandonar a su niño ilegítimo alude a su sentimiento de culpa acerca pérdida de la custodia de sus hijos. Otro poema significante en el libro, “For John, Who Begs Me Not to Enquire Further,” consiste en la réplica de Sexton a la crítica que hizo John Holmes acerca de su estilo confesional. Los poemas de All My Pretty Ones ilustran la aptitud de Sexton en lo referente al trabajo de ritmos musicales e imágenes. El volumen contiene los poemas frecuentemente antologados “The Truth the Dead Know” “All My Pretty Ones”, “The Abortion” y “Letter Written on a Ferry while Crossing Long Island Sound,” los cuales desarrollan el tema de los sentimientos de pérdida. “With Mercy for the Greedy”, también perteneciente a este volumen, manifiesta el interés de Sexton por los motivos cristianos en muchos de sus trabajos posteriores. Los poemas de Live or Die exploran la vacilación constante de Sexton entre la vida y responsabilidad maternal, y su atracción al suicidio. Su obsesión con la muerte, un tema siempre presente en toda su trabajo, es explícito en los poemas “Sylvia’s Death,”, sobre el suicidio de Sylvia Plath, y “Wanting to Die”, el cual contrasta con la afirmación de la vida en el poema “Live”, ubicado al final del volumen. También, están incluidos poemas muy conocidos como “Flee on Your Donkey,” “Menstruation at Forty,” “The Addict,” “Little Girl, My Stringbean, My Lovely Woman,”, un tierno himno de alegría dedicado a su hija, y “Somewhere in Africa,”, un homenaje con motivo de la muerte de John Holmes. Menos involucrado con el trauma psíquico, Love Poems contienen versos que transitan desde la representación del deseo erótico en “The Breast”, “Song for a Lady” and “Eighteen Days Without You”; el elogio de la feminidad en “In Celebration of My Uterus” el dolor del fin del amor en “For My Lover, Returning to His Wife”, “You All Know the Story of the Other Woman” y “The Ballad of the Lonely Masturbator”; y la relación con su marido en “Loving the Killer”. Transformations (1971), es una colección de los cuentos de hadas de los hermanos Grimm flojamente reinterpretados y escritos con el propósito de realizar una sátira punzante y de humor negro en los que critica la noción de los finales felices o convencionales. Los últimos volúmenes publicados por Sexton revelan que la poeta está atravesando una profunda angustia, pues impregna su obra con una morbosidad creciente y vehemente religiosidad. Los temas de la alienación, muerte, y liberación son evidentes en “The Death of the Fathers” y “The Jesus Papers” pertenecientes a The Book of Folly (1972); “The Death Baby” y “O Ye Tongues,” una sucesión de salmos en The Death Notebooks (1974); y “The Rowing Endeth”, el último poema abiertamente religioso del volumen The Awful Rowing Toward God (1975) en que el portavoz llega a “la isla llamada Dios” para jugar una mano de tarjetas con el mismo Dios. El resto de la poesía de Sexton está reunido en los volúmenes póstumos 45 Mercy Street (1976) y Words for Dr. Y (1978).

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Anne Sexton es reconocida como una poeta americana representativa de la época de postguerra. Asimismo, es considerada entre las representantes más talentosas de la primera generación de poetas confesionales junto con Robert Lowell y Sylvia Plath. Los críticos frecuentemente destacan la naturaleza dual de la poesía de Sexton: el proceso catártico y el impulso destructivo. Mientras muchos reconocen el valor del elemento vivencial y confesional de su poesía, como la transmisión de sus experiencias dolorosas y los temas tabúes en el arte, otros han condenado los tales temas como exhibicionismo oportunista. El poeta y novelista James Dickey escribió en una reseña sobre To Bedlam and Part Way Back (1960) que “Uno siente la tentación de abandonar estos poemas en el bote de basura antes que enfrentar un sufrimiento tan explícito”. De otra parte, muchos críticos disciernen los motivos arquetípicos profundos en su trabajo, particularmente las alusiones al mito de Edipo en los temas de incesto y la búsqueda implacable de la verdad prohibida, y el complejo manejo de su propia búsqueda del significado espiritual en, por ejemplo, The Awful Rowing Toward God. Una voz poética mordaz que escribió con franqueza sobre la sexualidad y la enfermedad mental ofreció un ejemplo de honestidad para muchos de sus lectores. Lo que es innegable es que Anne Sexton permanece entre las poetas más importantes de su generación.

Alicia Ostriker compara la poesía de Anne Sexton con la de Ezra Pound y Keats. Considera que el programa poético con el que inició Sexton su primer volumen de poemas continuó presente a lo largo de toda su obra: el compromiso con una visión erótica del arte y la vida. En su opinión, cuando Sexton conoció a los poetas de su generación se dio cuenta de que ellos manejaban el “lenguaje” que a ella le interesaba y que le ayudaría a canalizar sus inquietudes vivenciales. A decir de Diane Middlebrook, el “lenguaje” al que se refería Sexton era el de la metáfora, un lenguaje libre de la censura que sirve para comunicarse con el yo interior.

J. D. McClatchy opina que los poemas de las poetas confesionales, en especial Sexton, crean el efecto de ser una crónica vivencial para el lector. Esta necesidad de registrar el paso del tiempo es más evidente en Live or Die donde los poemas no están dispuestos según una particular cronología narrativa, sino más bien de acuerdo a una cronología que se va componiendo progresivamente, especificando de manera detallada las referencias espacio-temporales que rodean la escritura del poema. Esta referencia a los detalles de tiempo y lugar se vuelve un método retórico de definición y descubrimiento, y apunta, finalmente, a los fundamentos esenciales de la poesía confesional, pues ¿cómo puede comunicar todo lo que es relevante de mi ser individual, sino a través de la exposición transparente de la experiencia acumulada? Mc Clatchy destaca que la retórica de la poesía confesional se alimenta del psicoanálisis freudiano, pues se trata de una manera de indagar en el propio yo del sujeto con la finalidad de exponer su interioridad venciendo las propias barreras de autocensura y represión que podrían crear un rechazo del propio yo. Se trata de una estrategia inversa a la que recurrieron los poetas vanguardistas que consistía en transfigurar, disfrazar o simbolizar la realidad interna o externa y representarla en la poesía. Sexton, como el resto de poetas confesionales de su generación, no tuvo como prioridad recurrir a la paradoja, la elipsis o la ambigüedad: obtuvo los mismos efectos en el lector mediante otros caminos, tales como la presentación directa de su drama personal.

Greg Jonson tiene una opinión diferente respecto al confesionalismo en la poesía de Sexton. Para comenzar, considera que el término confesional es muy engañoso y que puede inducir a gruesos errores de interpretación de la poesía clasificada en esta tendencia. Incluso, le parece que la mayoría de las veces la poesía de Sexton no es confesional en estricto sentido. También, discrepa de la afirmación de que el principal motivo de su poesía sea la muerte. A diferencia de Sylvia Plath, Johnson sostiene que eje articulador de la poética de Sexton es la vida. Esto es importante para concederle mayor independencia a su poesía respecto a la de Plath, de cuya obra muchos críticos consideran que Sexton es completamente deudora y tributaria.

Otra opinión contrastante con la de la mayoría de los estudiosos de la obra de Sexton es la de Karen Alkalay-Gut. Manifiesta que buena parte de su popularidad se basa en el hecho de ser percibida a menudo como un tipo de víctima, y hasta muy recientemente, la crítica se enfocó, principalmente, en su vida escandalosa y perturbada. Esto es notable en la década siguiente a la publicación de la excelente biografía de Diane Middlebrook (1991), la cual sugiere que el trabajo de Sexton solo destaca por la construcción de una mujer controlada por su locura. No obstante, Karen Alkalay-Gut sostiene que uno de los principales aportes de la poesía de Sexton radica en la reconceptualización de sí misma así como en una nueva mirada a los conceptos contemporáneos de arte e identidad.

Anne Sexton convirtió la experiencia de ser mujer en un tópico central dentro de su obra y a pesar de soportar críticas por hablar de temas como la menstruación, el aborto, el incesto, la homosexualidad y la adicción a las drogas, es evidente que su talento como poeta trascendió cualquier controversia. Se suicidó en 1974 inhalando el monóxido de carbono de su coche. Sin embargo, su poesía permanecerá como testimonio de una de las voces más importantes de la poesía norteamericana de mediados del siglo XX. Sigue leyendo

Sobre el arte de escribir crónicas

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“Oriente no es sólo el mundo islámico. Oriente es, sobre todo, China y es India. Centrar toda la atención en el islam, intentar crear un problema con él, es un error y una manipulación”

Ryszard Kapuscinski (Pinsk, 1932 – Varsovia, 2007)

Carlos Arturo Caballero

La literatura es, posiblemente, el espacio en el que las verdades acerca de la realidad se relativizan con mucha facilidad. En la actualidad, resulta una obviedad afirmar que toda pretensión de objetividad o realismo documental a través de la literatura, entendida como actividad creativa, no pasa de ser una pretensión que otorga verosimilitud, mas no la categoría de verdad, al discurso literario. La narratología nos permite comprender que la realidad “real” es solo un referente para la literatura, pero, de ninguna manera, un objeto que pueda ser descrito con absoluta fidelidad. Asimismo, el análisis estructural del relato ha facilitado desentrañar el entramado profundo de los textos narrativos, me refiero a aquella lógica que Greimas, Propp y Barthes consideraban era consustancial a todas las narraciones: sin importar las circunstancias sociales, históricas o culturales, siempre subyacería una estructura profunda. De esta manera, comprendemos que aunque el autor se coloque como personaje de sus relatos y los exponga en primera persona, este no debería se identificado con el “yo-autor” y mucho menos asumir que la vida del autor es una fuente de primera mano para interpretar sus obras.

En lo referente a los límites entre los géneros literarios, existe cierto consenso entre los especialistas, pues se sostiene que, luego del influjo de los movimientos históricos de vanguardia, toda clasificación de los géneros corre el riesgo de sucumbir ante la imposibilidad de definir límites claros o establecer criterios útiles para distinguir la poesía del cuento y este de la novela o la nouvelle. ¿Es La metamorfosis una novela corta o un cuento largo? ¿Y La casa de cartón? ¿Novela poética o poema novelado? A diferencia de lo que afirmaban los hombres vinculados a las belles lettres durante la Edad Media y siglos posteriores hasta los albores del siglo XX, hoy es poco frecuente encontrarse dentro del ámbito de los estudios literarios con opiniones cerradas y más bien es común escuchar que las diferencias entre los géneros son poco nítidas. Al respecto, considero que sí es posible establecer tales diferencias sobre la base de algunas características particulares, concretamente, en lo que concierne a aquellas que distinguen a la crónica de la narrativa de ficción.

El buen cronista es capaz de revestir de un inusitado interés a cualquier tema, acontecimiento, lugar o personaje que para el común denominador de los lectores pasa desapercibido. Utiliza la información obtenida de la realidad, y a la realidad misma, como pretextos para sustentar un punto de vista personal acerca de lo que conoce “de primera mano”, pues el haber presenciado un hecho, conversado con un personaje o vivido en alguna ciudad, zona o barrio le brinda la autoridad suficiente para situarse como un relator privilegiado por encima de aquellos que tomaron contacto con los hechos mediante fuentes secundarias o de manera indirecta.

Sin embargo, debo aclarar que tal condición no radica en el solo hecho de presenciar un evento, puesto que a menudo es posible encontrar crónicas fallidas, no porque su autor no haya sido testigo presencial de lo narrado, sino porque este no ha sido lo suficientemente capaz de revestir la realidad real con un toque personal sin llegar a convertirla en una ficción.

Una exacerbada acentuación de la objetividad conduciría al reportaje; el extremo opuesto, es decir, un grado sumo de subjetividad aunado a la ficcionalización, llevaría el relato hacia el cuento o la novela. Estos últimos, a pesar de mantener vínculos con la crónica y de haberla enriquecido con sus recursos estilísticos, no forman parte del tipo de texto que un cronista debería escribir.

Frecuentemente, es escucha que los límites entre los géneros literarios son difusos o poco nítidos. Hay que matizar esta afirmación. La crónica comparte con la novela y el cuento el desarrollo de una historia y una similar estructura lógico-textual. Pero la intención comunicativa en ambos géneros es diferente, debido al pacto que se establece con el lector. En el cuento o la novela, la ficción es inherente al discurso narrativo, es deseable e indispensable; es más, el lector asumirá que, a pesar de que lo narrado posea un fundamento en la realidad, dicho discurso es ficcional.

Si bien La guerra y la paz y Los miserables contienen cierta información verificable a través de fuentes históricas documentales, no podríamos atribuirles la condición de documentos fidedignos o incontrastables por cuanto Tolstoi y Víctor Hugo se tomaron todas las licencias que consideraron necesarias al momento de escribir sus respectivas obras, lo cual no constituye un defecto sino una cualidad a tomar en cuenta por cualquier novelista. Por el contrario, en la crónica, la ficción adquiere otra fisonomía, ya que la inserción de elementos ficcionales, deliberadamente inventados o falseados desnaturalizan parte de su esencia documental. En la narrativa de ficción, mentir con conocimiento de causa o simplemente mentir es esperable, mientras que en la crónica la mentira no debe ser percibida como tal, porque, hay que aclararlo, no es lo mismo equivocarse que mentir: quien miente deliberadamente tiene conciencia de tal acción; el equívoco es un error inesperado, indeseable y espúreo para el cronista.

Finalmente, el punto de vista del narrador es el criterio que más claramente permite diferenciar a la crónica del cuento o la novela. En la narrativa de ficción, las posibilidades de focalización son variadas: primera persona, segunda persona, monólogo interior, narrador omnisciente, tercera persona testigo, narrador personaje, etc. De acuerdo a la focalización se otorga a veces un mayor o menor protagonismo a los personajes durante la historia o en una escena concreta. En contraste, en la crónica, la voz del narrador que acompaña al lector en la exploración de la historia narrada es la que focaliza toda la acción del relato. En lo primero que todo buen escritor de crónicas debe pensar es cómo plantear la voz de su narrador, de manera que esta aparezca precisamente como una guía que escolta al lector y que lo orienta en el descubrimiento de la historia. Aquel que es un habitual lector de crónicas percibe muy bien el tono, el registro y la personalidad de la voz del narrador-cronista —que eventualmente podría coincidir con los narradores de novelas de aventuras u otras similares—. Por este motivo, es que el narrador-cronista adquiere gran importancia en este tipo de relatos: no solo orienta al lector, sino que persuade acerca de la relevancia de su particular punto de vista de los hechos sobre la base de una experiencia directa que bien podría competir con otras.

El buen cronista es creativo en la medida que aprecia en la realidad diversas experiencias dignas de ser compartidas con alguien a quien se procure hacer sentir la misma emoción y con la misma intensidad que suscitó en él la contemplación de tal o cual acontecimiento. En esto se resume lo que personalmente es para mí el arte de escribir crónicas.

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LUZ DE AGOSTO

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Eras luz de amanecer
súbita
extensa
cálida
remota
cercana
Próxima a la tristeza de mi resurrección

Apareciste
Allí donde florecían almendros desbrozados
en millares de pedazos que retornan como
puntiagudas estrellas

Iluminaste la oscuridad de mi universo
Más allá de los límites de aquella luz de agosto
Que aún resplandece a la distancia
Como el rabioso estallido de una tormenta solar
desplegada sobre un desierto de nieves perpetuas
Trepidante, intrépida, trashumante, incandescente, sibilante
poliforme, excéntrica, luminosa
augustina, vespertina y sigilosa

Así eras tú en aquella tarde de agosto
Un despertar maravilloso y anhelante, sediento y vigoroso
Promisorio como la primavera
Cálido como el estío
Dolorosamente mía como una puñalada sobre mi espalda

Mi existencia se diluyó en tu existencia luminosa
Toda la extensión de tu cuerpo albergó la tristeza de mi fracaso
la tentación de poseer un amor enamorado de sí mismo
la inconmensurable alegría de observar cada mañana
-aunque a intervalos prolongados-
la total, extensa y absoluta plenitud de tu belleza transparente
circundada por tu endemoniada cabellera ultravioleta

Eras
el universo atravesado por una llamarada radiante y silenciosa
que dibujaba un crepúsculo de fuego en el horizonte más lejano
e infinito que Dios hubiera imaginado
Retuviste en tu vientre mi incontinencia y mi violenta manera
de hacer del mundo una tragedia personal de alcance histórico
Definiste una nueva manera de hacer del amor
un sacrificio entregado a los brazos de un Centauro
mítico como el misterio que envuelve tu alejamiento
y que trastorna mi alma enamorada de tu recuerdo
y aterrorizada por tu presente

El terror reaparece bajo la forma de un diminuto nudo
insignificante y cómico
El terror de verte lejos
Y la dificultad de hallarme cercano
“A ese fascinante ligarse de mi vida

A tu existencia.”
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Para leer a Mario Vargas Llosa

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Para leer a Mario Vargas Llosa

A cargo de Carlos Arturo Caballero Medina

Fecha: Del 19 de enero al 23 de febrero
Hora: Miércoles de 6:30 a 9:00 p.m.

El curso brindará un panorama literario de las novelas más representativas de Mario Vargas Llosa con el objetivo de explicar el merecimiento que la Academia Sueca otorgó a su trayectoria literaria: “por su cartografía de estructuras de poder y sus mordaces imágenes de la resistencia individual, sublevación y derrota”. Es decir, se intentará descifrar la nominación que la Academia concedió a la obra vargallosiana mediante la discusión de conceptos como “cartografía”, “poder”, “individualismo”, “sublevación”, etc.

Inversión:
S/. 180 (público en general) – S/. 100 (estudiantes) / Ver aquí formas de pago

Para inscribirse en el curso, haga click aquí.

Perfil: Carlos Arturo Caballero Medina

Licenciado en Literatura y Lingüística por la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa. Ha dirigido la revista de literatura Náufrago (2004) y dirige la revista de investigación Letras del Sur. También, ha publicado ensayos de investigación en revistas académicas locales y en el extranjero vinculados a la obra de Mario Vargas Llosa. Además administra los blogs Letras del Sur y Náufrago digital en los cuales aborda temas sobre cultura y política. Actualmente, ejerce la docencia universitaria en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y en la Universidad Privada del Norte. Sigue leyendo