Arturo Caballero
(Recomiendo leer antes el post de Gonzalo Gamio sobre el particular y el artículo de Malca)
Desde hace algunos meses tenía previsto escribir un ensayo sobre cuyo título precisamente era La izquierda reaccionaria. Lo hacía con una intención distinta a la de Luis Carlos Malca, es decir, no para proponer un cambio de términos, sino para distinguir el trigo de la paja. Es que uno de los retos que enfrenta la nueva izquierda, así como la vieja guardia, es la fragmentación interna; en contraste con el espíritu de cuerpo que mayormente caracteriza a los bloques conservadores, reaccionarios y de derecha, la izquierda ha tenido que lidiar sobre todo contra las facciones que amenazaban diluirla en un sinfin de partículas en torno a un líder.
En el artículo “Izquierda reaccionaria”, Malca sostiene que el término izquierda caviar debe cambiarse por el de izquierda reaccionaria. Supuestamente esta es la postura que pretende demostrar. Sin embargo, no logra este cometido ni expone los argumentos que persuadan de la validez de su postura. Veámoslo a continuación
Primero, describe a los integrantes de la izquierda caviar como un grupo elitista identificado claramente con una clase social económicamente privilegiada y de piel blanca. De esto último se deduce que los caviares poseen cierto poder que utilizan para refrendar la validez de sus propuestas, lo cual entra en contradicción con lo mencionado por Malca en el mismo texto, o sea, que la izquierda caviar es un grupo indeterminado. ¿Los caviares son un grupo selecto, exclusivo, identificable y diferenciable o son una masa informe e indeterminada? Asimismo, apelar al calificativo de “gente bien” para validar su crítica a los caviares no es un recurso que logre convencer porque en nada esclarece el debate en torno al rol de los cuestionados caviares: lo que hace es retransmitir un prejuicio que, como todo enunciado de ese tipo posee la eficacia de la pincelada efectista y sonora, pero carece de la necesaria profundidad para explicar las debilidades de la propuesta contraria. Si Malca, con mayor tranquilidad hubiera diseñado un análisis suscinto de ideas, habría evitado recurrir a la personalización de adjetivos como suele hacerlo Andrés Bedoya Ugarteche, Aldo Mariátegui, Rafael Romero o Uri Ben Schmuel. Estoy seguro que ni siquiera Eduardo Hernando Nieto ni cualquier otro representante de la derecha pensante podría ampararse en las opiniones de los periodistas antes mencionados; así como, difícilmente, aquellos que nos definimos de izquierda podríamos suscribir los exabruptos de Hugo Chávez o las transnochadas opiniones de Roberto Ledesma.
Otro error de Malca es grupalizar a los sujetos que critica bajo una misma etiqueta (al igual que aquellos que piensan que Humala o Chávez son de izquierda o que representan a la izquierda. Error muy frecuente cuando se abarca un cuerpo muy amplio y por encima de cualquier posibilidad de definición. ¿Quiénes son los destinatarios de la crítica de Malca? Solo leemos adjetivos ya consignados en la trilogía ultraconservadora del periodismo que le hace un flaco favor a los intelectuales de derecha. Caracterizar conductas grupales sin identificar a los sujetos es como pensar que en la noche todos los gatos son pardos. Con esa misma lógica, Eduardo Hernando Nieto y Andrés Bedoya Ugarteche (o Aldo Mariátegui) serían interlocutores igualmente válidos en un debate sobre Derechos Humanos: personalmente preferiría debatir con el primero por la calidad de sus argumentos.
En segundo lugar, indica que detrás de las propuestas de los caviares se esconde un fundamentalismo camuflado mediante ideas como justicia social, derechos humanos y medio ambiente. Tal fundamentalismo consistiría en la defensa de una verdad divina, es decir, que detrás de la defensa de los derechos humanos, por ejemplo, subyace la idea del culto a una verdad como quien rinde culto a Dios. Malca confunde la defensa de una convicción con dogmatismo e intransigencia. Bajo esta lógica, cualquiera que sostenga una creencia por el solo hecho de creer firmemente en ella o por manifestar abierta y recurrentemente su desacuerdo con ciertos temas sería un reaccionario. Una mente dogmática, fundamentalista o fanática no solo cree tener la verdad sino que se empeña en que el Otro crea y sienta esa verdad con la misma intensidad; es más, está muy preocupado en que el Otro se corrija puesto que el fundamentalista asume apriori que el Otro está equivocado. Es así que la línea entre fanatismo y librepensamiento es muy frágil: resulta muy fácil convertirse en fanático del antifanatismo. En tanto, Malca no distingue los matices será difícil saber quiénes son los fanáticos intransigentes que pretenden imponer por la fuerza el credo de los DDHH.
Respecto a las conquistas caducas no me queda claro a qué se refiere exactamente. ¿Le parece que los derechos humanos o la justicia social son reclamos caducos?
Otro aspecto que merece ser comentado es lo referente a la tolerancia con los intolerantes a propósito de algunos comentarios sobre la participación de Malca en la semana de los DDHH en la PUCP. Al menos yo lo tengo muy claro. La pluralidad no implica dar tribuna abierta a los incendiarios para quemar la pradera. Eso es imprudencia y falta de sensatez. No debe confundirse objetividad con dogmatismo o la diversidad con relativismo. En tiempos donde muy pocos se atreven a llamar las cosas por su nombre suele suceder que opiniones polémicas pasan por innovadoras; el insulto procaz con la crítica frontal (sino lean los artículos de Andrés Bedoya Ugarteche). Bajo el argumento de una malentendida apertura entonces justificaríamos a los que irrumpieron en la ceremonia de la CVR+5 en el Ojo que llora, puesto que ejercían su libertad de expresión. Peor todavía si es que se formaliza la participación extemporánea de un expositor que se dedicó a ironizar sobre los asistentes al evento. Si para Punto Edu ello no constituye una ofensa -como aclaran en una respuesta a un lector- no sé qué puede llegar a serlo.
Finalmente, el título del artículo se presenta interesante pero no logra cuajar completamente. Malca debió incidir en definir lo que entendía por izquierda reaccionaria, o sea, en aquellos rasgos que distinguen a esta izquierda de las demás. Malca propone un reemplazo de términos, mas no realiza un análisis serio del término propuesto: lanzar diatribas o calificativos a diestra y siniestra no es el medio para analizar el tema que plantea. Sin embargo, sí estoy de acuerdo en que existe una izquierda reaccionaria, aquella que no deslindó ni deslinda posturas con el terrorismo, aquella que hasta ahora no realiza un mea culpa y que se empeña en sostener posturas anacrónicas como la revolución armada o reducir la injusticia social a la lucha de clases. Esta izquierda es la que merece ser cuestionada y definida como un lastre para la nueva izquierda. De otro lado, también creo que existe una izquierda caviar, frívola, superficial y de cóctel, pero de ninguna manera gravitante a nivel de la ciudadanía y mucho menos intelectualmente. La izquierda a la que se le llama caviar está en otro lado y no en la CVR ni en las ONG pro derechos humanos. Es aquella que teme asumir un rol protagónico en la política nacional y que se niega a comprarse el pleito con sus detractores. Esa izquierda y no otra, merece todo mi rechazo.