Adolescentes de novela

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“Las fuerzas del lenguaje son las damas solitarias, desoladas, que cantan a través de mi voz que escucho a lo lejos. Y lejos, en la negra arena, yace una niña densa de música ancestral. ¿Dónde la verdadera muerte? He querido iluminarme a la luz de mi falta de luz. Los ramos se mueren en la memoria. La yacente anida en mí con su máscara de loba. La que no pudo más e imploró llamas y ardimos (…) La muerte ha restituido al silencio su prestigio hechizante. Y yo no diré mi poema y yo he de decirlo. Aún si el poema (aquí, ahora) no tiene sentido, no tiene destino”.

Alejandra Pizarnik

Por Arturo Caballero Medina
acaballerom@pucp.edu.pe

El año pasado expuse mi punto de vista acerca de las dificultades que enfrentan los profesores de literatura ante el Plan Lector (ver “Los maestros y el plan lector”) y ante la poca disposición de los directivos de algunos centros educativos quienes, ya sea por su precario conocimiento de lecturas, o por prejuicios injustificados, terminan censurando obras o imponiendo lecturas indiscriminadamente, sin tomar en cuenta los intereses de los alumnos. En aquella oportunidad, recalqué además, que el problema también pasa por quiénes enseñan el curso de comunicación, ya que muchas veces, no han renovado sus lecturas y toman al Plan Lector como una labor extracurricular que se agrega a su ya recargada agenda de trabajo.

Luego de exponer la problemática del Plan Lector, pasemos a lo esencial: ¿Qué opciones de lectura tenemos para ofrecer a nuestros alumnos? ¿Es necesario que solo consideremos obras literarias? ¿Cómo proceder para despertar en los alumnos el interés por la lectura en una sociedad donde la imagen parece haber vencido a la lectura? Esta última cuestión nos lleva a otra: la difundida opinión en nuestros maestros de que los alumnos no leen. Por el momento, solo abordaré la cuestión referida a los textos que considero importantes para motivar la lectura en los jóvenes, desde la perspectiva —muy sesgada, claro que sí— de mi propia experiencia.

Editorial Alfaguara ha venido publicando una colección de obras reunidas en su Serie Roja, lecturas que tienen como tema en común los conflictos de los adolescentes en el colegio, en sus familias o frente a una sociedad que les impone horarios, deberes y exigencias que muchas veces están más allá de sus posibilidades. Empezando por la temática que desarrollan, de por sí, llaman de inmediato la atención del joven lector; además, son textos que en promedio tienen entre 100 y 180 páginas, lo cual es muy importante para no ahuyentar a un lector al cual queremos iniciar.

De inmediato, viene a mi mente aquel colega mío que muy orgulloso nos comentaba durante el recreo que había mandado leer La guerra del fin del mundo ¡a sus alumnos de primero de secundaria! En aquel instante, ya me imaginaba lo que vendría después: La guerra y la paz, Los miserables o quizá Rayuela. De hecho, el resultado fue muy malo: cuando tuve a sus alumnos conmigo en cuarto de secundaria, la gran mayoría entendía la lectura como equivalente a un castigo, a lo aburrido y, en el mejor de los casos, una oportunidad para subsanar alguna nota. Y es que no se trata de leer en gran cantidad, sino leer poco al inicio, pero por completo. Como consecuencia de un incremento gradual en la extensión de las lecturas y en la diversificación de temas el alumno será testigo de su propio progreso. Mi colega, lamentablemente, perdió más de lo que ganó.


Dentro de los título publicados por Alfaguara destaco en primer lugar Templado, de Jorge Eslava. Conocido escritor de relatos dirigidos para niños y adolescentes, Eslava se ha desempeñado durante un buen tiempo como profesor de literatura, lo cual pareciera ser la fuente de sus obras. Templado es el diario de Diego, un muchacho que cursa el tercer grado de secundaria en un colegio de clase media alta de Lima. El libro comienza con un breve prólogo del autor donde explica la génesis de la historia: Eslava habría encontrado en la biblioteca del colegio un fólder con tipeos y manuscritos del diario de Diego y al no poder ubicarlo para pedirle autorización, decidió publicar el manuscrito como un homenaje a su alumno. El libro está escrito a manera de un diario que abarca el año 2003. Diego da cuenta de una personalidad en formación enfrentada con lo que el grupo, el colegio y la familia quieren de él. Su decepción amorosa alcanza en punto más doloroso cuando se entera que Valeria, la joven bibliotecaria de su colegio quien lo incentiva en el descubrimiento de nuevas lecturas y autores, es posiblemente, amante de su padre. Al final, Templado se convierte en el testamento de un adolescente que no entiende por qué las personas que más quiere son las más le hacen daño.

Cinco para las nueve y otros cuentos de Alonso Cueto reúne un conjunto de relatos acerca de adolescentes que viven entre el deber y lo que quieren ser. En el cuento que da título al libro, “Cinco para las nueve”, un muchacho sumido en las drogas recapacita durante una reunión con amigos con los cuales bebe e inhala cocaína. Después de un tercer intento fallido por ingresar a la universidad, está con los amigos de siempre, pero un fugaz recuerdo de su padre —de aquellos tiempos cuando ambos estaban más unidos— lo lleva a armarse de valor para contarle su verdad. Mediante su voz nos enteramos de que sus dos hermanos mayores, copias fieles al original que es su padre, no son de su agrado porque siente que lo han desplazado. Siente que él es la encarnación de todo lo que no debe ser un joven y que sus hermanos son dechados de perfección y orgullo familiar. Decidido a contarle la verdad a su padre, huye de la reunión enfrentándose a los amigos que lo obligaban a drogarse. El encuentro será a las cinco para las nueve. Este libro posee la particularidad de que los finales son abiertos, debido a que su autor escribió algunos de ellos para un concurso de relatos donde el requisito era que el lector concluyera el cuento. Alonso Cueto es un destacado narrador más conocido por novelas de “corte serio” como Demonio del mediodía, El vuelo de la ceniza o Amores de invierno entre otras; sin embargo, este libro juvenil se deja leer, salvo que se debe poner especial énfasis en explicar a los alumnos sobre la dinámica del final abierto, ya que podría generar algo de desconcierto o rechazo al no estar acostumbrados a este tipo de estrategia narrativa.


Tres días para Mateo, de José Antonio Galloso, es una novela corta que narra la historia de Mateo Valdivia, un joven que cursa el cuarto de secundaria y que se ve rodeado de una súbita fama que el no buscó luego de golpear al matón del colegio, el chino Chung, para defender a un compañero de clase. De ser un chico común y corriente, Mateo se convierte en el héroe de Julio César Rodríguez, en el nuevo icono para otros muchachos del colegio y en el tema de conversación de las chicas que antes lo ignoraban. A Mateo le incomoda esta situación y hará lo posible para quitársela. Si esperábamos ver en el protagonista a un héroe, nos daremos una sorpresa hacia el final. Tal como lo dice en el título, la acción se despliega en tres días, donde además, Mateo va a conocer cuáles son sus límites respecto a las drogas, las chicas y la violencia.

Rebeldes, de la escritora norteamericana Susan E. Hinton, ha sido llevada al cine por Francis Ford Coppola (también este aclamado director ha dirigido la versión cinematográfica de La ley de la calle, otra novela de la autora). A Hinton la fama como escritora la sorprendió a los 16 años cuando publicó Rebeldes (The outsiders en el original en inglés). La novela trata sobre la vida de los adolescentes en las zonas marginales de la Nueva York de los años sesenta. Peleas callejeras, rivalidades entre pandillas, conflictos familiares, marginación y frustración, y la falta de futuro para los jóvenes son los ingredientes que hacen de esta novela una muy buena opción para ser discutida en el salón de clase. No se trata, como alguna muy preocupada madre de familia me lo hizo saber, de hacer alabanza o admiración de personajes socialmente incorrectos; no es tan simple, se trata más bien de someter toda lectura a discusión —la misma madre de familia en mención se escandalizó cuando le conté algunos pasajes de La ciudad y los perros, pero tratándose de Vargas Llosa lo asimiló con mayor tranquilidad—. La historia es narrada por Ponyboy Curtis, un jovencito de catorce años que hace ocho meses ha perdido a sus padres en un accidente automovilístico. Vive con sus hermanos mayores, Sodapop de diecisiete y el mayor, Darry, de veinte. Las cosas se complican cuando Ponyboy y Johnny Cade, el menor de la pandilla de los greasers (grasientos), se ven involucrados en un asesinato: Johnny acuchilla a Bob, miembro de una pandilla rival, los socs (chicos adinerados) y lo mata por defender a Ponyboy. Esto agregado a una riña reciente entre Ponyboy y su hermano mayor Darry, y al desprecio que Johnny siente que sus padres tienen por él, convence a ambos de que la mejor opción es huir. Luego de ello se desencadenarán una serie de acontecimientos en los que Ponyboy pone a prueba su valor y su capacidad para apreciar la vida ya no como un greaser o un soc, sino como un ser humano. La caracterización de los personajes es bastante idealizada y próxima a la imagen del héroe-malo-bueno, pero debemos entender que la novela fue escrita por una joven de dieciséis años, lo cual no le quita ningún mérito, sino al contrario, le connota una mayor relevancia por su precocidad como narradora.

Salvo el último, los tres primeros libros son de autores peruanos y presentan la ventaja de que el espacio y el tiempo de la narración son referentes cercanos al tipo de lector al cual queremos llegar: el colegio, la universidad, la familia, el primer amor, la primera decepción, la vida del barrio, calles, plazas y lugares conocidos. De ninguna manera quiero que se entienda que una lectura escolar debe solo apelar a la contemporaneidad en aras de la motivación, pero resulta de gran ayuda cuando vamos a iniciar el gusto por la lectura en alguien que no posee este hábito.

Si Ud. amigo lector, colega o padre de familia, lee alguno de estos libros, no lo desestime por el léxico (Tres días para Mateo me trajo más de un padre de familia indignado “por lo que le hacen leer a su hijo en el colegio”. ¿Se imagina Ud. si alguien quisiera escribir una novela sobre la vida en la cárcel? ¿Sería verosímil que los personajes de El sexto se expresaran en términos como bellaco, bribonzuelo, cacaseno o gandul? El autor de una novela penitenciaria recurrirá al lenguaje más idóneo para hacer verosímil su historia; otro será pues, el caso de una novela de amor o de ciencia ficción. Cada tipo de novela exigirá un léxico adecuado para representar su realidad. Tampoco la menosprecie por la trivialidad de los temas tratados o por su breve extensión.

Lograr el justo medio es problemático, y aún más, si se trata de valoraciones literarias. En lo que sí podemos estar acuerdo es que, en primer lugar, debemos ganar un lector que, por distintos motivos, hemos perdido o ahuyentado; y en segundo lugar, como diría Óscar Wilde, “no hay obras morales o inmorales, sino solamente, obras bien o mal escritas”.

Puntuación: 3.80 / Votos: 15

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