Las recientes publicaciones de Goyo Torres (Arequipa, 1964) —la novela corta Espejos de humo (Cascahuesos, 2010) y el cuento Cuando llegaron los wayruros (Texao, 2015)— confirman el interés del autor por la representación literaria de la historia, la exploración literaria de sus intersticios y el cuestionamiento de sus límites. Sin embargo, Nada especial (Aletheya, 2016) avanza sobre otros tópicos
Nada especial (Aletheya, 2016) reúne 18 cuentos entre los que destacan aquellos cuyos personajes habitan en la marginalidad social, moral o económica: orates, pobres, oportunistas, viejos que viven sin mayores expectativas e individuos frustrados. No obstante, en cuentos como «Humberto», «Puesto de manzanas» y «El ángel loco», la demencia es la manifestación de un saber o de facultades superiores a las de la gente normal. Humberto, un orate quien antes de un accidente era profesor de primaria, luego devino erudito popular que disertaba públicamente sobre artes, letras, cine y política. Su desgracia sobreviene cuando importuna al poder religioso y al poder político local. Rebeca pulula en las inmediaciones de un mercado de frutas al acecho de una recién nacida. El joven campanero de un pueblo declara ser un ángel, por lo cual es tomado como loco hasta que una emergencia lo obligó a demostrar su condición celestial.
El autor utiliza variedad de enfoques narrativos. Excepto «Futuro imperfecto», «El viejo» y «¡Hierbasanta hierbasanta!», relatados mediante un narrador protagonista, en el resto de cuentos emplea el narrador testigo, omnisciente, limitado y observador. Este último adquiere un despliegue importante en «Cartas de amor», donde el narrador expone las vicisitudes de una pareja de esposos que atraviesa una crisis matrimonial exclusivamente a partir de acciones observables de los personajes. De otra parte, el suspense recibe un tratamiento logrado en «Tiempo suplementario». Juegan a favor de la historia la concisión del relato basada en imágenes visuales y cinestésicas adecuadas para el argumento: «El portero de abalanzó con avaricia, estiró el brazo izquierdo todo cuanto pudo. Apenas rozó el esférico y provocó que se desviara milímetros».
Arequipa es un referente ocasional en algunos cuentos. A diferencia de la novela Espejos de humo, no se advierte una preocupación explícita por narrar la ciudad como escenario literario u otorgarle alguna condición primordial a esta ambientación. «Humberto», «Caldo de gallo», «Escenas cotidianas» y «Nada especial» explicitan la referencia a la ciudad de Arequipa a través de calles, avenidas, localidades y establecimientos conocidos; sin embargo, se trata de una representación alejada de toda pretensión regionalista, histórica o de alguna otra índole semejante.
«Escenas cotidianas» es un relato singular que admite ser leído en el contexto del advenimiento de los nuevos modos de producción y consumo en esta región. Narra el progresivo declive de una vieja comerciante de golosinas que sucumbe ante la llegada de un emprendimiento avasallador el cual irrumpe con exitosa violencia en diversas zonas de la ciudad. Así, al comercio ambulatorio del ayer solo le resta desaparecer ante la emergencia del emprendimiento capitalista. Esta situación se agrava toda vez que se cuenta cómo los poderes que toleraban o incluso se servían de este modo de consumo informal ahora lo desestiman y adhieren hacia el capitalismo de baja intensidad: «Todos los carritos era similares: llevaban el mismo logo y las muchachas que atendían vestían los mismos atuendos […] — Es una empresa nueva que acaba de establecerse en la ciudad […] La anciana anduvo ensimismada durante varios días. Sus ventas, efectivamente, disminuyeron […]». Este cuento nos motiva a examinar el impacto económico de las grandes inversiones en la vida cotidiana de una población que durante década y media desde que inició el siglo XX observa a diario transformaciones radicales en el semblante de la ciudad y de las relaciones entre sus habitantes: de la solidaridad al pragmatismo, de la autonomía a la dominación económica. En otros términos, «Escenas cotidianas» representa el aliento exánime de una clase trabajadora informal que ni bien se formaliza ingresa a un sistema económico depredador al cual no puede enfrentar.
El libro cierra con «Hierbasanta, hierbasanta», premio Copé de Bronce 2012. El marco referencial son los años del conflicto armado interno en Sayla, un remoto poblado de la serranía del departamento de Arequipa próximo a Ayacucho. El cuento desarrolla un contrapunto entre una confusa captura de tres terroristas por parte de las rondas campesinas y la interpretación de los danzantes de tijeras durante las celebraciones de una fiesta comunal. De modo semejante a Cuando llegaron los huayruros, nuevamente el juego adopta una función narrativa que se superpone a realidad: los jóvenes juegan a la confrontación entre militares y terroristas; sin embargo, esta representación trasciende lo lúdico y se constituye en un presagio de la tragedia que se cierne sobre el pueblo. La cuestión esencial de este cuento es la génesis de la verdad histórica como un relato que se construye a partir de las tensiones entre las historias privadas y las historias públicas de un colectivo.
Me inquieta saber cuál fue la emergencia que obligó al campanero a demostrar su condición celestial.
Muy buena reseña. Estudié Literatura y Lingüística con el autor. Felicitaciones.
Hola. Yo también estudié literatura en la UNSA. Ahora dicto en la Escuela de Literatura, un gusto. Abrazo, Charlie