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HISTORIA, MUJERES Y NOVELA

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Publicado en Diario Noticias, Arequipa, 3/3/2018, p.12.

La novelística de Zoila Vega Salvatierra enfatiza las relaciones entre historia y literatura. Cápac cocha (2006), su primera novela, narra las circunstancias que rodean el misterioso incendio de la Catedral de Arequipa ocurrido a fines de 1844, las cuales son investigadas por una joven señora arequipeña decidida a averiguar las causas del siniestro, y un viejo médico de la ciudad partidario de Castilla y conocido por sus desavenencias con el obispo.

La estructura de esta novela la conforman tres líneas argumentales alternadas: el diario de Rosa Francisca Ureta, quien relata sus pesquisas y aprovecha sus influencias para acceder a información confidencial y al lugar de los hechos; las investigaciones del Dr. Alcántara, también registradas en un diario, cuyos conocimientos sobre /medicina y agudeza racional lo ayudan a vincular hechos y personas, así como arribar a una hipótesis sobre los extraños sucesos que rodean el incendio de la catedral; y las cartas de Antonia de Bermejo, cuya trama —fundamental para la resolución del caso— se sitúa dos siglos antes, entre abril de 1649 y diciembre de 1651. El uso del contrapunto narrativo contribuye a la dosificación del suspenso y al contraste de los personajes. Estas líneas narrativas integran una trama policial que contiene los elementos básicos del género: cuerpos, crímenes, investigadores, un móvil y poderes empeñados en ocultar la verdad.

A diferencia de las novelas históricas tradicionales enfocadas en la gran historia (personajes célebres, grandes acontecimientos históricos y estricto correlato entre fuentes documentales y ficción narrativa), Cápac cocha se decanta por la exposición de la microhistoria, es decir, las historias privadas de personajes comunes y corrientes, sin pretensiones de reconstrucción documental de la historia real desde la novela y el empleo de fuentes usualmente desechadas por  la investigación histórica tradicional: las cartas y los diarios privados. El giro hacia la microhistoria ofrece una perspectiva del pasado a partir de los relatos de individuos cuyas historias privadas, en apariencia, no revisten sustancial importancia para la comprensión de una época. No obstante, esta aproximación pone en relieve los relatos de sujetos subalternos para el discurso histórico hegemónico, pero con plena agencia: una viuda atribulada por una demencial pasión amorosa y otra  +,:/*mujer interesada en develar un misterio ancestral.

Los personajes femeninos Cápac cocha son más cautivantes que los masculinos debido a los definidos contrastes de sus personalidades. Rosa Francisca Ureta es joven, persistente, sensible, vivaz y despreocupada ante la infidelidad de su marido. Antonia de Bermejo es una mujer madura, autosuficiente, vengativa y cruel, envuelta en un aura de locura y pasión semejante a las representaciones del sujeto femenino estudiadas por Sandra Gilbert y Susan Gubar en The Madwoman in the Attic (1979) sobre las obras de escritoras anglosajones del siglo XIX: la loca, la revolucionaria, la mujer monstruo y la mujer demoniaca, todas ellas reverso de la mujer angélica o “ángel del hogar”, construida y sostenida desde del machismo. Estas mujeres subvierten la representación de la mujer sumisa trocándola por una mujer que desafía la autoridad masculina. Es el caso de Antonia de Bermejo quien combate el estereotipo masculino sobre la mujer: rechaza la maternidad, a la que considera un instrumento de dominación patriarcal; a los pretendientes que le desagradan; y es sumamente racional. No obstante, asume en varios aspectos la performance del sujeto masculino —ella misma declara ser un hombre atrapado en un cuerpo de mujer— pues traslada ese estereotipo hacia otras mujeres a las que menosprecia, abandona la racionalidad cuando se apasiona desenfrenadamente con el hombre que ella elige y tal cual el hombre engañado, actúa emotivamente para saldar la afrenta. Pese a sus diferencias, ambas mujeres son autónomas en su vida privada: Rosa Francisca no ve en la infidelidad de su marido una desgracia sino una oportunidad para concentrarse en sus pesquisas; Antonia ignora los prejuicios sociales y decide enamorarse de un alarife, socialmente ubicado en un estrato inferior al suyo, por lo cual no siente que la viudez la condene a ser una muerta en vida, por el contrario, le brinda la ocasión para ejercer a plenitud su voluntad.

De otra parte, los personajes masculinos, como el Dr. Alcántara, exhiben el conocimiento intelectual como vía hacia la verdad, a diferencia de los clérigos que anteponen la fe. En tanto hombre de ciencia, desecha mitos y creencias para esclarecer un misterio a través de la razón y la experiencia sensible. Es un adulto mayor que no tiene reparos en manifestar lo que piensa de sus adversarios ideológicos —la Iglesia Católica y los partidarios del General Manuel Vivanco— y que siente que no tiene algo que perder a esas alturas de su vida. Emilio Uceda es conocido como el «Querubín negro» debido a su apolínea belleza. Sus charlas con el Dr. Alcántara transitan entre la sorna y la franqueza del médico y las formas diplomáticas del joven sacerdote. Alonso de Zárate, alarife de oficio, es un hombre rudo, de aspecto hosco y hábil para el trabajo manual. Inteligencia, belleza y fortaleza son las cualidades que definen a los personajes masculinos de Cápac cocha.

Esta novela incorpora las convenciones del relato policial: asesinatos violentos, uso del método científico (observación, análisis e inferencias) revelación final del culpable y su modus operandi, y exposición de la psicología del asesino. La trama policial comprende las pesquisas de Rosa Francisca y el Dr. Alcántara, quien encarna al típico protagonista de este género: un investigador acucioso, culto e inteligente. El valor agregado reside en el protagonismo de Rosa Francisca, la cual complementa las indagaciones de su viejo médico de cabecera desde una mirada mágica-mítica. Ella focaliza la narración principal, inclusive las peripecias del Dr. Alcántara se cuentan en sus diarios.

Las disputas ideológicas adquieren protagonismo a partir de la performance de los personajes masculinos. El conflicto entre liberalismo y clericalismo enfrenta al doctor Alcántara y al obispo. “El obispo tiene miedo —lo interrumpió el doctor—. Miedo de que encuentre algo realmente podrido en el incendio y los ponga en vitrina. Sería un buen triunfo para los liberales”, señala categórico el doctor ante el aún impasible «Querubín negro». Alcántara es consciente de que el obispo no quiere que los ciudadanos sepan la verdad sobre el siniestro en la Catedral. En estos pasajes, la novela coloca a la Iglesia Católica como un poder fáctico influyente en la vida política y social de la nación, especialmente en Arequipa. El oscurantismo de esta institución religiosa se aprecia en los denodados esfuerzos de sus más altos jerarcas por ocultar la verdad, a contramano de la perseverancia científica del Dr. Alcántara quien echa luces allí donde otros quieren perpetuar la oscuridad. Por otro lado, la guerra entre Castilla y Vivanco trasunta la rivalidad entre liberales y conservadores a un plano político más amplio.

La representación de la oralidad de la población indígena no es convincente (se trata más bien de tímidas y episódicas incursiones en su registro lingüístico). Asimismo, las aventuras del Dr. Alcántara habrían sido mejor narrarlas a través de un estilo indirecto o insertar esa subtrama no como un diario de Rosa Francisca sino del propio médico. Sin embargo, Cápac cocha nos ofrece un thriller histórico donde dos mujeres transgresoras, aunque favorecidas por su extracción social, cuestionan la hegemonía masculina a nivel microsocial (familia, amistades, relaciones afectivas) y en el cual la delimitación de la frontera entre la historia y la literatura, o la supeditación de la novela a la historia no son las cuestiones medulares sino la reactualización de viejas herencias coloniales contadas en clave policial.