Archivo por meses: diciembre 2012

EL TALENTOSO MR. BELAN

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Bitácora de las islas
César Belan
Segunda edición
Editorial Fuga
Santiago de Chile, 2012
62 pp.

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César Belan publicó en 2010 la primera edición de Bitácora de las islas (Laboratorio, Arequipa). Al año siguiente, el mismo sello editó Apologético Lírico en Alabanza y Encomio (2011). Este año ha publicado la segunda edición de Bitácora de las islas con la editorial Fuga en Santiago de Chile.

Lo mostrado por César Belan en Bitácora me recuerda a Alucinada Cordelia (Hipocampo, Lima, 2006), de Rodolfo Pacheco. Ambos poemarios proponen un diálogo entre tradición y modernidad; sin embargo, en el caso de Bitácora, la apelación a la tradición griega, medieval, judeocristiana, anglosajona y a la más rudimentaria tradición cotidiana —esa que no la reconocemos como tal porque es simultánea a nuestra experiencia inmediata— no es simple regodeo erudito. La cultura de masas o cultura popular también es susceptible de conformar una tradición.

Hay una leve dosis de humor satírico, no tan constante como en el Apologético, sino más bien atemperado, que cede protagonismo a un discurso sobre la travesía vital. El título nos remite a un recorrido fragmentario a través de tres islotes y un desenlace a manera de naufragio. La metáfora del archipiélago ilustra la idea de la dispersión y a la vez del agrupamiento: las islas dispersas, ni tan lejanas ni tan cercanas entre sí, simbolizan lo diverso de las tradiciones (literarias, políticas, religiosas, dramatúrgicas, etc.), primera cuestión que merece ser atendida como uno de los núcleos temáticos fundamentales de este libro. Bitácora de las islas discute la concepción tradicional de la «tradición», la cual se fundamenta en la creencia de una homogeneidad impermeable a la historia y al contacto cultural, cerrada, unitaria, incuestionable, pura, esencialista; en otras palabras, la tradición entendida como el último reducto donde es posible conservar una identidad prístina que debe ser defendida a riesgo de perderlo todo. En este sentido, la poesía de César Belan nos sugiere que la tradición está compuesta más por elementos contemporáneos de carácter cotidiano que por fundamentos ancestrales que debiéramos recuperar para conservarlos a toda costa.

Y la confronta mediante la exposición de un recorrido pleno de matices. Es por ello que Bitácora nos sitúa en un entre-lugar, recurriendo a la categoría elaborada por Silviano Santiago, o en el intersticio (in-between), si seguimos a Homi K. Bhabha. La travesía del yo poético enlaza estas tradiciones pero sin atarse a ninguna en particular. Este es el aspecto semántico más interesante de la metáfora del viaje, pues se trata de un «ir-siendo», el viaje, la travesía, la excursión son tales en tanto emprendimiento, contemplación, fascinación por lo nuevo y reconocimiento de la diversidad. El sujeto viajante es alguien que está en un perpetuo intersticio, a medio camino entre un lugar y otro. Este es el yo poético de Bitácora de las islas.

La impronta de T.S. Eliot es muy notable: la estructura del libro, la disposición de los epígrafes, las referencias a la cultura clásica, medieval y judeocristiana, el intertexto en inglés e italiano, la inserción de lo cotidiano, el humor dosificado, casi inadvertido pero presente, nos evocan algunos pasajes de The Waste Land [La tierra baldía] o Four Cuartets [Cuatro Cuartetos]. Belan no disfraza su admiración por el célebre crítico y poeta inglés, por el contrario, incorpora su registro poético sin ignorar los referentes históricos locales («el presidente Gonzalo es el producto excelso / de 15 mil millones de años de materia en movimiento») o a los íconos de la cultura de masas («desde las butacas todos esperan que HUMPHREY BOGART se acerque al atril»).

En el ensayo Tradition and the Individual Talent [La tradición y el talento individual, 1921], Eliot recusa la idea frecuente en cierta crítica y en ciertos artistas, quienes suelen despreciar la tradición y elogiar la destreza del artista, como si el desarrollo de ambos fuera posible comprenderlo por separado. La agudeza de Eliot le permitió advertir que el genio artístico no es resultado absoluto de una individualidad aislada enfrentada a sus predecesores o contemporáneos, sino que hay una intertextualidad ignorada por el artista convencido de su individualidad creadora. Esto me conduce a pensar que la proximidad de Belan hacia Eliot pasa por lo que este significó para la renovación de la poesía contemporánea: una opción distante del vértigo surrealista o de la experimentación tipográfica de los caligramas, y una apuesta mayor por representar una nueva sensibilidad frente a la ruptura con la tradición.

Bitácora de las islas se desmarca de tópicos poéticos agotados en el desamor o el desenfreno juvenil. No disuelve la tradición, dialoga y juega con ella, se la apropia y la disloca. Es aquí donde hallo el mayor valor de este libro.
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ANA DE LOS ÁNGELES. ¿LA PEOR DE TODAS?

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La cinta Ana de los Ángeles (2012), escrita y dirigida por Miguel Barreda, narra en dos tiempos la vida de Ana Monteagudo Ponce de León, desde su temprano ingreso cuando niña al Monasterio de Santa Catalina hasta sus últimos y agónicos días. La historia se enfoca en las sucesivas revelaciones divinas que condujeron a la joven Ana a tomar los hábitos bajo la orden de las monjas dominicas, las vicisitudes cotidianas que enfrentó para superar la oposición paterna, el recelo de sus compañeras de claustro y los cuestionamientos que pusieron a prueba su fe. No se trata de una versión libre del director sino de una producción que nace por iniciativa de las monjas del monasterio de Santa Catalina de Arequipa, cuya actual priora aprobó el guion base sobre el cual se realizó la filmación.

La narrativa en contrapunto es una buena elección en la medida que no se perjudique el desarrollo de la historia y de las secuencias que le dan continuidad. Lo primero que observo respecto a la estructura del relato es un escaso desarrollo de la trama. El narrador externo que nos sitúa en el contexto completa las secuencias no narradas de modo que facilita un recorrido más ágil de la historia sin detenerse en detalles; sin embargo, ese tránsito es tan rápido que la historia pierde profundidad, al punto que deriva en una acumulación de anécdotas más que en el despliegue de una historia compacta. La narración de la historia en la voz de la propia protagonista a manera de un monólogo retrospectivo le habría ganado al menos un mayor grado de introspección, cualidad que no es del todo apreciable en este filme porque la focalización del relato es intermediada por ese narrador externo. Precisamente, cuando la propia Ana de los Ángeles narra íntimamente sus revelaciones, son los instantes en que la historia gana en profundidad e interés sobre el personaje.

Las actuaciones en general no son muy convincentes. Adriana Cebrián, quien interpreta a la joven Ana de los Ángeles, no llega a conmover; su actuación fue demasiado discreta, llana y monótona, sin matices en la voz, gestos y movimientos que apreciar en un personaje que merecía un tratamiento a la altura de su complejidad. La narración alternada contrasta no solo el tiempo y las circunstancias sino también una interpretación más lograda por parte de Doris Guillén, cuyos mejores momentos fueron las interpelaciones en las cuales la beata se confrontó consigo misma. El reparto en general, salvo algunas pocas excepciones, no transmitió las emociones que requerían varias de las escenas, lo que se intenta compensar con un exagerado histrionismo que no suscita la cuota dramática necesaria para persuadir al espectador sobre la gravedad de la situación. Los castigos corporales que Ana de los Ángeles se autoinflige, sus milagros, las fallidas confabulaciones en su contra se imponen por la fuerza de una historia que avanza y por la evidencia de los hechos, pero no por el tratamiento orgánico de la trama o por la naturalidad de la actuación. Todo esto influye en que la cinta adquiera un marcado tono melodramático.

La banda sonora y el vestuario son de lo más sobresaliente. La música crea una atmósfera que predispone emotivamente al espectador. No obstante, es muy perceptible el doblaje de varias de las voces del reparto y de los sonidos ambientales, debido tal vez a la interferencia de sonidos actuales. A través de la música, el vestuario y la ambientación es posible apreciar el enorme esfuerzo de la producción por recrear las condiciones para una cinta de época. La puesta en escena privilegia, como era previsible, las locaciones al interior del monasterio y, ocasionalmente, algunas en exteriores. La fotografía de interiores cuidó mejor los contrastes en comparación con exteriores, aunque en algunos pasajes la intensidad de la luz saturaba de brillo. Justamente, una de las mayores dificultades que observo es la iluminación: el espectador se encuentra ante escenas resplandecientes, sino enceguecedoras, y otras densamente oscuras.

El lenguaje visual es muy discreto. La representación de los espectros fantasmales que atormentaban a la protagonista no convence del mismo modo que sí lo hace su alter ego tentador. En una cinta donde, según declaró su director, narrar la experiencia mística del personaje principal era uno de los objetivos centrales, debió sortearse las limitaciones técnicas o presupuestales con un lenguaje visual mucho más sugerente.

Una lectura ideológica nos revelaría muchas otras aristas socioculturales acerca de la recepción, circulación y representación de la subjetividad en esta cinta: gran parte de la opinión pública acogió con beneplácito este biopic, señal de que urge “re-crear” subjetividades fundacionales, integradoras, no sacadas del presente, sino del pasado, como si el pasado no fuera una construcción proyectada desde el presente.

La búsqueda de una subjetividad fundacional en el pasado desde el presente no es un discurso contrario al del mercado, sino complementario y diría hasta producto del mercado: no es que un director espontáneamente haya decidido ofrecernos una versión libre o polémica de Ana de los Ángeles para exhibir en circuitos alternativos. Esta cinta entró al circuito dentro de la lógica acorde a la distribución comercial: en horarios discretos pero en una cadena de cines que asegura audiencia masiva, situado en el corazón de un área dedicada al consumo. Y siguió el destino que el mercado asigna a la gran mayoría de cintas nacionales: una breve presencia en la cartelera.

Lo que advierto en la cinta es la acometida de capitales simbólicos que actualizan en la comunidad cierto modo de subjetividad: sumisión, no cuestionamiento de la autoridad; conservadurismo cultural, no transformación; el cuerpo femenino como espacio predilecto para la negociación familiar, el sacrificio, la penitencia y la reclusión; subversión contra una tradición (familiar) para fortalecer otra (religiosa), pero no sabotaje de tradiciones constrictoras de la subjetividad como lo son ambas.

La película de Miguel Barreda nos muestra a una Ana de los Ángeles indiferente ante la disidencia intelectual —en las antípodas de Sor Juana Inés de la Cruz, interpretada por Assumpta Serna en Yo, la peor de todas (1990), de María Luisa Bemberg— nada contestataria frente a la autoridad eclesiástica, sino por el contrario, dogmática, intransigente, conservadora, atribulada solo por su propio fantasma transgresor, pero no por la realidad que la interpelaba con la misma gravedad. Segura de sí cuando es abrazada por su fe pero vulnerable ante sí misma. El guion nos ofrece una historia que busca cautivar por la lucha en defensa de una convicción, pero también, invita a reflexionar sobre los excesos de una fe desbordada que en el ocaso de su existencia evalúa con impotencia la inutilidad del autosacrificio.

Ficha técnica
Título: Ana de los Ángeles
Año: 2012
Dirección y guión: Miguel Barreda
Género: drama
Duración: 100 minutos
País: Perú
Reparto: Doris Guillén, Adriana Cebrián, Eliana Borja, Claudia Campos, Roberto Damiani, Marta Rebaza, Carlos Corzo, Gloria Zúñiga

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MARIO YA TIENE QUIEN LE ESCRIBA

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Arequipa y el escribidor. Homenaje a Mario Vargas Llosa
Premio Nobel de Literatura 2010
Carlos Rivera (compilador)
Arequipa, 2012
Cascahuesos

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En marzo de 2011, Carlos Rivera tuvo la gentileza de invitarme a participar de un conversatorio en torno al pensamiento político de Mario Vargas Llosa. Se trataba de un encuentro posterior a otro en el que se abordaron los aspectos literarios de su obra. En ese instante surgió una gran amistad que tuvo como bisagra nuestra común admiración, aunque sin concesiones, por la obra de Mario Vargas Llosa. Un mes después me extendió otra invitación para colaborar en el libro homenaje Arequipa y el escribidor (2011), con motivo del Premio Nobel de Literatura otorgado al autor de La ciudad y los perros, cuya compilación de artículos estuvo a su cargo.

Sin embargo, la prisa por llevar adelante la edición en el tiempo más breve se revirtió en su contra. En aquella oportunidad, se imprimió el libro con muchos errores tipográficos y sin un adecuado trabajo de edición. Si bien Carlos Rivera fue responsable de la publicación, lo cierto es que el presupuesto destinado por el Gobierno Regional no cubría los gastos que exigía la edición y publicación del libro homenaje.

Poco más de un año después, Carlos relanza una segunda edición revisada y ampliada. Algunos textos fueron reemplazados y otros incorporados, como es el caso del discurso que el Dr. Eusebio Quiroz Paz-Soldán leyera durante el homenaje a Mario Vargas Llosa en su primera visita a Arequipa luego de obtener el Premio Nobel de Literatura 2010. Yo participo con un ensayo en el que sustento una relación que pasó desapercibida para la crítica literaria: el pensamiento político y la teoría de la novela de Mario Vargas Llosa. El siguiente ensayo de Henry Rivas rastrea la relación del individuo frente al poder a través de algunas novelas emblemáticas como La ciudad y los perros, Conversación en La Catedral y El paraíso en la otra esquina. Juan Carlos Valdivia Cano polemiza con el crítico Willard Díaz acerca de las lecturas jurídicas de la literatura. Y pese a que no se trata de un tema directamente vinculado a la obra de Mario Vargas Llosa, Juan Carlos Valdivia recurre a algunos tópicos vargasllosianos, discutibles desde la teoría literaria contemporánea, como la crítica biográfica. Orlando Mazeyra nos ofrece una crónica sobre la biblioteca de Mario Vargas Llosa en su casa de Barranco, escrita con denodada pasión. Mario Rommel Arce traza una semblanza de Belisario Llosa, un ilustre antepasado de Mario Vargas Llosa, a través del cual se pueden seguir las inquietudes político-literarias que constituyen las coordenadas de su obra. La escueta semblanza de Ángela Delgado merecía un desarrollo más amplio y menos frívolo a mi modo de ver. Los textos que posiblemente resulten más atractivos para el lector interesado en el ser humano detrás del novelista son las crónicas de Carlos Rivera, Jose Luis Vargas, Cristhian Ticona y Jorge Turpo Rivas. Las entrevistas de Juan Carlos Soto y José Carlos Mestas completan el panorama con aproximaciones a tópicos bastante explorados sobre la vida y obra de Mario Vargas Llosa. Un relato del escritor César Augusto Álvarez Téllez, extraído de su libro Pimienta caliente, cierra este libro homenaje.

El valor de Arequipa y el escribidor radica en la puesta en escena de lo que cada autor decidió mostrar a partir de nuestra admiración por Mario Vargas Llosa. En cierto sentido, cada uno de nosotros pone al alcance del lector una versión personal del Mario Vargas Llosa que nos cautiva: el novelista, el crítico, el político, el ser humano, el periodista, el intelectual generador de debates, etc. Carlos Rivera, a pesar de las dificultades, logró rectificar la primera edición, y concentrar este sincero esfuerzo de su parte como compilador, la dedicación de José Córdova como editor y de los autores que llevamos adelante una iniciativa que no podía ignorarse.

No es que desee clausurar el tema Vargas Llosa, pero urge descentralizar la atención hacia otros autores y textos que también merecen estudios y discusión, pues Mario ya tiene quien le escriba desde Arequipa.
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VARGAS LLOSA, ASEDIADO

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El efecto Nobel sigue generando publicaciones sobre la vida y obra de Mario Vargas Llosa. En setiempre de este año, Ciudad Editorial publicó una selección de entrevistas sobre el novelista peruano realizadas por Cristian Ticona y Juan Carlos Soto. Excepto la última, las seis primeras tienen como interlocutores a personalidades muy cercanas a Vargas Llosa: Álvaro Vargas Llosa, Alfredo Barnechea, Juan José Armas Marcelo, Efraín Kristal, Alonso Cueto y Roland Forgues ofrecen distintas perspectivas sobre su trayectoria vital y literaria.

Un primer acierto en la organización de las entrevistas es precisamente la diversidad de aproximaciones y la proximidad de los entrevistados respecto al autor que los congrega. Desde la intimidad del hijo mayor que lleva a cuestas la impronta del padre, pasando por las amistades que analizan su pensamiento político, el admirador incontenible que recopila cuanta anécdota le sale al paso, el escritor que confiesa haber sido contagiado del vicio de escribir cuando Vargas Llosa lo tomó en brazos a los cuatro años y los críticos literarios, quienes, a su modo, interpelan la obra del novelista.

Sin embargo, en varios pasajes de las entrevistas, las preguntas redundan en tópicos bastante explorados anteriormente como el fracaso de la campaña presidencial, la influencia de los escritores franceses en su obra, la comparación entre sus novelas mayores o menores (pregunta que Roland Forgues responde con precisión: para la crítica literaria es irrelevante la grandeza o no de una obra, pues ello obedece a una experiencia de lector intermediada por variables muy complejas, que al final no inciden en una cuestión fundamental, sino que más bien sirven para instalar lugares comunes), el giro ideológico del socialismo al liberalismo, la exploración sucinta de sus novelas más reconocidas y los acontecimientos biográficos que mediáticamente el gran público conoce, como el puñetazo a Gabriel García Márquez o su experiencia como cadete en el Colegio Militar Leoncio Prado. Esto da lugar a que varias preguntas —aunque de manera parafraseada— se formulen recurrentemente.

La estructura de las entrevistas está diseñada de tal manera que el lector es situado brevemente en el contexto antes de tomar contacto con el cuerpo de las mismas. En general, nos muestran una semblanza del Vargas Llosa político, escritor y, en algunos casos, el ser humano detrás de ambos. En este punto, la intervención de J.J. Armas Marcelo, autor de Vargas Llosa. El vicio de escribir (1991) resulta la más entretenida por la espontaneidad y pasión que el periodista canario le imprime a sus respuestas, además de la manifiesta admiración por Vargas Llosa y su obra. Armas Marcelo responde como amigo íntimo, como admirador. Por ello sus respuestas son cerradas, no dan lugar a fisuras ni dejan traslucir alguna discrepancia que vulnere las emociones que le suscita hablar sobre un gran amigo. Cabe hacer una precisión sobre lo acotado por Alfredo Barnechea. Vargas Llosa no leyó a los pensadores liberales, Popper y Berlin a partir de 1980, sino durante casi toda la década del setenta, aproximadamente, a partir de 1971. Producto de esas lecturas deviene La guerra del fin del mundo (1980).

Las que me cautivaron más son las de Efraín Kristal y Roland Forgues. El oficio de críticos les permite distanciarse del escritor e indagar con mayor rigurosidad su obra, particularmente Kristal. Uno de los trabajos más consistentes, tanto en el contenido como en el registro escrito, que pude revisar para culminar mi tesis de maestría sobre el pensamiento político de Vargas Llosa fue Temptation of the Word (1998). En su intervención, Kristal expone con claridad sus análisis, relacionando textos, los de Vargas Llosa y los posibles referentes textuales que van más allá de los habitualmente conocidos. La obra de Bataille y Mann no suele ser mencionada como una de las fuentes de la poética vargallosiana, agudamente advertidos por Kristal. Por su parte, Forgues también se desmarca de los lugares comunes. Agrega a Guy de Maupassant como otro referente a tomar en cuenta y rastrea la teoría de la novela de Vargas Llosa, en lo concerniente a «la verdad de las mentiras», hasta Maurice Blanchot.

Vargas Llosa. Seis asedios, tiene el mérito de ser una publicación divulgatoria en formato de entrevista. Las notas a pie auxilian al lector interesado en saber un poco más sobre el autor, pero algunas abusan demasiado del acompañamiento, lo cual obliga a una lectura fragmentada. No obstante, la recurrencia de algunas preguntas dificulta profundizar más allá de los tópicos ampliamente discutidos sobre la obra de nuestro Premio Nobel de Literatura.
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