Llevo un minucioso registro de tus pasos, tu giros
y el perfil de todos tu ángulos observables
pues desde aquí
es posible cubrir la total magnitud de tu presencia
y la severa trayectoria de tu cuerpo cuando transitas alrededor de esta mesa
severa y rectilínea trayectoria que escapa al influjo de mi gravedad,
pues aún permaneces fuera de mi órbita
aún…
cómo atraerte?
cómo lograr que mis campos magnéticos alteren tu curso
y que no gires sobre ti misma?
Cómo vulnerar tu atmósfera enrarecida y aterrizar en tu superficie sin fragmentarme en pedazos?
cómo inclinar tu eje a mi favor con tan solo un impacto profundo
cómo disolverte en mi tormenta
y dejar intacta tu maravillosa existencia?
cuidarme de proyectar mi eclíptica sombra sobre tu luminosa existencia
o reposar sobre tu corona solar…
Mis pronósticos fallan, mis cartas no logran descifrar tus coordenadas
porque tu errático movimiento en la bóveda celeste
traza una órbita excéntrica que sobrepasa todo cálculo, toda lógica
o todo posible intento de aproximación.
Por ello, cada cierto tiempo, desde la recóndita oscuridad de mi observatorio, al otro extremo de occidente, en los confines del espacio estelar, tranquilo, espero tu llegada y, a la vez, procuro no imaginar tu partida.