EL ALIENISTA DE LA CASA VERDE

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Carlos Arturo Caballero
acaballerom@pucp.edu.pe

Las letras brasileras también tienen su «Casa Verde». El responsable de esta coincidencia es el escritor Machado de Assis. Sin embargo, a diferencia de la noctámbula, itinerante y endeble casa de don Anselmo y la Chunga, que congregaba a los Inconquistables y todo tipo de vagos y vividores, la Casa Verde del Dr. Simão Bacamarte no desborda de sensualidad, placer ni bullicio y muchos menos recibe de buen grado a parroquianos de ocasión. Todo lo contrario: nadie en su sano juicio iría por voluntad propia a su Casa Verde. Asimismo, los escenarios son distintos. No es el árido desierto piurano bañado por las cálidas aguas del Pacífico ecuatorial sino la densa floresta atlántica de Itaguaí en el estado de Río de Janeiro; y también la época, pues del Perú republicano de los años 40, nos trasladamos al periodo imperial del Brasil a mediados del siglo XIX. De igual modo, las personalidades de los protagonistas son absolutamente disímiles. El oportunismo picaresco de don Anselmo contrasta con la pasión intelectual del Dr. Bacamarte, por lo cual aquel sería recluido sin duda alguna en la Casa Verde el eminente médico de Itaguaí. Comparten, sí, el rechazo del pueblo donde se ubican y un estado de constante zozobra ante las amenazas de quienes desean desaparecerlas. Pero las que se ciernen sobre esta casa no son de índole religiosa, mas no por ello, menos fanáticas. Esta es la realidad que rodea la Casa Verde de El alienista (1882), tal como la concibió su autor.

Joaquin Maria Machado de Assis nació en el Morro do Livramento, en Río de Janeiro, el 21 de junio de 1839. Vivió sus primeros años en una modesta vivienda de una granja propiedad de su madrina, doña Maria José de Mendonça Barroso. Su infancia estuvo marcada por una frágil salud y un carácter tímido, a consecuencia de los periódicos ataques de epilepsia que padecía. En la adolescencia, trabajó como tipógrafo aprendiz en la Imprenta Nacional donde su amistad con el director Manuel Antônio de Almeida fue fundamental para su formación e ingreso a la escena literaria local. A partir de la publicación de sus poemas en «La Marmota», adquirió reconocimiento y frecuentó círculos literarios y periodísticos. Posteriormente, su trabajo como servidor público en el Ministerio de Viacão y su matrimonio con Carolina Augusta Xavier de Iovais —una cultivada señora portuguesa quien le brindó la estabilidad de una vida conyugal apacible y afectuosa, evitando que la epilepsia frustrase su carrera literaria— aseguraron que pudiera dedicarse plenamente a escribir. Ello explica el porqué la muerte de su esposa lo sumió en tan profunda depresión al punto que contaba los días para reencontrarse. Su deseo se cumplió en 1908 cuando el «Brujo de Cosme Velho», llamado así porque residía en el barrio de Cosme Velho, partió al encuentro de Carolina.

Es autor de Memórias Póstumas de Brás Cubas (1881), quizá su obra más famosa, Quincas Borba (1891) y Dom Casmurro (1899), entre una variedad de piezas narrativas, poéticas y teatrales. El alienista es un relato muy peculiar. Este cuento largo, casi una novela plantea una interrogación sobre la frontera entre la normalidad y la locura, colocándonos ante una cuestión desafiante: ¿quién está loco?, lo que, a su vez, implica una crítica al cientificismo positivista de fines de siglo XIX. Es una magnífica obra humorística sobre la locura y la sanidad. La trama pone de relieve la cuestión del poder. Se le considera el primer cuento realista de la literatura brasilera.

Cuenta la historia del eminente Dr. Simão Bacamarte, médico dedicado al estudio de la mente humana, quien decide construir la «Casa Verde», un hospicio para tratar a enfermos mentales en la pequeña ciudad de Itaguaí. En un estilo realista y fantástico al mismo tiempo, Machado de Assis desarrolla una historia sorprendente en la que se muestra al lector que todo es relativo, que la normalidad no siempre es aquello que la ciencia y los hechos pueden revelar de forma absoluta. El mayor acierto del relato es la combinación armónica entre humor, realismo y subjetividad.

En El alienista está muy presente el espíritu de la época, la total confianza en que la ciencia y la razón explicarían y solucionarían todos los problemas humanos, y la observación como método científico predilecto capaz de desentrañar los fenómenos más complejos de la naturaleza y la mente humana. Las ciencias humanas, en particular la psicología, no escaparon a este influjo. La idea de nación en las jóvenes repúblicas americanas estuvo apoyada fuertemente en el cientificismo positivista: progreso, desarrollo, civilización, ilustración, modernidad, racionalidad, etc. Este proyecto inclusive es posible rastrearlo en el caso del Brasil, desde el periodo imperial.

Machado de Assis le tomó el pulso al pensamiento ilustrado de la época con especial énfasis en el impacto que tuvo en las sociedades urbanas periféricas a las metrópolis coloniales como lo es Itaguaí respecto a Río de Janeiro a mediados del siglo XIX. En aquel momento, el cientificismo se presentó como un discurso posicionado en un grado cero de observación desde el cual cualquier sujeto adecuadamente formado en tal o cual disciplina lograría imponer una explicación precisa de los fenómenos de la naturaleza en virtud del prestigio que gozaba el saber científico y las credenciales académicas obtenidas en las mejores escuelas y universidades de la Colonia o de Europa. De esta manera, la explicación científica de los fenómenos físicos se trasladó sin más al estudio de los fenómenos de la mente humana, de modo que el margen de la interpretación propio de las ciencias del espíritu como las llamó Dilthey, fue tomado como una señal que inducía a indeterminaciones y subjetividades espúreas condenadas a eliminarse de toda investigación rigurosa que aspirase a ser considerada científica. El alienista retrata muy bien esta situación a través del Dr. Bacamarte y su obsesión por descubrir las causas de la locura, de su minuciosa observación de la conducta de los habitantes de Itaguaí y en las grandes facilidades que obtuvo por parte de las autoridades imperiales para proceder con sus investigaciones.

En la segunda mitad del siglo XIX, Europa atravesaba por una serie de transformaciones económicas, científicas e ideológicas que determinaron el surgimiento de una estética antirromántica. La nueva revolución industrial, animada por el cambio tecnológico y el progreso científico, no sólo modificó los procesos de producción, sino también la estructura económica, haciendo surgir una rica burguesía urbana, lujosa, poderosa y muy interesada en sintonizar con el espíritu de la época, es decir, con la modernidad y su punta de lanza, la ciencia, motor del progreso. Machado de Assis procedió a analizar su realidad a la luz de las nuevas teorías y corrientes filosóficas. Y es que el Realismo era una tendencia que respondía a esa necesidad, caracterizándose por la objetividad, impersonalidad, realismo, racionalismo, análisis psicológico de los individuos, verosimilitud, contemporaneidad y pesimismo al abordar la complejidad de la vida humana.

En este sentido, el aspecto más logrado de El alienista es el enfoque del narrador. Dispuesto como una voz en off neutral, externa, distante, pero a la vez objetiva y omnisciente, dosifica poco a poco la trama de la historia sin mayores requiebros ni artificios técnicos deslumbrantes. Este cuento-novela está diseñado con la precisión de un mecanismo que se echa a andar solo una vez que se activa. El narrador funge como un cronista que ha obtenido información sobre los sucesos que acontecieron en Itaguaí tiempo atrás y de la figura del Dr. Bacamarte y sus allegados mediante fuentes y documentos sobre los cuales manifiesta al lector que no puede garantizar su absoluta fidelidad y además que existen pasajes no muy claros que complementa con información oral, pero que hará el esfuerzo por estructurar una versión lo más fidedigna a los hechos reales. Esta confesión de parte del narrador es muy significativa porque sugiere la idea de que la fidelidad histórica es un ideal inalcanzable pese a la existencia de documentos, ya que las fuentes dan cuenta de datos contradictorios y diversos. La literatura, concretamente la novela, se ubica, por consiguiente, en una posición desde la cual subvierte la propuesta cientificista de que la realidad, en este caso un hecho histórico, pueda revelarse en toda su complejidad y, además, de que la magnitud del acontecimiento deba necesariamente justificar su narratividad. La obsesión científica del Dr. Bacamarte deja el plano individual para convertirse en un asunto de interés social por cuanto altera el curso de la cotidianeidad de la gente de Itaguaí, un pequeño poblado marginal en contraste a la metrópoli de Río de Janeiro.

¿Acaso la obsesión científica no es también pasible de calificarse como insania mental? ¿Es la razón es único medio para lograr la comprensión de la realidad y la explicación a todos los problemas humanos? La lectura de El alienista nos confronta con esta y otras interrogantes dentro de las cuales la más evidente es: ¿quién es el loco de Itaguaí?

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