Archivo por meses: julio 2011

PREZADO BONDINHO

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Carlos Arturo Caballero
acaballerom@pucp.edu.pe

Hace un año que mantengo una deuda con el Pan de Azúcar y el Bondinho. Esta segunda visita me brinda la ocasión perfecta para saldar cuentas con esta maravilla carioca. Ubicado en el barrio de la Urca, zona de instalaciones y viviendas militares, forma junto con el Cristo Redentor y las playas de Copacabana e Ipanema el circuito turístico más importante de Río de Janeiro. Si se hospeda en la zona sur, le será mucho más fácil llegar; sin embargo, también es posible desde cualquier otro punto de la ciudad, ya que existe una amplia cobertura de transporte público.

El Bondinho, teleférico en español, transporta a los visitantes hacia la cima del Pan de Azúcar, aunque también hay unos pocos que practican escalada de montaña en sus laderas. Durante el ascenso o descenso, es recomendable colocarse en los extremos frontal, posterior o en los laterales para capturar las mejores imágenes. Antes de llegar al destino final, realiza una parada obligatoria en el morro de la Urca, donde durante un tiempo indefinido los visitantes pueden pasear y aprovechar para fotografiar frontalmente al Pan de Azúcar. Desde aquí se observa el Cristo Redentor y se logra una amplia vista de la bahía de Guanabara, Botafogo, el puente que une Río de Janeiro con Niterói, y sobre todo una magnífica panorámica de la playa Copacabana. Además, cada cierto tiempo, y dependiendo de una cantidad mínima de pasajeros, parte un helicóptero que sobrevuela la ciudad. Este paseo brinda una experiencia increíble y una oportunidad inigualable para fotografiar o filmar la «Cidade Maravilhosa».

Esta maravilla de la ingeniería tiene su propia historia. Un pequeño museo exhibe una retrospectiva de su construcción donde se muestran fotografías y la antigua maquinaria que alguna vez puso a andar al Bondinho en sus inicios. El primer teleférico data de 1912. Con cabina proyectada y fabricada por la empresa alemana J. Pohlig especialmente para la Cia. Caminho Aereo Pão de Açucar, entró en operación en 1912 tras su implementación por Augusto Ferreira Ramos y fue el tercer teleférico de pasajeros implantado en el mundo. Anteriormente, se habían implementado el Teleférico de Wellerhorn, en Suiza, en 1908; y el Teleférico del Monte Ulia, España, en 1907.

Los «Camarotes Carril» fueron luego denominados «Bondinhos» (pequeños tranvías) por su semejanza con los tranvías eléctricos que circulaban por las calles de Río de Janeiro y funcionaban en el sistema de ida y vuelta. El tiempo de viaje era de cuatro minutos y medio en el primer techo entre la estación de Praia Vermelha y el morro de la Urca; y de 6 minutos en el segundo, entre la Urca y el propio Pan de Azúcar. Transportaba 22 pasajeros por viaje y aproximadamente 2100 por día. Al completar 60 años de funcionamiento, en 1972, fue desactivado.

El segundo sistema, proyectado e instalado por la Officine Meccaniche Agudio Spa, de Milán, e implementado por el ingeniero brasileño Cristóvão Leite de Castro, fue el equipamiento más moderno existente en la década del 70. El diseño de las cabinas era de absoluta vanguardia para la época: fue presentado y premiado en el 4° Salón de la Montaña, en Turín, en 1971. Su formato de «burbuja», único en el mundo en aquella época tenía una estructura que proporcionaba a los pasajeros una vista de 360 grados. Este segundo teleférico, con dos bondinhos en cada línea, circulando en el sistema ida y vuelta simultánea, aumentó la capacidad de transporte de 115 a 1360 pasajeros por hora. Las nuevas cabinas tenían capacidad para 75 pasajeros por viaje. Además, se redujo el tiempo del trayecto entre cada techo a 3 minutos. Estuvo en funcionamiento desde 1972 hasta el 2008 cuando cedió su lugar los actuales teleféricos.

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Las tomas que se pueden obtener desde el Pan de Azúcar superan ampliamente a las del morro de la Urca. Es cuestión de tomarse el tiempo necesario para explorar las mejores ubicaciones, caminar por los senderos y escaleras que atraviesan la exuberante floresta; o de vez en cuando observar a los ocurrentes «macacos» saltando entre las copas de los árboles; o visitar las «lojas» (tiendas) donde comprar souvenirs, pero a un precio mucho mayor de lo que cuestan en la ciudad, por lo cual es mejor ser paciente y dedicar otro día a las compras turísticas.

A diferencia de los limeños, los cariocas andan muy pendientes del clima, pues de acuerdo a ello planifican sus actividades, lo cual está plenamente justificado, ya que el tiempo en Río de Janeiro durante el invierno es muy variable: así como puede llover durante tres días, luego está soleado durante una semana. Por ello, antes de visitar el Pan de Azúcar, el Cristo Redentor o el Jardín Botánico, revise el pronóstico del clima, pues si está nublado no disfrutará del paisaje como debe ser. Las fotos obtenidas bajo el brillo solar son mucho más vistosas, y con cielo despejado se apreciará la ciudad, las montañas y el mar en todo su esplendor.

Cuenta cancelada, prezado Bondinho. Sigue leyendo

ELOGIO DE LA ESCRITURA CREATIVA

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Carlos Arturo Caballero
acaballerom@pucp.edu.pe

Hace dos años que dirijo un Taller de Escritura Creativa y desde que comencé esta satisfactoria labor constantemente desafío mi propia creatividad al momento de diseñar los ejercicios que considero más idóneos para combatir la temible página en blanco o el indeseable bloqueo. Vista en perspectiva, me doy cuenta de que esta tarea ha ido progresando, pues los alumnos vienen respondiendo a las propuestas planteadas y se manifiestan interesados por adquirir o desarrollar sus habilidades para la creación literaria. Prueba de ello es que, actualmente, me encuentro trabajando en la edición de una antología que reúne los “mejores textos” (si cabe el término) obtenidos en el taller.

¿Y cómo calificar la producción de un taller de escritura creativa? Si bien el reglamento de la universidad exige colocar una nota a los participantes, soy muy consciente de que en este caso mucho más que en otros, dicha nota es referencial, pues ¿cómo reprobar a un tallerista cuya aspiración es aprender a escribir o simplemente disfrutar de la escritura? ¿es posible identificar la obtención de un logro a través de un poema, un cuento o un crónica? El principal criterio que he venido utilizando ha sido la disposición de los participantes a corregir sus textos y a desarrollar una rigurosa noción de lo que significa examinar una creación propia sin menospreciarla por completo o sobrevalorarla en extremo. Finalmente, lo que más aprecio en ellos es la paciencia y la actitud para corregir y recibir críticas o sugerencias tanto mías como de sus compañeros.

El rescate de la corrección como una actitud fundamental para quien se inicia en la escritura es corroborado por Marcelo Di Marco (Buenos Aires, 1957) escritor, editor, ensayista y docente de literatura creativa en el Taller de Literatura Fantástica en la Facultad de Letras de la Universidad de Buenos Aires. Dentro de la amplia producción literaria de Di Marco, me interesa destacar la importancia de «Taller de Corte y Corrección», un libro que constituye una guía de gran utilidad para todos aquellos que se inician en la tarea de la escritura creativa. Su propuesta es clara y directa: no se puede enseñar a escribir, pero sí a corregir. De acuerdo a ello, el autor ha diseñado diversas actividades de manera no lineal sino más bien aleatoria, es decir, los apartados del libro no están ordenados a manera de capítulos que inician o terminan temas como requisitos para el avance posterior, sino de notas numeradas que facilitan el retorno o el salto cuando se las necesite. De este modo, el tallerista retroalimenta constantemente su aprendizaje, ya que todas las actividades están interrelacionadas sobre la base de un eje central: el corte y la corrección.

Di Marco no promete lo que no va a cumplir. No desarrolla teorizaciones eruditas sobre la creación literaria ni expone información paraliteraria como biografías de autores, corrientes literarias o contextos histórico-sociales que sobrevuelen el texto literario sin profundizar en la naturaleza o comprensión de la creatividad literaria. En cambio, destaca por ofrecernos una variedad de ejercicios y consejos cuya aplicación resulta útil porque facilita, mediante la práctica, la comprensión y adquisición de habilidades escriturales sin la necesidad de incorporar formatos que limiten la creatividad.

Otra cualidad del libro es su espontaneidad. Se nota que los ejercicios propuestos son resultado del avance del taller y de la experiencia acumulada por el autor. Ello permite que cualquier interesado en la escritura creativa no se intimide por la densidad o complejidad de los contenidos ni por requerir conceptos previos o especializados sobre narratología o teoría literaria. A ello se agrega un estilo ameno, dosis motivadoras de humor, breves entrevistas a escritores y directores de talleres literarios, e inteligentes referencias al cine y la literatura universal como ingredientes para despertar y conservar el interés.

El libro cierra con un apéndice que reúne ejercicios para aplicar las principales operaciones de corte y corrección desarrolladas a lo largo del libro. La idea es reafirmar la tesis central del autor: evitar la verborragia y cultivar el hábito de la corrección.

De lo anterior no debe deducirse que la abundancia verbal sea perjudicial en sí misma. Varios alumnos me preguntaban visiblemente confundidos si mi recomendación por soltar la pluma no se contradecía con el mandato de escribir frases claras y concisas y evitar hacerse el artista. De ninguna manera. Di Marco precisa que es el contexto el que establece el criterio para decidir cuándo la exuberancia o el adornamiento verbal resultan útiles. Lo que sí es preciso comentar es que este manual será de mucha utilidad para aquellos interesados en la narrativa, ya sea cuento, novela, crónica o relato en general, mas no para quienes escriben poesía, ya que este género posee una dinámica distinta. Sin embargo, algunas de las notas acopiadas por Di Marco apelan a textos poéticos para ilustrar algunas de sus propuestas.

Recomiendo Taller de Corte y Corrección a todos los interesados en la escritura creativa, pero con la siguiente salvedad: no existen fórmulas ni esquemas ni recetarios ni estrategias que aseguren el éxito en la escritura. Lo fundamental es mantener la “pluma caliente” para que el fuego creativo no se extinga, pero, a la vez, cultivar el hábito de la corrección y la rigurosidad sin llegar al punto de la hipercorrección. La verborragia inútil puede dar lugar a un Frankenstein literario y la obsesión perfeccionista podría terminar consumiendo nuestra creatividad. Sigue leyendo