Arturo Caballero Medina
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La semana pasada Rafael Romero, nuevo conductor de Habla El Pueblo, entrevistó a Luis Alfonso Morey, gerente general de RBC para, entre otros temas, comentar las declaraciones de Jaime Bayly acerca del “canal interactivo”. En artículos anteriores, mencioné que era cuestión de tiempo que Bayly se pronunciara sobre las opiniones de Ricardo Belmont en las que incluía dentro de la categoría de “televisión basura” a los programas conducidos por los “nuevos líderes de opinión” avalados por la “antipática” encuestadora Ibope Time, entre los que destacó al autor de No se lo digas a nadie y a La chola Chabuca. Belmont dijo que los paradigmas del éxito televisivo son ahora “hombres vestidos de mujer” cuya imagen atenta contra la formación de la niñez peruana.
Bayly, fiel a su estilo insustancial e irónico, aprovechó la previa a la entrevista a Miguel Del Castillo para lanzar sus críticas a RBC Televisión. En ellas más que sustentar una postura coherente sobre las declaraciones cuasi-homofóbicas de Belmont, incidió en la situación de los accionistas supuestamente estafados por el “hermanón” y, sarcásticamente, aludió a la aburrida programación del mencionado canal. Hace mucho tiempo que Bayly no se toma nada en serio, por ello, en vano sería plantearle una conversación sensata —salvo que Miguelito Barraza lo visite de nuevo con un par de copas encima (ahí si que Jaime mostrará su rostro más adusto), o que alguien como Rosa María Palacios lo emplace con argumentos claros—. Así que esperar del “francotirador” una sólida refutación equivaldría a pedirle que retome en serio su carrera literaria.
Pero este no es el problema sino que las reivindicaciones de las minorías sexuales (lésbica, gay, transexual y bisexual) carecen de cuadros notables que defiendan de manera sólida sus reclamos. El común de los ciudadanos de nuestro país identifica al homosexual con el “hombre vestido de mujer” sin considerar todas las variantes intergenéricas existentes —ya Alfred Kinsey en su célebre informe sostuvo los grados intermedios entre la homosexualidad absoluta y heterosexualidad absoluta. El primer prejuicio que debieran combatir de manera inteligente aquellos colectivos proderechos de las minorías sexuales es el que considera al individuo despectivamente llamado “marica” como paradigma del homosexual. Judith Butler, connotada intelectual canadiense de la teoría queer, lesbiana y activista política, autora de libros como Cuerpos que importan o El género en disputa, se manifiesta abiertamente en contra de limitar la opción de género a la adopción de una militancia política; sin embargo, considera que dentro de los colectivos proderechos de las minorías sexuales subsisten diferencias respecto a cómo organizar políticamente su lucha, entendiéndose lo “político” no como militancia partidaria sino como estrategia de subversión del poder.
Esta ausencia de voces acreditadas para ilustrar y defender adecuadamente las luchas de las minorías sexuales es proporcional a la desinformación de la ciudadanía sobre temas como derechos laborales para homosexuales o transmisión del VIH. La tan mentada tolerancia no es suficiente ya que esta no contempla por sí sola el posible contacto enriquecedor con el otro que es diferente. Un paso más allá consiste en el reconocimiento de la diferencia y, en tercer lugar, el respeto mutuo. La articulación de estas tres nociones hará viable una sociedad que no sólo admita la presencia del otro (inmigrante, izquierdista, indígena o gay) sino que, además, promueva la interrelación cultural inevitable en tiempos de contacto entre identidades diversas.
Por ello, Rafael Romero debería informarse bien antes de opinar con ligereza sobre la opción sexual de un individuo. El nuevo conductor de Habla El Pueblo difícilmente puede elaborar argumentos coherentes para defender sus ideas. Al no poder replicar a Alejandro Godoy acerca de los contenidos del Informe Final de la CVR (porque simplemente no lo leyó) dejó en suspenso la respuesta del “blogger” acerca del financiamiento recibido por la CVR. En otra ocasión, cuando Patricia Lozada, conductora de “Qué tal raza”, lo entrevistó, Romero respondía con lugares comunes, superficialidades y frases de café nada consistentes. Pero el premio se lo llevó aquella noche al afirmar que no existe una opción sexual ya que se nace hombre o mujer. Evidentemente, confunde sexo con género, conceptos relacionados aunque diferentes. Sexo, señor Romero, alude a la anatomía y fisiología propia de las glándulas sexuales (testículos u ovarios), cromosomas (xx o xy) y hormonal (testosterona y estrógenos), los cuales, por supuesto, están genéticamente predeterminados y, en consecuencia, no existe posibilidad de elegirlos. Lo que vulgarmente se denomina “opción sexual” alude realmente a la orientación de género la cual consiste en la atracción que un individuo siente hacia alguien del mismo sexo (homosexual), del sexo opuesto (heterosexual) o de ambos sexos (bisexual). La orientación sexual así como la identidad de género son construcciones socioculturales que no siempre encuentran un correlato en lo biológico.
Al respecto, existe abundante bibliografía que explica la diferencia entre “sexo” y “género”.
Lo cierto es que intervenciones fallidas como las de Rafael Romero y refutaciones inconsistentes al estilo de Jaime Bayly le hacen un flaco favor a la comprensión del debate en torno al género. Unos por desconocimiento del tema y otros por la falta de argumentos.