Estudios Culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo.
Frederic Jameson.
Slavoj Zizek
Paidós, 1998
Los estudios culturales son herederos de la disidencia intelectual marxista liderada por Raymond Williams quien, a fines de los sesenta junto a otros intelectuales de izquierda en Gran Bretaña, decidió apostar por un marxismo no dogmático que recogiera lo mejor de otras teorías para explicar los fenómenos de la sociedad contemporánea. Si bien apoyaron una lectura crítica del marxismo, no abandonaron las categorías clásicas hoy consideradas “arcaicas” como la lucha de clases, base y superestructura. En esta renovación del marxismo siguieron la línea de la Escuela de Frankfurt integrada por Horkheimer y Adorno con quienes coincidían en la aplicación del marxismo en la crítica de la cultura. Más tarde, Sartre, Lukács, Goldmann, Althusser y Barthes continuarían con este impulso hasta que la actual generación de intelectuales marxistas, avasallada por las recriminaciones de las que fueron objeto luego de la caída del Muro de Berlín y por todo lo que ello significó para el mundo socialista, se rindió ante la agenda académica impuesta desde la academia norteamericana, en la cual, los estudios culturales adoptaron un sesgo menos comprometido intelectual y políticamente hablando.
¿Qué sucedió con los buenos propósitos de enriquecer el marxismo con otras teorías críticas y aplicarlo para explicar los fenómenos culturales? Frederic Jameson y Slavoj Zizek ensayan una respuesta y algunas recusaciones a la pérdida del espíritu crítico y a la falta de compromiso político que caracteriza a buena parte de los actuales estudios culturales.
En la introducción a cargo de Eduardo Grüner, se presentan los rasgos centrales de las obras de Jameson y Zizek. Ambos provienen de tradiciones intelectuales diferentes. El primero de la teoría literaria, la estética y la crítica marxista de la cultura; el segundo, asienta sus bases en la filosofía posthegeliana y la teoría psicoanalítica lacaniana. Jameson sigue la ruta del marxismo anglosajón en la senda de Raymond Williams y Terry Eagleton, —tendencia conocida como marxismo occidental— integrando los aportes del psicoanálisis lacaniano y en alternancia con la crítica teórica del posmodernismo, donde utiliza las categorías tradicionales como modo de producción y lucha de clases.
Por su parte, Zizek articula el idealismo alemán con el psicoanálisis lacaniano incursionando también en el estudio de la posmodernidad, pero sin caer en modas o imposturas intelectuales. Al igual que Jameson, mantiene una actitud crítica frente a las ideologías post (estructuralistas, modernistas, marxistas). Zizek es de los pocos intelectuales de izquierda que fusiona el marxismo con el psicoanálisis lacaniano, “el que más está haciendo por la reconstrucción de una ideología de cuño marxiano pero (…) renovado por el aporte teórico psicoanalítico” (16).
Otro interés común entre estos dos teóricos es el análisis de la cultura de masas o cultura popular (literatura, arte, cine, etc.) aunque sin perder el juicio crítico-político de las ideologías que subyacen a este discurso. Toman distancia del populismo posmoderno que pretende borrar las diferencias ideológicas en nombre de una malentendida transgresión de las fronteras entre “cultura de élite” y “cultura popular”.
El principal cuestionamiento de Jameson y Zizek a los estudios culturales consiste en el abandono de la crítica de las ideologías y de ciertas categorías consideradas obsoletas por las teorías post; de la falta de compromiso político por parte de los intelectual y su consecuente “academización”, entendida como la consecución de un espacio para consolidar el poder mas no desestabilizarlo, todo ello en el marco de la globalización del capitalismo tardío. Los trabajos de los intelectuales contemporáneos indagan en frivolidades; en otros términos, los estudios culturales han perdido la perspectiva crítica que les fue heredada por el marxismo heterodoxo. Asumir un compromiso político suena en la actualidad, demasiado solemne como para ser tomado en serio. Los teóricos post, se escandalizan ante cualquier pretensión universal o totalizante. ¿Es que acaso alguna teoría no aspira a ser universal? “no hay particularidad que (…) no se oponga a alguna forma de universalidad, ‘esencial’ o históricamente constituida. Y no hay pensamiento crítico posible y eficaz que no empiece por interrogar las tensiones entre la particularidad y la universalidad” (24).
En la acertada presentación a los ensayos de Jameson y Zizek, Eduardo Grüner explica que los estudios culturales no solo perdieron la perspectiva inicial sino que además, en el proceso de absorción de nuevas teorías, más que ganar, perdieron, puesto que incorporaron lo peor de las teorías post, sobre todo aquel rechazo visceral a los discursos totalizantes por considerarlos una amenaza de hegemonía. Lo paradójico es que las élites económicas que han fortalecido su poder con la expansión del capitalismo, están más sólidas que nunca, ellas sí no admiten la fragmentación, la cual es saludable para los demás. El universalismo capitalista globalizado en clave neoliberal se presenta como un proceso unificador y no hegemónico al que se no se puede resistir por ser histórico y representar la mejor (la única) opción una vez que cayó el socialismo, mientras tanto, cualquier otro universalismo es catalogado de totalitario. A esto pues, habrían colaborado los estudios culturales en su afán de exaltar la diferencia, el particularismo, la identidad, en fin, el multiculturalismo.
Como consecuencia de la moda intelectual en que se han convertido un sector de los estudios culturales, los trabajos de Jameson y Zizek publicados en este libro, apuntan a que los intelectuales de hoy salgan de sus reductos y transformen la supervivencia intelectual en persistencia. Este clamor está dirigido sobre todo al marxismo y al psicoanálisis ya que, al refugiarse en sus reductos, los intelectuales se alejaron de las masas y son cada vez menos comprendidos por ellas. Específicamente, la jerga oscura del psicoanálisis lacaniano da la impresión de que solo es un asunto que compete a iniciados en la materia.
Otra idea que se deriva de estos ensayos es la refutación a la afirmación que sostiene la desaparición y/o caducidad del marxismo. El marxismo no ha desaparecido porque aun subsiste el capitalismo y su expansión mundial amerita una teoría crítica que lo cuestione. Mientras más hegemónico sea el capitalismo, más justificada estará la crítica marxista.
En un contexto de capitalismo globalizado, conceptos como lucha de clases y base económica adquieren notable relevancia. Multiculturalismo, identidad y poder, categorías muy utilizadas por los estudios culturales, están atravesadas por la lucha de clases aunque en apariencia pareciera que el marxismo no tuviera nada que decir sobre la identidad de género, racial o cultural. Si bien las múltiples identidades no están determinadas por la identidad de clase de una manera rígida, existe articulación entre las identidades múltiples y la lucha de clases en contextos en la medida que tales identidades puedan acceder o no a los medios de producción, los cuales, a su vez, son parte de la base económica. Grüner acota que se debe entender la base económica en su dimensión más amplia, es decir, en sus relaciones con lo político, ideológico, jurídico y cultural. En este sentido, lucha de clases y base económica todavía son categorías útiles para explicar la actual realidad cultural; sin embargo, lo que ha ocurrido con los estudios culturales es que por la exaltación de la diferencia, la particularidad y el multiculturalismo retiraron de su agenda la lucha de clases.
Contra lo sostenido por muchos teóricos posmodernos las clases sociales no desaparecen: o consolidan o pierden su poder. La existencia de un proletariado (actualmente, un superproletariado a escala mundial) supone la existencia de una clase dominante. La desaparición del proletariado solo se entendería en tanto desaparezca la clase dominante. Por otro lado, aquellos que promueven la idea de clases disueltas o la desaparición de la lucha de clases, suelen ser los mismos que forman parte de grupos con identidades sólidas, para nada disueltas, como por ejemplo, los conglomerados transnacionales. He aquí otro argumento a favor de la vigencia de la identidad de clase.
Respecto al multiculturalismo tenemos que los estudios culturales de tendencia ultra post, se entusiasman hasta el hartazgo con la identidad, la fragmentación y la diferencia, a tal punto que cualquier totalidad les sugiere hegemonía o totalitarismo. (Al respecto, Slavoj Zizek aborda las distorsiones sobre este término en ¿Quién dijo totalitarismo? inco tesis equivocadas sobre el mal uso de una noción). Lo que ignoran los apólogos del multiculturalismo es que los movimientos sociales son también totalidades articuladas. “La insistencia excluyente en los movimientos sociales y el multiculturalismo, por lo tanto, entraña el peligro de un desarmante descuido del análisis del ‘sistema’ como totalidad articulada (por el contrario, el análisis del sistema en estos términos de totalidad articulada obliga a restituir a la teoría el eje de las clases y sus luchas, justamente en su articulación con otras formas de resistencia)”. (38)
El multiculturalismo ignora la noción de sistema como totalidad articulada, impidiendo la conjunción de la lucha de clases con otro tipo de luchas por la identidad. El multiculturalismo fragmenta las identidades y distorsiona la lucha de clases, presentándola como un proyecto esencialista, universal o totalitario al considerar solo el aspecto económico de la lucha de clases. El ensayo de Zizek, “Multiculturalismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado” se encarga de desmontar el aparato teórico del multiculturalismo en los términos antes expuestos. Jameson, por su parte, en “Sobre los estudios culturales” toma como pretexto una compilación de trabajos, publicada en Estados Unidos, realizados desde la perspectiva de los estudios culturales para rescatar ciertos aspectos pero sobre todo para cuestionarlos en su relación con otras disciplinas, la exagerada manipulación de ciertos conceptos como “poder” y la banalización intelectual en que recaen algunos de los estudios culturales.
Dos ensayos que guiarán al lector interesado en indagar más allá de las modas intelectuales y en la génesis, evolución y decadencia de los estudios culturales y la correspondiente fetichización del multiculturalismo.