Ilapso de Virgina Medina Rivera

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Por Arturo Caballero Medina

La poesía, a diferencia del ensayo o la narrativa, pareciera en la actualidad haber retrocedido en cuanto a su consumo por parte del lector. La novela y el cuento suelen llegar con mayor facilidad al lector masivo. Existen condiciones que favorecen este fenómeno: el aparato mediático y comercial que envuelve a la novela (o, específicamente, a los novelistas), la promocion de instituciones para la edición y difusión de dichas obras, además de los notables incentivos económicos que avalan las premiaciones literarias en narrativa.

No estamos en los 900, años de la rimbombante poesía musical y declamatoria de los modernistas, con poetas que destacaban por ser personajes públicos y grandes oradores que rompieron los esquemas establecidos y que sentaron las bases de la poesía peruana actual.

Asistimos en estas últimas décadas, creo yo, a la contemplación del fenómeno del poeta silencioso y marginal (vislumbrado y desde Eguren) y de un mismo tipo de lector que, respectivamente, producen y consumen la poesía en espacios reducidos de creación y discusión. En estas circunstancias, el poeta contemporáneo -al menos en nuestro medio- se ve obligado a recurrir a publicaciones colectivas en revistas de regular circulación, al intercambio de plaquetas o trifoliados en encuentros literarios o a publicar en breves ediciones autofinanciadas. Las revistas literarias logran satisfacer en algo la demanda de publicación pero, usualmente y salvo honrosas excepciones, terminan en el anonimato así como el poeta. El esfuerzo por rescatar a esos escritores es un reto planteado ya hace mucho, reto que debe ser asumido por la comunidad literaria en general.

Leyendo Ilapso y dialogando con su autora, me doy cuenta de la vasta producción literaria que se publica en Arequipa y que, a pesar de estar aquí a nuestro alcance, la desconocemos, o lo que es peor, conociéndola la ignoramos.

Es Virginia Medina Rivera una escritora -el género es lo de menos, importa el arte- que luego de un silencio de cuatro años (En pos del encuentro, 1999) nos brinda una poesía de meditada reflexión y agudo intimismo.

No pretendo agotar en este prólogo todas las impresiones de mi lectura acerca de Ilapso, pero sí adelantar a los futuros lectores, una semblanza de los poemas aquí contenidos.

Un tema recurrente es el misticismo. En el poema “Medianoche”, “campos postrados en religiosa meditación”, nos presenta una aguda visión del desarraigo existencial del ser humano en su vida cotidiana y mecanicista:

“inverosímiles húmeros
se suman al enredo
sin rodeos
inician macabra danza
danza de la muerte
danza de la muerte que al final nos ofrece un sembrío de rosas desgarradas “

Es el mismo tópico en “Santuario artificial”:
Hundidos en un cielo de cartón
cientos de ángeles desmoronan
las clavadas espinas
de cuadrados ojos
donde depositan su abandono

En “Tierra de Caín”, la muerte, soledad, el desarraigo y sobretodo, el tema del fratricidio resultan evidentes:

“cadáveres humanos
regaron las calles
y los ojos
amanecidas flores
se llevaron
el espanto
Ayacucho —decían—
Tierra de Caín”

Por otro lado, la increpación a Dios en “Presagiados vuelos”:

“Señor, señor
rabioso el látigo de las sombras
se levanta y truena
como noche inacabable
¿somos tu creación?”

Se dirige a Dios la pregunta cuestionadota e inquisitiva sobre el remordimiento divino acerca de la creación del hombre, ya que éste, en nombre de Dios ha cometido grandes atrocidades.

“Señor, estos pequeños
audaces diosillos
terrícola clonación
de Baal y Luzbell
se ufanan de su mortífera alma y entre las sombras van
demoliendo vientos”

Ilapso: éxtasis contemplativo de la realidad, visión existencial de la vida humana; es un llamado a la toma de conciencia social, a la sensibilidad con el otro desconocido, tan venida a menos en nuestra época de frialdad tecnológica y automatización de la vida. Pero va más allá de la simple contemplación, es un llamado a la acción, al compromiso con el otro, a trascender el pesimismo y a subvertir el estado imperante de las cosas.

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