“La única manera de lidiar con este mundo sin libertad es volverte tan absolutamente libre que tu mera existencia sea un acto de rebelión”. Albert Camus.
¿Qué celebramos hoy desde la libertad, que nace de la remembranza y del despertar?
En estas fiestas patrias de 2013, la remembranza es un despertar contra la ignominia de los acontecimientos nacionales y mundiales recientes, esta náusea me conduce a no celebrar nada. La patria degradada me lleva más bien a los poemas de Thiago de Mello, Amazonas patria de agua y Los estatutos del hombre. A fines de este mes julio de 2013, se rememora el fallecimiento de Ignacio de Loyola y de Luis Buñuel, dos grandes maestros universales que marcaron mi pensamiento, mi sentimiento y mi acción. La diferencia entre la historia personal y la circunstancia histórica entre ellos es muy grande, para empezar los separan casi quinientos años, pero los acerca la grandeza, en las palabras exactas del gran Karl Jaspers.
Estoy haciéndome preguntas en mi breve memoria escrita sobre mi vida y mi obra, estimulada por la lucha por la justicia y la paz. ¿Por qué no aparecen los partidos, las ideologías y las iglesias? ¿Por qué está tan acentuada en ese recorrido existencial mi independencia? Cuando aparece una persona en mi vida, es por amistad y aprecio, no por militancia partidaria, ideológica o eclesial.
Soy una persona que reacciona instintivamente (como interrumpido por la idea de Henri Bergson sobre “[el] instinto esclarecido por la inteligencia”), a todo intento de que se le imponga una rigidez formal sea política, ideológica o religiosa. Amo la libertad sobre todas las cosas, ser libre para amar es un asunto de los huesos de mi alma, de su columna vertebral, de su médula espinal, de su líquido encéfalo raquídeo.
He pensado y sentido en estos últimos veinte años vividos una gran cercanía a Hannah Arendt, a Walter Benjamin y a Albert Camus, por compartir con ellos la utopía de la libertad
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