La violencia, nuestra epidemia más mortal, y el coronavirus
Una reflexión desde una terca esperanza en la humanidad
Una hipótesis que debe ser investigada a fondo multidisciplinarmente es que las pandemias microbianas son una respuesta violenta, una explosión, un Big Bing ante la destrucción masiva de animales no humanos, frente al despojo en masa de los más pobres y desiguales de la propia especie humana, y de cara a la contaminación letal de sus hábitats naturales. Es un asunto de fondo de ecología y humanismo integrales. Luchar contra el cambio climático, luchar contra el efecto invernadero y luchar contra la violencia ejercida por los grandes poderes de la barbarie opuestos a todos los seres vivientes es una condición necesaria para la sobrevivencia de la Tierra y del universo.
No hay ser viviente más destructivo que el hombre mismo; en contraposición, no hay ser viviente más constructivo que el hombre mismo: esta es la paradoja de nuestro tiempo y de toda la historia de la humanidad. El actual COVID 19 y las pandemias microbianas —que, probablemente, se repetirán cada veinte años, según Bill Gates y los principales expertos, entre ellos premios Nobel— son un producto cultural humano homicida y ecocida, contrario a la solidaridad, a la Ecología integral y al cuidado de la casa común a las que se refiere el papa Francisco en su Carta encíclica Laudato si’, en un profundo diálogo entre la espiritualidad y la ciencia moderna.
Tenemos que prepararnos para este cambio de época dentro de una nueva sociedad. Para derrotar estas pandemias, todos los países del mundo deben estar equipados con las vacunas, las instituciones y el personal calificado suficiente en salud y sanidad. Esta situación nos convoca y nos reta a luchar por una tierra y un cielo nuevos, donde todas las criaturas vivientes convivan en armonía y paz contra toda violencia, en un nuevo orden mundial compasivo.
¿Pero cómo humanizar la revolución científico técnica del siglo XXI? ¿Habría qué apostar por las nuevas generaciones en este cambio de época? Es fundamental el grito de los jóvenes clamando al cielo para ser escuchados. Es su porvenir el que está en juego, es su vida y su muerte las que están en la arena de la aventura humana, en el aquí y el ahora. Dándole un sentido amorosamente transformador. ¡Y no hay remedio!
Semana Santa 2020
Manuel Piqueras