Poesía: bella poquedad del lenguaje

Como escritor cada vez tengo más consciencia de la belleza de la poquedad del lenguaje poético, frente a poetas copiosos que abundan en palabras. San Juan de la Cruz alcanzó la cumbre de la poquedad de la palabra en lengua española en el siglo XVI con su genial poema, Noche Oscura.

En el siglo XX, César Vallejo, continua está economía maravillosa de la lengua de la Mancha, en su poema en prosa, “Voy a hablar de la esperanza”, en Poemas humanos. Trilce, asombroso poemario, es un magnífica muestra de la poquedad de la palabra y de la creatividad de la lengua humana.

Matsúo Basho, entró en nuestra lengua por medio de Octavio Paz, en Sendas de Oku, maravilloso peregrinaje espiritual del poeta monje budista en el Japón del siglo XVII, en un viaje por los territorios del alma y de la creación poética por el médium del haiku:

“Terco esplendor:

bajo la luvia, erguido

templo de luz.”

Un bello haiku de Matsúo Basho:

“Narciso y biombo:

uno al otro ilumina,

blanco en lo blanco.”

Al respecto de este poema, Octavio Paz dice que “traza en tres líneas la figura de la iluminación y, como si fuese un copo de algodón, sopla sobre ella y la disipa. La verdadera iluminación, parece decirnos, es la no-iluminación.”

 

Portrait of Bashō by Hokusai, late 18th century

 

 

 

 

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