Bella entrevista literaria realizada por Mónica Pelluz, lingüista, correctora y periodista.
El autor peruano es uno de los invitados más destacados de la Feria del Libro de Murcia 2019, que le ha invitado a la ciudad para presentar, esta mañana en el Museo Arqueológico, Iluminaciones en el desierto.
El escritor peruano Manuel Piqueras llega hoy a Murcia para presentar, invitado por la Feria del Libro, su última referencia, Iluminaciones en el desierto, un recorrido por sus anteriores obras. En él habla de sueños, libertad, amor y esperanza, y evidencia un bagaje cultural inconmensurable: cine, música, pintura, poesía, prosa y filosofía. Y es que al autor –que estará a partir de las once de la mañana en el Museo Arqueológico– le apasiona aprender; no en vano, sus palabras nacen desde esa «inocencia con experiencia» de la que hablaba Hannah Arendt.”
En el preámbulo de Iluminaciones en el desierto, Marco Martos no sabe cómo definir sus escritos: poesía, prosa, textos académicos… ¿Usted podría calificarlos?
Es la idea de una cierta libertad frente a los géneros literarios. Me muevo entre géneros distintos por libertad. He sido muy rebelde, en el sentido de Albert Camus.
En este libro hay una versión del cuento de El patito feo. Dice de él que es un patito no querido, que «llevaba una espina en el alma que lo hacía agresivo y violento», pero que encontró quien le enseñó a no atacar. ¿Es su reflejo?
Es la historia de mi vida desde la niñez a la adolescencia. Creo que he tenido una vida un poco dura, pero siempre he sido acogido en el amor, en la enseñanza. En el cuento hay dos maestros, uno era cinturón negro de judo y, el otro, el mejor boxeador de Perú; ellos me inculcaron a aprender a defenderte, no a atacar. Con diecisiete años, marca mucho…
Encontramos textos en los que habla de ética, de valores de comunidades, del amor a los otros y del «morir por el otro». Usted fue fundador de Aprodeh, una organización en favor de los derechos humanos en Perú.
Sí. Creo en unos derechos y libertades. Tengo tres sensibilidades altas: la del niño, la de la mujer y la de los que están desvalidos, a los que nadie les da la mano. Yo los defiendo. Sobre todo, hubo una época, al ser diputado, en la que me dediqué mucho a ayudar a la gente mediante métodos no violentos. Insisto: defenderte, pero no atacar.
Vivió una etapa dura para Perú, con el dictador Fujimori.
Fue una época negra. Tengo una espiritualidad un poco sui generis. Marco Martos me asocia con César Vallejo, con el poema Quiero hablar de la esperanza, que es, en realidad, sobre el sufrimiento. Yo soy muy feliz a pesar de los golpes; no soy amargado, soy alegre.
El libro tiene un componente religioso.
Diría que soy un creyente no religioso. Tengo muy buenos amigos en la iglesia católica, pero me quita libertad el amarrarme a ideologías, a partidos, a religiones. No es un acto soberbio; es una cuestión de alma.
Parece que cuando habla de Dios se refiere a un «Dios amor».
Estoy en un diálogo con el budismo. Es un viejo tema que me toca desde que comencé a leer a Gandhi a los quince años. ¿Él afirmaba que era judío, cristiano, musulmán, hinduista, budista? Tengo la impresión de que este ‘Dios amor’ es de todos, nadie puede hacerse propietario de él. Hay una fuerza de ‘infancia espiritual’. El niño está por todos lados en mi libro. Teológicamente, es exacto; la inversión mesiánica de Jesús de Nazaret es la de los niños: «Yo te bendigo, Padre, porque no revelaste esto a sabios y 0prudentes, sino a los niños», decía Mateo.
La filosofía también es un elemento constante en su narración. Cita mucho a Hannah Arendt.
Sí, Hannah Arendt es un canon en la filosofía contemporánea, y es una pensadora poética. Hay un vacío en no conectar la filosofía con la literatura, pero hay grandes pensadores poéticos, incluso terribles pensadores poéticos, como Heidegger: Ser y tiempo es una belleza de libro; es un nazi, sí, pero es una belleza de libro. Por ejemplo, volviendo al tema de los niños, Hannah Arendt decía de Walter Benjamin que era inocente consciente, inocencia con experiencia, que es tener el alma de niño.
Pero ¿es posible mantener la inocencia una vez adquieres experiencia y contemplas la vida?
Es a lo que apuesta Arendt. Aunque el tema es más antiguo; hace una inversión a la Ética a Nicómaco de Aristóteles, que es en buena parte un tratado de la amistad; pero amistad entre amos, ahí no hay inocencia…: los esclavos y las mujeres no son ciudadanos. En Hannah Arendt hay un antecedente clave: su tesis doctoral estudia el concepto del amor según San Agustín. Conoce el hebreo notablemente bien y tenía una base teológica: sabía que la inversión mesiánica central de eso que llama «religión del amor» eran todas las otras inversiones mesiánicas. Toda gira en torno a la infancia espiritual.
Camus es un pensador que ha mencionado ya y un autor recurrente en el libro. Le pregunto lo mismo que se preguntaba él: «La vida, ¿vale la pena de ser vivida?».
Es una frase que retoma Camus: en el hombre hay más razones de admiración que de desprecio, la vida vale la pena de ser vivida; la respuesta está en El hombre rebelde. Por supuesto que la vida vale la pena. «Estamos condenados poéticamente a amar la vida porque la vida es bella», decía Roberto Benigni en La vida es bella; es una frase notable y real.
Hablando de belleza, la obra está formada por cuatro libros. El primero que escribió se llamaba La belleza nos hace libres. ¿Realmente lo cree así?
Probablemente esa especie de sentido de libertad y rebeldía, de no venderme, tiene mucho que ver con la belleza, que me relaja. La belleza es una cosa muy personal. Ha habido monstruos políticos que han escrito páginas inolvidables, llenas de belleza. ¿Qué tiene que ver la creación artística con la política? No veo qué correlación hay. Me molesta ese pensamiento rígido que no hace mediaciones. El bueno y el malo son categorías que están fuera en la creación. Lo que sí importa es ser auténtico, hablar con el alma. Soy universalista, no quiero excluir a nadie; voy a una tolerancia radical, no extremista, sino a la raíz, y personalmente soy moderado, a la mitad del camino. Sin humildad no vas a ningún lado.
Fotografía: María Angélica, mi madre, la fuente de mi lengua materna, el español, ternura poética…