Los caminos misteriosos del amor humano

Al Ángel de bella luz del tiempo sin tiempo 

“Sólo me interesa el amor, y estoy solo en contacto con las cosas que giran en torno al amor”. Marc Chagal.

I. La seducción en el gran poeta Jeremías nos coloca frente a la paradoja del amor: “Me sedujiste y me dejé seducir”, se revela como un combate espiritual, es su enamoramiento sin intención e imprevisto “del amado y la amada” que lo coge por sorpresa y lo desarma dejándolo mudo y desnudo. En contraposición muestra su resistencia a aceptarlo, hasta que iluminado por el misterio del amor se declara vencido: “Fuiste más fuerte que yo, y me venciste”. Este modo de escribir poéticamente sobre el amor y la pasión es de una belleza y profundidad inigualables, porque es envolvente y total. ¡Y no hay remedio!

“¡Me sedujiste y me dejé seducir! 

Fuiste más fuerte que yo, y me venciste.”. Jeremías, 20:7.

II. La unidad de la masculinidad y de la feminidad conduce a lo eterno, poetiza el sabio chino Tao Te King, revela que quien conoce lo masculino y sin embargo celebra lo femenino, se convertirá en un ser que “acumula las fuerzas del mundo”, como una fuente que no podrá ser separada de la fuerza eterna del amor. Es el amor unificado, interior y exterior, que conduce hacia la iluminación. Dios es visto como papá y mamá, no el uno sin la otra, ni la otra sin el uno, es la otredad de Dios. Como diría desde otra cultura San Juan de la Cruz: el «Amado en la amada transformado» son lazos indesligables. Lo quebrado y escindido sólo conduce al desamor y a la muerte envueltos en la confusión opuesta a la iluminación. Solo siendo uno−la virilidad y la femineidad−, sólo así de entrelazados se puede retornar al estado de la infancia, que es la cumbre más alta del amor en el fenómeno humano y en el medio divino.

“El que conoce la virilidad pero contiene la femeneidad

se convertirá en una fuente donde se acumula la fuerza del Mundo

Como es una fuente para el mundo, no podrá ser separado de la fuerza eterna,

y así podrá volver al estado de la infancia.”. Tao Te King, XXVIII.

Cuadro: Marc Chagall, Los amantes de las lilas

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