Libro de Emanuel, se inspira en la metáfora poética esencial de Isaías (7:1-25), uno de los grandes poetas de la humanidad. Manuel Piqueras.
“Conozco personalmente a Manuel Piqueras desde que presenté su libro Solidaridad frente a homicidio: ensayos sobre la no violencia militante en el siglo veintiuno (2003) en la ONG IDL. Desde entonces, sé de su afán por defender la libertad y los derechos humanos. Anteriormente, yo ya había escrito una reseña sobre La Edad de la Utopía (2001) en la sección Luces de El Comercio. En este libro, Piqueras hace una lectura reflexiva de filósofos trascendentales como Hannah Arendt (1906-1975), Emmanuel Levinas (1905-1995) y Amartya Sen (1933), premio Nobel de Economía 1998 por su lucha contra la pobreza, con el propósito de descifrar el espíritu de la época a través de la filosofía y una economía humanista, y lo que para él significa el valor de la vida como bien supremo (Arendt), la libertad integral (Sen) y el amor al prójimo (Levinas); sentimientos, ideas, valores que hoy han perdido autoridad y han dejado de guiar el desarrollo de los pueblos y los destinos de los habitantes de este planeta, impulsados por intereses mezquinos, lucrativos. En la Edad de la Utopía anota Piqueras: “El siglo XX nos deja la herencia de un cementerio planetario de alrededor de 37 millones de muertes entre 1914 y 1991”. Para el sociólogo peruano la importancia de la paz es crucial, la democracia y la compasión por el prójimo. Ya en su segundo libro, le dedica un capítulo a la violencia en Ayacucho durante la posguerra terrorista, para que la historia no se repita.
El siglo XXI no parece dar marcha atrás ni parar la máquina del horror. Por eso, los últimos escritos de Piqueras se sumergen en un lirismo que remonta el intimismo de la poesía y nos sitúa en el terreno del amor absoluto, el que va de lo personal a lo universal, de lo concreto a lo simbólico, de los cariños parentales, filiales, a la admiración de los grandes mitos y de los poemas epifánicos como “Noche oscura de San Juan de la Cruz” y “Voy a hablar de la esperanza” de César Vallejo.
Libro de Emanuel es un texto híbrido, compuesto de dos partes intensas: “Las paradojas de la soledad” y “Libro de Emanuel”. El estilo que elige Piqueras para tramarlo es el de la fusión: poemas, reflexiones, crónicas y ficción, que rompen los parámetros de los géneros cuyas fronteras absolutas a veces son un símil de otros lindes, políticos y/o geográficos que impiden a las gentes moverse libremente por el mundo.
En “Las paradojas de la soledad”, el referente inicial es un cuento infantil del escritor danés Hans Christian Andersen, “El patito feo”, que Piqueras hace suyo para revisar su periplo vital. No se trata de rememorar el tiempo pasado con este peculiar símbolo que -según el relato-: el de un patito deleznable que se convierte en la madurez en un hermoso cisne, sino de pasar revista a su infancia, a su país, a los acontecimientos que hicieron época y dejaron huella en él, como Woodstock, y descubrir, ya como cisne, la talla de Gandhi como pacificador y la sabiduría del Papa Juan XXIII.
Aunque no solo son Gandhi y Juan XXIII los paradigmas; surgen otros personajes emblemáticos tomados de la Biblia y de la literatura universal: Job, el Principito y en especial Amadeus, este Amadeus andino que Piqueras asocia con el réquiem de los pobres, con un “Cristo azotado de América”. Amadeus es también tierra Wanka, piedra sagrada, en lengua quechua. Pero estamos cruzando los límites culturales, uniendo con líneas intangibles el mapa de la historia, de la vida, de los amores de Piqueras. En el texto lírico “El réquiem de los pobres. Misa fúnebre”, el versículo –podemos llamarlo de este modo para darle un hálito espiritual- que pone el énfasis en estos primeros apartados de “Las paradojas de la soledad”, no es ajeno a la trayectoria filosófico-literaria de su autor, pues tiene que ver con aquello que sirve de apoyo en las luchas de los grandes líderes de la paz y también en la trayectoria del artista como sufridor ejemplar, como lo describía la escritora norteamericana Susan Sontag en Contra la interpretación: “La pobreza es la forma más mortal de la violencia”, escribe Piqueras. Y entonces recordamos la pobreza de Mozart, ese Amadeus que fue enterrado en una tumba comunitaria simple; la de Vincent Van Gogh, siempre angustiado por la sobrevivencia y espoleado por la locura; la de César Vallejo en París, para citar a tres vitales paradigmas en la obra del escritor peruano.
Sin embargo, cómo no mencionar otros ejemplos magníficos, presentes en Libro de Emanuel: la Odisea de Homero, el Ulises de Joyce; gracias a ellos se expresa la incertidumbre no solamente del exilio, sino la del “migrante sin patria y sin hogar”. Por ello, Piqueras se remite al poema de Vallejo “Voy a hablar de la esperanza”, porque en este texto el poeta de Santiago de Chuco dice: “Hoy sufro solamente. Si no me llamase César Vallejo, también sufriría este mismo dolor”.
En “Libro de Emanuel”, el segundo capítulo que da título al libro de Manuel Piqueras, está dedicado sobre todo a su abuelo paterno, Manuel Piqueras Cotolí, artista, arquitecto, escultor, quien diseñó el Pabellón del Perú en la Feria Iberoamericana de Sevilla (1929), donde ganó la medalla de oro para nuestro país por su trabajo artístico, escultura integral y obra cumbre: “la plasmación de una síntesis mestiza genial, un collage andino e hispánico”.
Piqueras explora la diversidad cultural, planteada como una ruptura con la visión europea u occidental; el principal referente es Piqueras Cotolí, pero también el sacerdote y teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, cuya obra abona en la creación de una utopía andina y universal.
En “Libro de Emanuel”, “Bebiendo del pozo de los ancestros y descendientes en la Tierra del llanto, de la que surge la risa y en la que el cielo se abre”, el autor encuentra en vivos y muertos un camino hacia la poesía, que junto a la crónica familiar y con un aliento místico configuran un lenguaje filosófico cargado de lirismo. Este tono poético-filosófico le sirve para inmortalizar a personajes de su familia que, como su abuela Zoila Sánchez Concha, “limeña culta, inteligente y sensible”, esposa de Piqueras Cotolí, forman parte de lo que él llama los ancestros hispanos, andinos y universales: lazos de sangre, corazón y entrañas en la vida de las personas. Ellos iluminan, a decir de Manuel Piqueras, su historia personal y su circunstancia histórica. Por ello dedica párrafos intensos y apasionados a su vez a los lazos de sangre maternos en la obra de los Luna. Uno de sus antepasados fue su tata tatarabuela Juana Manrique de Luna, marquesa de Lara, ejemplo de lealtad y sacrificio puestos al servicio de la patria, a quien Simón Bolívar llamara “La patrona de Lima”, quien merece nuestro eterno reconocimiento.
Es la única mujer que se jugó la vida por la patria, cuyos restos reposan, por Ley del Congreso de la República de 1963, en el Panteón de los Próceres. Otro ancestro importante fue su bisabuelo Roberto Luna Vargas, héroe de la resistencia contra la invasión chilena.
En “Libro de Emanuel” se rinde culto al espíritu libre de estas mujeres y hombres, por esa razón deja constancia de algunas mujeres extraordinarias, entre ellas se refiere a su madre, María Angélica, como “una Luna espiritual”. Su enseñanza radica en un tema fundamental: inocencia con experiencia, asunto que recorre la Biblia y puntal en la enseñanza de Jesús. La importancia que tiene en la prédica de Jesús la inocencia en el niño se transforma en inocencia con experiencia en el adulto. La compasión, la solidaridad, la justicia y la caridad son puntos nodales en este valioso libro de Piqueras; su composición ata y desata cabos, para iluminar a los “hijos de las tinieblas”: “Los hijos de las tinieblas son más astutos (…) que los hijos de la luz” (Lucas 16-8), una cita de la Biblia con la que su madre le daba fortaleza y ánimos.
Libro de Emmanuel “son los huesos de mi alma”, anota Manuel Piqueras, y se pregunta por qué el arquetipo poético de Amadeus como espíritu íntimo de su obra. Tal vez porque en Mozart-Amadeus, la libertad de su genial temperamento artístico está urdida sobre la base de su hermosa música y de su temperamento irreverente. Libro de Emanuel es un libro con una música propia que fortalece alma y cuerpo en los lectores.”.
Prólogo de Carmen Ollé a Libro de Emanuel (entre comillas), de Manuel Piqueras (en proceso de publicación).
Fotografía: dibujo de Cristo Crucificado (1923-1925), de Manuel Piqueras Cotolí (1885-1937).