Hacia el Bicentenario de la Independencia.
Doña Juana de Dios Manrique de Luna, marquesa de Lara (1800-26 de junio de 1877) fue una mujer de temple, a quien le tocó vivir en la época más difícil de nuestra independencia. Ella abrazó con inteligencia y pasión la causa libertadora, participando activamente junto con su esposo, don José Cayetano Luna Zegarra, cuando los realistas ocuparon Lima.
José de la Riva Agüero y sus funcionarios tuvieron que establecerse en Trujillo. Para la defensa de la plaza se quedó el General Antonio José de Sucre en el Callao. Doña Juana de Dios Manrique de Luna ayudaba económicamente a los patriotas y colaboraba estrechamente con José Olaya Balandra en su labor de difundir la correspondencia entre los patriotas.
Gracias a sus vinculaciones, doña Juana de Dios se enteraba de las actividades y de los planes de los realistas, los cuales llegaban al General Sucre a través de una perfecta organización de espionaje con base en su casa. Las comunicaciones de Sucre a los patriotas de Lima fueron entregadas por José Olaya Balandra, quien fue apresado por el ejército realista. Lo torturaron con el fin de obtener información sobre las fuerzas patriotas. José Olaya Balandra no se amilanó ante el dolor. Le aplicaron doscientos palazos y doscientos latigazos, que soportó sin ceder aun cuando le arrancaron las uñas. En la mañana del 29 de junio de 1823 pronunció, agónico, la frase: “Si mil vidas tuviera gustoso las daría por mi patria”; luego fue fusilado en el pasaje de la Plaza Mayor de Lima, que ahora tiene su nombre: Pasaje Olaya.
El jefe realista conminó entonces a doña Juana de Dios Manrique de Luna, heroica y valerosa mujer, a comparecer ante él; como estaba enferma, ordenó a la tropa registrar su casa y someterla a intensos interrogatorios, pero ella con gran entereza negó todos los cargos que le hicieron y no pudieron probárselos. Doña Juana ocultó hábilmente la organización, logrando salvar la vida de muchos que sostenían la causa libertadora.
Doña Juana Manrique de Luna, ejemplo de lealtad y sacrificio puestos al servicio de la patria, a quien Simón Bolívar llamó “La patrona de Lima” merece nuestro eterno reconocimiento.
Es la única mujer que se jugó la vida por la patria cuyos restos reposan, por Ley del Congreso de la República de 1983, en el Panteón de los Próceres.
Corrección: Carmen Ollé
Fotografía: Archivo Privado Familia Luna