He recibido información calificada de que mi familia está en riesgo, intentan amedrentarla, en torno al juicio oral en la Sala Penal Nacional de la Corte Suprema, del grupo paramilitar que usurpó vilmente el nombre de un mártir, Rodrigo Franco. Esta vez, como cuando tuve que liderar la investigación parlamentaria de este grupo paramilitar, entre 1989 y 1990, mi vida ha estado marcada por la lucha por la paz y la no violencia, contra los crímenes de lesa humanidad y contra la impunidad, en defensa de las víctimas: “los más chiquitos y los más olvidados”.

Estaba haciendo memoria sobre el recorrido de mi existencia,  acercándose mi santo. En el peor de los casos será un testamento cargado de vida, libertad y ternura. Coloco este testimonio al servicio de la causa de la paz y la no violencia, en remembranza del mahatma Gandhi y del papa Juan XIII. Recuerdo la expresión de Jesús de Nazaret: “A mí nadie me quita la vida, yo la doy”. Juan, 10: 18.

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