Como señala, Mario Vargas Llosa, en su notable escrito literario, El Inca Garcilaso y la lengua de todos: “Pero, si hay que buscar un principio en el largo camino del español, desde sus remotos orígenes en las montañas asediadas de Iberia hasta su formidable proyección presente, no estaría mal señalarle como fecha y lugar de nacimiento los de los Comentarios Reales que escribió, hace cuatro siglos, en un lugar de Andalucía, un cuzqueño expatriado al que espoleaba una agridulce melancolía y esa ansiedad de escribidor de preservar la vida o de crearla, sirviéndose de las palabras”.
Manuel Piqueras Cotolí, en 1935, dos años antes de su muerte intempestiva, con su intuición genial, capturo el enigma del Inca Garcilaso y de su obra: fusión hispano, andina y universal. En el IV Centenario de la Fundación de Lima y por encargo de la colonia española, esculpe una placa en bronce y dibuja un monumento al Inca, para rendirle homenaje. Su relación intelectual y vital con el Inca y su obra es temprana, en Córdoba, el gran centro cultural de Al-Andalucia, que formó parte del periodo formativo de Piqueras Cotolí, siendo muy joven.