Entre las luces y sombras de nuestra condición humana, de un combate espiritual sin fin, los que tuvimos una historia de sufrimiento y esperanza encontramos el sentido de nuestra existencia en esa espiritualidad, cuya inspiración se halla en la inversión mesiánica central de Jesús de Nazaret: “Yo te agradezco, Padre, porque has ocultado estas cosas a sabios y prudentes, y se las has revelado a pequeños”. Mateo 11: 25.
Un clamor se ha oído en Nazaret, mucho llanto y lamento: es Jesús que llora por los niños heridos de alma, “Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Pero el que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y lo hundan en lo profundo del mar”. Mateo, 18: 5-6.
Este es el único testimonio, que les dejo a mis hijos amados, Soledad, Emmanuel e Ignacio.
Que la tranquilidad y la paz esté con nosotros.