La formación de los artistas y artesanos constituía, para el maestro, un proyecto integral en el que las actividades intelectuales y manuales poseen igual valor: “Eso mismo puede decirse de todos sus oficios: esas actividades manuales que algunos quieren separar de las intelectuales, pero que no es posible hacerlo pues ellas dos juntas forman el complejo hombre, sin una o sin otra, nada de lo realizado en el mundo hubiera sido realizado, la mano es tanto como la cabeza, y la cabeza tanto como la mano”.
El artista y educador va a orientar su actividad docente dando cara a la crisis de vocaciones. Suscitar vocaciones pareciera ser el centro intelectual y vital de su pedagogía: “La crisis que aquí sufrimos no es sólo de conocimiento ni de preparación técnica; de esto en comparación hay mucho, demasiado tal vez. La crisis es de espíritu, de orientación, de afición, de vocaciones. […] Ésta es la raíz del problema […]”. La escuela nueva de artistas y artesanos debe, simultáneamente, huir de la enseñanza estandarizada, tener una sólida unidad en torno a propósitos claros y poseer sentido práctico. En esta perspectiva, la disciplina es concebida como el estímulo de vocaciones y no como el castigo que prejuzga y estereotipa a los alumnos. El gran maestro propone una educación personalizada que desarrolle la inteligencia, la cultura, la destreza artesanal y la vocación artística por encima de todo.
Manuel Piqueras Luna, En busca de la tierra del padre, Revista Páginas, Nº 186, CEP-IBC, Abril, Lima: 2004.