El problema del Valle del Río Apurimac y del Ene (VRAE), es hartamente complicado, tanto el narcotráfico como Sendero Luminoso, tienen un fuerte arraigo en la población, liberar a la población de estas fuerzas de la muerte no está a la vuelta de la esquina. El Estado y sus fuerzas de seguridad están muy aislados, los gobiernos anteriores al actual, no han hecho nada. Vivir trabajando durante tres años a pocos kilometros del VRAE, escuchar los testimonios de profesionales democráticos quechuahablantes que atraviesan camuflados el VRAE con frecuencia, me ha llevado a percibir las grandes dificultades de este problema, pero hay que empenzar a actuar, ya, en nombre de Teresa.
En ese sentido la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (DEVIDA), de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM), que preside, Ricardo Soberón, está muchísimo más en la realidad que sus detractores, las políticas convencionales han fracasado nacional e internacionalmente, en esta ruta tenemos que encontrar nuestro propia marca Perú, si queremos separar a la población de las fuerzas perversas y tóxicas de la violencia y el narcotráfico, y así poderlas aislar y derrotar.
Autor: Patricia del Río
“Teresa. A secas. No tiene apellido. No tiene DNI. No recuerda quiénes fueron sus padres ni tampoco sabe a ciencia cierta cuál es su edad. Una de las pocas certezas que tiene sobre su existencia es que ha pasado toda su vida en un campamento de terroristas armados. Llegó allí, muy pequeña, en brazos de alguien con cara de malo, y sus últimos 20 años, los únicos de los que tiene memoria, los ha vivido trabajando, comiendo poco y mal, sin recibir ninguna educación, ninguna caricia, ningún tipo de afecto. Tal vez por eso la indiferencia en su voz cuando relata que los hijos que parió se los llevaron sin consultarle. Dice Teresa que fueron tres. Que no sabe dónde están. Que hoy deben tener nueve, seis y tres años.
Teresa, así a secas, es una de esas niñas a las que el terrorismo capturó para que les sirvieran de esclavas, de vientres de alquiler. Hasta antes que una de las patrullas militares que controla el VRAE la encontrara en un campamento terrorista, su triste vida simplemente no existía. A Teresa la violaron para que tuviera niños que sirvieran a la causa subversiva, y no nos enteramos. La secuestró una columna de Sendero Luminoso y nadie salió a buscarla. La esclavizaron y nadie escuchó sus quejas. A Teresa, a secas, le arrebataron su condición humana. En pleno siglo XXI, la trataron como un perro que solo merece llevar un nombre y no hubo nadie que pudiera defenderla.
Teresa es el mejor ejemplo de lo que ocurre cuando un Estado débil no puede hacerse cargo de sus ciudadanos y, ante la falta de recursos o interés, invisibiliza los dramas y carencias de los que no importan: hay cientos de niños en el VRAE, por ejemplo, que portan armas y disparan contra militares sin entender muy bien lo que están haciendo. Otro tanto en Madre de Dios se prostituye por una moneda de cinco soles. Miles de mujeres han contado cómo las sometieron sexualmente durante la locura de la guerra antisubversiva y, de los 538 casos denunciados, solo 13 se encuentran en etapa de investigación en el Ministerio Público y cuatro están siendo procesados en el Poder Judicial. Usando la violación como un arma, a estas mujeres las empujaron contra el suelo, les levantaron la falda a la fuerza, las obligaron a separar las piernas y, meses después de esa experiencia traumática y paralizante, parieron, al igual que Teresa, a los niños de la guerra, de la maldad, de la violencia en sus formas más animales y elementales. Nadie estuvo ahí para protegerlas, y hoy tampoco parece haber nadie para castigar tanta locura.
Uno de los aspectos más interesantes del nuevo gobierno del presidente Humala es, justamente, que busca replantear cómo debe relacionarse el Estado con sus ciudadanos. Se ha hablado de un Estado móvil que llegue a los lugares más recónditos del país, de ahí la idea de hacer sesionar al Congreso de la República en Ica. Se ha planteado, además, un Estado que participe de manera mucho más activa en la economía, y es obvio que el acuerdo con las mineras que multiplica por seis lo que aportaron al gobierno aprista da cuenta de una administración con más ganas de negociar en favor de las mayorías y no preservando los intereses de determinados grupos de poder. Se ha repetido con mucho entusiasmo que ahora sí las cosas van a cambiar y que el Perú va a ser un país donde predomine la inclusión y se reduzcan las diferencias. Como discurso, todo eso está bien, y las medidas mencionadas demuestran que se busca traducir las propuestas en medidas concretas. Sin embargo, si no se hace una fuerte reforma del Estado que agilice el aparato burocrático que deja fuera del sistema a las Teresas de nuestro país, corremos el riesgo de seguir acumulando buenas intenciones traducidas en maquillajes y en cambios superfluos que, a la larga, no hacen la diferencia. Hasta ahora, hay que ser sinceros, no hemos escuchado medidas al respecto, y la administración Humala parece que se está estrellando contra un Estado ineficiente al que no es tan sencillo echar a andar.”.