Archivo por meses: abril 2010

Los estragos del tiempo en el orinar del hombre

En El amor en los tiempos del cólera, obra maestra de Gabriel García Márquez, el gran escritor es capaz de narrar la cotidianidad del orinar de un hombre al paso de los estragos del tiempo, en un solo párrafo, sin que le sobre ni le falte una palabra, con un humor indescriptible. Este textum siempre me produjo un embelesamiento muy grande, por el gran talento en el manejo de la lengua de La Mancha y por la risa irrefrenable que me causa, desde su publicación décadas atrás, en 1986.

“Él fue el primer hombre al que Fermina Daza oyó orinar. Lo oyó la noche de bodas en el camarote del barco que los llevaba a Francia, mientras estaba postrada por el mareo, y el ruido de su manantial de caballo le pareció tan potente e investido de tanta autoridad, que aumentó su terror por los estragos que temía. Aquel recuerdo volvía con frecuencia a su memoria, a medida que los años iban debilitando el manantial, porque nunca pudo resignarse a que él dejara mojado el borde de la taza cada vez que la usaba. El doctor Urbino trataba de convencerla, con argumentos fáciles de entender por quien quisiera entenderlos, de que aquel accidente no se repetía a diario por descuido suyo, como ella insistía, sino por una razón orgánica: su manantial de joven era tan definido y directo, que en el colegio había ganado torneos de puntería para llenar botellas, pero con los usos de la edad no sólo fue decayendo, sino que se hizo oblicuo, se ramificaba, y se volvió por fin una fuente de fantasía imposible de dirigir, a pesar de los muchos esfuerzos que él hacía por enderezarlo. Decía: “El inodoro tuvo que ser inventado por alguien que no sabía nada de hombres”. Contribuía a la paz doméstica con un acto cotidiano que era más de humillación que de humildad: secaba con papel higiénico los bordes de la taza cada vez que la usaba. Ella lo sabía, pero nunca decía nada mientras no eran demasiado evidentes los vapores amoniacales dentro del baño, y entonces los proclamaba como el descubrimiento de un crimen: “Esto apesta a criadero de conejos”. En vísperas de la vejez, el mismo estorbo del cuerpo le inspiró al doctor Urbino la solución final: orinaba sentado, como ella, lo cual dejaba la taza limpia, y además lo dejaba a él en estado de gracia.”

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A la intemperie: en busca de la felicidad.

Mujer- Amor: en tu vida y en tu muerte, iluminaste mi existencia.

Busco la felicidad, hay que dejar atrás una historia de sufrimiento.

Alejarme me acerca, acercarme me aleja.

Mutaciones en mi vida sin ninguna alteridad amorosa cierta, salvo la del pequeño: Andrea, Alejandra, Maite e Isabela, las niñas de mis sueños.

Amadeus andino y universal, no tenemos donde reclinar la cabeza, estamos a la intemperie.

Amadeus andino y universal, Cristo azotado de América.

Desde esta Tierra Wanka, rincón de soledad e inspiración.

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El poeta Buñuel, por Octavio Paz

La poesía y el cine se aparean en la obra de Luis Buñuel (1900-1983). Como señalaba Octavio Paz, en Buñuel existe: “una irrupción deliberada de la poesía en el arte cinematográfico”. No sabemos cuan deliberadas o inspirativas sean esas nupcias, entre las imágenes poéticas y las imágenes cinematográficas, pertenecen al misterio. Nuestra intuición nos permite iluminar que: “El arte cuando es libre, es testimonio, conciencia. La obra de Buñuel es una prueba de lo que pueden hacer el talento creador y la conciencia artística cuando nada excepto su propia libertad los constriñe o coacciona.”.

Desde estas Páginas Libres, entregamos este lúcido y bello escrito de Octavio Paz, hecho en poesía en prosa, El poeta Buñuel. Luis Buñuel, uno de los grandes pensadores poéticos de nuestro tiempo de oscuridad y luz.

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