El gran director nos revela en todos sus filmes, a seres humanos en sus conflictos hondos del alma, alejado de los caminos trillados de los dos bandos: los buenos y los malos. Hannibal (2001), notable filme de Scott, es la máxima expresión de la complejidad humana que explora el creador, nos hace entrar en pánico, porque nos lleva al inconsciente, a los más intimo de la intimidad, como: “animal amor” que somos. La naturaleza de la condición humana es, la desmesura del amor y el animal salvaje, a la vez; en todas las actividades humanas, en lo público y en lo privado, en la sociabilidad y en la intimidad.
Ridley Scott, es un maestro de la recreación histórica realizada con una cultura y un rigor excepcionales, sus filmes históricos suscitan controversias con historiadores sin solidez y creatividad. El Siglo XII, la cúspide de la cristiandad, fue ya recreado notablemente por el gran director en, El reino de los cielos (2005), bello poema fílmico. No digamos el Siglo II, con Gladiador (2000), obra excepcional, por la historia personal que relata del héroe trágico, así como, por el talento y el trabajo del artista de volver a crear la trama histórica de la Roma de ese gran siglo largo. Es la época del gran filósofo leproso, Plotino y de su obra magistral, las Enéadas, que inspira, un tiempo después, a otro gigante del pensamiento poético, Agustin de Hipona. El horizonte teológico es otra de las grandes riquezas de la obra de Scott.
La bellísima opera, Vide Cor Meum, que rolla la obra de Ridley Scott, es una recreación de los poemas de amor de La Vida Nueva, de Dante Aliguieri. Toda su obra está envuelta en una estética iluminada por máscaras visuales y auditivas, para que sea visto y oído, con esa belleza que nos hace libres.
Evocamos, en Robin Hood de Ridley Scott, al hombre rebelde, la reivindicación nacional y la defensa del pobre, y sus ecos en nuestro tiempo de tragedia y esperanza.