Doña Fina: fuerza y ternura

La partida del reino de este mundo de doña Fina de la Puente de Villarán, gran amiga y notable mujer peruana, marca el pensamiento del corazón del primer epílogo de mi obra aún inédita, Las paradojas de la soledad (2009). Hay que ir a lo hondo, hacia atrás, su partida significa un antes y un después en mi experiencia intelectual y vital de escritor. Ella era mi primera lectora y me entendía más que nadie, su pérdida es irreparable.

Doña Fina: Fuerza y ternura

A Andrea, su biznieta.
Doña Fina de la Puente de Villarán, gran mujer peruana, se fue llena del Dios humilde a la 1 y 45 de la madrugada del 1 de agosto del 2002.
Sus cenizas fueron entregadas al mar, a la luz y a la libertad por su propio deseo, para encontrarse con las de don Fernando, su amado esposo.

Doña Fina sopló vida y paz a los que amó —a los suyos y a los otros—,
desde la arena del dolor humano, antes de su partida definitiva del
reino de este mundo en el que ella alumbró felicidad.

Mostró su belleza trágica y esperanzada, afilada, perfilada en los rasgos apacibles de su hermoso rostro caído, en el instante supremo en que la enfermera dijo: “Su madre ha fallecido”, certificándoles la defunción, suavemente, a las hijas y a los hijos, a las nietas y a los nietos, unidos en torno a ella en su habitación, en la noche oscura.

Doña Fina, fuerza y ternura, fuerza y sabiduría, fuerza y humildad,
—“fuerza débil fuerte”—,
nos reencontraremos en la comunidad lunar y solar de la amistad,
juntos todos, con don Fernando, su caballero, Quijotín.

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