El rostro bifronte de la soledad: sufrimiento y esperanza

A Emmanuel, mi hijo, Chef y artista.
Los seres humanos vivimos a horcajadas entre proyectos concretos y sueños poéticos.

Me he preguntado insistentemente ¿Por qué estamos tejiendo bocetos sobre personajes que nos revelan tan profundamente hasta donde puede llegar el amor, cuando va más allá de todos los límites humanos inimaginables? ¿Acaso la querencia es una experiencia rutinaria de intelectuales avinagrados en su incapacidad de amar?.

Los poemas de amor de la Vida Nueva de Dante Aliguieri, iluminan la memoria que despierta de cara a dos filmes magníficos, Drácula: el amor nunca muere, del cineasta italo americano, Francis Ford Coppola y Hannibal, del cineasta inglés Ridley Scott, ambas obras del gran arte del cine, se hallan envueltas en la bellísima opera Vita Cor Meum, que recrea sonetos de la obra dantesca.

Es como ir a lo hondo, hacia atrás, hacia lo inconsciente, hacia eso que expresa César Vallejo, con una hondura que sólo su poesía tiene: “Hoy sufro solamente”; sustantivo, limpio de adjetivos.

En el corazón de los andes centrales, en esta tierra Wanka, entre el exilio y la utopía, siento que vivimos en la delgada línea de esperar contra toda esperanza. ¿Tratado de la desesperación? ¿Temor y temblor? No lo sé, pero, muchas veces, el dolor remueve hasta los conchos.

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En estas Páginas Libres, “El réquiem de los pobres”, oculta y manifiesta una pelea con Dios. Como en los textos de la Escritura judeo cristiana, que leémos maravillados contemplando su belleza: “Las lamentaciones de Jeremías”, “La escala de Jacob” y el “Libro de Job”.

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