Recientemente hemos tenido la experiencia de la protesta amazónica en nuestra patria, hemos vivido de cara al homicidio colectivo de civiles y policías, por ordenes de un gobierno que mandó reprimir sin límites un paro indígena y ribereño amazónico justo y pacífico.
Sabemos por la información más calificada y por los análisis más serios, que el problema, en la coyuntura crítica, se llama Alan García, pero debemos ir a los problemas más de fondo de la sociedad peruana contemporánea, no resueltos desde la Colonia, su enorme incapacidad para cohesionar la “diversidad del diferente”. El reino maligno de las desigualdades horizontales, étnicas, raciales, de clase, de educación. La fragmentación, la exclusión y la violencia campeando. Este es el sentido de esta entrega del excepcional escrito de Amartya Sen.
Amartya Sen relata: “Mi primera vivencia del homicidio tuvo lugar cuando tenía once años. Corría el año 1944. Era la época de los disturbios locales que caracterizaron los últimos años del Imperio británico, que terminaría en 1947. Vi a un desconocido con una hemorragia que sangraba profusamente cruzando a trompicones la verja de nuestro jardín y pidiendo ayuda y un poco de agua. Llamé a gritos a mis padres y fui a buscarle agua. Mi padre se lo llevó corriendo al hospital, donde murió a causa de sus heridas. Se llamaba Kader Mia.”.