Desde estas Páginas Libres hemos criticado abiertamente la intervención militar reciente del Estado sionista fundamentalista de Israel en la franja de Gaza, específicamente la llamada, por el gobierno israelí, “Operación plomo fundido”, la matanza de civiles inocentes, muchos de ellos niños inocentes; pero en ningún momento estamos en el coro de lo de Umberto Eco, notable intelectual y escritor mundial, llama acertadamente el nuevo antisemitismo.
Toda discrimación por razones étnicas (o de cualquier desigualdad horizontal de que se trate), es una fuente de violencia en el mundo, no ganan por este sendero ni los palestinos ni los israelíes, sólo gana el fundamentalismo, el sectarismo y la violencia que atenta contra cualquier entendimiento pacífico entre las partes después de una guerra que tiene sus orígenes en el desastre de la fundación de esos estados por Inglaterra, y que ahora hay que reparar en un acuerdo de paz duradera de largo aliento.
Ciertamente, somos realistas de que se trata de un camino difícil el de la paz auténtica entre Israel y Palestina, no contra el apartheid y la guerra, en esa huella caminamos tanto con Umberto Eco como con Jimmy Carter, y con una comunidad democrática de intelectuales concientes, activos y operantes en el mundo.
“El mes pasado, en respuesta a la guerra en Gaza, entre Israel y Hamas, el pianista Daniel Barenboim pidió a intelectuales alrededor del mundo que firmaran una declaración defendiendo una nueva iniciativa para resolver el conflicto (que ha sido recientemente publicada en The New York Review Books). A primera vista, el intento es clarísimamente obvio: El propósito básico es atraer a todos los posibles medios para conseguir la presión de una mediación vigorosa. Pero lo que es significativo es que un gran artista israelí sea el responsable de tal iniciativa.
Es una señal que las mentes más lúcidas y los pensadores más profundos de Israel, estén pidiendo a la gente de parar de preguntarse qué lado es bueno y qué lado es malo, pero, por el contrario, de trabajar hacia la coexistencia de las dos gentes. Si ese es el camino, uno podría comprender la protesta política contra el gobierno israelí, donde no es por el hecho de que tales demostraciones están usualmente matizadas con antisemitismo.
Sino son los manifestantes mismos los que expresan una explícita postura antisemítica, en estos días, es la prensa. Yo he visto artículos que mencionan -como si fuera la cosa más obvia del mundo- “demostraciones antisemíticas en Ámsterdam” y cosas similares. Por ahora esto parece tan normal que parece anormal encontrar esto anormal. Pero preguntémonos a nosotros mismos si podríamos definir una demostración contra la administración de Merkel, en Alemania, como antiaria, o una demostración contra Berlusconi en Italia, como antilatina.
En este pequeño espacio es imposible de resumir los siglos de viejos problemas de antisemitismo, sus resurgimientos ocasionales, sus varias raíces. Cuando una posición sobrevive por 2.000 años, abofetea a la fe religiosa – de creencias fundamentalistas. El antisemitismo podría definirse como una de las muchas formas de fanatismo que ha envenenado nuestro mundo por los siglos. Si mucha gente cree en la existencia del diablo quien conspira para llevarnos a la condenación, ¿por qué ellos no podrían creer en una conspiración judía para asumir el poder del mundo?
El antisemitismo, como todas las irracionales y ciegas actitudes guiadas por la fe, está lleno de contradicciones; sus adherentes no se anotician, pero se repiten sin ningún embarazo. Por ejemplo, en los clásicos trabajos antisemíticos del siglo XIX, dos trivializaciones eran utilizadas y utilizadas según lo demandara la ocasión. Una era que los judíos, quienes vivían hacinados, en lugares oscuros, eran más susceptibles que los cristianos a infecciones y enfermedades (y por tanto ellos eran peligrosos). Por razones misteriosas, la segunda era que los judíos eran más resistentes a las plagas y otras epidemias, así como eran sensuales y alarmantemente fecundos, y por tanto, eran amenazantes invasores del mundo cristiano.
Otra trivialización fue ampliamente empleada por ambas partes, la izquierda y la derecha, y a modo de ejemplo, copio un clásico del socialismo antisemítico (Alphonse Toussenel, “Les Juifs, Rois de l’Epoque”, 1847) y un clásico del legítimo antisemítico catolicismo (Henri Gougenot des Mousseaux, “Le Juif, le Judaisme et la Judaisation des Peoples Cheretiens”, 1869). Ambos libros mantienen que los judíos no practicaban la agricultura y estaban, por tanto, alejados de la vida productiva de los países en los cuales residían.
En la otra mano, ellos estaban supuestamente dados completamente a las finanzas, y eso quería decir, a la posesión de oro. Por tanto, siendo nómadas por naturaleza, y guiados por sus esperanzas mesiánicas, ellos podrían fácilmente abandonar los países que los recibieron y podrían fácilmente llevarse toda su riqueza con ellos. No voy a comentar los hechos de otros trabajos antisemíticos de aquel periodo, hasta, e incluyendo, el notorio “Protocols of the Elders of Zion”, que acusaba a los judíos de tratar meter sus manos en las haciendas, para tomar posesión de los campos. Tal como dijimos, el antisemitismo está lleno de contradicciones.
Una característica sobresaliente de los israelitas es que han utilizado métodos ultramodernos para cultivar la tierra, creando haciendas modelos y similares. Así, si ellos pelean, es precisamente para defender el territorio en el que ellos se han asentado establemente. Esto, más que cualquier factor singular, es lo que mantiene a los antisemitas árabes contra ellos, y de hecho, la principal meta de estos últimos grupos es la destrucción del estado de Israel.
En pocas palabras, a los antisemitas no les gusta si un judío vive por un tiempo en un país que no sea Israel. Si, no obstante, un judío escoge vivir en Israel, eso tampoco le gusta al antisemita. Desde luego, Yo estoy al tanto de la objeción de que el lugar que ahora es Israel, antes fue territorio de Palestina. Eso dicen, no fue conquistada a través de violencia a gran escala y la aniquilación de los nativos, como fue el caso de Norteamérica, o inclusive a través de la destrucción de estados gobernados por sus propios y legítimos monarcas, como fue el caso de Sudamérica, pero en el curso de lentas migraciones y asentamientos que inicialmente no tuvieron oposición.
En cualquier caso, mientras alguna gente se irrita, cuando quienes critican las políticas israelitas son acusados de antisemitas, aquellos que instantáneamente traducen cualquier crítica de la política israelí a términos antisemitistas, me dejan con un mayor sentimiento de desasosiego.”.
Umberto Eco es autor de novela “La Misteriosa Llama De La Reina Loana”, junto con “Baudolino”, “El Nombre de la Rosa” y de “El Pendulo de Foucault”.
Umberto Eco. “El nuevo antisemitismo”.The New York Times. Nueva York: 27/02/2009.