El imperio contraataca: desmilitarización de la política exterior USA

El análisis de Lluís Bassets, subdirector del diario El País, en su blog en ese prestigioso periódico, “Del al alfiler al elefante”, sobre cómo luego de la guerra de Israel contra Palestina, la próxima ronda será de negociaciones de paz como la política del presidente Barack Obama en todo el Medio Oriente, nos parece de una previsión y perspectiva muy acertada:

“(En Israel) Saben también que Obama situará a la diplomacia en el centro de su política exterior, lo que no excluye la amenaza militar o incluso la intervención si hace falta. Pero va a quedar clausurada una etapa de militarización de la política exterior y sobre todo de la lucha contra el terrorismo, conducida por los neoconservadores, en la que los gobiernos israelíes se han movido a sus anchas. Ésta es una situación que ya no regresará: ningún otro primer ministro israelí tendrá las manos libres como la han tenido Ariel Sharon y Ehud Olmert con George W. Bush. Pero lo más importante es que Barack Obama quiere comprometerse inmediatamente en una estrategia general para toda la región, en la que la neutralización del Irán nuclear, la estabilización de Irak y de Afganistán y la paz entre Israel y Palestina son piezas de un mismo y complejo puzle. No esperará, como han hecho Clinton y Bush hijo al final de su mandato para hincar el diente al proceso de paz en Oriente Próximo. Y ya ha quedado claro de sus manifestaciones y de las de sus asesores que su compromiso puede llevarle a utilizar las negociaciones directas, sea con Hamás, sea con el régimen de Teherán.”

Para los señores de la guerra y sus dioses mortales no importa la espiral de violencia desencadenada y el exterminio de población civil: “Lo que saben hacer unos y otros es la guerra, matar y morir. De ahí que estén aplicándose a conciencia a su tarea, a costa de expandir el dolor entre los civiles de ambos lados de la línea de demarcación, antes de verse forzados a regresar al camino de la paz.”

El horror sembrado por Israel en Gaza tiene dos blancos políticos locales en dos direcciones globales: “El objetivo de Israel es militar ante todo, y consiste en sacarse la espina de la guerra del Líbano y restaurar, en la medida de lo posible, su prestigio como potencia en la zona y su disuasión convencional. En dos direcciones: de cara a su peligroso vecindario, y de cara a Washington”. A Israel por masacrar a la población civil que ha sido vista y oída en un mundo mediático global, le puede “salir el tiro por la culata”, su capacidad de negociación decrecerá y la de Hamas crecerá.

Finalmente, USA no puede sostener un política internacional de “guerras preventivas” tan costosas y desacreditadas, el déficit fiscal del tesoro americano es inmenso y terriblemente recesivo, su plan económico de lucha contra la recesión depende de reducir gastos militares en el exterior, esta es una razón de fondo para el presidente Obama y para el pueblo estadounidense que lo llevó al poder: reducir el déficit fiscal desmilitarizando la política exterior de la superpotencia.

“Lluís Bassets, El imperio ausente. EL PAÍS. COM. Madrid: Jueves 8 enero de 2009.”

“La próxima ronda es para la paz. Las noticias atroces que llegan de Gaza parecen desmentirlo, pues son combustible para el serpentín violento que calienta la región, ese círculo vicioso que buscan los terroristas, y que lleva a descender siempre un peldaño más hacia los infiernos. Pero la guerra lanzada por el Tsahal apenas tres semanas antes de la toma de posesión de Barack Obama como presidente de Estados Unidos, se explica precisamente porque estamos en puertas de un nuevo ciclo político de obligada eficacia en la zona. A pesar de la enorme prudencia del presidente electo de Estados Unidos, que sólo ha querido pronunciar unas breves frases compadeciendo la suerte de la población civil palestina e israelí, es evidente que la política norteamericana hacia Oriente Próximo cambiará de forma sustancial a partir del 21 de enero.

El tema de discusión es el calibre de este cambio. Y no faltarán los escépticos de todos los bandos que proclamen la inmutabilidad del apoyo incondicional de Washington a Israel. Pero los israelíes saben que será imposible superar a George W. Bush en cuanto a incondicionalidad. Saben también que Obama situará a la diplomacia en el centro de su política exterior, lo que no excluye la amenaza militar o incluso la intervención si hace falta. Pero va a quedar clausurada una etapa de militarización de la política exterior y sobre todo de la lucha contra el terrorismo, conducida por los neocons, en la que los gobiernos israelíes se han movido a sus anchas.

Ésta es una situación que ya no regresará: ningún otro primer ministro israelí tendrá las manos libres como la han tenido Ariel Sharon y Ehud Olmert con George W. Bush. Pero lo más importante es que Barack Obama quiere comprometerse inmediatamente en una estrategia general para toda la región, en la que la neutralización del Irán nuclear, la estabilización de Irak y de Afganistán y la paz entre Israel y Palestina son piezas de un mismo y complejo puzle. No esperará, como han hecho Clinton y Bush hijo al final de su mandato para hincar el diente al proceso de paz en Oriente Próximo. Y ya ha quedado claro de sus manifestaciones y de las de sus asesores que su compromiso puede llevarle a utilizar las negociaciones directas, sea con Hamás, sea con el régimen de Teherán.

La operación Plomo Fundido, en plena transición presidencial, está pensada precisamente para condicionar el tamaño del cambio norteamericano hacia Oriente Próximo. Para complicarle las cosas a Barack Obama, no para facilitárselas, como cínicamente han argumentado medios neocons norteamericanos. La osadía argumental llega incluso a señalar que Israel está realizando un servicio a todos los países democráticos en su guerra global contra el terror, cuando de lo que se trata es precisamente de prepararse para sentarse en la mesa de negociación en la posición más favorable posible y con las otras partes bien debilitadas.

Algo en lo que hay coincidencia con Hamás, que quiere asentar su autoridad sobre los palestinos y reivindicarse como su Gobierno legítimo y lo hace intensificando la provocación a partir del 19 de diciembre, una vez rota la tregua de seis meses. Lo que saben hacer unos y otros es la guerra, matar y morir. De ahí que estén aplicándose a conciencia a su tarea, a costa de expandir el dolor entre los civiles de ambos lados de la línea de demarcación, antes de verse forzados a regresar al camino de la paz.

Esta ofensiva no tiene como objetivo desmantelar las lanzaderas de misiles palestinos. Tampoco derrocar a Hamás. Ambos son probablemente de muy difícil alcance. Es de muy corto recorrido la mera explicación electoralista. Ni siquiera el objetivo más plausible, como es rebajar la peligrosidad del partido islamista, con una buena pasada militar que debilite sus infraestructuras y diezme su militancia, constituye el centro de la invasión.

El objetivo de Israel es militar ante todo, y consiste en sacarse la espina de la guerra del Líbano y restaurar, en la medida de lo posible, su prestigio como potencia en la zona y su disuasión convencional. En dos direcciones: de cara a su peligroso vecindario, y de cara a Washington. Esta vez ha escogido atacar Gaza. Pudo ir más lejos y atacar el centro de enriquecimiento nuclear de Natanz en Irán, al igual que hizo en 1981 con la central iraquí de Osirak o más recientemente en 2007 con una instalación secreta en la región siria de Deir ez-Zor. Es un mensaje de dureza ante el período que se abre: si hemos atacado Gaza, también podemos hacerlo con Irán.

De forma pacífica y encomiable también Sarkozy está aprovechando este vacío político para seguir avanzando sus peones. No hay crisis internacional en la que no aparezca el hiperpresidente francés, ocupando el vacío del imperio declinante o quizás sólo momentáneamente ausente y en transición.”

EL PAÍS. COM. Lluís Bassets, El imperio ausente, Jueves 8 enero de 2009. Link: http://blogs.elpais.com/lluis_bassets/

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