Más allá de que los datos duros muestren una ventaja creciente para Obama y los democrátas en el encadenamiento del complejo sistema electoral estadounidense y en la trama de la coyuntura crítica USA en la economía (y la guerra). Podemos señalar, sin triunfalismo alguno, que se va definiendo con más nitidez la voluntad mayoritaria de los americanos sobre ¿Quién ganará las elecciones del 4 de noviembre en USA? Pero queremos ir más alla de la cuestión convencionalmente electoral, atiborrados por el marketing de la sociedad de los medios y sus poderes ocultos o manifiestos.
Comparto plenamente las razones que se refieren a “la altura” del lenguaje humano que agudamente señala Ariel Dorfman, talentoso escritor y notable maestro universitario: “Ya había reparado yo -¿quién podría no hacerlo?- en la excepcional inteligencia de Obama y el uso sólido y sutil del inglés que despliega, especialmente cuando se compara con el desastre idiomático de Bush. Y nada de lo que ha sucedido a lo largo de este año electoral me ha hecho cambiar de parecer. Por el contrario, la jerigonza retórica de McCain y la masacre de la lengua de Shakespeare en la boca incoherente de Sarah Palin confirman cada día más la calidad lingüística de Obama, la certeza de que estamos ante un gran artífice de las palabras. Pero, ¿poeta?”.