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El sancochado, plato favorito de los limeños hacia 1910

Todos los testimonios coinciden en que el plato popular por excelencia, el preferido por los limeños, era el sancochado, descendiente del puchero, de origen español. Desde el siglo XIX, para los trabajadores, comer carne (ingrediente fundamental del sancochado) implicaba algo más que experimentar “solidez” en el estómago. Para los médicos, el caldo que resultaba, si además se le habían echado los huesos y las carnes gordas, era un líquido muy nutritivo, incluso superior a la leche. Era muy corriente ver a los obreros consumir hasta dos platos de sancochado y hacer gala de su almuerzo. Tan enraizado era en Lima el consumo del sancochado que la ración diaria que recibía cada preso en la Penitenciería era “12 onzas de carne, 8 onzas de arroz, papas o camotes, 1 onza de fideos, ½ onza de manteca, 6 de menestras, 4 de pan y 2 de verduras” (nótese la preponderancia de la carne en el sancochado). El problema fue que, hacia la década de 1910, debido a la expansión de la agricultura de exportación en la costa (caña y algodón), las tierras (pastizales) que antes servían para criar ganado vacuno se vieron seriamente reducidas y bajó la producción de carne con el consiguiente aumento de su precio en los mercados. Cada año, por ejemplo, disminuía el número de cabezas sacrificadas en el “matadero” de Lima, mientras aumentaba la población capitalina. Con todo, hacia 1919, el consumo semanal de carne por habitante en Lima era de 913 gramos, casi un kilo, mucho más que en nuestros días. El sancochado seguía siendo el rey de la mesa popular.


Antiguo Matadero General de Lima

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El ángel de la iglesia de Santo Domingo

Seguramente, pocos limeños han advertido que en la punta superior de la torre del campanario de la iglesia de Santo Domingo hay un Ángel de cuerpo entero. Hasta 1940, la figura miraba hacia la iglesia de La Recoleta; es decir, su “mirada” se extendía por todo el largo de lo que es hoy el jirón Camaná, por el que desfilaba una famosa procesión de la Lima antigua llamada de los “Once Santos”, pues eran 11 andas las que formaban parte de ella. Sin embargo, luego del fuerte terremoto de 1940, el ángel dio un pequeño “giro” y hoy mira hacia la Catedral o Plaza de Armas.


Imagen del ángel cuando aún “miraba” hacia el jirón Camaná

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El antiguo nombre de la avenida Alfonso Ugarte

Sabemos que cuando se derribaron las antiguas murallas de Lima se abrieron, en el trazo que ocupaban, amplias avenidas que debían tener forma de boulevar. Una de ellas es la avenida Alfonso Ugarte. Sin embargo, entre finales del siglo XIX e inicios del XX, se le conocía como “Carretera del Gas” porque sobre ella estaba la fábrica de gas que surtía de este combustible a la ciudad. El tema es que las cenizas que emanaba la fábrica caían sobre el suelo y lo impregnaban de una capa que impedía el crecimiento de cualquier planta. Era tierra muerta, de color muy oscuro y con fuerte olor a gas. Felizmente, cuando el alumbrado eléctrico se extendió, la empresa quebró. Poco después se inauguraba la “Alameda Circunvalación”, rebautizada luego como avenida “Alfonso Ugarte” con un aspecto muy vistoso: por todo su trayecto fueron plantadas cuatro hileras de álamos.


Antigua postal de la “Alameda Circunvalación” (luego, avenida “Alfonso Ugarte”); al fondo, la plaza “Dos de Mayo”

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La Lima que ya fue (3)

Entre finales de la década de 1930 e inicios de la de 1940, como apunta el arquitecto Juan Günter (en el libro Lima, que escribió junto al desaparecido historiador Guillermo Lohmann. Madrid: Mapfre, 1992), el municipio de Lima y la Dirección de Urbanismo del antiguo Ministerio de Fomento idean un plan para racionalizar el tráfico del centro histórico de la capital. Se trataba de la apertura de cinco vías que formaban un cinturón alrededor del centro. Estas nuevas aterias formaban una especie de pentágono cuya base era el Malecón del Rímac y cuyos demás lados consistían en el ensanche de los jirones Tacna y Abancay, así como la prolongación de las avenidas Wilson y Bolivia.

Lo cierto es que la ejecución de este plan hizo un enorme daño a la ciudad, pues se destruyeron muchos edificios coloniales, y crearon, con los ensanches, pésimos espacios urbanos que terminaron quitándole prestancia (belleza) al centro, como son las avenidas Tacna y Abancay. En otras palabras: el sacrificio no valió la pena, y lo vemos hasta hoy. Aquí un breve recuento de la destrucción perpetrada:

1. El ensanche de la avenida Abancay significó la desaparición total del convento e iglesia de Santa Teresa (“la mejor obra barroca de Lima”, según Harold E. Wethey) y del Colegio San Pablo de la Compañía de Jesús; asimismo, la destrucción parcial de los conventos de la Concepción y San Francisco. Esto sin mencionar la desaparición de infinidad de casonas coloniales.

2. La construcción de la avenida Tacna, por su lado, destruyó la iglesia de Santa Rosa y parcialmente el convento de las Nazarenas.

3. La avenida Bolivia, finalmente, borró del mapa a la iglesia de Belén, antigua Recoleta Mercedaria.


Iglesia de Santa Teresa, demolida para abrir la avenida Abancay

Calle Trapitos, cuyos edificios fueron arrasados para construir la avenida Abancay

Antigua iglesia de Santa Rosa, destruida para dar paso a la avenida Tacna

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La Lima que nunca fue

Aquí vamos a desempolvar proyectos arquitectónicos que nunca se realizaron en Lima. Quizá el primer antecedente del siglo XX, fue cuando el presidente Guillermo Billinghurst, en 1912, propuso la construcción de un puente que uniera La Punta con la Isla San Lorenzo. La fuente es la revista El Arquitecto Peruano (1937-1977), fundada por el arquitecto y ex presidente Fernando Belaude Terry. Aquí los principales obras de la Lima “imposible”, según el estudio de hizo José Luis Villanueva Castañeda “Lima (im)posible. Proyectos no realizados publicados en El arquitecto Peruano” (Logo/topo, n°1, 2008):

1. La cúpula del Palacio de Justicia.- Ya la propia construcción de este edificio provocó una fuerte polémica por su poca originalidad, ya que era una copia casi fiel del Palacio de Justicia de Bruselas; la crítica también subrayaba su estilo anacrónico, propio del siglo XIX. Pero, contra viento y marea, la obra, realizada por Bruno Paprocky, continuó y la idea era que Lima contara con una construcción monumental, a la par de otras ciudades latinoamericanas (por ello, su estrecho parecido al Palacio del Congreso en Buenos Aires). El proyecto, inicialmente, contemplaba la cúpula, pero, por razones económicas, nunca se construyó.

b. El proyecto de una basílica para Santa Rosa de Lima.- Este fue el proyecto no realizado más comentado y difundido a lo largo de varios años. La primera referencia al proyecto data de 1939 (número del 18 de enero) cuando la revista publicó una serie de imágenes sobre la basílica. Iba a tener una gran portada coronada con la imagen de la santa limeña, precedida por una gran plaza y un sendero procesional hacia unas escalinatas de piedra. El proyecto era del arquitecto Héctor Velarde y se basaba en uno que había sido escrito por Manuel Piqueras Cotolí. De esta manera, se formó el Comité Nacional de Señoras Pro-Basílica Santa Rosa, presidido por Anita Fernandino de Álvarez-Calderón. ¿Qué pasó luego de este entusiasmo inicial? Uno de los primeros inconvenientes era su monumentalidad y el carácter indigenista del diseño. En efecto, el proyecto era demasiado indígena para los sectores conservadores en el poder, que además defendían la estirpe colonial de Lima. Además, la heredera de Piqueras Cotolí enviaron una carta al Comité para que no se utilicen los proyectos o ideas de su difunto esposo. Otro problema era dónde encontrar los 35 mil metros cuadrados que requería la obra según el diseño: 5 mil para la basílica y el resto para la plaza con sus jardines. Si la nueva basílica reemplazaba al actual convento y claustro de Santa Rosa (en la avenida Tacna), no solo se hubiera tenido que destruir ese templo sino usar 4 manzanas para montar la plaza. Por ello, se pensó como una posible ubicación el Cerro San Cristóbal. Finalmente, el 15 de abril de 1959, se declaró Monumento Nacional al convento de Santa Rosa y así se puso punto final al proyecto.

c. La nueva plaza de Acho.- El primer proyecto de reforma data de 1939 cuando el ingeniero Luis Velásquez (número de octubre) propuso rebajar el nivel del ruedo 50 metros para reducir su diámetro a 62 metros y ampliar la capacidad de sus instalaciones. Otro proyecto data de 1941 cuando el arquitecto Gabriel Tizón Ferreyros propuso elevar el aforo de la plaza a 25 personas. Finalmente, en 1944 se iniciaron los trabajos de remodelación de la plaza bajo otro proyecto, encabezado por los hermanos Fernando y Antonio Graña Elizalde y el ingeniero Alejandro Graña Garland.

d. Un nuevo Terminal terrestre.- En 1940 el arquitecto Fernando Dammert (número de noviembre) presentó un proyecto para dotar a Lima de un Terminal terrestre que hasta ahora requiera nuestra ciudad. Este proyecto estaba propuesto para ubicarse al frente de la Plaza de Acho, con diversas estaciones, áreas verdes y un edificio destinado al embarque y desembarque de pasajeros.

e. El nuevo Estadio Nacional.- La idea era que Lima contara con un gran Estadio Nacional, de acuerdo alas expectativas de los deportistas y las competencias internacionales. Así, en 1942, el arquitecto Félix Cárdenas Castro presentó la primera propuesta par revolucionar la infraestructura deportiva peruana. El nuevo estadio estaba emplazado entre Lima y callao, en la actual avenida Venezuela y se extendería en una superficie de más de un millón de metros cuadrados, más ambicioso que el actual Estadio nacional. En realidad se trataba de una gran Ciudad Deportiva, donde el estadio, para 100 mil espectadores, abarcaría 65 mil metros cuadrados. Al final, la obra del nuevo estadio se paralizó por problemas económicos y, años más tarde, el gobierno cedió ese inmenso terreno, con el estadio a medio hacer, para que se construya la Ciudad Universitaria de San Marcos.

f. El coliseo cerrado de Miraflores.- En 1966, tres arquitectos hicieron una propuesta para construir un coliseo cerrado en Miraflores aprovechando la pendiente en el Malecón de la Reserva. La idea era convertir al malecón de Miraflores en un gran centro de recreación, con áreas verdes y centros deportivos. La ubicación era estratégica pues los accesos podía ser desde las avenidas Armendariz y La Paz o desde el Paseo de la República; también se pensó en un puente para unir Miraflores con Barranco. El coliseo tenía capacidad para 12 mil espectadores y, dentro de él, podían practicarse tenis, básquet, vóley, boxeo, etc. Era una especie de polideportivo metropolitano.

g. La plaza Perú.- En 1938 (número de octubre) se publicó un gran proyecto urbano de tipo paisajista. Ideado por el arquitecto Bruno Paprocky, se trataba de una sucesión de 4 grandes plazas ubicadas en las manzanas del damero de Pizarro y que dejaban al descubierto, y frente afrente, el Palacio de Gobierno y el Palacio Legislativo, además de otros monumentos de carácter histórico, como la Estación de Desamparados y el convento de San Francisco. El proyecto hacía incapié en “La necesidad de construir una gran plaza en la parte central de Lima antigua que, embelleciendo una zona que daría frente a nuestros principales edificios públicos, al mismo tiempo que ayudaría a resolver el gravísimo problema actual del estacionamiento de carros al presente y para el futuro”. En efecto, el proyecto contemplaba la construcción de un gran estacionamiento subterráneo en las cuatro manzanas que abarcaba la Plaza Perú. Finalmente, cada plaza debía destinarse a representar una parte de la historia del Perú: el Incanato, el Virreinato, La Independencia y la República (en el proyecto, cada plaza debía tener una escultura central que la identificara y, en los jardines laterales, esculturas de diversos artistas de todo el Perú).

h. El megapuerto en la isla San Lorenzo.- Este megaproyecto no aparece en el Arquitecto Peruano; está en Internet (www.megapuerto.net) y es relativamente reciente, pues se remonta a finales de la década de 1990. Se trata de un proyecto integral, “llamado Mega Terminal Multimodal de la Isla San Lorenzo-Callao, que se conecta con el Corredor Interoceánico Pacífico-Atlántico, Perú-Brasil como partes de la cadena logística al servicio de súper naves post panamax (SPPS), ultra largas de contenedores (ULCS), súper cruceros (SCS) y súper aeronaves en actual operación en mas del 60% del transporte mundial y que para el año 2015 serán más del 80% transportando mas de los 1,200 millones de TM/año de carga de América Latina, que por exigencias de precios mas competitivos que los barcos panamax (naves diseñados para cruzar por el canal de Panamá inaugurado en el año1914 ), por demandas de máxima competitividad inherente a la globalización del transporte interoceánico y del comercio internacional insertados en macro economías de escala máxima, y por vital necesidad pública, por interés social de reducir sobre costos portuarios, navieros y aerocomerciales y por preferente interés nacional de superar ineficiencias, monopolios y riesgosa dependencia foránea del transporte marítimo y aerocomercial que comprometen la seguridad nacional y afecta nuestros estándares de desarrollo e integración”.

PROYECTOS CONCEBIDOS DURANTE EL “ONCENIO” DE LEGUÍA…


Así era el nuevo palacio municipal que quería construir Leguía, con cierto parecido al de Bruselas; el Museo de la Cultura Peruana, ubicado en la avenida Alfonso Ugarte, sí se llegó a concretar.

Así debía quedar el Paseo de la Repúiblica, con el Palacio de Justicia y su cúpula; abajo, el hall del Teatro Municipal, obra que sí se concluyó.

Esta fue la proyectada Avenida 28 de julio, que debía unir la Plaza de Armas con la Plaza San Martín (imágenes tomadas del libro de  Gabriel Ramón, “La muralla y los callejones: intervención urbana y proyecto político en Lima durante la segunda mitad del siglo XIX”)

Este es otro proyecto que nunca se realizó: un malecón sobre la margen izquierda del río Rímac

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La Lima que ya fue (2)

DEL SIGLO XIX AL SIGLO XX (1879-1940).- Desde la administración del presidente Piérola, Lima inicia un lento proceso de modernización urbano y arquitectónico, como el emprendido por el barón de Haussmann en París; además, el molde hispánico de las casas van a dar paso a los estilos francés e inglés, y. a partir de la década de la década de 1920, norteamericano; también los estilos neoprehispánico, neocolonial y el Art-Noveau. Asimismo, se prohíbe el uso de la quincha y el adobe por medidas de saneamiento, así como de los balcones de cajón por temor a los incendios.

a. La apertura de la avenida la Colmena y la construcción del Parque Universitario (1899).- Esta obra, impulsada por el presidente Piérola, en realidad, se realizó por etapas, en un periodo de 64 años, hasta 1963. Primero fue desde la plaza Dos de Mayo a la calle la Selva; luego hasta la calle San Carlos, lo que comprendía la estación de San Juan de Dios y el monasterio de la Encarnación; luego de la calle San Carlos a la avenida Abancay, con la construcción del Parque Universitario; finalmente, hasta la avenida Grau. Lo cierto es que la apertura de esta gran avenida tuvo como consecuencia la destrucción de numerosas manzanas de trazo virreinal y de numerosas casas, por no mencionar la división del monasterio de la Encarnación, anular el hospicio de San Carlos, descontextualizar el conjunto de la iglesia del mismo nombre, hoy Panteón de los Próceres. Quizá lo único positivo fue la creación del Parque Universitario, pero nunca podría compensar la pérdida de numerosos inmuebles. Por último, fueron numerosas las manzanas que se destruyeron para hacer llegar la nueva arteria hasta ala venida Grau que dividió en dos, a su paso, el cuartel de Santa Catalina.


Apertura de La Colmena desde la plaza Dos de Mayo

Parque Universitario a finales de la década de 1920

Hospicio Candamo, ya desaparecido (estaba donde hoy está “El Hueco”, en el Parque Universitario)

b. La destrucción del conjunto monumental de la plaza de la Inquisición (1866-1910).- En 1866, se destruyó la capilla de San Pedro Mártir, anexa al Tribunal del Santo Oficio, para dar sitio a la estación de bomberos Roma Nº 1. Luego, en 1897, se cambió la fachada del local de la Inquisición por otra amanera de templo griego, con columnata y rematada con frontis triangular; afortunadamente, se respetó la sala principal con su espectacular techo artesonado del siglo XVIII. Finalmente, en 1905 se demolió el histórico local de la Real Universidad de San Marcos (donde funcionaba el Congreso desde los tiempos de San Martín) para dar cabida al actual edificio del Palacio Legislativo. Hoy, de la antigua Plaza de la Inquisición, solo queda la casona en esquina entre la Caridad y San Pedro Mártir con su balcón esquinero color verde.


Plaza de la Inquisición (al fondo, iglesia de la Caridad, ya desaparecida)

c. La alteración de la plazuela de San Agustín (1903-1908).- En la guerra civil de 1895, una bala de cañón dirigida por las tropas de Cáceres contra las huestes pierolistas dañó gravemente la única torre que le quedaba a la iglesia de San Agustín (la otra fue derribada por el terremoto de 1746). Esto sirvió de pretexto para que los frailes agustinos emprendieran una de las más lamentables reformas que sufrió iglesia alguna en Lima. Así, en 1902 se decidió reconstruirla. Se derribó todo el techo de la iglesia y se retiró el zócalo de azulejos. Del antiguo templo no quedó nada, porque hasta la pared del altar desapareció. Se alteró el interior y el exterior del edificio, se demolió la magnífica torre, se eliminó la cúpula y el crucero, se desmontó el techo, se destruyó la escalera imperial del claustro principal, en fin, se quitó todo lo bueno y se dejó la apariencia pobre y lamentable que hoy luce su interior.


Iglesia de San Agustín con su hermosa torre (siglo XIX)

OTROS MONUMENTOS QUE YA NO ESTÁN…


Puerta de Maravillas, en los Barrios Altos, camino al Cementerio

Finca y molino de Copacabana, propiedad de Micaela Villegas, en la Alameda de los Descalzos (hoy se encuentra allí la Backus y Johnsson

Antiguo Palacio Municipal, de origen colonial

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La Lima que ya fue (1)

Lima, la antigua capital de los virreyes, que hoy cumple un año más de su fundación, albergaba, dentro de sus murallas, un invalorable patrimonio monumental que, lamentablemente, a lo largo de la época republicana, ha sido depredado por la irracional acción de sus propios habitantes en busca de un distorsionado concepto de modernidad. En otras palabras: la anulación irreversible de monumentos arquitectónicos de gran valor histórico y artístico, junto a la pérdida de la memoria de la ciudad. Gran parte, por ejemplo, de la Lima que apuntó Rugendas en sus acuarelas o que recogió Courret en sus fotografías, simplemente, ya no existe. Conventos, templos, casonas, palacios o colegios han desaparecido o se han degradado. Cabe subrayar que la “destrucción” sistemática del Centro Histórico de nuestra ciudad ha sido, básicamente, obra del hombre (planes urbanísticos, negligencia o incendios) y no de la naturaleza (sismos, huaycos o inundaciones). A continuación, sobre la base del estudio de Luis Martín Bogdanovich “Lima centro histórico. La destrucción como historia. Periodo 1822-1940” (Logo/topo, n°1, 2008) haremos una historia de los principales “hitos” de este triste proceso hasta la década de 1940.

EL SIGLO XIX (1822-1879).- La Lima virreinal llegó casi intacta hasta mediados del siglo XIX cuando, con el apogeo del guano, comienzan cambiar su fisonomía y costumbres. No solo desaparecen las “tapadas” sino que el espacio urbano cambia con la construcción de la Penitenciería de Lima, el mercado de la Concepción y el hospital Dos de Mayo; además, las plazas, plazuela y alamedas cambian con el ordenamiento des sus jardines y con la incursión de numerosas esculturas, como las que se instalaron en la Plaza Bolívar, la Alameda de los Descalzos o en la Plaza de Armas. Durante este periodo ¿cuáles fueron las principales destrucciones?

a. La demolición de un sector del convento Nuestra Señora de la Gracia para dar paso a la plazuela del Teatro (1822-1847).- En efecto, se produce la lenta demolición de un sector del convento de San Agustín para cederlo a otros fines. Se trata de la “desacralización” de un espacio para hacer una plaza y facilitar el estacionamiento de coches y carrozas frente al Teatro de la Comedia (donde hoy está el teatro Segura) sin obstaculizar el tránsito.


Plazuela del Teatro hacia 1868

b. La demolición del hospital e iglesia de San Juan de Dios (1848-1851).- Esta iglesia fue, junto a la de San Francisco, la primera obra plenamente barroca de Lima. Lo cierto fue que, el 6 de diciembre de 1848, el gobierno de Castilla decretó la construcción del ferrocarril Lima-Callao, lo que obligaba levantar la respectiva estación de tren. En otro ejemplo de “desacralización” del espacio urbano, tanto el hospital y la iglesia, ubicados en lo que es hoy la Plaza San Martín, fueron demolidos para dar paso a la construcción de la estación del ferrocarril Lima-Callao.


Iglesia de san Juan de Dios durante su demolición

c. La mutilación del monasterio de Nuestra Señora de la Limpia Concepción para dar paso al mercado del mismo nombre (1851-1855).- Desde los tiempos virreinales, el servicio público de basto de Lima se había dado en la Plaza de Armas. Luego se dio en la Plaza de la Inquisición hasta la construcción de un moderno mercado de abastos para la ciudad. El gobierno de Echenique convocó a concurso para levantar la nueva obra y se expropió una manzana, es decir, la mitad del monasterio de la Limpia Concepción. Este mercado sufrió un incendio en la década de 1960, durante la alcaldía de Luis Bedoya Reyes, y sobre su terreno se construyó el actual Mercado Central.


Remodelación del Mercado de la Concepción a inicios del XX (al fondo, la iglesia de la Concepción)

d. La demolición de las murallas de Lima (1869-1872).- En realidad, ya las murallas habían quedado muy dañadas por el terremoto de 1746, por lo que los ingenieros, contratados por el virrey Conde de Superunda, recomendaron al Cabildo su demolición. Esto no se llevó a cabo, como tampoco el traslado de la ciudad hacia las faldas del Cerro San Cristóbal (otra de las recomendaciones de los técnicos). Más adelante, en 1807, el virrey Abascal inicia las obras de reparación. Ya en tiempos republicanos, y como consecuencia también de la epidemia de fiebre amarilla de 1868, se decide la demolición de las murallas como una medida de higiene urbana y para permitir el crecimiento de la ciudad con otros criterios urbanísticos. En 1968 se destruye el tramo de la portada de Juan Simón hasta la portada de Guadalupe para dar paso al Palacio de la Exposición. Al año siguiente, se decreta la destrucción del resto de las murallas, con excepción de las portadas de Maravillas y del Callao. Finalmente, en 1871, el presidente Balta aprueba los nuevos planos urbanísticos y la venta de terrenos sobre lo que fueron las murallas levantadas por el Duque de la Palata a finales del siglo XVII. Cabe destacar, por último, que los restos que hoy se encuentran en el Parque de la Muralla no fueron incluidos en la demolición porque sobre ellos se alzaban casas que estuvieron allí hasta bien entrado el siglo XX.


Fragmento de la antigua muralla en los Barrios Altos hacia la década de 1920

OTROS MONUMENTOS QUE YA NO ESTÁN…


Iglesia de los Desamparados, detrás de Palacio de Gobierno

Iglesia de Belén, donde hoy se ubica un centro comercial dedicado a la informática

Portada que unía la calle Palacio con el Puente de Piedra y el jirón Trujillo

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Benedicto XVI visita la sinagoga de Roma


El papa Benedicto XVI saluda a las personas que se han reunido ante la puerta de la Sinagoga de Roma para presenciar la primera visita del Pontífice al templo judío de la capital italiana.

La comunidad judía italiana acogió este domingo al Papa Benedicto XVI con cálidos aplausos en su primera e histórica visita a la Sinagoga de Roma, casi 24 años después de la que realizó Juan Pablo II en 1986. El encuentro ha reflejado que la voluntad de paz, concordia y diálogo por ambas partes ha sustituido a dos mil años de humillaciones católicas contra el Pueblo de la Alianza. Pero también ha enseñado que restan importantes diferencias y heridas abiertas.

El acto, abierto con un minuto de silencio por las víctimas del terremoto de Haití, ha sido intenso y conmovedor, sobre todo por la presencia en el auditorio de un grupo de supervivientes de la Shoah. Cuando el presidente de la comunidad judía de Roma, Riccardo Pacifici, les ha citado en su discurso, Benedicto XVI se ha puesto en pie, y les ha aplaudido y saludado desde el altar en señal de respeto. En una jornada de gestos, quizá el más importante ha sucedido al inicio de la visita, cuando el Papa se convertía en el primer pontífice que colocaba una corona de flores en la lápida que honra la memoria de los 1.021 deportados romanos a la Alemania nazi, de los cuales solo volvieron vivos 17. Ante un templo mayor engalanado, las palabras del Papa alemán han sido interrumpidas varias veces con aplausos. La primera ha sido cuando ha condenado el Holocausto y ha recordado que en los últimos años la Iglesia ha pedido perdón a los judíos por las “plagas del antisemitismo”, afirmando: “Ojalá que esas plagas se curen para siempre”.

Luego, glosando lo dicho durante su visita a Auschwitz en 2006, Ratzinger ha calificado la Shoah como la “horrenda cumbre de un camino de odio”, y la ha achacado a “una ideología que idolatraba al hombre y la raza para tratar de aniquilar a Dios”. Hablando en tono mesurado, con su frialdad habitual, Ratzinger ha trasladado su estima y afecto a la comunidad “hermana”. Pero el asunto más polémico en curso, la beatificación de Pío XII, no parece haber satisfecho a los judíos. Ratzigner ha evitado a toda costa corregir su visión apologética del Papa al que hace dos semanas nombró venerable. Al citar la deportación de miles de romanos desde el cercano gueto romano hasta la Alemania nazi, ha recordado que “algunos fueron indiferentes”, pero que hubo otros “valientes católicos” que contribuyeron a dar refugio a los perseguidos. Y ha concluido: “La sede apostólica también dio su ayuda, a menudo de forma escondida y discreta”.

Riccardo Pacifici, presidente de la comunidad hebrea de Roma, ha admitido que muchos religiosos “se jugaron la vida” ayudando a los judíos “sin pedir nada a cambio”, aunque ha subrayado que el silencio del Papa Eugenio Pacelli “todavía duele”. “Fue un error. Quizá no habría salvado a mucha gente de los trenes de la muerte, pero habría dado una señal fuerte de esperanza a otros miles de personas”, ha dicho Pacifici. El líder hebreo ha recordado al Papa que debe abrir los archivos del Vaticano a los historiadores para poder llegar a un juicio histórico compartido y ponderado.

El rabino jefe de Roma, Riccardo di Segni, ha esbozado la milenaria historia de opresión por parte de los Estados pontificios contra la comunidad judía más antigua de Occidente y ha elogiado al Papa Juan XXIII y el Concilio Vaticano II, que en 1965 abrió el camino del perdón y la reconciliación. “Si se pone en duda el Concilio, no habrá posibilidad de diálogo”, ha manifestado el rabino. “El Concilio es un punto de referencia que abrió una nueva etapa de diálogo y dio un impulso irrevocable a la amistad con la comunidad judía”, ha respondido después Ratzinger. Segni ha defendido además la visita del obispo de Roma, que había sido criticada por algunos sectores judíos. A su juicio, el histórico encuentro con Wojtila logró que el Vaticano reconociera por fin el Estado de Israel poco después. Sobre ese tema, el Papa ha pasado de puntillas, y se ha limitado a pedir la paz para Tierra Santa (tomado de El País de España, 17/01/10). Sigue leyendo

Playa ‘La Herradura’


Imagen de la playa a inicios del siglo XX

Los orígenes de La Herradura se remontan a los inicios del siglo XX cuando se perfilaba como una playa exclusiva de los sectores acomodados de Lima, ya que para muchos en esta playa “había sol hasta en invierno”. Lo cierto es que alguna vez en esta playa la gente paseaba con traje como si estuviese en el Jirón de la Unión o en el Paseo Colón. A inicios del siglo XX, la llegada del tranvía y la construcción del túnel de La Herradura, hizo que esta playa fuera accesible. Incluso, en 1907, la empresa propietaria del Tranvía Eléctrico planificó construir casas de playa de dos pisos en la falda del cerro situado frente a a la playa; la vista y ubicación eran insuperables. Pero en 1912, la compañía quebró, las casas nunca se construyeron y a La Herradura solo se podía llegar en automóvil, un vehículo que solo tenía un puñado de limeños. Pero esto no impidió que la playa se convirtiera en un lugar deseado por los limeños de entonces, y cada verano crecía la fama de este lugar: “Era la primera playa de moda de la gente acomodada de Lima”, cuenta el arquitecto Juan Günther.


Túnel de La Herradura

En los años treinta, en el lugar donde hoy está la clausurada salsoteca “La Máquina del sabor” se construyó el club “Palm Beach”, donde había un restaurante con vista al mar y la única piscina con agua salada de Lima. A mediados de los años 50, se construyó el afamado edificio “Las Gaviotas”. De los años 60 también se remonta la iniciativa de un grupo de tablistas, liderados por Carlos Dogni Larco, que construyó el club Samoa, otro centro de reunión de veraneantes. Pero antes del “Samoa”, ya eran conocidos locales como “El Nacional” y “El Suizo”, este último inaugurado en 1937 por Rodolfo Castillo y la pareja de suizos Albert Frischknecht y Catalina Gfeller, que se hizo conocido por sus choritos en salsa de tomate, el cócktail de fresa, las butifarras y el ceviche. En sus paredes cuelgan, como trofeos o medallas de prestigio, fotos de algunos famosos como Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce y Doris Gibson. Contra todo pronóstico, “El Suizo” ha resistido el paso del tiempo y hoy es administrado por las dos hijas de Rodolfo Castillo, Lucy y Carmen. La gente nostálgica recuerda que si en el “Palm Beach” había fiestas con orquesta, “El Suizo” se distinguía por su piano de cola. Cabe destacar que, amediados del siglo XX, había un muelle donde la gente iba a pescar.

Hoy, por desgracia, el legendario “Palm Beach” ya no existe, los restos del club “Samoa” se transforman en una salsoteca de mala muerte y los cimientos del edificio “Las Gaviotas” son socavados por las olas del mar y un olor a orines y eses se enseñorea en ese rincón tan venido a menos. “El Suizo”, como vimos, es el último reducto que se resiste a desaparecer. Con toda seguridad, es lo único que vale la pena visitar en La Herradura. Como si esto fuera poco, Pablo Gutiérrez, alcalde de Chorrillos durante los 80, le hizo un daño tremendo a La Herradura cuando dinamitó una zona de rocas para hacer el camino hacia La Chira. Miles de fragmentos de las rocas dinamitadas fueron arrastrados por el mar hacia la playa y La Herradura perdió sus 100 metros de playa, su encanto y los veraneantes se fueron. La única manera de evitar que la playa se llene de más piedras es haciendo un espigón, así volverá a tener arena y se podría recuperar.


El club “Samoa”

Una imagen de los años cincuenta

En los años sesenta

La playa y el edificio “Las Gaviotas” en los años sesenta

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El antiguo Monasterio de la Concepción (Chosica)


Foto antigua de la Iglesia en la avenida Abancay

La base para la creación de este monasterio, el segundo de nuestra ciudad, fue la fortuna íntegra de Inés Muñoz de Rivera. Su fundación data del 18 de marzo de 1573 y fue aprobada por el papa Gregorio XIII el 5 de octubre de 1578. Según algunos datos, en 1687, el número de profesas era de 309, 14 novicias, 18 legas y 27 donadas, sin contar las demás personas que habitaban en el monasterio, unas mil en total. Su local se levantó en la quinta cuadra del actual jirón Huallaga (esquina con Abancay) y ocupó varias manzanas que poco a poco han sido expropiadas. Hasta bien entrada la República, este Monasterio era enorme: comprendía casi todo el actual Mercado Central (construido porque la Municipalidad de Lima expropió parte de los terrenos). Luego de esto, el monasterio se dio cuenta de que era una buena oportunidad para que el resto de su propiedad sea convertida en galerías. Transformaron hasta el mismo convento y trasladaron el Monasterio hasta Chosica porque vieron la lógica del comercio en el Cercado de Lima. También se deshicieron de propiedades en Barrios Altos y al avenida Tacna. Nombre y dirección actual: Monasterio de la Inmaculada Concepción (avenida Balaguer s/n, lote 8-A, Naña).


Antiguo claustro de la Concepción

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