Los orígenes de nuestra Marina de Guerra (2)


La fragata “Amazonas”

Un buque de guerra solo tiene una función: trasladar un armamento, de determinado peso, a un lugar también determinado. El vocablo “buque” es genérico y designa a cualquier tipo de embarcación, y fueron muy diversos los tipos de buques que integraron la Marina peruana en el curso del siglo XIX. Pero antes de entrar en los que integraron la Marina, hay que mencionar que el siglo XIX fue testigo, hacia la década de 1840, del triunfo de la de la propulsión a vapor frente a la tradicional navegación a vela. Fue la gran revolución en el ámbito de la navegación; fue el “gran personaje” del transporte junto al ferrocarril: los dos símbolos del progreso.

El primer buque de guerra peruano fue la goleta Sacramento, capturada por los patriotas a los realistas (1821) y denominada Castelli por San Martín. Todavía no se había creado oficialmente la Marina de Guerra del Perú pero fue el primer buque donde flameó la bandera peruana.

A lo largo de 1821, la escuadra patriota fue creciendo con otras capturas de buques realistas, como el bergantín Pezuela (más tarde llamado Balcarce) y las fragatas Protector y Guayas. Creada la Marina, San Martín puso los buques de la escuadra al mando del contralmirante Blanco Encalada y se compró la corbeta Thais, la que bautizó como Limeña. Cuando se termina la independencia, se produjo una reducción de la escuadra peruana. En 1826 sólo había 7 buques: la fragata de guerra Protector, la fragata de transporte Monteagudo; las corbetas Salom y Limeña, el bergantín Congreso, y las goletas Peruviana y Macedonia. El paso de los años, los problemas económicos y sus efectos en el mantenimiento de los buques motivaron que muchos derivaran en inservibles. Así, en 1830, la Marina solo contaba con 4 buques de guerra: la corbeta Libertad, el bergantín Congreso y las goletas Arequipeña y Peruviana. Y dos eran los buques de transporte de la Armada: la fragata Monteagudo y la corbeta Independencia.

Fue Ramón Castilla el que le dio a la Marina la importancia que le correspondía. Dispuso la compra de la fragata Mercedes, los bergantines Guise y Gamarra, las goletas Peruana y Héctor, al igual que el buque de transporte Alayza. Las compras de Castilla respondieron a plan destinado a dotar al país de un gran poderío naval y convertir a la Marina en una institución que desarrollara labores de eficiencia. Esta política lo llevó a disponer el viaje de una comisión de estudios a Inglaterra, y de otra a los Estados Unidos, con el fin de que los miembros de las mismas pudieran profundizar en sus conocimientos navales como a analizar las posibles adquisiciones de buques.

Así, se llegó a la convicción de dotar a la Armada peruana de vapores de guerra. El Rímac fue el primer buque de guerra a vapor adquirido por una Marina de América del Sur. El 27 de julio de 1848 llegó al Callao, dotado de 6 cañones, tras haber recibido en el puerto chileno de Talcahuano a la guarnición militar allí enviada desde el Perú. Su llegada concitó gran expectación y las noticias de su viaje desde Norteamérica causaron enorme interés. Al amanecer del día de llegada, Castilla estaba en el Callao. Esta compra fue el mejor símbolo del desarrollo que por esos años adquirió nuestra Marina. Antes de terminar su primer gobierno, Castilla encomendó otra adquisición: la construcción de la fragata mixta Amazonas. Su propulsión era a vapor y a vela; no era un buque de ruedas, como el Rímac, sino de hélice.

El sucesor de Castilla, José Rufino Echenique, continuó con esta política y dispuso una comisión que viajara a Inglaterra para adquirir más buques para la Armada. Se adquirió uno importante y de gran tonelaje: la fragata mixta Apurímac; y dos goletas cañoneras, también mixtas: la Loa y la Tumbes. Los tres buques llegaron al Callao en 1855. Durante el segundo gobierno de Castilla, se compraron los vapores Noel, Lerzundi y Sachaca.

Pero a lo largo de la década de 1860 nuestra flota fue perdiendo poderío. Los gobiernos no le prestaron a la Marina la atención debida. Por ejemplo, cuando estalló el conflicto con España, se tomaron solo medidas de emergencia: se reflotó la fragata Apurímac, se compró el vapor Chalaco y se puso la quilla al monitor Victoria. También se enviaron comisiones a Europa y los Estados Unidos para comprar armamento y buques, sin embargo, la urgencia de la situación no permitió hacer una sana y ordenada adquisición. En Francia, por ejemplo, había dios corbetas mixtas construidas por encargo de los Estados Unidos para la Guerra de Secesión. Pero como el conflicto ya había culminado, se pusieron a la venta y el Perú las compró. Se trataba de dos embarcaciones gemelas, América y Unión, con posibilidades de desplazar 1,600 toneladas. La América llegó al Callao en 1865 al mando del capitán de corbeta Juan Pardo de Zela; la Unión, en cambio, llegó más adelante comandada por el entonces capitán de corbeta Miguel Grau debido a una complicada travesía.

Los célebres Huáscar e Independencia no llegaron a tomar parte de la Guerra con España. Se trató de dos acorazados que constituirían lo mejor de nuestra escuadra al iniciarse la guerra con Chile. El Huáscar llegó comandado por José María Salcedo; la Independencia por Aurelio García y García. Fueron las dos últimas adquisiciones importantes previas a la Guerra del Pacífico, ya que en la década de 1870 se produjeron algunas compras de buques, pero de significación menor. Así, por ejemplo, en Inglaterra fueron construidas (1872) dos pequeñas barcas de madera, Pilcomayo y Chanchamayo, para servir de guardacostas. Luego, el último barco que se incorporó a la Marina fue el célebre Talismán, capturado a los rebeldes pierolistas en 1874 por el Huáscar, comandado por Miguel Grau. Como sabemos, debido al conflicto con Chile, el Perú se quedó sin escuadra.

Después de la guerra, en 1884, el gobierno de Iglesias adquirió el primer barco para iniciar la reconstrucción de nuestra Marina: se trató del vapor Vilcanota que luego fue entregado a la “Pacific Steam Navigation Company” en parte de pago de un vapor de ruedas que se llamaría Perú; luego se adquirió el pequeño vapor Santa Rosa. Pero fue recién en 1889 cuando se incorporó a nuestra escuadra un buque propiamente de guerra: el crucero Lima. El Lima formó parte de la Armada por más de 40 años y los servicios que prestó fueron muy importantes. Este los más significativos estuvo el viaje que realizó a Valparaíso con el fin de repatriar los restos mortales de Grau, Bolognesi y de otros héroes de la guerra que se encontraban enterrados en Chile. También hizo obras de carácter humanitario. En 1939 fue dado de baja, en la selva, abandonándosele en el río Nanay. Fue un final triste de un buque noble y marinero. En 1894, Cáceres, debido al levantamiento que se hizo contra su gobierno, dispuso la compra de dos buques, Constitución y Chalaco.

Cuando se inicia el siglo XX, la primera compra significativa fue la del transporte Iquitos en 1905. Fue utilizado como yate presidencial para los traslados de José Pardo por la costa peruana e hizo viajes a los Estados Unidos y Europa; también fue sede de la Escuela Naval, siendo venido en 1917. Pero ese mismo año, mediante el primer empréstito obtenido por el gobierno peruano luego de la guerra con Chile, y por los fondos recaudados por suscripción popular por iniciativa de la “Junta Patriótica Nacional”, se ordenó la construcción en Inglaterra de dos modernos cruceros que pudieron, por fin, dotar a la Marina de buques de cierta importancia por primera vez luego del trágico conflicto. Los cruceros recibieron ellos nombres de Almirante Grau y Coronel Bolognesi. Prestaron servicio durante 50 años y respondieron a los adelantos técnicos más recientes, tanto en lo referido al diseño y ala coraza, como en lo relacionado al armamento. En Chile las noticias de la compra de estos dos cruceros generaron inquietud y preocupación.

Luego, durante el primer gobierno de Leguía, en 1911, se realizaron varias adquisiciones. Se compraron dos sumergibles, el Teniente Ferré y el Teniente Palacios; asimismo, un antiguo crucero acorazado, el Comandante Aguirre, y el cazatorpedos Teniente Rodríguez, cuyo “récord” fue el haber sido el primer buque de guerra que atravesó el recién construido Canal de Panamá. Leguía siempre demostró preocupación por la Marina y, durante el Oncenio, compró la barca Contramaestre Dueñas y –lo que es más importante- se contrató la construcción de cuatro submarinos, nuevamente en Estados Unidos (los R1, R2, R3 y R4).

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