Más sobre bares antiguos de Lima


Bar el Cordano en 1924

En diciembre de 2008, publicamos una serie de entregas titulada “Bares y tabernas de Lima”, en que hablamos del Juanito de Barranco, el Münich del jirón de la Unión, el Queirolo de Pueblo Libre, el Superba de San Isidro, el Carbone del centro de Lima y el Rovira de El Callao. Injustamente, omitimos al bar más antiguo que hoy funciona en Lima, el célebre Cordano, ubicado en la esquina de Pescadería y Desamparados. El Cordano fue fundado en enero de 1905 por los inmigrantes genoveses Virgilio Boitano y los hermanos Fortunato y Andrés Cordano; luego, fue regentado por los sobrinos Antonio y Luis Cordano. Hacia finales de los setenta (1978), sin embargo, los Cordano decidieron traspasar el negocio a sus mozos. Ocho de ellos, no han dejado de empujar, cada mañana, la legendaria puerta de madera y vidrio. Durante más de 100 años, ha sido el rincón de políticos, intelectuales y trasnochadores. Incluso, varios presidentes cruzaron la calle para degustar legendarios platos que aún se sirven en las mesas de mármol y granito, como los riñoncitos al vino o los sesos a la romana; asimismo, los sánguches de jamón del norte o los chilcanos de pisco.

Pero también nos olvidamos de algunos bares ya desaparecidos de Lima, muy conocidos en la década de los cincuenta, como El Palermo, que se ubicaba en la segunda cuadra de La Colmena, a pocos metros del Parque Universitario. Tenía un local amplio, el más grande que se recuerde en la zona. La atención era esmerada pero nada especial en los servicios de la cafetería, el restaurante y el bar. Sus 22 mesas familiares, alfombradas de aserrín, acogían casi las 24 horas del día a un público que reunía a profesores y estudiantes de la universidad de San Marcos y alguno que otro de la Universidad Católica; la mayoría procedía de las Facultades de Letras y de Derecho. Pero también eran clientes muchos periodistas porque, al cierre de la edición, redactores y reporteros de La Prensa, La Crónica y El Comercio, se daban cita en El Palermo. Juntos pero no confundidos, se podía ver al novelista José María Arguedas y al maestro Raúl Porras Barrenechea, a los poetas Alberto Escobar y Francisco Bendezú, al estudiante de historia Pablo Macera, y al pedagogo Oscar Franco. A los periodistas Pedro Álvarez del Villar y al crítico y poeta Augusto Salazar Bondy. Al filósofo Víctor Li Carrillo y al estudiante de Derecho Félix Arias Schereiber. Al sociólogo Aníbal Quijano y al narrador Eleodoro Vargas Vicuña -en el 55, recién llegado de Arequipa-, al poeta Juan Gonzalo Rose y al historiador Emilio Choy, al cuentista Oswaldo Reynoso y al crítico de cine Hugo Bravo, a las estudiantes de Letras Esperanza Ruiz, Nécida Coronado y Evelina Gayoso. Todos, jóvenes personajes que vivieron la férrea dictadura militar del General Odría. Para muchos, fue la extensión del Patio de Letras de la Universidad de San Marcos. El negocio fue fundado por la familia italiana Cocchella que, a principios de los 50, lo vendieron a una familia japonesa, los Kuniyoshi (el jefe del clan era don Santiago Kuniyoshi).

También fue famoso El Zela, en uno de los portales de la Plaza San Martín, donde acudía el pintor Sérvulo Gutiérrez y gente de la Universidad Católica. Otro era El Negro-Negro, en un sótano de la Plaza San Martín. Fue un centro nocturno muy especial. Decorado al estilo parisién por la artista francesa Odile Marley, con la colaboración de Juanito Pardo de Zela, le dieron un ambiente intelectual que hizo de este local el lugar predilecto de artistas, literatos y personajes de la más fina bohemia de los años 50, que algunos llaman los “años felices”. Era “el Ateneo de la intelectualidad del momento, que venía de la Segunda Guerra Mundial…”, dice uno de los habitués de ese inolvidable centro nocturno que ofrecía el placer de conversar, brindar, escuchar música, ver teatro (especialmente comedias) y exposiciones de pintura y, finalmente, hacer bohemia. Funcionaba a media luz, con un jazz de fondo que tocaba un pianista invidente: Freddy Ochoa. Sus dueños eran los hermanos Leo y José Barba, este último padre del ex congresista José Barba Caballero. A la entrada del Negro-Negro había una galería-librería, cuyos dueños eran Paco Moncloa y Sebastián Salazar Bondy, uno de los intelectuales más importantes de esos años. La librería funcionaba hasta poco más de la medianoche. Entre sus más asiduos concurrentes estaban: Sérvulo Gutiérrez, Alfonso Tealdo, Juan Ríos, Catita Recavarren, el torero Juanito Doblado, Alberto Brun, Carlos Eduardo Zavaleta, Fernando de Szyszlo, Blanca Varela, Edgardo Pérez Luna, Alfonso Grados Bertorini, etc.

También eran conocidos El Chino-Chino y, especialmente La Catedral, inmortalizado por la novela Conversación en la Catedral, de Mario Vargas Llosa. Fue una conocida chingana de obreros, artesanos y desocupados; estaba ubicada al borde del cuartel primero de la vieja Lima, en las inmediaciones del Puente del Ejército y de la avenida Argentina (al final de la avenida Alfonso Ugarte). Allí fueron las conversaciones entre Santiago Zavala y Ambrosio Pardo (hoy se encuentra en estado ruinoso).


MVLL en La Catedral

Finalmente, en enero de 2009 muchos limeños lamentaron el cierre del histórico Piselli de Barranco, abierto en 1915, en la esquina de Pedro de Osma y 28 de Julio. Se trataba de una clásica bodega italiana, como muchas que se instalaron en Lima desde inicios del siglo XX, atendida por sus dueños. En este caso fueron los hermanos Orestes, Ángel y Antonio Piselli, quienes, detrás del mostrador, preparaban sándwiches y tragos, probaban la bondad de nuestro pisco, y ofrecían por igual mortadela italiana, jamón inglés, bacalao noruego, quesos y vinos franceses, según el diario El Comercio en su nota de despedida al célebre rincón barranquito. Al fondo, el Piselli albergaba el bar, con dos o tres mesas acomodadas, aunque los parroquianos brindaban de pie. Entre sus clientes estaba el poeta Martín Adán, quien se sentaba solo y mirando a la calle. Otro gran poeta, Juan Gonzalo Rose, hacía de las suyas en el Piselli: parado ante el mostrador pedía un capitán con presa: pisco, Cinzano y una aceituna. Con él llegaron otros poetas como César Calvo, Reynaldo Naranjo y el violinista de la Orquesta Sinfónica Nacional Luis Purizaga. Afortunadamente, meses después, el bar reabrió, en la misma esquina, pero en la acera de enfrente, trasladando todo el mobiliario, incluidas las mesas de fierro antiguo y la barra original hecha de cedro de Nicaragua. Caretas informó así: “Las nuevas sillas han sido hechas a la usanza clásica. Segunda vida para un reducto muy querido por la bohemia limeña, lugar favorito de poetas como Juan Gonzalo Rose y César Calvo, políticos de todas las tiendas –se recuerda un encuentro fortuito y tenso entre Jorge del Castillo y ‘Popi’ Olivera– y hasta John Wayne. El actor se hizo un asiduo del Piselli en la década del 50, cuando andaba en amores con la peruana Pilar Palette, que a la postre se convertiría en su tercera y definitiva esposa. Tal vez veía el Piselli y pensaba en sus westerns. O tal vez el chilcano y el capitán –trago casi extinto en estos días, pero aún presente en la carta– eran demasiado buenos”.

Nota.- Nos queda reseñar qué fue de la suerte del Malatesta, otra célebre bodega y bar de la avenida Arenales.

Puntuación: 3.72 / Votos: 7

Comentarios

  1. Óscar García Zárate escribió:

    Interesante artículo. Sólo una observación: Augusto Salazar Bondy no fue poeta. Se trataba de un filósofo. Quizá, haya querido mencionar a Sebastián, su hermano literato.

  2. chuckconnors escribió:

    y que sabes del bar El hueco en la pared?

  3. jorrego Autor escribió:

    El "hueco en la pared" era un bar en el jirón Moquegua donde solían acudir periodistas.

  4. Mario Sanchez Carrion escribió:

    Solo faltaria agregar el bar Queirolo en Pueblo Libre, es otra institucion.

  5. Oscar Muschi escribió:

    INTERESANTE ARTICULO
    DURANTE MUCHO TIEMPO ESCUCHE A MIS TIOS HABLAR SOBRE UN BAR DONDE A INICIOS DEL SIGLO XX, MI ABUELO SE REUNIA CON OTROS INMIGRANTES EN SU MAYORIA ITALIANOS Y ESTABA UBICADO EN LA CALLE ZAVALA, MUY CERQUITA EN DONDE MAS TARDE SE LEVANTO LA TIENDA MARCAZZOLO.
    HASTA DONDE SE, DE ALGUNA MANERA ESTABA EN RELACION CON LOS FABRICANTES DE LA GUINDA ZAVALA., QUE ERA MUY FAMOSA EN ESOS DIAS.
    ALGUIEN DE ESTE FORO TIENE ALGUNA INFORMACION DE AQUEL BAR

  6. Jorge Bejar escribió:

    De niño, por los 50s, recuerdo que acompanaba a mi padre al Cafe Berlin, que quedaba a una cuadra de la Plaza de Armas, alli podia degustarse toda clase de meriendas criollas y los mayores se echaban al coleto mientras esperaban que salieran los platillos, un copon de pisco, o tambien solian acompanar el "quitapesares" con un platillo de "senoritas", conchas de abanico al natural, con su correspondiente limoncito y un toque de aji. El Berlin era famoso por sus patitas de cerdo adobadas o en escabeche.

  7. Guillermo Vera escribió:

    El negocio de vajillas de Domingo Marcazzolo quedaba en la esquina de la Av. Abancay con Jr. Huallaga. El bar o cafe administrado y frecuentado por italianos mas cercano era el Cafe Mazzi (Jr. Huallaga 630). No tiene nada que ver con el Jr. Zavala que esta por la Av. Iquitos, antes San Carlos, en donde funcionaba la fabrica de licores que elaboraba la popular bebida basada en la guinda.

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