Archivo por meses: agosto 2009

Hoy 20 de agosto, día del Callao (algunos recuerdos de su historia)


Dársena y faro del Callao a finales del siglo XIX

El 20 de agosto de 1836 se creó la provincia del Callao. Sin embargo, la historia de nuestro primer puerto es nutrida y bien rica, pues se remonta hasta los tiempos prehispánicos cuando allí existió un villorrio de pescadores indios. Luego, cuando se fundó La Ciudad de los Reyes, el lugar fue conocido como “el Callao de Lima” y sus pobladores fueron llamados chalacos, que significa “hombres de la costa”. Al igual que Cartagena de Indias, Guayaquil o Valparaíso, el Callao guarda innumerables episodios históricos y anécdotas vinculadas al mar y a los hombres del mar. Su historia se entremezcla con desastres naturales (terremotos y maremotos), cultos locales, combates navales y proezas marinas. Todo aquello está guardado en la memoria de los chalacos.

¿Por qué provincia constitucional? Esta tradición tiene que ver con las luchas independentistas y caudillescas del siglo XIX. En este sentido, los chalacos se sienten descendientes de movimientos por la libertad y la legalidad. Un primer ejemplo fue el donativo de 18 onzas de oro que en diciembre de 1821 hicieron a la causa patriota a través del capitán de las cuadrillas de playeros, un tal Barboza. Otro momento fue en 1834 cuando los chalacos rechazaron el intento usurpador del caudillo Agustín Gamarra contra el presidente Luis José de Orbegoso. Pero el nombre “constitucional” viene de cuando su plaza fue escenario de los sangrientos sucesos de 1857, cuando los “constitucionalistas” defendían al gobierno de Ramón Castilla contra los insurrectos del general Manuel I. de Vivanco. Los hombres de Vivanco desembarcaron en el Callao e intentaron apoderarse de la plaza. Tras un sangriento combate, los chalacos derrotaron a los vivanquistas y, ese mismo día, el diputado por el Callao, Manuel Toribio Ureta, propuso, en la Convención, que se le llamara “Provincia Constitucional” al Callao, idea que fue aprobada sin mayor trámite y por unanimidad. Es importante anotar que la antigua Plaza de Armas del Callao fue llamada primero “Plaza Constitución”, luego “Plaza La Victoria” (1885) y, finalmente, “Plaza Grau”.

El camino a Lima en el siglo XIX y la construcción del ferrocarril.- El viaje a Lima se hacía en carruajes, en cabalgaduras o a pie. Los viajeros del siglo XIX detallan con minuciosidad las condiciones del viaje por lo obligado que era su trayecto para llegar a Lima. En este sentido, la mayoría de las descripciones coinciden en señalar que el camino estaba infestado de asaltantes. La gran innovación vino en la década de 1850 con la construcción de la vía férrea que uniría a Lima con el Callao.

El primer ferrocarril del Perú fue el que unió Lima y el Callao en 1851. Fue la culminación de proyectos iniciados en 1826 y concretados en el primer gobierno de Castilla y la ceremonia de colocación de la primera piedra se realizó en la Estación de Lima el 30 de junio de 1850. Al mes siguiente se iniciaron los trabajos en base de los planos del ingeniero John England y 5 meses después se hizo el primer viaje de prueba entre el Callao y el convento San Juan de Dios, hoy Plaza San Martín. El 8 de noviembre se organizó un pequeño convoy formado por una locomotora y un coche en el que viajó el presidente Castilla, ida y vuelta al Callao, en viaje inaugural. Por fin, el 3 de enero de 1851 comenzó el servicio de pasajeros y el 17 de mayo se inauguró oficialmente la línea. La construcción de los casi 14 kiIómetros de la vía se efectuó en 11 meses y 18 días. Dos locomotoras importadas de Inglaterra fueron bautizadas con los nombres de “Lima” y “Callao”. El 17 de mayo de 1851, ya durante el gobierno del presidente Echenique, se comenzó a usar el ferrocarril regularmente para el transporte de pasajeros pagando pasaje. El muelle del Callao del cual arrancaba la vía ya no existe pues fue reemplazado por el actual muelle de guerra cuando en 1865 se iniciaron las obras de lo que se llama Muelle y Dársena.

Luego de la Guerra del Pacífico, la Peruvian Corporation tomó a su cargo la línea y continuó con el servicio de pasajeros. Era una vía simple que partía del muelle y bordeaba la fortaleza del Real Felipe (llamado en el siglo XIX “Castillo de la Independencia), entraba a la actual avenida Grau (ex Buenos Aires, y en el siglo XIX llamada “Del Ferrocarril) para luego enrumbar a Lima por la avenida Colonial. Luego, el ferrocarril tendría dos ramales que se extendían a La Punta y Bellavista. Fue llamado “inglés” por limeños y chalacos, pues de Inglaterra vino la maquinaria y los carros o vagones del tren. Lamentablemente, hoy sólo ofrece servicios esporádicos de carga entre la Estación de Desamparados y el Terminal del Callao.

El alumbrado público en el siglo XIX.- El alumbrado público y privado a kerosene y luego a gas cambió el aspecto de la ciudad. Hasta ese momento, las casas particulares y negocios colocaban mecheros de aceite en las puertas y los encendían al caer la tarde y alumbraban un espacio reducido hasta aproximadamente las 10 de la noche. En 1854 se celebró un contrato para instalar 167 faroles a kerosene en la calle del Comercio (hoy jirón Constitución). Posteriormente, en 1865, la empresa de Juan Matkinson instaló 370 faroles a gas para alumbrado público y domiciliario.

La iglesia matriz.- La tradición cuenta que este templo, ubicado en la Plaza Grau, data de la época virreinal, y es posible que con el maremoto de 1746 se destruyó; sus bases se encontraron casi integras y pudo ser reconstruida luego. Lo cierto es que la actual iglesia fue levantada con fondos fiscales en 1866, con autorización del presidente Mariano I. Prado. Decimos la “actual iglesia” porque sus libros de bautismo y defunción datan de 1749; es decir, tres años después del sismo que hizo desaparecer el Callao. Y hay otro dato: fue elevada a parroquia en 1834 por el arzobispo de Lima Jorge de Benavente. Existe también un plano del Callao de 1573, en el que se detalla una Iglesia con manzanas alrededor. Lamentablemente los constantes tsunamis y terremotos que a sufrido el Primer Puerto de la republica entre 1586 y 1966 (los mas devastadores) han ocasionado de que esta Iglesia haya sido reconstruida varia veces.

Lo cierto es que la actual iglesia, de bellos altares tallados, se empezó a construir en la década de 1860 y es de estilo neoclásico, de una sola nave y numerosas columnas y arcos, y un abreve cúpula sobre el altar mayor. Ubicada en la calle Miller, es llamada matriz por ser la principal y como “madre” o generadora de las demás, ya que solo hasta su construcción solo existía la capilla de Guadalupe (ubicada en el pequeño hospital donde se atendía a los marineros enfermos). Iniciada la construcción de la Matriz, tardó varios años en ser terminada. Concluida su edificación, se la nombró con el título de Iglesia de San Simón y San Judas. Durante varios años, cuidaron de ella los sacerdotes franceses de la Inmaculada Concepción. Luego del terremoto de 1966, cuando quedó seriamente dañada, el obispado del puerto y el gobierno de Holanda se encargaron de su reconstrucción. A mediados de la década de 1970, gracias a la decisión de monseñor Ricardo Durand Florez, en ese entonces Arzobispo-Obispo del Callao, tuvo otros procesos de reconstrucción, uno de ellos del Gobierno de Alemania y el último por Corde-Callao. Finalmente, el 16 de setiembre de 1995 fue reinaugurada la Iglesia Matriz y consagrada como Catedral del Callao.

La calle más antigua del Callao.- Al finalizar el siglo XIX, el tránsito pesado por la antigua calle Lima fue disminuyendo por el funcionamiento del tren inglés. Eso fue aprovechado por las autoridades del puerto para adoquinar la vía con bloques de piedra tallada procedente de la isla del Frontón. Luego, la presencia del tranvía eléctrico Lima-Callao contribuyó a que los chalacos se preocuparan más por el aspecto ornamental de la calle Lima. De esta manera, desaparecieron las acequias y se plantaron árboles a lo largo de la avenida. El ritmo de las edificaciones fue lento hasta completar la primera manzana con las calles Paz Soldán y Colón. Pero con el tráfico comercial y la apertura de negocios se convierte en la principal arteria del Callao hasta la fecha. Lo cierto es que el 23 de agosto de 1914, el Consejo Provincial del Callao acordó modificarle el nombre a la avenida por el de Roque Sáenz Peña, en honor al ilustre militar argentino, además de presidente de su país, quien luchó por el Perú en la Guerra del Pacífico. Sin embargo, hasta no hace mucho tiempo, algunos chalacos conservadores, o algo nostálgicos, la seguían llamando como antaño: “calle Lima” (algunos datos utilizados en el post de hoy han sido tomados del libro de Francisco Quiroz, Historia del Callao : de puerto de Lima a provincia constitucional. Callao, 2007).


Jirón Constitución (1904)

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Beatles on record

Varias imágenes y conversaciones entre los integrantes de los Beatles que no habían sido vistas ni oídas nunca antes saldrán a la luz el mes que viene gracias a un documental que emitirá la BBC. El montaje de la cadena pública británica lleva por nombre “The Beatles on record” y formará parte de la programación especial que la BBC emitirá durante una semana sobre la banda, según informó la emisora. El documental se ha elaborado con grabaciones recogidas en el famoso estudio de Abbey Road en algunas de las últimas sesiones de trabajo que compartieron sus cuatro miembros, y en él se muestran imágenes y audio inéditos de John Lennon, George Harrison, Paul McCartney, Ringo Starr y su productor, George Martin. En él podrá seguirse la evolución musical del cuarteto de Liverpool desde su primer disco, “Please Please Me”, en 1963, hasta su último trabajo, “Abbey Road”, grabado en 1969. Sesenta canciones, fotos y secuencias casi desconocidas así como varias escenas que recogen las conversaciones que mantenían “los cuatro fantásticos” del pop británico y que fueron descartadas en su momento son parte del material reunido en el documental. La BBC2 ofrecerá este montaje en septiembre, pocos días antes de la puesta en venta del catálogo original remasterizado de la banda, además del estreno del videojuego “The Beatles: Rock Band”. La cadena pública británica también ofrecerá durante su semana de programación especial sobre los Beatles un documental sobre la primera visita de la banda a EEUU que no se ha emitido nunca por televisión (EFE). Sigue leyendo

Aquí nació la nostalgia ‘hippy’

Hoy hace 40 años, medio millón de jóvenes se hacinaban en Woodstock, el padre de todos los festivales musicales. Fue quizá el desastre más exitoso de la historia. Tres días de paz y amor convertidos en la imagen icónica de una época. Visitamos el lugar donde se celebró para comprobar qué es lo que queda de un mito que sigue seduciendo.

Fue casi un mes después de que Neil Armstrong pisara la Luna y apenas unos días más tarde de que los seguidores de Charles Manson perpetrasen los salvajes asesinatos en casa de Roman Polanski. El 14 de agosto de 1969, furgonetas, autobuses escolares reciclados y miles de utilitarios colapsaron la ruta 17b del Estado de Nueva York. Aquel monumental atasco fue el comienzo de un legendario fin de semana en el que cerca de medio millón de jóvenes se dieron cita en los terrenos de la granja de Max Yasgur.

Hubo una cantidad considerable de estupefacientes, mucho barro y una extraña sensación de liberación e idilio colectivo. Janis Joplin, Jimi Hendrix, Joan Báez, Sly, Richie Havens y Joe Cocker, y 25 grupos más, pusieron la banda sonora al desastre más exitoso que se recuerda en la historia de los festivales de música. El entonces gobernador, Nelson A. Rockefeller, declaró el condado zona catastrófica. El Ejército acudió a su auxilio. Medicinas y comida fueron lanzadas desde el aire. Woodstock pasó a convertirse en el hito de una generación.

Cuarenta años después, la carretera que conduce hasta los terrenos donde se celebró el festival, en el pequeño pueblo de Bethel, apenas ha cambiado. Sin embargo, el número de turistas que visitan la zona ha aumentado bastante desde que se abrió en 2006 el Centro Bethel Woods. Su auditorio, de 15.000 localidades, programa actuaciones de Bob Dylan o la Filarmónica de Nueva York, o el concierto homenaje de los Heroes of Woodstock, con ocho de los artistas que actuaron en 1969.

En lo alto de una colina frente al auditorio, un centenar de escolares escuchan una mañana de julio la historia de Duke Devlin. “Vine a pasar tres días y me quedé 40 años”. Alto y corpulento, este superviviente del festival luce barba y melena blancas y muchos tatuajes en los brazos. Parece un Santa Claus alternativo. Tras su paso por la Armada estuvo varios años saltando de comuna en comuna. En una de ellas vio un anuncio del festival. No se lo pensó. En Woodstock se unió a los miembros de Hog Farm, el colectivo de Santa Fe. “Distribuimos comida y ayudamos a quienes tenían malos viajes de ácido”.

Cuando todo terminó, Duke empezó a trabajar en una lechería de los alrededores. Hoy sus nietos van a la escuela local y él hace de guía en el centro. Subido a un cochecito de golf, conduce hasta la zona donde se montó el escenario en 1969, un gran rectángulo sin hierba, cubierto de piedras. Unos metros más allá se encuentra una placa conmemorativa. Una pareja en bermudas se saca fotos. El mito sigue siendo atractivo. Este año, 13 nuevos libros han sido publicados en Estados Unidos y el director Ang Lee estrena (en España, el 2 de octubre) una película sobre el festival.

Cabe darle la razón a Ellen Willis, la pionera crítica de rock que inauguró el género en el New Yorker. “Hay que reconocer algún mérito a los productores de la Feria de Arte y Música de Woodstock: al fin y al cabo, han dado un golpe magistral en cuestión de relaciones públicas”, escribió Willis en su crónica del festival para revista. “Parece que han logrado que cuaje la idea de que la crisis en Bethel fue un caprichoso desastre natural más que el resultado de la incompetencia humana, que la asistencia masiva era totalmente inesperada (y que, por tanto, era imposible que cualquier ser razonable lo hubiera previsto) y que, además, ellos han perdido más de un millón de dólares en el proceso de ser buena gente, porque hicieron todo lo posible por convertir lo que apuntaba a ser un fracaso en un fin de semana enrollado” .

El mito de Woodstock que Willis veía crecer días después del festival acabó de establecerse gracias al documental Woodstock Festival: tres días de paz, amor y música, dirigido por Michael Wadleigh y editado por Thelma Schoonmaker y Martin Scorsese. Llegó a las pantallas en 1970 y fue galardonado con un Oscar. En él se mostró al gran público la llegada del Ejército y los helicópteros, las pipas de papel de plata y el éxtasis colectivo; las actuaciones de Hendrix, Joan Báez o Richie Havens. Woodstock se convirtió en un mito global. Las imágenes de jóvenes desnudos bañándose en los lagos o deslizándose por el barro pasaron a formar parte del imaginario colectivo.

El barro de 1969 ha quedado neutralizado en centro de arte de Bethel. “Cuando me propusieron encargarme de esto, pensé: ¿cómo voy a vender sexo, drogas y rock and roll a escolares?”, dice Wade Lawrence, el director del museo del centro. La solución ha sido apostar por el contexto y hacer un museo de historia política y social de los sesenta. Aquellos años estuvieron marcados por la lucha de los derechos civiles y el movimiento estudiantil contra la guerra de Vietnam. Kennedy llegó a la presidencia, y Martin Luther King encabezó la histórica marcha hasta Washington; ambos murieron asesinados. Las comunas se expandían, el ácido y la marihuana eran moneda común entre los adolescentes alternativos y el rock vivía una nueva edad dorada.

En las enormes pantallas del museo, Richie Havens canta Freedom –el himno que improvisó sobre el escenario cuando ya no sabía qué más tocar–, y Joe Cocker agradece la ayuda de sus amigos en With a little help from my friends. Las vitrinas muestran las portadas de discos de Supremes, Dylan y los Beatles, entre otros.

Woodstock se encuentra a una hora y media en coche del museo. Los promotores originalmente planearon celebrar aquí el festival. El veinteañero Michael Lang se instaló en Woodstock atraído por la presencia de Dylan, Joplin y Hendrix en la zona. Lang iba y venía de la ciudad y pronto consiguió una cita con Artie Kornfeld, director artístico en Mercury Records a los 25 años. Juntos idearon el plan de montar una discográfica con sede en el pueblo.

John Roberts, rico heredero de una empresa química, y Joel Rosenbam, licenciado en Derecho por Yale, fueron los inversores de la recién fundada Woodstock Ventures. Pronto tomó cuerpo la idea de organizar un festival. Contrataron a un equipo y a una agencia de relaciones públicas, Wartoke, para publicitar el evento. “Soy un gran fan de usar los rumores como instrumento de promoción”, escribió tiempo después Lang en un libro conmemorativo del festival.

Tom Benton no escuchó los rumores que circulaban por el Village, simplemente vio un anuncio a toda página en The New York Times. Tenía 19 años y una pasión desaforada por la música. Lo recuerda sentado en su tienda de guitarras situada en la calle principal de Woodstock. “Me moría por ver a Jeff Beck y los Iron Butterfly, pero se cayeron a última hora del cartel”. Benton no sólo fue uno de los pocos que pagaron –la avalancha de público hizo que los organizadores declararan la entrada libre–, sino que además asegura que no se perdió ningún concierto; ni siquiera el solo Star spangled banner de Hendrix, que tocó en la mañana del lunes, cuando la mayoría del público ya se había marchado.

Cuesta imaginar despeinado en el barrizal a Benton, un hombre de media melena canosa y flequillo simétrico. Durante 20 años renunció a la música y se dedicó a ejercer como abogado. “Dije que cuando cumpliese 50 volvería a ello”. En su tienda ha montado un sello discográfico e imparte clases.

Nadie estaba seguro aquel verano de que el festival fuera finalmente a celebrarse. Las tensiones entre los socios crecían y las posibles localizaciones del macroconcierto se iban cayendo de la lista. Cuatro semanas antes de que el Woodstock abriera sus puertas, aún no tenía ubicación definitiva.

“Yo salvé el festival. Es hora de que se sepa que Woodstock ocurrió gracias a un gay”, dice Elliot Tiber, socarrón, sentado junto a su perrita Molly. Decidido a aclarar la historia, este escritor y cómico –vecino de Tennessee Williams en su juventud y amigo del fotógrafo Mapplethorpe– publicó sus memorias hace dos años. El libro, Taking Woodstock, ha inspirado la película homónima de Ang Lee, en la que se recrea el motel El Mónaco que regentaban sus padres.

Elliot Landy, el fotógrafo oficial del festival, fue uno de los huéspedes del motel. Desde hacía algún tiempo vivía en Woodstock, donde había fotografiado a Bob Dylan y The Band para las portadas de sus discos. Los tres días que cubrió el festival tiró más de 2.500 fotos. Una selección de su trabajo viajará por España hasta finales de año.

¿Más allá del documental y las fotografías, fue aquél un momento histórico? “La música no fue memorable para los que lo vieron en directo”, contesta el gran pope de la crítica Robert Christgau. “Seamos claros, los sistemas de sonido en 1969 eran malos”.

Christgau fue al festival con su novia, la crítica Willis. También llevaron a sus dos hijos, de dos años y ocho meses. El más pequeño, Nathan, hoy es editor de música en la revista Rolling Stone. “Mis padres eran un poco más mayores que la mayoría del público. No eran hippies, tiraban más hacia un tipo beatniks-folk”. En Bethel acamparon en el bosque. Años después, le contaron cómo acabaron dando de comer a un montón de desconocidos. “Decían que se sintieron como monitores de un campamento”.

El lunes 17 de agosto de 1969, al terminar el concierto de Hendrix, los voluntarios y miembros de las comunas reclutadas por la organización comenzaron a limpiar. El promotor Michael Lang se subió a un helicóptero que le llevó hasta Wall Street. Allí se celebró la primera de las amargas reuniones que enfrentaron durante años a los cuatro organizadores. Se acabó la paz. En la granja de Yasgur tardaron un mes en recoger. Dicen que centenares de objetos quedaron en el fango. Arqueología de una generación que ya es historia (El País, 16/08/09).

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Sueño y pesadilla de 1969

La promesa de paz, amor y música de Woodstock se truncó por los trágicos sucesos del festival de Altamont. Se cumplen 40 años del breve apogeo del ideal ‘hippy’


La actuación de los Ángeles del Infierno, encargados de la seguridad, se saldó con un muerto

por DIEGO A. MANRIQUE (El País, 11/08/2009)

Con cada aniversario redondo, Woodstock vuelve a ser celebrado y la marca se reactiva comercialmente, amenazando con una nueva edición del festival. En 2009, aparte de varios libros, se publica la mayor colección de sonidos -canciones, avisos, presentaciones, ¡la tormenta!- del evento: una caja con seis discos titulada Woodstock 40 years on: back to Yasgur’s farm (Warner).

Ese fin de semana (del 15 al 18) de agosto de 1969 ha quedado inmortalizado como modelo de convivencia: más de 400.000 personas se juntaron en las montañas de Nueva York, desbordando a los organizadores de la Feria de Música y Arte de Woodstock. No pudieron controlar las entradas o vigilar las vallas; a su pesar, Woodstock fue gratuito.

No era el primer festival de rock pero nadie tenía la experiencia necesaria para enfrentarse a semejante aglomeración. Woodstock se desarrolló gracias a esa capacidad estadounidense para improvisar: si resultaba imposible desplazar a los músicos por las saturadas carreteras, se alquilaban helicópteros -a veces, los mismos Hueys que combatían en Vietnam- que también evacua-ban casos graves. Las cocinas de la comuna Hog Farm lograron milagros, pero aquello se hubiera colapsado sin las raciones de emergencia preparadas por monjas o damas judías de la zona; hasta los hoteles donaron alimentos.

Y eso que las primeras crónicas enfatizaban el peligro de epidemias, hambre, malos viajes. The New York Times incluso editorializó sobre lo que consideraba un desastre sin paliativos. Sólo tras el retorno de los asistentes se impuso una visión positiva, que destacaba la riqueza musical, la convivencia pacífica, el candor de los chicos que se bañaban desnudos. También resultaba tranquilizador el triunfo del hedonismo sobre el impulso revolucionario, ejemplarizado por el empujón de Pete Townshend a Abbie Hoffman, cuando el agitador yippie se atrevió a invadir el escenario de The Who para arengar a la tropa.

Poderosos intereses necesitaban retratar un Woodstock risueño. Urgía borrar los números rojos con el lanzamiento de los discos, con el estreno de la película. Sin embargo, la propia contracultura deseaba propagar la idea de que medio millón de jóvenes se podían reunir para escuchar música y divertirse, conviviendo armoniosamente bajo las reglas de la era de Acuario.

Un mito tan atractivo que embaucó a cínicos del calibre de los Rolling Stones. En noviembre, los británicos reaparecían en Estados Unidos, estableciendo el prototipo de gira estelar: desplazamientos en avión propio, grandes recintos, máximos beneficios. Jagger y compañía quisieron despedirse con un concierto gratuito, un Woodstock Oeste que además serviría como clímax del documental de la gira que estaban rodando los hermanos Maysles.

Terminaron en un circuito de carreras cerca de San Francisco. Lo ocurrido allí el 6 de diciembre garantiza que Altamont sea hoy sinónimo de caos y violencia. Fue una orgía de malas vibraciones, agravada por una organización descerebrada. Los Ángeles del Infierno, increíblemente contratados como seguridad, vapulearon a músicos y espectadores; harto de agresiones, un chico negro llamado Meredith Hunter esgrimió una pistola y murió acuchillado.

En honor a la verdad, tampoco Woodstock fue exclusivamente “paz y amor”: nadie habla de los muertos. Allí se toleraron actos de vandalismo -el incendio de los puestos de comida- con excusas políticas. De hecho, hubo momentos de pánico: tras la lluvia, quedaron al descubierto cables eléctricos, haciendo muy real la posibilidad de una electrocución en masa.

Da lo mismo: Woodstock fue glorificado por la misma necesidad de eventos significativos que anatematizó a Altamont. Además, era fácil señalar con el dedo: los Stones cargaron con las culpas. ¿No eran músicos que se definían como “Sus Satánicas Majestades”? Pura fachada: estaban tan despistados que aceptaron la sugerencia de llamar a los Los Ángeles del Infierno californianos, creyéndoles simples moteros rebeldes, como los que les arroparon meses atrás en el Hyde Park londinense. Cuando llovieron los juicios, las querellas y las recriminaciones, hasta los Ángeles se sintieron utilizados y prometieron venganza: durante años, Jagger temió que hubieran encargado su eliminación.

Sin minimizar las responsabilidades del grupo, hoy parece que Altamont fue un grave error generacional. La aristocracia del rock de San Francisco decidió que, si la ciudad había sido el jardín del movimiento hippy en 1967, se sentía capaz de improvisar una versión californiana de Woodstock. Pero el Altamont Speedway no se parecía en nada a la edénica granja de Max Yagur. Y el público de la Costa Oeste era más resabiado, melenudo y escéptico que la multitud boquiabierta de Woodstock.

Paradójicamente, Jagger y compañía habían intuido el avinagramiento de la utopía hippy con Gimme shelter, que inevitablemente serviría para bautizar la película de los hermanos Maysles (ahora relanzada en DVD, con material extra). Tras Altamont, la inocencia del verano del amor resultaba un recuerdo embarazoso. Hasta diciembre de 1969, la contracultura no aceptaba que entre sus filas pudieran anidar las serpientes.

Fue ese mes cuando se difundió que la familia encabezada por Charles Manson era responsable de la masacre en la casa de Roman Polanski y otros asesinatos que aterrorizaron a los habitantes de Los Ángeles. Costó aceptarlo: los reporteros enviados por Rolling Stone a cubrir el caso iban convencidos de que aquello era un montaje, destinado a enfangar la reputación del movimiento hippy.

Manson tenía un amplio historial carcelario, aunque se había reinventado como gurú y aspiraba a difundir sus enseñanzas mediante canciones. Le garantizaban tipos respetables: hasta Neil Young habló de Manson a su discográfica, Reprise. Su comendación: “Charlie es bueno en lo suyo, sólo que un tipo un poco descontrolado”.

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«El mago de Oz» conserva toda la magia en su 70 aniversario

«El mago de Oz», uno de los grandes clásicos de la historia del cine, cumple mañana 70 años desde su estreno en EEUU con toda su magia intacta, la misma que la define como estandarte de ese cine «de antes» llamado a la extinción.
Los 101 minutos de aventuras de Dorothy, el león cobarde, el espantapájaros y el hombre de hojalata, que recorren el camino de baldosas amarillas en dirección a Ciudad Esmeralda para dar con el Mago de Oz, suponen «la quintaesencia de las películas de estudio en Hollywood». Así lo aseguró a Efe Randy Haberkamp, programador del ciclo «El mejor año de Hollywood: las candidatas a mejor película de 1939», organizado por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas en el Teatro Samuel Goldwyn, de Los Ángeles. «Cada toma fue rodada en un escenario. No hay nada real en el filme. Todo es una fantasía, una completa creación artística. Fue un trabajo específico correspondiente a una época específica, y eso convierte la película en un cuento de hadas eterno», comentó Haberkamp.

Una historia con la que es fácil identificarse.- Basada en la novela de L.Frank Baum, la historia se centra en Dorothy (una adolescente Judy Garland), y en su perro Toto, quienes acaban en la tierra de Oz tras ser succionados por un tornado en Kansas. Allí conocen a la Bruja Buena del Norte, quien les sugiere que sigan el camino de baldosas amarillas hasta dar con el Mago de Oz, que podrá ayudarles a volver a casa. Además, la hechicera regala unas zapatillas rojas a Dorothy que tendrá que hacer taconear para poder regresar a su hogar. En ese camino conocen a tres acompañantes: un hombre de hojalata que añora un corazón, un león que sueña con recobrar la valentía perdida y un espantapájaros con ansias de tener un cerebro. Todos en busca también del Mago de Oz, para que les ayude a cumplir sus deseos. Pero en ese recorrido se toparán con las diabluras de la Malvada Bruja del Oeste, que pretende recobrar las zapatillas rojas que lleva Dorothy e impedir que los personajes consigan sus propósitos. «Todo el mundo se puede sentir identificado con la idea de desear ser algo más; todos tenemos también una bruja en nuestro interior y tenemos un hogar, ya sea físico o un estado mental. Además está el perro, todo el mundo debería tener uno», dijo entre risas Haberkamp para explicar que la película no pase de moda.

Un rodaje no exento de dificultades.- Pero la cinta pudo haber tenido un aspecto muy diferente si se hubieran llegado a cumplir ciertas exigencias de los estudios Metro-Goldwyn-Mayer (MGM). Por ejemplo, en un principio se pensó que la Malvada Bruja del Oeste debía tener un aspecto glamouroso, que las zapatillas de Dorothy serían plateadas como en la novela o que el célebre tema «Over the rainbow» no aparecería en el corte final. «Fue un rodaje complicado, toda la producción resultó difícil y muy cara para la época», comentó Haberkamp. Por entonces MGM buscaba dar respuesta a «Blancanieves», el gran éxito de Disney en 1937, pero los estudios se toparon con un proyecto por el que pasaron cuatro directores (Victor Fleming, que filmó la mayor parte del metraje; Mervyn LeRoy, Richard Thorpe y King Vidor) y hasta 16 guionistas, la mayoría sin acreditar, encargados de pulir los diálogos. Debió merecer la pena porque el filme se hizo con dos Oscar (a la mejor banda sonora y a la mejor canción original, por «Over the rainbow»), y su emisión en las televisiones de EEUU se convirtió en una tradición a lo largo de las décadas.

Los años dorados de Hollywood.- La película, fruto de la época dorada de Hollywood, recuerda una manera de hacer cine que ya no tiene continuidad. «Después de la II Guerra Mundial, las sensibilidades cambiaron. Las tecnologías se desarrollaron al mismo tiempo que las televisiones se introdujeron en los hogares. Por eso hay cierto halo de nostalgia cada vez que vemos la película, porque sabemos que ya no hay cosas así» dijo Haberkamp. Para el programador de la Academia de Hollywood, la influencia de la Guerra se dejó notar en las décadas de los 40 y los 50. A partir de 1960 la industria miró a la juventud, los 70 se centraron en la fabricación de «blockbusters» (grandes éxitos de taquilla) y ahora todo está abocado a la era digital. «El cine evoluciona con su tiempo», apuntó Haberkamp. «No hay cine como el de antes, pero todo depende del punto de vista y de lo que cada uno encuentre agradable; en cualquier caso sería divertido ver qué piensa la gente de las películas de hoy día dentro de 70 años, si es que piensa algo», concluyó. Y es que fue 1939 un año irrepetible en la historia del cine: además de «El mago de Oz», compitieron ese año por los Oscar filmes como «Lo que el viento se llevó», «La diligencia», «Cumbres borrascosas», «Ninotchka», «Tú y yo (Love affair)», «Adiós Mr. Chips» o «Caballero sin espada», y actores como Clark Gable, Laurence Olivier, James Stewart, Bette Davis, Greta Garbo, Irene Dunne, Olivia de Havilland o Vivien Leigh. Ahí es nada (EFE). Sigue leyendo

85 años de Universitario de Deportes


Equipo de Universitario que logró el subcampeonato de la Libertadores en 1972

Hoy 7 de agosto, hace 85 años, en 1924, un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos fundó la Federación Universitaria de Fútbol que, desde 1931, se le conoció como Universitario de Deportes o, simplemente, la “U”. Para ubicar la irrupción de este club, nos remontamos a la década de los años veinte del siglo pasado, cuando los “clásicos” del fútbol eran los encuentros entre Alianza Lima y Atlético Chalaco: se trataba de una rivalidad territorial: Lima vs. El Callao. Pero hacia finales de esa década, apareció una nueva surgida de las diferencias que dividían a la sociedad limeña: jugaban pobres contra ricos, obreros y artesanos contra estudiantes universitarios, negros contra blancos; en otras palabras: Alianza Lima contra Universitario de Deportes. El primer “clásico” se jugó el domingo 23 de setiembre de 1928 y fue ganado 1-0 por los estudiantes. En ese primer encuentro ambos equipos se enfrascaron en una violenta gresca debido a las constantes acciones bruscas. El partido tuvo que ser suspendido por el árbitro ya que los aliancistas, debido a las expulsiones, se quedaron con seis jugadores. Pero la gresca también se trasladó a las tribunas de madera del viejo Estadio Nacional: la leyenda cuenta que los jugadores blanquiazules se liaron a golpes con los hinchas cremas, quienes respondían a los cabezazos de los morenos con golpes de bastones. La histórica rivalidad había comenzado.

Pero si hasta los años 30 Universitario fue identificado como el equipo de los jóvenes “pitucos” de Lima, luego creó su propia identidad basada en el juego efectivo y con garra. En un medio donde la pobreza, el desempleo y la lucha por la sobrevivencia son pan de cada día, la hinchada crema desarrolló una apuesta por el triunfo a través de la fuerza, la laboriosidad y el esfuerzo sistemático, donde la creatividad y el aspecto lúdico del juego pasaron a un segundo plano. Como anota Mario Vargas Llosa: “tener pundonor, locura y corazón a la hora de salir a la cancha. Un factor emotivo y pasional”. La identificación con un equipo ganador podríamos traducirla con la siguiente fórmula: si mi equipo gana, entonces, yo también soy un ganador. No es por casualidad la relación entre el fenómeno de la migración y la expansión de la popularidad de Universitario fuera de los sectores medios y altos entre las décadas de 1940 y 1970. En este sentido, la fuerza de los migrantes está muy presente en la construcción de la identidad crema. En los años noventa, este carácter fue sintetizado así por los hinchas de la Trinchera Norte: “morir de pie para no vivir eternamente arrodillados”.

Universitario logró su primer campeonato nacional en 1929 y debutó en la era profesional en 1951, año en el que el profesionalismo futbolístico llegó a nuestro país; su estreno no pudo ser mejor, pues el elenco crema superó por 4-1 al desaparecido Mariscal Sucre. Pero la verdad es que durante los años 50, la “U” sólo realizó campañas irregulares en los torneos nacionales, que fueron dominados por Alianza Lima y Sport Boys, llevando a una sequía que terminó con la obtención del título de 1959. El debut de la “U” en la Copa Libertadores de América se dio en abril de 1961, con una derrota de 0-5 ante Peñarol en Montevideo. De esta manera, el equipo crema se convirtió en el primero en participar en este torneo internacional. Hasta 1970, fue campeón 13 veces. Sus máximos ídolos durante este periodo fueron Teodoro “Lolo” Fernández y Alberto Terry.

Sin duda alguna, la mejor época de Universitario se dio entre finales de los años 60 y la primera mitad de los 70. Los viejos hinchas aún recuerdan el año 1967 cuando le tocó definir en semifinales de la Libertadores con Racing y River Plate y en 48 horas ganó los dos partidos en Buenos Aires. Asimismo, el glorioso 1972, bajo la dirección del técnico uruguayo Roberto Scarone, cuando fue subcampeón de la Copa Libertadores, al caer en la final ante el poderoso Independiente de Avellaneda. Finalmente, cuando en 1975 llegó a las semifinales de dicho torneo jugando partidos memorables con Peñarol de Montevideo, a quien derrotó tanto de visita como de local. Héctor Chumpitaz, Roberto Challe, Fernando Cuéllar, Julio Cruzado, Humberto Horacio Ballesteros, Rubén Techera, Juan José Muñante, Percy Rojas, Juan José Oré, Oswaldo Ramírez y Juan Carlos Oblitas son solo algunos nombres de aquella brillante generación de jugadores que pasó por el equipo de Breña.

Si nos remitimos a las frías estadísticas, Universitario es el mejor equipo del balompié nacional pues es el que más campeonatos tiene a nivel local tras acumular 24 coronas. Además, es el cuadro con mayor cantidad (36) de participaciones internacionales en competencias organizadas por la Confederación Sudamericana de Fútbol. Otro de sus logros fue cuando el equipo crema se dio con la obtención del Tri campeonato del año 2000, bajo la dirección técnica de Roberto Challe. Cabe recordar que un año antes de esa coronación, la “U” logró lo que tal vez fue el título más importante para sus hinchas: ser campeón y dar la vuelta olímpica en el estadio de Matute, donde es local su archirrival, Alianza Lima. Finalmente, siempre apelando a las estadísticas, en los últimos sondeos de opinión, la “U” aparece como el equipo de mayor hinchada a nivel nacional. En cuanto a infraestructura, tiene uno de los mejores estadios de Sudamérica y cuenta con el complejo Campo Mar-U.

Hoy día la “U” cumple 85 años y, lamentablemente, su situación deportiva, económica e institucional no es de las mejores. El club vive una crisis que se remonta a los últimos 20 ó 25 años cuando empezó a perder el prestigio internacional ganado entre 1968 y 1975 y sus dirigentes solo se contentaron con armar un equipo que solo sea competitivo en el torneo local, ya muy venido a menos, como todo el fútbol peruano. El club cayó en manos de dirigentes incompetentes (con honrosas excepciones), no hizo un buen trabajo en sus divisiones inferiores y no contó con un plantel de calidad para afrontar los compromisos internacionales que son los que verdaderamente ponen a prueba la casta de un equipo. Es cierto que la “U” no pudo escaparse de la debacle del fútbol peruano, pero también fue víctima de sus propios errores. Lamentablemente, gran parte de la hinchada solo se contentó con el espejismo de los “éxitos” domésticos. Esto sin contar que hoy, año 2009, la “U” está prácticamente en bancarrota con una deuda enorme al Estado. Esperemos que los socios y los dirigentes de la institución crema estén a la altura de las circunstancias y que de aquí a 5 años, cuando se celebren los 90 años, la “U” no solo sea campeón del torneo local sino que llegue, por lo menos, a las semifinales de la Copa Libertadores; asimismo, que resuelva la situación legal de su estadio, que tenga una economía saneada y que sea una institución modélica en el contexto deportivo nacional.

Nota (17/09/09).- Universitario de Deportes se convirtió en el mejor equipo peruano, al ubicarse en el puesto 28 del ránking “El Club del Siglo de América del Sur”, realizada por la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol (IFFHS). Los ‘cremas’ obtuvieron 78.00 puntos por encima de históricos como el Argentinos Juniors, Corinthians o el Inter de Porto Alegre. Otros equipos peruanos como Sporting Cristal y Alianza Lima aparecen en el puesto 35 y 42, con 50 y 29.00 unidades respectivamente. El ránking fue liderado por el histórico Peñarol de Uruguay, que obtuvo 531.00 puntos. Según explicó la IFFHS, la relación fue confeccionada a “partir exclusivamente de los resultados de las competiciones continentales de clubs”.

Principales puestos

1. Peñarol Montevideo (URU) 531.00
2. Independiente Avellaneda (ARG) 426.50
3. Nacional de Montevideo (URU) 414.00
4. River Plate (ARG) 404.25
5. Olimpia Asunción (PAR) 337.00
6. Boca Juniors (ARG) 312.00
7. Cruzeiro Belo Horizonte (BRA) 295.50
8. Sao Paulo (BRA) 242.00
9. América de Cali (COL) 220.00
10. Palmeiras Sao Paulo (BRA) 213.00
28. Universitario de Deportes (PER) 78.00
35. Sporting Cristal (PER) 50.00
42. Alianza Lima (PER) 29.00
45. Deportivo Municipal (PER) 25.50*

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La portada más famosa de los Beatles cumple 40 años


Portada del disco de los Beatles, ‘Abbey Road’

Es el paso de cebra más famoso del mundo. Desde que en 1969 cuatro hombres cruzaron Abbey Road, en Londres, y se hicieron una foto, el sitio cerca de la estación de metro St. John’s Wood es un lugar de peregrinaje. Millones de fans se acercan para imitar a los cuatro artistas, cruzan como ellos la calle de doble sentido, copian sus movimientos y se hacen fotos. Todos son amantes de la música de los Beatles, que el 8 de agosto de 1969 se retrataron en Abbey Road, por lo que este sábado se cumplen 40 años. La foto se convirtió en la portada de su disco con ese nombre, el último que grabaron, y una de las más famosas en la historia de la música.

Ninguna otra carátula estuvo literalmente más cerca de los Beatles, ya que en ese paso de cebra estaba su estudio de grabación. “Los Beatles llegaron ya por la mañana al cruce”, explica Richard Porter, experto en el grupo. “Eso para ellos era temprano, porque normalmente sus sesiones de grabación empezaban a las dos de la tarde. Pero se encontraron a propósito tan pronto para que los fans no molestaran en la sesión fotográfica”.

El motivo era más cómodo para ellos que un viaje al Himalaya, ya que originalmente el disco iba a llamarse ‘Everest’. Así que, en lugar de la montaña más alta del mundo, la foto fue bien sencilla: John Lennon, Ringo Starr, Paul McCartney y George Harrison cruzan de izquierda a derecha la calle. Todos de perfil. Lennon tiene las manos en los bolsillos de su pantalón de traje blanco, y sólo McCartney sobresale un poco, porque está descalzo, no va al mismo ritmo y tiene un cigarrillo en la mano.

Cuarenta años después, miles de fans intentan captar ese mismo momento, para sufrimiento de muchos conductores que a menudo tienen que esperar porque la gente cruza la calle muy lentamente, se queda parada o retrocede para volver a empezar e inmortalizarse allí. “Hay que llegar temprano. Entonces la luz es buena y no hay tanta gente”, afirma un turista, Ansgar Bellersen, que acude para el aniversario justo cuando un padre de familia estadounidense ordena, sin ningún humor y con voz áspera, a su familia de cuatro miembros cómo cruzar. Pero Bellersen no es cualquier fan, ya que organiza dos páginas de Internet dedicadas a los Beatles en Alemania y no duda de la importancia de la imagen. “Es un icono, no se puede llamar de otro modo”. Y también conoce la teoría de la conspiración surgida apenas publicada la foto.

Teoría de la conspiración.- La leyenda urbana sobre la portada de ‘Abbey Road’ es conocida por todos los fans: dice que Paul McCartney murió en 1966 en un accidente de automóvil, que el hombre de la imagen es un doble y que los Beatles quisieron simbolizar con ella una especie de cortejo fúnebre: Lennon con traje blanco de sacerdote, Starr siguiéndolo vestido de negro en su papel de empresario de pompas fúnebres, el doble descalzo de McCartney y, al final, Harrison con vaqueros como un enterrador.

El hecho de que McCartney, que era zurdo, estuviese supuestamente muerto lo adjudican los partidarios de esta teoría al hecho de que tiene el cigarrillo en la mano derecha. Y además, al hecho de que va descalzo y con un viejo traje, como se coloca a los cadáveres en los entierros.

Por detrás, se ve el escarabajo blanco que fue subastado más tarde y se encuentra expuesto en el museo de Volkswagen, en Wolfsburgo (Alemania). El número de la matrícula, 051351, y las letras LMW podrían interpretarse con mucha buena voluntad como “Linda McCartney widowed” (viuda). Sólo cuando un periodista entrevistó al ‘beatle’ en Escocia se acallaron los rumores sobre su muerte (DPA).

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Notas sobre el puericultorio ‘Pérez Araníbar’

El nombre del hogar de niños huérfanos más famoso de Lima se debe al médico y filántropo Augusto E. Pérez Araníbar (Arequipa 1863-Lima 1958). Estudió medicina en San Marcos y, con los compañeros de su especialidad, asistió a los heridos en las batallas de San Juan y Miraflores durante la guerra con Chile. Ya graduado de médico, en un viaje a Europa (1903), se interesó en la investigación de las enfermedades gástricas y en la construcción de hospitales. De regreso al Perú, se incorporó al trabajo en la Beneficencia Pública, del cual fue subdirector (1913-16) y director (1916-19). Desde allí llevó a acabo sus actividades filantrópicas y promovió la generosidad de las empresas y familias de fortuna para realizar obras de bien social. Sin duda, la principal de ellas fue el llamado “Puericultorio Pérez Araníbar”, construido sobre un área de 108 mil metros cuadrados y en el cual fueron centralizados todos los albergues que existían hasta entonces para la asistencia de los huérfanos. Fue inaugurado el 9 de marzo de 1930, con la finalidad de velar por los niños desvalidos y otorgarles las herramientas necesarias para que cuando egresen del orfanato sean personas útiles a la sociedad. Para su construcción se buscó la ayuda de personajes generosos como Víctor Larco Herrera, Tomás Valle, Miguel Echenique e Ignacia Rodulfo de Canevaro, entre otros. Actualmente, se hospedan aquí unos 600 niñas y niños. Pérez Araníbar también estuvo vinculado a la construcción del Hospital Loayza, el Hospital del Niño y de un Asilo Nocturno para cobijar hasta por tres noches a hombres y mujeres que eventualmente carecieran de techo. Cabe resaltar que para mantener la tutela sobre estas instituciones declinó aceptar cargos honoríficos (como la alcaldía de Lima, ministerios de estado o la representación de su departamento natal en el Congreso).
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Miles de personas asisten al funeral del último veterano británico de la Primera Guerra Mundial

Miles de personas han asistido hoy al funeral del último veterano británico de trincheras de la Primera Guerra Mundial, Harry Patch, quien falleció el 25 de julio pasado a los 111 años. Miembros de la familia real, figuras del Gobierno y el jefe del Ejército, el general Richard Dannatt, se unieron a los amigos y familiares de Patch en una emotiva ceremonia, con todos los honores, celebrada en la catedral de Wells, en el suroeste de Inglaterra. Representantes de los gobiernos de Bélgica, Francia y Alemania también presentaron sus respetos a Patch, en nombre de los soldados de todos los países que participaron en la guerra.

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Muere Budd Schulberg, guionista de ‘La ley del silencio’


Budd Schulberg, a la izquierda, declara en 1951 ante el Comité de Actividades Antiestadounidenses

“Las estrellas de cine nunca fueron para mí los glamourosos dioses y diosas a los que adoraban en aquellas grandes catedrales y se ensalzaban en las revistas de fans“. Así describía a las caras visibles de la pantalla el guionista Budd Schulberg, responsable de los libretos de Más dura será la caída o la Ley del silencio, con el que consiguió el Oscar, y uno de los últimos supervivientes del cine clásico estadounidense, que falleció la tarde de ayer en Nueva York a los 95 años.

Como él mismo puso como título en sus memorias, Schulberg era “un príncipe de Hollywood” y uno de los más controvertidos y carismáticos guionistas. Hijo de un emprendedor hombre de negocios, Schulberg nació en Nueva York en marzo de 1914. Su padre descubrió las posibilidades del cine en los inicios del celuloide y cuando Budd cumplió siete años, su familia se trasladó a la costa Oeste, donde B. P. Schulberg acabaría dirigiendo el estudio Paramount, mientras el pequeño Budd correteaba por los patios de los grandes platós de rodaje, primero como si fueran su casa, con los hijos de otros grandes magnates y de las estrellas; después, como redactor de hojas de promoción de las departamentos de publicidad; finalmente, como guionista. Su padre, un productor creador a la manera del mítico Irving Thalberg, acabó cayendo en desgracia, aunque su madre, Adele Jaffe, se convirtió en una poderosa representante de actores, y Schulberg pudo completar su educación antes de dedicarse a lo que le gustaba: escribir guiones y libros.

En su novela El desencantado (1951), Schulberg retrata su primer gran trabajo, como coguionista y vigilante de un ya muy maltrecho Francis Scott Fitzgerald. Con nombres cambiados, pero reflejando muchas de las desventuras que vivió junto a Scott Fitzgerald, El desencantado muestra la ardua labor que supuso escribir junto a un genio alcoholizado y derrumbado Winter Carnival (1939), una comedia sobre jóvenes universitarios y fiestas invernales. Durante la Segunda Guerra Mundial trabajó en la Oficina de Estrategia y ayudó a John Ford en sus documentales, y fue uno de los miembros de la brigada que detuvo a la cineasta Leni Riefenstahl en Austria.

En 1941 su novela ¿Por qué corre Sammy? provocó malestar en Hollywood con su visión desencarnada de la vida en “eso que llaman fábrica de sueños”. John Wayne lo consideró un libro comunista y llamó a su boicot, probablemente porque coincidió con la fundación del Sindicato de Guionistas, en la que Schulberg tomó parte muy activa. En realidad, aunque el libro no tuviera nada que ver -y con el tiempo acabó convertido en un musical de Broadway en los años sesenta-, Schulberg sí había sido miembro del Partido Comunista -al que tampoco le gustó la obra-, que acabó abandonando desencantado con lo que veía entre sus dirigentes y con las matanzas de Stalin en la Unión Soviética. En esos años su nombre iba de boca en boca, y Louis B. Mayer, fundador de la M.G.M., le dijo a su padre que su hijo merecía ser deportado. B. P. Schulberg le replicó: “Budd es ciudadano estadounidense criado en Hollywood. ¿Adónde quieres enviarlo, a la isla Catalina [isla cercana a Los Ángeles donde los magnates del cine pasaban los fines de semana]?”.

Tiempo más tarde, Schulberg recordaría esa anécdota con estas palabras: “Mi padre era un hombre muy, muy inteligente, pero no tan listo como Mayer y ésa fue una de las razones de su final en Hollywood”. A su hijo tampoco le fue mucho mejor. Expulsado de Hollywood por la repercusión de ¿Por qué corre Sammy?, se convirtió en 1951 en uno de los testigos amistosos en 1951 que declararon ante el Comité de Actividades Antiamericanas. De allí surgieron las siniestras listas negras y la expulsión de los Diez de Hollywood. Ring Lardner junior, guionista y uno de los Diez, recordaba en sus memorias Me odiaría cada mañana la participación de su viejo amigo Schulberg: “[Había dejado el partido años atrás], pero viendo aireada sus antiguas actividades en la portada de The New York Times, estaba inquieto.

Aunque no trabajaba entonces en Hollywood (acababa de terminar El desencantado), Budd sintió la urgente necesidad de exculparse, y por ello recurrió al procedimiento de acudir a la comisión, bendecir sus desvelos, perorar un rato sobre la amenaza comunista tanto en casa como en el resto del globo y dar unos cuantos nombres de cosecha propia. Lo mismo hizo Elia Kazan […] y ambos aportaron nombres frescos al censo pese a haber proclamado que jamás lo harían”.

En 1954, Kazan y Schulberg dieron respuesta a esas delaciones con La ley del silencio, que obtuvo ocho oscars, uno de ellos a Schulberg por su guión. También se llevó el galardón al mejor libreto del Sindicato de Guionistas. Dos años después, Humphrey Bogart protagonizó la adaptación a la pantalla de su novela Más dura será la caída, en la que Schulberg sacaba partido a otra de sus grandes pasiones: el boxeo. Durante años escribió sobre este deporte con tanto amor que en 2003 su nombre fue incluido en el Salón de la fama del Boxeo internacional. En 1957 escribió para Elia Kazan Un rostro en la multitud, su tercera obra maestra, otro drama de ascensos rápidos y caídas de mitos.

Al año siguiente escribió y dirigió -aunque su nombre no apareciera en los créditos- Wind across the everglades, su última labor en el cine, porque en los sesenta su talento languideció en la televisión. Durante los últimos treinta años redactó innumerables artículos sobre boxeo en diversas revistas como Sport Illustrated, de la que llegó a ser su corresponsal jefe de este deporte. En 1981 publicó sus recuerdos de sus primeras dos décadas de vida, De cine. Memorias de un príncipe de Hollywood.

La tarde del miércoles, su cuarta mujer, Betsy Schulberg, vio cómo la salud de su marido empeoraba en su casa en Westhampton Beach en Long Island, y a pesar de su rápido traslado al hospital local, los médicos no pudieran hacer nada por su vida. Su apellido sigue presente en el cine gracias a su sobrina Sandra Schulberg, productora ejecutiva de filmes como Quills (adaptado de El País, 06/08/09).

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