Don Matías Maestro Alegría fue un hombre polifacético, quizá el último personaje que vio nuestra ciudad con esos rasgos. Fue sacerdote, arquitecto, pintor, escultor, decorador, músico e, incluso, urbanista. Nacido en Álava (el País Vasco), llegó a Lima en 1790, a los 18 años de edad. Aquí terminó su formación de arquitecto, se hizo cura e, inmediatamente, fue protegido del entonces arzobispo Juan Domingo Gonzáles de la Reguera y luego del virrey Fernnado de Abascal, quien le encomendó terminar de reconstruir la ciudad, muy castigada aún por el terremoto de 1746, e iniciar las obras de modernización de la Ciudad de los Reyes en función de los cánones artísticos del ya iniciado siglo XIX.
EL ARQUITECTO
Como arquitecto, tuvo como primer encargo el diseño de las torres de la Catedral de Lima que se habían derrumbado como consecuencia del terremoto de 1746. En ellas trata de mantener el estilo barroco; no obstante, ya reflejan el nuevo estilo neoclásico, vigente en Europa. Asimismo, se le encomendó la tarea de remodelar la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Lima, más conocida como Santo Domingo. En ella observamos que el nuevo estilo neoclásico se muestra más remarcado que en la Catedral.
La portada de Santo Domingo, retocada por Maestro en 1806, es de mayor dimensión que la original del siglo XVII, ya que sobrepasa los muros de la iglesia. Presenta dos cuerpos, el segundo de menor tamaño que el primero. El inferior tiene forma de un arco de triunfo, cuyo arco de medio punto central está flanqueado por cuatro columnas jónicas sobre pedestales. Encima de estas hay un entablamento corrido con entrantes y salientes, de doble friso con cornisa.
En la capilla El Milagro (en San Francisco) y en la iglesia del Santo Cristo de las Maravillas (cerca del Cementerio) vemos reflejados sus mismos principios arquitectónicos; las portadas presentan un arco de medio punto y a sus lados uno o dos pares de pilastras o columnas respectivamente, ambos rematados por un entablamento sobre el cual se abre una ventana. Cabe resaltar que la capilla El Milagro se incendió en 1835 por lo que lo hecho por Maestro ya no lo podemos apreciar. Finalmente, debemos mencionar, la portada de la iglesia de la Soledad, de la que sólo se le atribuye la parte inferior de la portada, debido a que muestra el estilo su estilo neoclásico característico en su obra.
EL RETABLISTA
Igualmente para la Catedral, realizó el Retablo o Altar Mayor en el año de 1805, obra maestra, que sirvió de modelo para trabajos posteriores. A pesar de la fecha en que fue erigido y de lo relativamente neoclásico del diseño, el altar, por el juego curvilíneo de sus entablamientos y la fisonomía de muchos de sus detalles, es todavía una obra barroca. Importante: durante el gobierno de Piérola (1895-99) se recortó tanto el altar mayor que hoy es poco lo que podemos apreciar del trabajo de Maestro. Los nuevos retablos o altares mayores para las iglesias de San Francisco y de San Pedro, y para la capilla El Milagro, fueron sus siguientes encargos. En esta última realizó no sólo el altar mayor sino los seis retablos laterales. En ellos observamos que mantuvo su particular estilo arquitectónico, caracterizado por el orden y la racionalidad, y de este modo se convirtió en el principal exponente del estilo neoclásico en Lima. Cabe resaltar que el altar mayor de San Francisco no estaba dañado. Los curas de ese entonces le pagaron 30 mil pesos a Maestro sólo por quemar el anterior, de estilo barroco.
EL PINTOR
Debido a que no está firmada, el estudio de la obra pictórica de Matías Maestro presenta algunos problemas y su atribución ha de hacerse de acuerdo con las características estilísticas del autor. Otro problema es la poca información que brindan quienes han escrito sobre su obra y únicamente las mencionan como de su autoría, sin ninguna descripción ni estudios más complejos. Algunas de estas obras son:
1. Los retratos de los arzobispos ubicados en la Sala Capitular de la Catedral de Lima (los que ahora existen son, en su mayoría, copias de los originales).
2. Algunos de los cuadros murales de la Catedral como La Consagración (al final de la nave izquierda de la Catedral)
La mayoría de los estudiosos definen la pintura de Matías Maestro como de transición, ya que no es estrictamente neoclásica sino que la tildan de un “barroco temperado” que tiende al orden clásico.
Otras de las obras de Matías Maestro podemos mencionar son:
1. El mural que decoraba la bóveda central de la iglesia de Santo Domingo (hoy destruido)
2. Las pinturas murales de la bóveda de la antigua capilla del Cementerio General de Lima (destruidas durante el gobierno de Leguía).
3. En la iglesia de Santo Domingo Los Desposorios de Santa Rosa de Lima (sí lo podemos apreciar hoy en día).
4. En la Casa de Ejercicios de la orden franciscana las Escenas de la Vida de Cristo (sí lo podemos apreciar y está en la Av. Abancay).
EL ESCULTOR
Actualmente, se conservan muy pocos ejemplos de su obra escultórica:
1. El Púlpito de la Catedral de Lima
2. El púlpito de la Virgen de la O, atribuido por el arquitecto e historiador José García Bryce, ubicado en la iglesia de San Pedro
Nota: En la desaparecida capilla del Cementerio General (destruida por Leguía) se encontraba un Cristo yaciente.
EL MÚSICO
Pocos meses antes de su muerte, don Guillermo Ugarte y Chamorro, gran teatrero y coleccionista de todo, tuvo la feliz iniciativa de enseñarle y entregarle a nuestro gran músico (guitarrista) Javier Echecopar, uno de sus tesoros. Se trataba de un manuscrito (fechado en 1786), del presbítero Matías Maestro, que contenía 40 obras originales de música para guitarra. Echecopar quedó fascinado y sorprendido, pues gran parte de su trayectoria la ha dedicado, justamente, a buscar y recuperar las raíces de la música peruana. Dice Echecopar: Todos los manuscritos para guitarra que se han encontrado en este país (nunca se ha hallado alguno en otra parte del continente americano), son anónimos, excepto el del Presbítero, y ninguno tiene parecido con la música que se hacía en Europa en la misma época. Y añade: se pueden encontrar fragmentos de algunos compases de los clásicos, sutilmente ya dejan notar algunas sugerencias de lo que sería la música peruana. Es decir, se trata de minuets que buscan el vals o fandangos que se acercan a lo que sería la marinera. Este manuscrito del que ahora es depositario Echecopar revela otra faceta de ese hombre increíble que fue Matías Maestro. Concluye nuestro gran compositor, ahora descubrimos que fue compositor, quien sabe intérprete y también dibujante.
SUS OBRAS CIVILES
Dos de las obras más significativas de Matías Maestro fueron de orden civil. La primera fue el Cementerio General de Lima, llamado hoy Cementerio Presbítero Maestro en su honor. La obra, encomendada por el virrey Fernando de Abascal, respondía a la necesidad de fundar un cementerio que pudiera albergar a los difuntos de Lima que cada vez crecía más, haciendo impostergable la construcción de una ciudad para los muertos, cuya ubicación se planificó cuidadosamente. Siguiendo las normas de salubridad de la Europa del neoclásico, era necesario un terreno con ciertas características, como por ejemplo una adecuada disposición de los vientos –para evitar olores y efluvios indeseados– y que sobre todo se hallara lo suficientemente distante de la capital. Finalmente se tomó la decisión de construirlo hacia el este, en lo que se conocía con el nombre de Pepinal de Ansieta, a unos dos kilómetros del centro de Lima.
Cementerio General de Lima
De este modo, se diseñó el Cementerio General, nombre escogido para reforzar la idea de que todos somos iguales ante el Creador. Se inauguró en 1808, pero los primeros entierros fueron temporales pues los limeños tardaron mucho en acostumbrarse a usar un lugar tan alejado de los espacios sagrados que desde siempre habían estado asociados a sus muertos. Para demostrar que no era forzoso el sepulcro en una iglesia, el obispo don Manuel González de la Reguera dispuso que sus restos fueran inhumados en el flamante cementerio, aunque posteriormente fue trasladado a la cripta de la catedral, como correspondía a su alta investidura. Se iniciaron entonces las famosas romerías, muchas veces con los féretros en hombros desde las viviendas que se encontraban concentradas en la vieja ciudad amurallada, propiciándose al mismo tiempo una nueva ruta hacia la portada de Maravillas.
La segunda obra fue el Colegio de Medicina de San Fernando, edificado en 1811, el cual estuvo ubicado frente a la plaza Santa Ana (hoy Plaza Italia), sobre los antiguos terrenos del Hospital San Andrés. Cabe destacar en este edificio su fachada, completamente simétrica, de características sobrias, típicas del siglo XIX. La fachada podía interpretarse como una composición simétrica de tres cuerpos que marcan un eje central y dos laterales unidos por pabellones longitudinales, disposición frecuente en Francia desde el siglo XVII. En el siglo XVIII se convirtió en fórmula aplicada universalmente y que se mantuvo durante todo el siglo XIX como sistema básico de composición, sobre todo en la arquitectura oficial. Lamentablemente, fue derrumbada por el afán “modernizador” del régimen de Leguía para construcciones posteriores.
OTROS ASPECTOS DE SU VIDA
Al llegar el momento de la independencia, Matías Maestro asumió la postura patriota y estuvo entre los vecinos notables de Lima que firmaron el Acta de la Independencia, el 15 de julio de 1821. Luego, ante la Junta Eclesiástica de Purificación juró sostener y defender con su opinión, persona y propiedades la independencia del Perú del gobierno español y de cualquier otra dominación extranjera. También integró, por órdenes de San Martín, una comisión nombrada para formular el proyecto de creación de un banco emisor de papel moneda, así como otra comisión encargada del arreglo de los hospitales. Estuvo, asimismo, entre los 40 miembros de la Sociedad Patriótica, creada por San Martín; en ella se encargó de asuntos referentes a la agricultura, las artes y el comercio. En 1822, se encargó de velar por el arreglo y el ornato de Lima.
El último gran encargo de su vida, ya en los primeros años de la República, fue la dirección de la Beneficencia Pública. Estuvo al frente de ella entre 1826 a 1835, año de su muerte. Durante ese tiempo organizó la administración de la Beneficencia y dirigió sus rentas al sostenimiento de los hospitales de nuestra ciudad a pesar de la estrechez económica que vivió en país y la ciudad luego de la independencia. Los hospitales que estuvieron bajo su administración fueron: Santa Ana, San Andrés, San Lázaro, La Caridad, San Bartolomé, Incurables, Amparadas y Hospicio de Huérfanos. Según Basadre, casi todos estos hospitales eran dueños de predios rústicos y urbanos cuyos productos servían para sostenerlos; y entre todos gozaban, además, del llamado “tomín de hospitales”, pequeña erogación que los indios daban anualmente del tributo para que se les curase de sus enfermedades según una cédula de Felipe IV expedida en 1640. Los de san Andrés, Santa Ana y San Lázaro obtenían, al mismo tiempo, una suma anual de los diezmos; y el de San Andrés, así como el Hospicio de huérfanos, la recibían de la sisa según muy antiguas mercedes hechas por la Corona. A la llamada “Casa de Amparadas” correspondía una renta semestral cobrada en el ramo de vacantes mayores y menores del Arzobispado.; y al Hospicio de huérfanos otra cantidad proveniente del ramo de pulperías. Asimismo, el servicio hospitalario gozaba desde la época virreinal del usufructo de lo que producían las funciones teatrales y de la posesión de los edificios dedicados a espectáculos como, igualmente, de una contribución anual del gremio de panaderos que luego fue llamada “derechos de trigos y harinas”. Todas estas rentas pasaron ala Beneficencia. No eran muy grandes y, ante su disminución y abolición en muchos casos, el Estado tuvo que ayudar con su apoyo económico.
VALORACIÓN DE LA OBRA DE MATÍAS MAESTRO
Sirvan las torres de la Catedral de introducción al último periodo, posterior a 1800, de la arquitectura del Virreinato, que tuvo como protagonista en Lima a Matías Maestro (1766-1834), a quien se le debe la modernización de los interiores de la Catedral y las principales iglesias de Lima (San Francisco, Santo Domingo, la Merced, posiblemente San Pedro), modernización en nuestros días muy discutida pues comportó la destrucción de muchos de los retablos de los siglos XVII y XVIII, pero que fue en su época una consecuencia natural del cambio del gusto y de la reacción contra el estilo precedente. El estilo de Maestro y sus contemporáneos acusaba variadas influencias: de un lado se disciernen en él motivos que derivan del barroco romano (Bernini, Barromini, Fontana) y de otro cierta relación con el clasicismo francés. También existe un paralelismo con la arquitectura del español Ventura Rodríguez (a su vez formado en la escuela de Juvarra y Fontana). Era por ello el suyo un estilo de carácter internacional y de corte clásico y académico, pero en el fondo todavía fuertemente barroco, lo que se manifiesta en el empleo de plantas curvilíneas y mixtilíneas, entablados curvos y quebrados, y una variedad de recursos escenográficos. La más importante obra de Maestro como retablista fue el altar mayor de la Catedral (1805), en forma de templete de dos cuerpos. La corrección muy académica en el dibujo de los órdenes se combina aquí con el barroquismo en la forma, en la que se hace uso de curvas, convexidades y concavidades. Menos barroco y más directamente relacionados al estilo sobrio y rectilíneo del periodo neoclásico son la fachada del Santo Cristo de maravillas, atribuida a Maestro, y sus diseños para el desaparecido Colegio de Medicina (1808-1811) y el Cementerio General de Lima (1807-1808). La formación hasta cierto punto humanística de Matías Maestro permiten discernir en su personalidad un carácter de “modernidad”, que más adelante lo llevó a identificarse con la Emancipación y a formar parte de diversas instituciones republicanas. Por ello, Matías Maestro es como un símbolo, en el campo de las artes y la arquirtectura, de la transición de la Colonia a la República y un eslabón entre ambas (tomado de José García Bryce “La arquitectura en el Virreinato y la República”, en Historia del Perú. Lima: Mejía Baca, tomo IX, pp. 72-73).
Sigue leyendo →