A propósito del sesquicentenario de la creación de la provincia de Huancayo, mi ilustre paisano Nelson Manrique dedica su columna de La República a trazar algunas pinceladas históricas sobre el origen y devenir de esta pujante y aguerrida tierra de nuestra sierra central (“Huancayo a sus 150 años”). Sin perjuicio de recomendar vivamente la lectura del artículo, a partir de alguno de sus pasajes quiero hacer algunos comentarios y alcances adicionales.
Manrique nos recuerda en su columna un importante hecho histórico (que en su momento fue profusamente tratado por el historiador Waldemar Espinoza, en su imprescindible obra “La destrucción del Imperio de los Incas”):
El Valle del Mantaro es un territorio de campesinos libres. La alianza hispano huanca les brindó un privilegio fundamental: la prohibición de haciendas y encomiendas en el valle. Por eso no prosperaron las relaciones de servidumbre, el gamonalismo no pudo crecer y en cambio se afirmaron comunidades de indígenas libres, que se movían estacionalmente hacia los centros mineros, sencillos, con una fuerte identidad basada en una riquísima cultura regional, altivos y orgullosos, fieros defensores de su territorio.