Archivo de la categoría: Cosas que pasan

Esas cosas que te pasan en el mundo de la vida

Etsa, tú siempre brillarás como el sol

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«En fin, este amigo tan loco, chiflado y amante del viaje y de esta vida, se despide de ti con un sincero saludo y un fuerte abrazo. Yo no entiendo bien a los seres humanos, porque no lo soy, pero poco importa. Es mejor sonreir a la vida y vivirla con mucho humor.»

Etsa, tú estarás siempre presente en nuestras mentes y en nuestros corazones. Siempre brillarás como el sol.

Descansa en paz.

Ya nos veremos en la otra vida para hablar de ingeniería, de física, de la “La breve historia del tiempo” de Hawking. No te conté que me robaron mis apuntes tácticos con las palabritas que me enseñaste… luego me las enseñarás de nuevo, Dios mediante. Leer más »

Arequipa personalista

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Foto tomada del flickr de grandma hands

– Una amiga mía se muere – literalmente – por todo lo que es de Arequipa: la gente, el acento de los arequipeños, la comida, la tierra, el aire, el sonido de la melodía de la voz de alguien cuando pronuncia Arequipa…

– ¿Y ella es de Arequipa?

– No

– Eso sí que es perturbador…

– Ella es perturbadora
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De libros y de Mauricio

El primer libro hablaba sobre un diálogo entre Carlo María y Umberto… bonito intercambio de palabras. Bien sutil – y maduro – todo. Me encantaba cómo Carlo María “evadía” sin siquiera hacerlo notar (bueno… yo lo noté) las preguntas inquisidoramente ateas de Umberto.

Llegué a dicho libro por la “novela culta de misterio” que había escrito Umberto y que había devorado insaciablemente. Fue el primer ateo respetable que se me apareció. Y me encantó – después vendría A. Camus – y luego vendría el divino maestro griego.

En cambio, de Carlo María no sabía mucho. Ni siquiera me llamaba la atención la espiritualidad envolvente de su vocación. En esos tiempos no sabía nada de los ahijados de Ignacio… Ironías del mundo de la vida. Después, me dejaría convertir en una ahijada adoptada – inquisidoramente racional, además -.

El otro libro me susurraba – entre un sutil humor negro y críticas al sistema del mundo – que la sociedad podía ser mejor. Sí… así de cachaciento era ese libro. Así de irónico y sarcástico. Así de exquisito. ¿Se podía esperar algo más de Quino?

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En las sinuosidades de tus ríos

El día de hoy, en el almuerzo de despedida de Guillermo, que devino – por breves momentos – en mi primer recital de poesía, salió a colación el tema del sufrimiento amoroso.

Pareciera que un sufrimiento en estos campos debería haber estado relacionado con el engaño y el desengaño amoroso. Entonces le pregunté a mi amigo Guillermo, si a él le había pasado, si había sufrido el dolor de un (des)engaño amoroso. “No, felizmente no… pero a mis amigos sí.”

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Paradojas

Life is an alleyway

Foto tomada de henriantoine

– Es muy inteligente y hace desdén de los que no lo son. Se burla sarcásticamente de todos y de nadie. Cree que es el vengador de los hipócritas… el muy iluso.

– A mi me parece que es un pedante intelectual.

– Es cruel, eso es. Puede herir mucho. Es conciente de ello y por alguna razón retorcida, lo sigue haciendo.

– Es tu amigo.

– Sí, eso también…
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Venganza ácida

– ¿Te soy sincera? Siento que no le haces honor a Marx. Es como si le hubieras hecho desdén… digo, es lo que siento y percibo.

– A ver… ¿en qué te basas para fundamentar lo que dices? Argumenta tu comentario ¿es quizás alguna intuición? ¿una corazonada? ¿te tinka?

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Déjà vu

Porque la verdad es que «veía» a la muchacha, la veía en las ramas del árbol desnudo, que palpitaban levemente cuando algún gorrión aterido volaba hasta ellas en busca de abrigo; la veía en los ojos de las novillas que salían del establo, y la oía en el balido de los corderos que se cruzaban en mi camino. Era como si toda la creación me hablara de ella, y deseaba, sí, volver a verla, pero también estaba dispuesto a aceptar la idea de no volver a verla jamás, y de no unirme a ella, siempre y cuando pudiese sentir el gozo que me invadía aquella mañana, y tenerla siempre cerca aunque estuviese, por toda la eternidad, lejos de mi. Era, ahora intento comprenderlo, como si el mundo entero, que sin duda, es como un libro escrito por el dedo de Dios, donde cada cosa nos habla de la inmensa bondad de su creador, donde cada criatura es como escritura y espejo de la vida y de la muerte, donde la más humilde rosa se vuelve glosa de nuestro paso por la tierra, como si todo, en suma, sólo me hablase del rostro que apenas había logrado entrever en la olorosa penumbra de la cocina. […] Como embriagado, gozaba de la presencia de la muchacha en las cosas que veía, y, al desearla en ellas, viéndolas, mi deseo se colmaba. Y, sin embargo, en medio de tanta dicha, sentía una especie de dolor, en medio de todos aquellos fantasmas de una presencia, la penosa marca de una ausencia.

El Nombre de la Rosa
Cuarto día. TERCIA
Umberto Eco

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