Venganza ácida

– ¿Te soy sincera? Siento que no le haces honor a Marx. Es como si le hubieras hecho desdén… digo, es lo que siento y percibo.

– A ver… ¿en qué te basas para fundamentar lo que dices? Argumenta tu comentario ¿es quizás alguna intuición? ¿una corazonada? ¿te tinka?

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Su media sonrisa vencedora me apabulló. Sentí el sarcasmo helado e incisivo punzando mi orgullo lenta y contundentemente. Quería derrumbarme, no en silencio ni en soledad, sino en público, delante de todos. Era la venganza de la venganza. La espiral histórica teleológica recién comenzaba.

No me dio el tiempo de recurrir a aquella denominación que había comentado al inicio. A aquellos «personajes principales» en nuestra narrativa vital, a aquellos seres fundamentales de nuestra vida, sin los cuales, nuestra «tragedia vital» perdería el sentido y se volvería incoherente y absurda.

Mi personaje principal había dedicado parte valiosa de su tiempo y de su intelecto en estudiar a Marx, y solo por ese motivo yo consideraba que Marx debía, necesariamente, ser alguien verdaderamente genial… después de todo, mi personaje principal lo había estudiado.

Sin embargo la venganza de la venganza recién comenzaba. Él llevaba la ventaja y yo era conciente de ello. Cientos de libros densos y muchos golpes-en-la-vida-tan-fuertes-yo-no-sé demostraban la contundencia – momentánea, eso sí- de su victoria.

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