Sinesio López Jiménez
La desigualdad es perturbadora cuando aquellos que la sufren toman conciencia de ella. Una comunidad de pobres (o de ricos) puede ser tranquila y aburrida, pero una en la que conviven pobres y ricos puede resultar intolerable e inducir al conflicto, a la confrontación y a la revolución. Tocqueville escribió que la demanda de igualdad ha producido más revoluciones que la de libertad porque que ella despierta sentimientos más intensos y apasionados. Esta idea es quizá la que motivó a las autoridades de la PUCP a organizar el Aula Magna de este año (Crecimiento y Desigualad: Conflicto Social y Gobernabilidad) que acaba de concluir.
Este sentimiento de desigualdad ha crecido en AL en esta última década en la que unos países más que otros han experimentado un crecimiento sostenido que no ha beneficiado, sin embargo, a todos por igual. Mi hipótesis es que en el Perú este sentimiento puede ser más intenso debido a que todos los días las clases populares y pobres escuchan a los gobernantes y ex -gobernantes llenarse la boca con proclamas sobre el crecimiento vertiginoso de la economía y reclamar ese éxito como propio cuando todos sabemos que hay que atribuirlo al piloto automático llamado demanda internacional. En esas condiciones es probable que muchos peruanos se pregunten legítimamente: ¿Y dónde está la mía?. Y allí comienzan los problemas para los gobiernos. García, sin embargo, pretende resolverlos atribuyendo el descontento y la protesta social al perro del hortelano y a los comunistas.
Samuel Huntington escribió en un libro clásico de la ciencia política (El orden político en las sociedades en cambio) lo siguiente: “La diferencia política más importante entre los países se refiere, no a su forma de gobierno, sino al grado de gobierno con que cuentan. Las diferencias entre democracia y dictadura no son tantas como las que existen entre los países cuya política incluye el consenso general, comunidad, y atributos tales como legitimidad, organización, eficacia, estabilidad, y aquellos otros que carecen de muchas de estas cualidades”. Ese grado de gobierno de los países es lo que se llama gobernabilidad. Esta consiste en la capacidad de los gobiernos de tomar decisiones y de hacer que estas logren los resultados buscados.
Algunos autores sostienen que la gobernabilidad depende de las condiciones sistémicas más generales bajo las cuales se ejerce el poder en una sociedad dada, tales como las características del régimen político (democracia o no-democracia), la forma de gobierno (parlamentarista o presidencialista), las relaciones entre los poderes (mayor o menor asimetría), los sistemas de partido (pluripartidismo o bipartidismo), el sistema de intermediación de intereses (corporativo o pluralista), entre otros. Mi punto de vista de vista es que ella también depende del gobierno y de las acciones del gobierno (governing) y también de los marcos institucionales en los que se mueve el gobierno (governance) , implicando la capacidad de acción estatal en la implementación de políticas y en la consecución de las metas propuestas.
Hay actores (caudillismo y movimientismo) y acciones de los gobiernos (ineficaces, no transparentes, ilegítimas) que no ayudan a la gobernabilidad. Del mismo modo hay una serie de instituciones que tienen que ver con el sistema electoral, con los partidos y con las formas de gobierno que tampoco contribuyen a la gobernabilidad. Las constituciones como la de 1993 que no constituyen un contrato social y no son producto del consenso de una sociedad diversa y plural sino que han sido impuestas a la mala para establecer la reelección presidencial inmediata y para garantizar el modelo de un capitalismo sin derechos (neoliberal extremo) no promueven la gobernabilidad. Lo mismo puede decirse de las constituciones de AL (Venezuela y Bolivia) que establecen la reelección indefinida de los gobernantes porque ellas bloquean la alternancia y terminan promoviendo la dictadura.
Archivo del Autor: Sinesio López Jiménez
2011: LOS PARTIDOS DE FONDO
Sinesio López Jiménez
Entretenido y dramático a la vez va a ser el 2011. En la medida que nadie va a ganar con mayoría absoluta en la primera vuelta, las elecciones del 2011 son un campeonato en dos etapas. Todos juegan en la primera con la esperanza de pasar a la segunda, pero no todos están en condiciones de alcanzar sus sueños. Todos son llamados a participar, pero pocos los elegidos por el pueblo. ¿Qué candidatos están en mejores condiciones de pasar a la segunda vuelta?. Los cuatro que señalan las encuestas serias: Castañeda, Toledo, Keiko y Ollanta. Pese a que todos ellos juegan aparentemente en la misma cancha electoral, mi hipótesis es que en la primera etapa el juego se realiza en dos canchas diferentes con protagonistas diferentes en cada una de ellas. ¿Quien define las canchas?. Los dos Perú de siempre que coexisten, los electorados volátiles y los candidatos mismos.
Por las encuestas se sabe que Castañeda y Toledo son los candidatos de las clases medias y altas (el Perú oficial) mientras que Keiko y Ollanta son los candidatos de las clases populares y pobres de la ciudad y el campo (el Perú real). El sector C, en donde se ubican tanto las clases medias emergentes como las empobrecidas y algunos sectores populares, está en las dos canchas. Entre Toledo y Castañeda así como entre Keiko y Humala los electores tienen sendos vasos comunicantes. Esto significa que los votos de cada par competidor son intercambiables. Los de Castañeda pueden pasar a Toledo y viceversa y los de Keiko pueden pasar a Ollanta y viceversa. Hay también vasos comunicantes entre Castañeda y Keico y entre Toledo y Ollanta, pero son poco significativos. Ergo, los partidos de fondo en la primera vuelta serán, por un lado, entre Castañeda y Toledo y, por otro, entre Ollanta y Keiko. El que venza en cada cancha pasa a la segunda vuelta.
Detrás de estas dos canchas electorales hay también dos historias densas que se expresan y se cruzan. Toledo tiene el enorme mérito de haber encabezado las luchas por la democracia en el 2000 contra Fujimori (padre de Keiko), pero tiene también el demérito de haber defraudado a los de abajo que votaron por él el 2001 y que esperaban de él la lucha frontal por la democratización de la sociedad, del Estado y de la economía y por su inclusión. Toledo se quedó en la democracia (como régimen político) y abandonó la democratización que incluía al pueblo. La confrontación entre Ollanta y Keiko es, en realidad, el pleito entre dos chinos: Velasco y Fujimori. El primero encarnó la revolución populista y la democratización desde arriba (porque era una dictadura) y el segundo, la revolución neoliberal, la desdemocratización y la cleptocracia, previo golpe de Estado. Ello no obstante, desplegó un neopulismo (clientelista) agresivo con el apoyo del FMI, del BM y del BID. Por eso, los dos únicos presidentes que recuerdan y valoran los de abajo en los últimos 50 años son Velasco y Fujimori. Para ellos, los presidentes democráticos pasaron sin pena ni gloria.
En la segunda vuelta el partido de fondo debiera ser entre Toledo y Ollanta porque son los que ofrecen dos proyectos políticos claramente definidos y contrapuestos. Toledo mantiene el modelo neoliberal, pero esta vez ofrece distribución económica e inclusión social y, desde luego, más democracia (como régimen político). Ollanta ofrece pasar del neoliberalismo primario exportador a la economía nacional de mercado y articular la democracia con la democratización social, estatal y económica. Para que este escenario ideal de fondo se produzca, Ollanta tiene que ponerse las pilas ya y organizar una alianza sólida y disciplinada con la izquierda. De lo contrario, se puede repetir la historia del 2000 en el que se confrontó principalmente Toledo con el fujimorismo, esta vez en nuevas condiciones por cierto. Este último es el escenario ideal de la derecha (porque la ultraderecha prefiere a Castañeda y a Keiko). Ellas quieren hacer de las elecciones del 2011 una pichanguita entre amigos.
FORMULA EN EL ESPACIO DE LA IZQUIERDA
Sinesio López Jiménez
Me parece que ya está claro que no habrá unidad de la centro-izquierda, la izquierda y el nacionalismo. No todo, sin embargo, está perdido. Es necesario imaginar una fórmula que permita administrar la división y que permita que todos los que ocupan el espacio político de la izquierda salgan ganando. Un primer elemento de esa fórmula es ponerse de acuerdo en preservar el espacio de la izquierda, evitar el rompafilas e impedir que los candidatos de la derecha lo invadan, disfrazándose de izquierdistas. Un segundo elemento de la fórmula es que cada partido escoja lo que más le conviene teniendo en cuenta sus capacidades y posibilidades sin perjudicar los intereses y las aspiraciones de los otros.
Fuerza social, por ejemplo, si quiere seguir ocupando el legítimo espacio de la centro- izquierda y no quiere la unidad con las otras izquierdas ni con el nacionalismo le quedan sólo tres salidas: la primera, es no participar en las elecciones del 2011 y dedicarse a gobernar bien el municipio y la región de Lima. La segunda es lanzar un candidato propio a la presidencia de república y la tercera, lanzar sólo una lista parlamentaria propia. Como no son frígidos ante el poder, la primera opción está descartada. La segunda es muy difícil puesto que no tiene el candidato estrella ni los recursos humanos, políticos, organizativos, logísticos para enfrentar una difícil campaña como será la del 2011. Si lanzara candidato propio tendría que enfrentar sin éxito, además, el cargamontón de las derechas y de las izquierdas. En esas condiciones, lo que más le conviene y lo que está en buenas condiciones de enfrentar y de tener éxito es lanzar una lista parlamentaria propia de calidad. La necesita para apostar en el futuro a cosas mayores y para respaldar el trabajo de Susana.
Esa decisión de Fuerza Social sería, además, un gesto ecuménico de saludo a todas las fuerzas políticas de derecha, de izquierda y del nacionalismo, gesto que puede ayudar al mejor gobierno de Lima. A las izquierdas, sobre todo al MNI, les interesa una alianza con el nacionalismo no sólo para mantenerse en el escenario y defender su inscripción ante el JNE sino para ganar más presencia política y contribuir con un excelente equipo parlamentario al posible gobierno de Ollanta. Al líder nacionalista, si quiere mantenerse en el espacio político del cambio, le conviene una alianza con las izquierdas. La masa principal del electorado que hoy disputan Ollanta y Keiko Fujimori es el mismo que votó por Barrantes y por García en los 80 y por Fujimori en los 90 y por él mismo Ollanta en el 2006. Es un electorado pragmático que no le hace ascos en votar por la izquierda. El nacionalismo necesita, además, un buen elenco parlamentario y un buen equipo de gobierno que las izquierdas pueden brindarle. Le conviene esa unidad, además, para monopolizar el espacio de la izquierda y evitar su fragmentación.
Un tercer elemento de la fórmula para administrar la división y mantener el espacio de la izquierda es la tolerancia y el respeto mutuo a las opciones, propuestas programáticas, a las estrategias de los diversos ocupantes de ese espacio. Un cuarto elemento de la fórmula es el respaldo al candidato del espacio de la izquierda que pase a la segunda vuelta. Y si no pasa, la posibilidad de discutir a qué candidato de la derecha respaldar o no. Un quinto elemento, el acuerdo de todos para exigir la neutralidad de García en el proceso electoral y el pluralismo de los medios ante todas las candidaturas que compiten por el acceso al gobierno. Hubiera sido mejor acordar un frente unitario de las izquierdas para ganar las elecciones del 2011, pero como eso no es posible, la fórmula que sugiero no garantiza totalmente el éxito, pero puede ayudar a ganar en una situación muy difícil. O a perder lo menos posible, si es que se trata de perder. La historia sería aburrida si supiéramos que vamos a ganar antes de luchar.
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EL FIN DE LA FIESTA
Sinesio López Jiménez
¿Por qué a la derecha le sabe a chicharrón de sebo el triunfo de la centroizquierda en Lima y de algunos líderes de izquierda en las regiones? ¿Por qué se le escarapela el cuerpo cuando oye hablar de Patria Roja, del SUTEP, de Humala?. Hay varias razones, pero las principales son dos. La primera, la derecha ve en esos triunfos el retorno de la izquierda a la arena política y teme que ellos se repitan en las elecciones generales del 2011. La segunda, ella cree que el retorno de la izquierda abre las puertas a la presencia del pueblo en la política(a las demandas de sus derechos conculcados, a sus organizaciones populares y sindicales) y pone en peligro sus intereses, sus privilegios y su captura del Estado. Todo eso desata su intolerancia y su macartismo mezclado con una alta dosis de racismo. Estos temores y reacciones intolerantes de la derecha hacen parte de una vieja historia que se inició en los años 30 del siglo pasado y que dio lugar al proceso inconcluso de democratización del Perú oligárquico.
No hay democracia de calidad sino hay democratización de la política, de la sociedad, del Estado y de la economía. Los diseños institucionales (sistema electoral, sistemas de partidos, formas de gobiernos) cuentan, pero no son suficientes. La democratización de la política supone el reconocimiento y la vigencia de la ciudadanía con todos sus derechos, el sufragio universal, la representación política de todos, incluidas las clases populares, un sistema de partidos institucionalizado. La democratización de la sociedad implica la eliminación de todo tipo de discriminación, la libre circulación por todos los status, la igualdad en el trato, el libre acceso a las instituciones, una sociedad civil vigorosa, la existencia de movimientos populares organizados, de sindicatos y centrales sindicales. La democratización del Estado significa el acceso efectivo de todos a la ley, la eficaz aplicación universal de las políticas sociales (educación, salud, seguridad) de calidad, el reconocimiento del Perú como comunidad multicultural, la imparcialidad de las políticas públicas, la autonomía estatal frente a los que cortan el jamón.
La democratización de la economía exige la reducción de la escandalosa desigualdad económica, el reconocimiento del derecho al trabajo y de los derechos económicos y sociales, una reforma tributaria que obligue a pagar más a quienes más ganan, el acceso de todos al bienestar. El Perú avanzó mucho en la democratización de la política, algo en la de la sociedad y poco o casi nada en la del Estado y la economía, pero retrocedió en ese proceso con el primer gobierno desastroso de García, con el terrorismo y con el neoliberalismo. Este último sobretodo trajo consigo un agresivo proceso de desdemocratización no sólo en el régimen político sino también en la arena política, en la sociedad, en el Estado y en la economía.
¿Quienes han impulsado la democratización en el Perú? En los años 30 del siglo pasado fueron el Apra y la izquierda marxista; en los 60, los nuevos partidos populistas (AP, DC, SP) y los movimientos campesinos; en los 70, el velazquismo desde el Estado con la reforma agraria y el movimiento obrero (clasismo) y en los 80, la Izquierda Unida. ¿Quiénes la bloquearon? La derecha oligárquica y militarista en los 30; la populista dictatorial (Odría) en los 50; la neoliberal en los últimos 20 años. Las políticas de exclusión y represión han sido casi siempre las mismas: la satanización en los medios, la persecución, la deportación, el encarcelamiento, la ilegalización de los partidos, de los sindicatos y de los movimientos populares organizados.
Junto a la mano de hierro, la derecha usa el guante fino de la cooptación y del halago: banquetes a los apristas entre 1956-1968, grandes negocios a los populistas y pepecistas en los 80, mansiones a García en el 2006 y golosinas a los ex-marxistas y ex-izquierdistas en el 2000. El retorno de la izquierda es el fin de la fiesta de la derecha.
LA HORA DE LA IZQUIERDA
Sinesio López Jiménez
La CEPAL acaba de publicar un documento valiente que constituye una severa llamada de atención a todos los gobiernos de AL, especialmente a los gobiernos neoliberales. La hora de la igualdad, Brechas por cerrar, caminos por abrir, se llama el documento cepalino que va a levantar, sin duda, grandes debates académicos y políticos. La filosofía política establece una diferencia central entre igualdad y justicia: la primera es neutra mientras la segunda tiene un sentido axiológico. La igualdad no es de por sí un valor, dice Bobbio en un libro especialmente dedicado al tema (Eguaglianza e Liberta, 1995), sino que lo es tan sólo en la medida en que ella es una condición necesaria, aunque no suficiente, del equilibrio interno de la sociedad como un todo.
Bobbio diferencia las situaciones de justicia de la regla de justicia y del criterio de justicia. Las primeras aluden a las esferas de aplicación de la justicia en las que es relevante que haya o no igualdad, dando lugar a la justicia conmutativa (relaciones equitativas entre las partes), a la justicia distributiva (relación armoniosa entre el todo y las partes), a la justicia retributiva (a cada uno se le da según lo que le corresponde) y a la justicia atributiva (a todos por igual). El criterio de justicia (o esferas de la justicia de Walzer) es el establecimiento de un patrón deseable de igualdad en las diversas situaciones en las que ella se aplica: en la familia, es la necesidad; en la escuela, el mérito; en una empresa, las cuotas de acciones. Por regla de justicia se entiende la norma según la cual se deben tratar a los iguales de modo igual y a los desiguales de modo desigual.
Es necesario diferenciar, sin embargo, las igualdades de carácter jurídico de la igualdad de oportunidades. Entre las primeras están la igualdad frente a la ley, la igualdad de derecho, la igualdad en los derechos y la igualdad jurídica. La igualdad frente a la ley es la eliminación de toda discriminación no justificada. La igualdad de derecho es la igualdad formal por contraposición a la sustancial. La igualdad de derechos es la igualdad en el goce de derechos fundamentales reconocidos por la constitución. La igualdad de oportunidades es, en cambio, la igualdad en el punto de partida en una situación en la que compiten personas que son económica y socialmente desiguales. El principio de la igualdad de oportunidades es el fundamento del Estado socialdemócrata mientras la igualdad frente a la ley lo es del Estado liberal. El nuestro ni siquiera es un Estado liberal porque la ley no llega a todo el territorio ni a todas las clases sociales por igual.
Un tema central en el mundo actual es la relación entre igualdad y libertad. Existe entre ellos una tensión que puede transformarse en una contradicción cuando se privilegia uno de los polos en desmedro del otro. Este es el caso de las economías de neoliberalismo extremo que potencian al máximo la libertad y la voracidad individual, pero limitan y bloquean el desarrollo de la igualdad. Según la CEPAL, los países latinoamericanos son los más desiguales del mundo. La distancia en AL entre el Quintil 5 y el Quintil 1 es 17 veces mientras ella en el Grupo de los Siete es sólo 7 veces y en USA, 8 veces. La distancia en AL entre el Decil 10 y el Decil 1 es 34 veces, mientras en el Grupo de los Siete es sólo 12 veces y en USA, 16 veces. Lo que pagan los ricos en AL como impuesto a la renta es sólo el 0.9 del PBI mientras los ricos europeos (OCDE) pagan 8.9 del PBI.
Si esta es la hora de la igualdad en AL, como dice la CEPAL, entonces (digo yo) esta es también la hora de la izquierda. Si hay algo que caracteriza a la izquierda eso es la lucha por la igualdad de oportunidades. ¿Existe acaso otra fuerza política que pueda encargarse de esta tarea impostergable?. No. Todos los candidatos de la derecha, avalados por García, apoyan al modelo neoliberal extremo que ha reforzado la desigualdad. Ojalá la izquierda esté a la altura de este enorme desafío.
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GUSTAVO GUTIERREZ
Sinesio López Jiménez
Gustavo Gutiérrez es uno de los pocos peruanos universales. En esta época de los conocimientos especializados, Gustavo destaca por su erudición humanista. Se mueve con mucha facilidad y solvencia en diversos campos del saber. Conoce a los clásicos en su propio idioma, sea éste el griego o el latín, discute con pasión diversos tópicos de la filosofía, trata con erudición los temas de la psicología y del psicoanálisis, está al día en los grandes debates de las ciencias sociales, especialmente de la sociología, la política y la cultura y se desplaza con fruición en el vasto campo de la literatura. En la feria internacional del Libro de Guadalajara en el 2005, en la que el homenajeado era Mario Vargas Llosa, Gustavo Gutiérrez fue invitado a disertar primero sobre la poesía de Vallejo y luego sobre las novelas de Arguedas. La sala de conferencias se llenó de bote a bote y deslumbró al auditorio que lo aplaudió con entusiasmo. Los jóvenes lo rodearon para felicitarlo y para tomarse unas fotos con él.
Como si todo lo anterior fuera poco, estudió también Medicina en San Fernando de la UNMSM. El campo en el que se mueve, sin embargo, como pez en el agua es la teología en la que ha producido una revolución copernicana. La teología de la liberación (1971), su libro más conocido, es un discurso sobre Dios desde el pobre. Dios es mirado, no desde el poder, desde la jerarquía eclesiástica que dictamina sobre verdades y herejías y que condena y castiga a los herejes para mantener el orden, sino desde el pobre que se atreve a decir su propia verdad para entenderse a sí mismo, cambiar su situación de desamparo y reordenar el mundo. Es el diálogo entre el Ser y la nada para producir algo: la historia de los que nunca la tuvieron porque los derrotados nunca han tenido derecho a la memoria. En la presentación del libro de homenaje que la PUCP acaba de publicar con motivo de sus 80 años, Gustavo Gutiérrez sostuvo, recordando unos versos de Marco Martos, que la teología de la liberación discurre entre el silencio y la palabra.
En el seno de la Iglesia Católica se han producido muchos discursos a lo largo de su historia. En el medioevo, por ejemplo, junto al discurso teocrático y monárquico (el poder viene de Dios) surgieron los discursos conciliaristas que postulaban la elección de las autoridades eclesiásticas por la asamblea de los fieles y que jugaron un papel decisivo en el debate entre la Reforma y la Contrarreforma, uno de los grandes acontecimientos intelectuales que ha vivido la humanidad en los albores del mundo moderno. Como todo speach-act (acto del habla), la teología de la liberación no puede ser entendida sin el contexto en el que se produce y con el que dialoga. Ese discurso acompaña el proceso de aggiornamento de la Iglesia Católica desatado por el Concilio Vaticano II en el mundo e impulsa el tránsito de la Iglesia conservadora a la Iglesia reformista en el Perú de los 60 y los 70. Estos cambios permitieron que la Iglesia no sólo tuviera fieles sino también un público, producto del diálogo abierto entre los fieles y los curas, entre la crítica de la razón y la autoridad de la fe. Los párrocos comenzaron a celebrar las misas de cara al público en el idioma de éste.
El libro más famoso de Gustavo Gutiérrez (Teología de la liberación), que ha sido traducido a 20 idiomas, abrió las puertas a la coyuntura intelectual de los 80 en la que se publicaron un conjunto de libros que trataban diversos aspectos de las clases populares cuyo protagonismo produjo una larga coyuntura social (1950-1980) que, en su etapa final (1975-1980) impulsó a su vez, junto a otros actores (partidos y sectores institucionalistas de las FF.AA), la coyuntura política de la transición democrática de 1978-1980. Estas diversas visiones fragmentadas de las clases populares no culminaron, sin embargo, en una visión global e integradora del Perú ni tuvieron el remate político de un gobierno popular y democrático.
INSTITUCIONES, CONTEXTO Y CONDICIONES DE LA DEMOCRACIA
Sinesio López Jiménez
En unos países de AL más que en otros, la gente no está satisfecha con la democracia. A medida que se desciende en la escala social, la insatisfacción es mayor. Ello no obstante, la mayoría sigue creyendo que la democracia es la mejor forma de gobierno. Existe, por consiguiente, una tensión entre la democracia realmente existente y la democracia como ideal. ¿Puede esta tensión transformarse en contradicción? Es probable que sí a medida que la insatisfacción con la democracia real crezca y la valoración de la ideal disminuya. En esa situación se abren las puertas a formas no democráticas de gobierno.
¿A qué factores obedece esta insatisfacción con la democracia?. Las respuestas pueden ser diversas. Una de ellas coloca el origen de la insatisfacción en los diseños institucionales que la definen (el sistema electoral, el sistema de partidos y la forma de gobierno). En este terreno se ha desarrollado una interesante discusión académica entre los institucionalistas normativos y los institucionalistas histórico-empíricos o contextualistas. Los primeros sostienen que a la democracia le va bien si los diseños institucionales están bien elaborados y son coherentes entre sí. Los segundos sostienen que, para que la democracia funcione bien, es necesario que los diseños institucionales tengan en cuenta el contexto en el que se aplican. Destacan en el contexto la cultura política y los clivajes que funcionan como variables intervinientes en la relación causal entre los diseños institucionales y la democracia. El contexto puede modificar la relación causal. El sistema mayoritario en un país fragmentado, por ejemplo, multiplica el número de partidos en vez de reducirlos.
Es Dieter Nolhen, destacado politólogo de la Universidad de Heildelberg que acaba de recibir el doctorado honoris causa de la PUCP, quien ha elaborado con brillantez el enfoque del institucionalismo contextualizado. Sus propuestas académicas y técnicas buscan contribuir a mejorar el desempeño y la calidad de la democracia, especialmente en los países del tercer mundo. Otra respuesta a la pregunta sobre la insatisfacción de la democracia coloca la explicación, no en los diseños institucionales (normativos o contextualizados), sino en las condiciones en las que ellos se aplican. Las más importantes de estas condiciones son el nivel de desarrollo económico (IPC), el nivel de desigualdad económica (GINI), el nivel democraticidad del Estado, el nivel de ciudadanía efectiva y el tipo de multiculturalidad del país.
Algunos teóricos de la democracia en los países avanzados asumen generalmente estas condiciones como algo ya dado y resuelto. Eso explica que ellos limiten la cuestión de la democracia al régimen político, esto es, a los procedimientos de acceso al gobierno y a las formas de ejercicio de la autoridad, y dejen de lado las condiciones que contribuyen a mejorar el desempeño y la calidad de la democracia. Otros (Lipset, Przeworki, Linz, Stepan, Reuchemeyer) las toman en cuenta como factor explicativo del grado de democracia alcanzado por los países en una perspectiva comparada. Es Guillermo O´Donnell quien ha avanzado más en esa dirección, analizando en forma sistemática el impacto del Estado y de la ciudadanía en la relación de los diseños institucionales con la democracia, yendo más allá del régimen político democrático para hablar de la democratización del Estado. ¿Y por qué no de la economía y de la sociedad?.
En esta perspectiva, el buen desempeño y la mejor calidad de la democracia requieren tomar en cuenta no sólo los diseños institucionales contextualizados de la misma, sino también las reformas económicas necesarias para lograr un crecimiento sostenido con baja inflación, la reforma tributaria orientada a reducir la profunda desigualdad económica de nuestros países y las reformas del Estado adecuadas para tener un Estado de derecho y para que las políticas sociales y la efectividad de la ley lleguen por igual a todos.
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ADIOS PARTIDOS
Sinesio López Jiménez
No me despido con alegría sino con pena y con cierta dosis de nostalgia. Es cierto que hoy aparecen como los malos de la película, pero no hay que olvidar que ellos jugaron papeles importantes en el proceso de democratización del país y en el de inclusión de amplios sectores sociales marginados. No hay que olvidar tampoco que la democracia requiere de los sistemas de partidos en las sociedades modernas. Con García I comenzó la crisis de los partidos y con García II concluye su agonía. En el intermedio hemos tenido un largo ciclo anti-partidos (1990-2000) y otro semi-partidario (2001-2010) en el que los partidos (APRA, PPC, AP) han competido con resultados desiguales con los nuevos caudillos nacionales y locales.
El rol de García en esta triste historia es más negativo que positivo. Ni siquiera a su partido le ha brindado un impulso innovador y revitalizador. En el intercambio de suma positiva que estableció con el Apra, él ha salido más beneficiado. En su segundo período, el Apra ni siquiera ha sido un partido de gobierno. En esta última etapa ha utilizado más bien todo su poder para bloquear a los dirigentes que no eran de su agrado y ha maltratado a uno de sus mejores y más honestos cuadros (Carlos Roca) impidiéndole la postulación a la municipalidad de Lima para apoyar a un candidato fujimontesinista. Las políticas desastrosas de su primer gobierno, el desperdicio de las oportunidades históricas de su segundo gobierno para impulsar un desarrollo sostenido, integrador y justo y su caudillismo en ambos gobiernos son factores importantes que subyacen a la historia de la crisis de los partidos. Estos, desde luego, han hecho también lo suyo para hundirse en la irrelevancia política.
Con la casi desaparición de los partidos se consolidan los caudillos y los poderes fácticos como actores centrales de la política peruana. Entre ellos se establecen alianzas y conflictos. En el caso de las alianzas, los poderes fácticos canalizan sus intereses a través de sus caudillos favoritos (generalmente de derecha) y los imponen a través de las instituciones estatales a todo el país cuando éstos triunfan en las elecciones generales. Cuando aparece un caudillo díscolo e inconforme que choca con los intereses del establishment los poderes fácticos y los partidos de derecha le hacen cargamontón buscando destruirlo. Este es el caso Humala. Los poderes fácticos se asustan también con los caudillos cuestionadores que surgen en las regiones. Los llaman anti-mineros y anti-inversión extranjera y amenazan con desinvertir.
Ante la debilidad y ausencia de los partidos, los caudillos se erigen como los nuevos representantes de los diversos grupos sociales de un país fragmentado. Ese es su activo y en eso consiste su poder. No tienen organización pero cuenta con la representación de amplios sectores sociales que les permite negociar con los que tienen el dinero, la información, la fuerza o la fe. La mayor parte de esos caudillos regionales se ubican en el amplio espectro que va del centro hacia la izquierda. Esa es la nueva realidad política en la que tienen que moverse los poderes fácticos. En una situación de bonanza y de boyantes ganancias extraordinarias de las corporaciones, las presiones agresivas de los gobiernos regionales no los van a llevar a la desinversión sino a la negociación. La desinversión se concreta cuando hay mucha presión política y social y baja rentabilidad de las inversiones.
En ese panorama de caudillos y de poderes fácticos aparece Susana Villarán canalizando la representación de los sectores sociales limeños que en su mejor momento representó Alfonso Barrantes no sólo por sus propios méritos sino gracias a la ayudita que le brindó la ultraderecha (y la derecha en la última semana) al polarizar el escenario político entre la derecha y la izquierda. ¿Significa Susana un poco de aire fresco en un clima político enrarecido por polarizaciones agresivas, amenazas de exclusión y llegada del fin del mundo?. ¿Vencerá la esperanza al miedo?. Veremos…
DISCURSOS EXCLUYENTES E INCLUSIVOS
Sinesio López Jiménez
Hegemonizada por la extrema derecha, Lourdes se equivocó de escenario. Ella creía que iba a la guerra cuando se trataba sólo de un debate político e intelectual. Las diferencias son radicales. Mientras la guerra trata al otro como enemigo al que hay eliminar a través del arma, el debate político-intelectual considera al otro como adversario al que hay que integrar a través del discurso. Esa confusión de escenarios explica la estrategia de Lourdes en el debate del lunes pasado: Polarizar para excluir. La argumentación central de Lourdes es la siguiente: Susana Villarán es una candidata políticamente inaceptable porque está asociada con Patria Roja, el Sutep, el humalismo y …el terrorismo. Patria Roja, el Sutep, el humalismo constituyen un peligro para el país, esto es, son enemigos porque traen inestabilidad y atraso. Ergo, hay que acabar con ellos.
El discurso de la extrema derecha es excluyente y es tan viejo como la conquista y la colonia que diferenció la república de españoles de la de indios para oprimirlos y expoliarlos. Los movimientos nacionales (indígenas, mestizos y criollos) de la independencia no lograron sustituirlo por un discurso hegemónico e integrador y por eso continuó en la república criolla del siglo XIX, en la oligárquica del siglo XX y sigue en la neoliberal de hoy. En la república oligárquica, a la exclusión de los indios, mestizos y cholos se añadió la del Apra y la de la izquierda marxista, los nuevos demonios de la derecha de entonces. El artículo 53 de la Constitución de 1933 excluyó al Apra y al Partido Comunista acusándolos de ser partidos internacionales. Los defensores a ultranza del neoliberalismo extremo pretenden hoy excluir a Patria Roja, al humalismo, a los partidos de izquierda en general, al Sutep, a los sindicatos y a los movimientos sociales, acusándolos (obviamente con mentiras y calumnias) de ser socios del terrorismo.
¿Es ganador el discurso excluyente de la ultraderecha en el contexto peruano de hoy? Mi hipótesis es que ese discurso está condenado al fracaso por varias razones. En primer lugar, el Perú, pese a sus deficiencias, es ya un país de ciudadanos que demanda derechos y asume responsabilidades y que ha llegado a ser tal superando una serie de exclusiones (de género, de edad, de raza, de cultura, de alfabetismo, etc). En segundo lugar, existe una sociedad civil, no tan vigorosa pero significativa, conformada por organizaciones, asociaciones y redes sociales múltiples que constituyen espacios de integración y de cohesión social. En tercer lugar, existe un régimen democrático que, más allá de sus debilidades, es aceptado por la mayoría de los ciudadanos como la mejor forma de gobierno. Su vigencia implica el pluralismo, la tolerancia y la integración. Finalmente, creo que la mayoría de los peruanos, desgarrada por una serie de contradicciones y fracturas de todo tipo (nacionales, sociales, regionales, raciales, culturales, etc) y traumada por la reciente guerra fratricida, no está dispuesta a reproducirlas ni siquiera en el discurso.
En el actual contexto social y político son los discursos incluyentes e integradores los que tienen éxito. Por eso, Susana ganó el debate del lunes pasado. Mi hipótesis es que su discurso empata más con el espíritu y con las demandas de integración de la gente. Hay diversas maneras de construir discursos de integración. La de Susana es comunitarista-liberal que deja de lado las contradicciones y las diferencias para afirmar la unidad. Yo prefiero los proyectos hegemónicos que toman en cuenta las contradicciones y las diferencias, las resuelven mediante propuestas culturales y políticas y las expresan en un discurso integrador como el de Haya y el de Mariátegui (el que pensaba, el de los Siete Ensayos) de los 30. Es una lástima que Lourdes se haya dejado arrastrar por un discurso excluyente cuando ya estaba instalada en un discurso pluralista y competitivo.
LA GUERRA DEL FIN DEL MUNDO
Sinesio López Jiménez
Lima no es Canudos, pero en ella se está librando la guerra del fin del mundo si se mira las portadas de los diarios de la ultraderecha. Todas las visiones apocalípticas tienen un parecido de familia. Un profeta respetado (aunque desgarbado) anuncia a los desheredados de esta tierra el fin del mundo y la llegada del juicio final y afirma que todos deben prepararse para gozar del cielo o para achicharrarse en el infierno. El fin del mundo llega generalmente con el fin del siglo en el que “se apagarían las luces y lloverían estrellas”, “los ríos se tornarían rojos y un planeta nuevo cruzaría el espacio”, como en la mejor novela (para mí) de Mario Vargas Llosa.
La ultraderecha peruana ha inventado también su propia guerra del fin mundo, pero carece de la imaginación fecunda y del subyugante estilo literario del novelista. Su versión es, como la ultraderecha misma, vulgar y pedestre. El triunfo de Susana Villarán, dice el libreto, es el anuncio del fin del mundo. El paraíso limeño se esfumará y el infierno ocupará su lugar. La ciudad será un caos, el transporte se paralizará, los hospitales privados (de solidaridad) serán estatizados, el vaso de leche será suprimido, el sutep manejará la educación, los terroristas gobernarán la ciudad, el riesgo país aumentará, las inversiones y los inversionistas huirán, los sacudones financieros perturbarán nuestra estabilidad, todas las plagas de Egipto, en fin, nos invadirán.
La derecha se suma y le hace comparsa a la ultraderecha, pero trata de mantener las formas. El problema, dice, no es Susana sino las oscuras fuerzas que la acompañan: El MNI (Patria Roja). Los más desvergonzados añaden sin pestañar el terrorismo de Sendero Luminoso y del MRTA. Patria Roja, el Sutep, el humalismo son presentados como encarnaciones del mal. Olvidan que éstos son partidos (o sindicatos) legalmente reconocidos y tienen (o tuvieron) una representación parlamentaria. Con el nacionalismo y con el Sutep, Fuerza Social no tiene, además, pacto político alguno. La centroizquierda es presentada con traje a rayas como si fuera una fuerza del terror.
Para la extrema derecha, el Perú será un paraíso cuando no existan la izquierda ni la centroizquierda, cuando todos piensen y quieran lo mismo, cuando los sindicatos y las protestas sociales desaparezcan, cuando los cuestionamientos al orden establecido se evaporen, cuando todos acepten el sagrado orden neoliberal (extremo), cuando los colores y los matices se extingan. La ultraderecha quiere un país aburrido, monocromático, no de ciudadanos dignos, sino de borregos felices, de siervos voluntarios ( Etienne de la Boétie dixit). Jodidos, pero contentos, podría ser su mejor lema. La derecha acepta la existencia de la izquierda a regañadientes, pero la quiere a su imagen y semejanza: sin voz, sin dientes, sin garras, sin puños, echada, meliflua y faldera. Pero esa, como es obvio, no es la izquierda ni la centroizquerda. Todo esto es un síntoma de lo peor: el fascismo comienza cuando los partidos liberales se desdemocratizan (dejan de ser democráticos, pluralistas y liberales), como lo subrayó en su momento Hortheimer.
¿Porqué la ultraderecha no tolera a la izquierda ni a la centroizquierda?. ¿Por qué la derecha las acepta a regañadientes?. ¿Por qué ambas fuerzas no aceptan a los sindicatos ni a los movimientos populares organizados?. Además de intolerancia, sobretodo de la ultraderecha, hay muchos intereses que defender. La izquierda, la centroizquierda, los sindicatos y las organizaciones populares no sólo agreden sus buenas consciencias y perturban su siesta política sino que ponen en peligro sus bolsillos, especialmente los inmensos bolsones de un sector de sus representados. Volveré sobre este tema en mi próxima columna. Para terminar dos respetuosos saludos. El primero, a Armando Villanueva del Campo y a Carlos Roca, dignos representantes del Apra, quienes, con otros, mantienen enhiestas sus banderas de izquierda. El segundo, al brillante equipo tecno-político e intelectual que acompaña a Susana.
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