Sinesio López Jiménez
Los principales candidatos han entrado con fuerza a la campaña electoral. Esta va a ser corta, intensa y agresiva. Llama la atención que ella no sea políticamente polarizada en un país social y geográficamente polarizado. ¿Quienes son los candidatos principales? Cinco si nos atenemos a las encuestas: tres ocupan la primera fila (Toledo, Castañeda, Keiko F), uno un lugar intermedio (Ollanta) y Kuczynscki pasa con las justas la valla electoral (5%). Este es el escenario que le gusta a la derecha. La ultraderecha (García incluido) prefiere, en cambio, un escenario sin Toledo y sin Ollanta. Ese es su soñado paraíso político. Los grandes empresarios prefieren a Kuczynski obviamente, pero el Perú no es Eisha. En todo caso, la derecha, la ultraderecha y los poderes fácticos quieren que las elecciones generales sean una pichanguita entre amigos.
¿Se mantendrá el escenario actual hasta el final?. Mi hipótesis es que Castañeda y Keiko caen. Están en los primeros puestos no por sus méritos sino porque García y algunos medios los sostienen. Ese soporte y el neopopulismo elemental de esos candidatos han generado un electorado leal que puede redefinir sus opciones electorales siempre y cuando Ollanta y Kuczynski reorienten su campaña. Un elemento central de esa reorientación es la definición del “enemigo” o del adversario en la primera vuelta. Todos los candidatos tienen un cierto grado de enemistad, pero uno de ellos es más enemigo que los otros en una determinada coyuntura. Para Toledo sus “enemigos” son Castañeda y Keiko (y su mentor García). Para Castañeda y Keiko es Toledo.
¿Cuáles son los enemigos de Ollanta y de Kuczynski?. Tengo la impresión que les falta una definición más precisa del enemigo inmediato en la primera vuelta. Mi hipótesis es que el enemigo político de Ollanta es Keiko y los de Kuczynski son Castañeda y Toledo. Teniendo las mismas bases electorales y apuestas relativamente distintas (particularmente en el caso de Ollanta), son ellos los que les impiden pasar a la segunda vuelta. No hay que olvidar que el político que no sabe definir con precisión quien es su enemigo es un candidato sin destino. ¿Qué discuten los candidatos?. Hasta ahora de todo, menos de lo más importante. Sugiero distinguir tres niveles de debate en términos de contenidos políticos o programáticos. El primero es el de la política espectáculo que banaliza la política y que incluye también la guerra sucia, los chismes, los dimes y diretes. Este el nivel que ha predominado hasta ahora y es el tipo de política que prefieren el fujimorismo, Cambio Radical de Kouri y Castañeda en parte.
El segunda nivel es el de política sentida y consentida por la gente que se expresa en las encuestas como los principales problemas del país: la corrupción, la seguridad, el empleo, la educación, la salud, etc. Llama la atención que en un país atrasado, desigual y pobre como el Perú, la corrupción sea el problema más importante percibido por la gente y que, a pesar de eso, los encuestados apuesten por los candidatos más acusados de corrupción (Castañeda y Keiko). Cosas como esta muestran los límites de las encuestas para definir una estrategia y una campaña política seria. Casi todos los candidatos y los medios se mueven, sin embargo, en este nivel de la política. El tercer nivel es el de la política estructural (ocultada por los dos primeros niveles) que define los problemas de fondo del país: el tipo distorsionado de crecimiento económico, la desigualdad económica y social, la falta de reconocimiento de la multiculturalidad, el Estado burocráticamente ineficiente, legalmente inefectivo y capturado por los poderes fácticos, etc.
El desafío de Ollanta, que es el único candidato diferente e innovador, es articular la política sentida y consentida por la gente con la política estructural en un discurso radical pero social y nacionalmente integrador. Si lo logra, entonces cambia el escenario, las relaciones de enemistad y el contenido del debate político.
Archivo del Autor: Sinesio López Jiménez
REPRESENTACION Y CALIDAD
Sinesio López Jiménez
¿Será mejor el próximo Congreso que el actual?, ¿será más representativo?, ¿de qué depende la calidad del Congreso?, ¿de qué depende su nivel de representatividad?. La historia ha demostrado que el sufragio universal y la democracia hacen más representativos a los congresos, pero disminuyen su calidad. La democracia, como sostuvo Montesquieu, nos hace mediocres pero felices. Los congresos mesocráticos y elitistas han sido, de lejos, mejores que los congresos populares. ¿Es inevitable el choque entre la calidad y la representatividad de los congresos? Mi hipótesis es que ese choque es inevitable porque expresa la contradicción entre la democracia política y las clases sociales y entre la política y la economía en el mundo moderno.
¿Y la igualdad política no elimina la desigualdad económica y social?. Podría atenuarla en ciertos casos, pero no la elimina. En algunos países de América Latina, por el contrario, la desigualdad económica ha crecido bajo el techo de las democracias. El caso chileno es paradigmático al respecto. La igualdad política (cuando es producto de un sistema político fuertemente autónomo) hace iguales a los votos de los desiguales económicamente y a sus representantes, pero no elimina la desigualdad económica ni mejora la calidad representativa. ¿Qué se puede hacer entonces con la contradicción entre la calidad y la representatividad de los parlamentos?. Es necesario transformar la contradicción en tensión. ¿Cómo?. Elevando la calidad de los ciudadanos y reduciendo drásticamente la desigualdad económica y social.
¿Existen otra maneras de atenuar esa contradicción?. En Occidente se han inventado dos instituciones para acercar la calidad y la representatividad. La primera es el Parlamento mismo que, gracias a sus funciones clásicas –espacio de representación, institución legislativa, foro público, centro de fiscalización, aprobación del presupuesto, lugar de formación de las élites políticas- ayuda a reducir las diferencias de calidad de los representantes de las diversas bancadas. Eso requiere fortalecer los congresos frente a los ejecutivos y reivindicar enérgicamente sus funciones clásicas. Eso pasa también por permitir y favorecer la reelección de los mejores parlamentarios. En algunos países de AL se ha suprimido la prohibición de la reelección parlamentaria. La segunda es la formación de los sistemas de partidos. Estos, incluidos los partidos de masas, constituyen las élites de las diferentes clases sociales que representan y dirigen y en esa medida tienden a mejorar la calidad de la representación.
¿Qué sucede cuando los parlamentos se devalúan y los partidos colapsan como es nuestro caso y el de otros países de AL?. En esos casos, la contradicción entre representatividad y calidad de los representantes reaparece con fuerza. Eso es lo que hemos visto en el Perú en estas dos últimas décadas. Para comenzar a salir de esta lamentable situación sería deseable (en el caso peruano) que el porcentaje de los invitados a participar en las listas parlamentarias, cuya designación está en manos de los dirigentes, sea ocupado por personas políticamente calificadas o por gente nueva que constituya una promesa política. Algunos dirigentes no aprovechan desgraciadamente esta prerrogativa para mejor la calidad de la representación.
Ellos creen erróneamente que, colocando a la cabeza de la lista a gentes del deporte o de la farándula, van a arrastrar más votos. Olvidan que, como caudillos, ellos mismos son ríos caudalosos que arrastran muchas piedras como representantes. Son verdaderas canteras políticas. Creo, sin embargo, que la experiencia enseña y que los representantes del próximo Congreso serán mejores. Eso se puede ver ya en algunas listas. En el caso del nacionalismo, por ejemplo, personas con una trayectoria parlamentaria brillante como Daniel Abugattás, Javier Diez Canseco, Manuel Damnert y gente nueva muy calificada que promete mucho como Nicolás Lynch, Alberto Adrianzén, Felix Jiménez, Rosa Mavila y otros van a mejorar notablemente la calidad del Congreso si son elegidos.
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GARCIA Y LAS ELECCIONES
Sinesio López Jiménez
García sigue siendo, sin duda, el gran jugador de la política peruana en esta época de colapso de los partidos, pero no todos sus juegos le salen bien. De hecho, ha perdido varias de sus últimas apuestas. Apostó a Kouri en las elecciones municipales y su candidato se descarriló a mitad de camino. Apoyó entonces a Lourdes Flores para parar a Susana y fracasó. Uno de sus planes era bloquear la participación de Toledo en las elecciones del 2011 y no lo logró. Amagó entonces con una especie de acuerdo de sucesión con el hombre de la chakana y también falló. Su candidata favorita no da pie con bola y no despega. Su derrota está garantizada. Las dos cartas alternativas (Castañeda y Keiko Fujimori) a las que respalda no avanzan sino que tienden más bien a retroceder. El fracaso de García otra vez está cantado.
La batalla más importante de García ha sido librada, sin embargo, contra Ollanta Humala durante cinco años de gobierno con el apoyo de los poderes fácticos y de la mayor parte de los medios. El éxito de la estrategia de satanización y de arrinconamiento del nacionalismo en el extremo izquierdo del espectro político ha sido parcial. Lo que más llama la atención no es, sin embargo, que Ollanta haya bajado temporalmente algunos puntos en sus aspiraciones de acceso al gobierno sino que haya sobrevivido al ataque feroz de García y sus socios. Más aún: Ollanta, utilizando el ataque despiadado del oficialismo, ha desplegado una guerra compleja de posiciones para mantener el apoyo de los sectores desheredados, intentar ganar a las clases medias empobrecidas y emergentes y convocar a los empresarios nacionales y se ha recolocado en el espectro político avanzando desde el nacionalismo de izquierda (sin abandonar este espacio) hacia el centro. Ha sido ayudado en este juego político por la estrategia autodestructiva de Fuerza Social.
Entre el Baguazo y los petro-audios naufragan la candidata de García, el vetado (por García y por Araoz) secretario general del Apra y el mismo viejo partido de Alfonso Ugarte. Pocas veces se ha visto en la historia política peruana un suicidio político colectivo como resultado de la defensa de los intereses particulares y de las ambiciones de cada actor individual dentro de un partido. Nadie gana. Todos pierden. Este fracaso anticipado (con el retiro de Araoz) puede llevar a García a reforzar su respaldo a Castañeda y a Keiko Fujimori. ¿Por qué García juega a dos cartas? Mi hipótesis es que el doble juego de García obedece a que ambos candidatos frenan el avance de Toledo, por la derecha, y el de Ollanta, por la izquierda, sus dos enemigos más temidos. Sus cartas no son, sin embargo, dos ases, sino los candidatos más sosos y fofos de la actual campaña electoral. El desinfle de Castañeda ayuda a Toledo y quizás a Kuczyinski y el desinfle de Fujimori favorece, sin duda, a Ollanta.
Las apuestas de García son las mismas de la ultraderecha. Sus fracasos son, por consiguiente, compartidos. Con esta serie de derrotas, García ha puesto en cuestión su autoproclamada capacidad para impedir el acceso al gobierno de los candidatos que no le gustan y que, sobre todo, disgustan a los banqueros y a las grandes corporaciones (si es que triunfara Ollanta). Sus amenazas de promover un golpe de estado si el candidato nacionalista fuera elegido también están condenadas al fracaso por razones nacionales e internacionales. Desde la perspectiva popular y democrática, las apuestas de García van por el lado malo de la historia. Sus fracasos, pequeños rasguños en su ego colosal, ayudan enormemente, sin embargo, al país, a los pobres y a las clases populares y medias.
¿Por qué un político tan ducho como García comete tantos y tan grandes errores y fracasa?. Mi hipótesis es que su obsesión por el retorno en el 2016 lo lleva de la nariz al abismo. ¿Arrivederci García?, ¿arrivederci 2016?. Ojalá.
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CORRUPCION Y ELECCIONES
Sinesio López Jimémez
Generalmente la falta del sentido ético de la política va acompañada de una alta dosis de cinismo. Durante sus dos períodos de gobierno Castañeda ha utilizado los fondos públicos del municipio para organizar la plataforma política de su candidatura presidencial. El contrato municipal con los Hospitales de Solidaridad que llevan el mismo nombre de su partido, el financiamiento de sus cuadros partidarios con fondos municipales, la colocación de enormes y costosos paneles con los colores de Solidaridad Nacional y con su propio nombre y la exigencia de que se mantengan el nombre de esos hospitales y los paneles (para que el municipio limeño le siga haciendo propaganda) constituyen no sólo una clara violación de la ética pública sino también la pérdida del más elemental sentido de decencia política. Caretas debiera distinguirlo con su condecoración semanal.
Si a todo esto se añade el escándalo de Comunicore, las graves denuncias de sobrevaluación del Metropolitano y la compra-venta de acceso a las candidaturas, la imagen de Castañeda resulta seriamente dañada y sus aspiraciones presidenciales pueden quedar a medio camino. Lo que más llama la atención es que Castañeda cree que el uso de los fondos públicos para apoyar su candidatura presidencial es normal (cuando se hace obra) y que, ante investigaciones de la fiscalía por corrupción, él afirma que tiene su conciencia tranquila. Quiere erigir a su conciencia privada (¡y qué conciencia!) en el tribunal de la ética pública. Algo parecido planteó Lourdes Flores en las recientes elecciones municipales.
Las campañas electorales son muy costosas y los candidatos requieren ingentes recursos para tener éxito. En ese sentido, “un político pobre es un pobre político” como dijo un alto funcionario mejicano citado por Daniel Zovatto en uno de sus estudios sobre financiamiento de los partidos. Eso lleva a los políticos a buscar recursos de diversas fuentes y a los Estados a limitar los desbordes que conducen a la corrupción. Los principales temas regulables en el financiamiento de los partidos son los siguientes: el financiamiento público, el financiamiento privado, la prohibición de ciertas fuentes de contribución, los límites puestos a los gastos y la fiscalización y las sanciones. En el mundo existen dos grandes tradiciones sobre estos temas. Por un lado, los países europeos en donde el financiamiento de los partidos proviene principalmente del erario público. Por otro, el caso norteamericano en donde diversas contribuciones privadas financian a los partidos.
En América Latina, predomina la tesis que ve a los partidos como asociaciones privadas que cumplen funciones públicas o de interés general y que, en esa medida, son sujetos pasivos de financiación pública, pero la fórmula predominante es el financiamiento mixto. Salvo Venezuela, todos autorizan la recepción de fondos públicos y privados. El financiamiento público a los partidos puede ser directo (entrega de dinero o bonos) o indirecto (exoneraciones tributarias, acceso a medios de comunicación, pago de franja electoral, etc.) o mixto (directo e indirecto). La mayoría de los países de AL otorgan un financiamiento público mixto y sólo dos países (Perú y Chile) autorizan un financiamiento indirecto.
El financiamiento privado proviene de las siguientes fuentes: membrecía de los afiliados, donaciones individuales, donaciones grupales (empresas, corporaciones), créditos y actividades partidarias. La mayor parte de los países prohíben ciertas contribuciones privadas (extranjeras, corporativas, contratistas del Estado, anónimas, obviamente del narcotráfico) y limitan las contribuciones privadas autorizadas. Sólo Salvador, Guatemala y Panamá no ponen ningún tipo de límites. El problema del caso peruano es que las autoridades, comenzando por el Presidente de la República, no cumplen las leyes referidas a los partidos ni tienen capacidad para controlar y sancionar a los infractores de las mismas.
ETICA Y POLITICA
Sinesio López Jiménez
Las relaciones entre la ética y la política son difíciles, pero debieran ser armoniosas. El logro de fines buenos en la política no siempre va acompañado por medios igualmente buenos. Esta tensión entre fines y medios en el campo de la política plantea la necesidad de la ética, según Maquiavelo y Max Weber. Estos autores concentraron sus observaciones en el manejo del uso de la violencia (monopolizada por el Estado en el caso de Weber) para conseguir fines legítimos: la conquista, la expansión y la conservación del poder. Maquiavelo aconsejaba economizar la violencia cuando no se podía suprimirla, esto es, colocaba el valor de la vida entre los fines buenos y los medios violentos. No es cierto, por consiguiente, que Maquiavelo haya sido maquiavélico (negador de la ética), como pensaba Croce entre otros. Weber aconsejaba algo parecido: la ética de responsabilidad, esto es, desplegar las políticas (de uso de la fuerza) pensando en sus consecuencias.
La ética, sin embargo, no se plantea sólo con respecto a la política del uso de la violencia, sino también en el manejo de las políticas públicas, esto es, las políticas económicas y las políticas sociales. Me permito formular al respecto un conjunto de preguntas incómodas pero necesarias que los políticos, especialmente los gobernantes y ex-gobernantes (algunos de los cuales son candidatos), deben responder. ¿Es ético gobernar para los ricos?, ¿las políticas económicas que favorecen abiertamente a las grandes corporaciones son limpios actos de generosidad de los gobernantes?, ¿los convenios de la estabilidad tributaria son gratuitos?, ¿y su terca mantención por los diversos gobiernos es gratuita?, ¿la política del óbolo minero es gratuita?, ¿las privatizaciones se manejaron y se manejan con transparencia?, ¿las concesiones que se hacen a diario están libres de toda sospecha?, ¿las exoneraciones tributarias al capital en la bolsa de valores es gratuita?. Etc. Etc.
Las preguntas aluden evidentemente a las relaciones turbias entre los políticos y los grandes empresarios. Estos quieren hacer dinero fácil y en grande comprando a los políticos y estos buscan enriquecerse gobernando para los ricos. En estas turbias relaciones existe una perversa confusión entre fines y medios. Los ricos buscan lograr sus fines legítimos de enriquecerse (así es el capitalismo) apelando a la corrupción de los políticos y éstos dejan de lado sus fines legítimos (la búsqueda del interés general o del bien común) para enriquecerse (como los empresarios) gobernando para éstos. ¿Pueden ser diferentes las relaciones entre políticos y grandes empresarios? Me parece que es difícil cambiar esas relaciones porque los políticos tienden a encubrir su corrupción en relación con los grandes empresarios con discursos grandilocuentes: el progreso del país, el desarrollo, el empleo.
Pese a ello, es necesario que la ética rija las políticas económicas y sociales de los gobernantes por el bien de todos. Hay varias maneras de lograrlo, pero dos son las principales. En primer lugar, es necesario diferenciar claramente los fines (el bien público) y los medios (lícitos) de los políticos en el manejo de las políticas públicas de los fines de los empresarios (acumulación de la riqueza) y sus medios legítimos (explotación de los recursos naturales y de los trabajadores respetando derechos). En segundo lugar, es necesario fortalecer y coordinar las políticas autónomas de control horizontal de las instituciones, de control vertical de los ciudadanos y de control social de las organizaciones de la sociedad civil.
Además de la corrupción existe también la perversión política y social. Gobernar para los ricos con el apoyo de los pobres es una perversión política y social que Odría y Fujimori alcanzaron y que García envidia. El mayor acto de perversión política y social al que ha llegado García es amenazar con un golpe de Estado si se ponen en cuestión los intereses de los ricos.
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PROGRAMAS Y CANDIDATOS
Sinesio López Jiménez
Los programas cuentan poco para ganar una elección. En ningún país, ni en el más racional del mundo, el programa decide una elección. Los programas son generalmente documentos abstractos y abstrusos que casi nadie lee. Ellos tienen un alto costo en tiempo, dinero y esfuerzo que el elector común y corriente no está en condiciones de solventar. ¿Para qué sirven entonces los programas?. Ellos sirven más para gobernar que para ganar una elección. Los programas de gobierno son elaborados por los equipos técnicos e intelectuales para otorgar racionalidad a las decisiones y a las acciones políticas de los gobernantes. Los hombres de acción, como decía Max Weber, deciden en función de valores e intereses y las consecuencias de su acción no son rigurosamente previsibles. Pero una decisión razonable exige aplicar en la coyuntura en la que se opera los conocimientos disponibles para reducir la imprevisibilidad.
Para ganar una elección es decisivo el candidato, su discurso hegemónico e integrador, su capacidad de comunicación con los electores, su carisma, su credibilidad, su organización (cuando la tiene). En ese sentido el programa sirve mucho al candidato que lo asume como el contenido de su discurso y que lo traduce en el lenguaje de la gente de a pie. El candidato (como político) se mueve con una racionalidad de valores (desarrollo, justicia, libertad, transparencia, democracia) y con una racionalidad instrumental (uso de los medios adecuados para conseguir los fines deseados) que proviene del programa. Los técnicos, en cambio, se mueven exclusivamente con una racionalidad instrumental. Los avances científicos actuales han permitido, sin embargo, avanzar también en la “cientificación” de las decisiones y pasar, según Jurgen Habermas, del modelo decisionista (en el que juegan un papel decisivo los políticos) al modelo tecnocrático (en el que ese papel corresponde a los tecnócratas).
Tanto Weber como Habermas asignan un papel pasivo a los electores que se limitan a legitimar o desligitimar lo que deciden los políticos o lo que plantean los tecnócratas. Los políticos deciden, los técnicos saben y los electores (opinión pública) aplauden o pifian. Esta es una cuestión discutible porque los electores (sobre todo los peruanos) han mostrado tener una cierta racionalidad pragmática sorprendente. En realidad, existen diversas racionalidades pragmáticas de acuerdo a los intereses inmediatos y a la cultura política de los electores. El buen candidato es el que sabe empatar con la mayoría de ellos y despliega un discurso en el que esa mayoría se siente incluida. Las elecciones de las últimas décadas, especialmente luego del colapso de los partidos, muestran que los electores, apelando a diversos motivos, escogen, prueban y desechan a los políticos. En este sentido, la volatilidad no es de los electores sino de los políticos. Pese a ello, es difícil sostener que estamos pasando de un modelo tecnocrático a un modelo democrático.
Echando una rápida mirada a los programas de los candidatos, el de Ollanta es el único que propugna cambios sustanciales – modelo económico para el desarrollo, defensa de los recursos naturales y del medio ambiente, reforma radical del Estado, cambio de la Constitución del 93, descentralización, reorientación de las políticas económicas, políticas sociales de calidad para todos, reducción drástica de la desigualdad y de la pobreza, democracia de calidad- que empatan con las demandas de cambios de las mayorías. Este es el gran desafío de Ollanta. ¿Tendrá tiempo político suficiente para producir ese empate entre su candidatura de cambios profundos y las demandas de las mayorías, para remontar la desventaja que muestran las encuestas y para pasar a la segunda vuelta? En el curso de la campaña (que recién comienza) lo sabremos.
Los programas de todos los candidatos de la derecha pueden ser resumidos en una frase: continuidad neoliberal y neopopulismo agresivo. A ellos los separan no los programas sino las ambiciones de poder (político y económico): Disputan la plata que llega sola.
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ALIANZAS Y PLANCHAS
Sinesio López Jiménez
Antes los partidos se unían o se separaban de acuerdo a las ideologías. Cuando se desideologizaron un poco, la unidad y la diferenciación de los partidos dependían de los programas. Contaba también la organización. Con el colapso de los partidos, la unidad y la separación de estos dependen de criterios pragmáticos. Lo que se mantiene, sin embargo, es la diferenciación de campos entre la derecha y la izquierda. ¿Cuál es el criterio que los diferencia?. De acuerdo a Norberto Bobbio la separación de los campos entre la derecha y la izquierda es la justicia. Bobbio pensaba también que la ubicación precisa dentro de esos campos depende de la combinación entre la justicia y la libertad. El creía que “no hay libertad sin justicia social ni justicia social sin libertad”. A la ultraderecha no le interesa ni la libertad ni la justicia: le interesa sólo el orden a palos. La centro-derecha enfatiza la libertad sobre la justicia. A la ultraizquierda sólo interesa la justicia aún a costa de la libertad. La izquierda enfatiza la justicia respetando la libertad. Se supone que la centro-izquierda equilibra ambos valores. Los que niegan la diferenciación de estos campos son generalmente de derecha.
¿De que dependen actualmente las alianzas?. Mi hipótesis es que las actuales alianzas (en la derecha y en la izquierda) dependen de la valla según la cual los partidos que sobreviven, luego del proceso electoral, son aquellos que superan el 5%. Las alianzas son las combis que permiten a los partidos pasar el puente y llegar al parlamento. La valla cuenta porque ayuda a superar la fragmentación de las organizaciones políticas. Mi hipótesis es que cuenta poco porque, pasado el proceso electoral, se produce de nuevo el rompanfilas. Pero algo es algo: La valla reduce temporalmente la fragmentación, baja los costos del elector, pero no ayuda a la gobernabilidad como esperaban sus diseñadores. Además de la valla, cuenta la calidad del líder que encabeza la alianza: capacidad de comunicación, carisma, experiencia exitosa de gobierno o de oposición a gobiernos corruptos, la confianza y la credibilidad. El buen líder es la locomotora que lleva a todos los vagones hasta el paradero del gobierno y el parlamento. En la nueva forma de representación personalizada de estos tiempos cuenta mucho la confianza que el candidato inspira a los electores.
La valla y la calidad del líder cuentan más para alianzas horizontales de los mal llamados partidos nacionales, pero cuentan menos para las alianzas verticales (líder nacional y movimientos regionales) en las que importa la calidad del líder, pero no la valla. ¿La formación de las planchas presidenciales se guían por algún criterio?. Se supone que la plancha perfila mejor el rostro del candidato para los electores y mejora, por tanto, su calidad frente a ellos. Eso depende de criterios subjetivos de los integrantes de la alianza y del candidato a la presidencia. Los integrantes de la plancha presidencial son símbolos, avisos e indicaciones que las alianzas quieren transmitir a los electores. La plancha de García en el 2006 que integraba a dos fujimoristas (un marino y una mujer), por ejemplo, era una invitación a los fujimoristas a votar por él y un anuncio de su futuro cogobierno. ¿Cuál es el significado de la actual plancha fujimorista? ¿Qué significa Rey en esa plancha?. Un personaje tan controvertido como él puede transmitir los sentidos más opuestos a los electores.
Por declaraciones de su coordinador general (Gustavo Guerra-García), nos enteramos que Fuerza Social ha añadido un tercer criterio para formar su Alianza con el MNI y con los fonavistas: aislar a Ollanta. Susana comparte el mismo objetivo, pero no está de acuerdo con la alianza con el MNI. Todo eso ha generado una crisis en la Alianza Fuerza Social. ¿En que terminará esa crisis?. Mi hipótesis es que la alianza se va a mantener por criterios pragmáticos de la valla, pese a la discrepancia en el objetivo de aislar a Ollanta por parte del MNI. Me sorprende que FS comparta el mismo objetivo de la derecha. Ya sabemos, por tanto, lo que va a pasar en la segunda vuelta.
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ALIANZAS Y PLANCHAS
Sinesio López Jiménez
Antes los partidos se unían o se separaban de acuerdo a las ideologías. Cuando se desideologizaron un poco, la unidad o la diferenciación de los partidos dependía de los programas. Contaba también la organización. Con el colapso de los partidos, la unidad y la separación de estos dependen de criterios pragmáticos. Lo que se mantiene, sin embargo, es la diferenciación de campos entre la derecha y la izquierda. ¿Cuál es el criterio que los diferencia?. De acuerdo a Norberto Bobbio la separación de los campos entre la derecha y la izquierda es la justicia. Bobbio pensaba también que la ubicación precisa dentro de esos campos depende de la combinación entre la justicia y la libertad. El creía que “no hay libertad sin justicia social ni justicia social sin libertad”. A la ultraderecha no le interesa ni la libertad ni la justicia: le interesa sólo el orden a palos. La centro-derecha enfatiza la libertad sobre la justicia. A la ultraizquierda sólo interesa la justicia aún a costa de la libertad. La izquierda enfatiza la justicia respetando la libertad. Se supone que la centro-izquierda equilibra ambos valores. Los que niegan la diferenciación de estos campos son generalmente de derecha.
¿De que dependen actualmente las alianzas?. Mi hipótesis es que las actuales alianzas (en la derecha y en la izquierda) dependen de la valla según la cual los partidos que sobreviven, luego del proceso lectoral, son aquellos que superan el 5%. Las alianzas son las combis que permiten a los partidos pasar el puente y llegar al parlamento. La valla cuenta porque ayuda a superar la fragmentación de las organizaciones políticas. Mi hipótesis es que cuenta poco porque, pasado el proceso electoral, se produce de nuevo el rompanfilas. Pero algo es algo: La valla reduce temporalmente la fragmentación, baja los costos del elector, pero no ayuda a la gobernabilidad como esperaban sus diseñadores. Además de la valla, cuenta la calidad del líder que encabeza la alianza: capacidad de comunicación, carisma, experiencia exitosa de gobierno o de oposición a gobiernos corruptos, la confianza y la credibilidad. El buen líder es la locomotora que lleva a todos los vagones hasta el paradero del gobierno y el parlamento. En la nueva forma de representación personalizada de estos tiempos cuenta mucho la confianza que el candidato inspira a los electores.
La valla y la calidad del líder cuentan más para alianzas horizontales de los mal llamados partidos nacionales, pero cuentan menos para las alianzas verticales (líder nacional y movimientos regionales) en las que importa la calidad del líder, pero no la valla. ¿La formación de las planchas presidenciales se guían por algún criterio?. Se supone que la plancha perfila mejor el rostro del candidato para los electores y mejora, por tanto, su calidad frente a ellos. Eso depende de criterios subjetivos de los integrantes de la alianza y del candidato a la presidencia. Los integrantes de la plancha presidencial son símbolos, avisos e indicaciones que las alianzas quieren transmitir a los electores. La plancha de García en el 2006 que integraba a dos fujimoristas (un marino y una mujer), por ejemplo, era una invitación a los fujimoristas a votar por él y un anuncio de su futuro cogobierno. ¿Cuál es el significado de la actual plancha fujimorista? ¿Qué significa Rey en esa plancha?. Un personaje tan controvertido como él puede transmitir los sentidos más opuestos a los electores.
Por declaraciones de su coordinador general (Gustavo Guerra-García), nos enteramos que Fuerza Social ha añadido un tercer criterio para formar su Alianza con el MNI y con los fonavistas: aislar a Ollanta. Susana comparte el mismo objetivo, pero no está de acuerdo con la alianza con el MNI. Todo eso ha generado una crisis en la Alianza Fuerza Social. ¿En que terminará esa crisis?. Mi hipótesis es que la alianza se va a mantener por criterios pragmáticos de la valla, pese a la discrepancia en el objetivo de aislar a Ollanta por parte del MNI. Me sorprende que FS comparta el mismo objetivo de la derecha. Ya sabemos, por tanto, lo que va a pasar en la segunda vuelta.
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LOS SECRETOS DE BAYLY
Sinesio López Jiménez
Con la revelación de sus conversaciones con García, Bayly ha lanzado una bomba de varios megatones sobre el escenario político cuyas ondas expansivas ya llegaron a Palacio de Gobierno y van a llegar, sin duda, al escenario electoral. La frase del siglo de García–la plata llega sola- muestra no sólo su enorme cinismo sino que también revela las profundas y perversas conexiones entre el poder del Estado y los gobiernos de turno con el poder económico. Las amenazas de golpe de Estado contra Ollanta si éste triunfara en las elecciones del 2011 revelan que García es el único político que tiene un juego grande y peligroso y una estrategia más o menos consistente para defender los intereses de los ricos y de las grandes corporaciones en situaciones de riesgo, disfrazada, desde luego, con las palabras grandilocuentes de defensa del desarrollo económico y del progreso.
¿En qué consiste su estrategia?. Esta tiene tres componentes, algunos de los cuales ya se vienen aplicando desde que García compitió con Ollanta en la segunda vuelta electoral del 2006. El primer componente consiste en demoler a Ollanta (apelando a todo) para impedir que se erija en una alternativa de gobierno. Esa estrategia ya lleva más de cinco años y han contado con el apoyo entusiasta de las corporaciones, de los organismos financieros internacionales y de algunos medios de comunicación. Luego de la masacre política, las encuestadoras se encargan de contar los muertos y heridos y los “analistas políticos” muestran su erudición sorprendente constatando el descenso de Ollanta en las encuestas. Ollanta, por su parte, no ha hecho lo necesario para defenderse y pasar a la ofensiva contra García y ha permitido que punteros mentirosos desempeñen el papel opositor.
El segundo componente de la estrategia de García, de los poderes fácticos y de la ultraderecha es inflar y sostener a Keiko Fujimori cuyo papel es desangrar a Ollanta y jibarizarlo electoralmente. ¿Cuáles son los méritos de la señora Fujimori?. Nadie lo sabe. Ellos constituyen el secreto mejor guardado de su tránsito por la política y por el Congreso. Sus probables electores -los sectores D y E- le atribuyen, sin embargo, el discutible mérito de ser hija de su padre que, cuando era presidente, desplegó uno de los neopopulismo más agresivos de los que tiene memoria con el apoyo del Banco Mundial y del BID (600 millones de dólares al año desde 1993 hasta el 2000) y cuya prisión (por corrupción y asesinato) ellos consideran injusta. Tengo la impresión que Ollanta no presta atención a este dato fundamental que constituye el obstáculo principal para su pase a la segunda vuelta y distrae su energía política en otras batallas que, en la primera vuelta, no son prioritarias.
El tercer componente de su estrategia, si fallaran los dos primeros, es el golpe de Estado contra Ollanta si triunfara en el 2011. Habría que analizar si García ha movido ya las fichas necesarias en las FF.AA que le garanticen el éxito del golpe en el que se juega el todo por el todo corriendo todos los riesgos, incluida la cárcel si fracasa. ¿Por qué García está dispuesto a jugar la última carta del golpe ante un probable triunfo de Humala?. Mi hipótesis es que existe, en el consciente o en el inconsciente de García, una indudable conexión entre “la plata llega sola” y el golpe de Estado contra Ollanta y él cree que el único que pone en peligro esa sagrada conexión es el líder nacionalista. El plato está servido para Ollanta. El adversario (o¿enemigo?) que tiene que enfrenar en la primera vuelta es la dupla García-Keiko Fujimori que constituyen la síntesis de “la plata llega sola” con el golpe, esto es, la corrupción y el golpismo al servicio de los ricos.
¿Tiene Bayly más secretos que revelar sobre García?. Mi hipótesis es que Bayly guarda otros secretos que, si los revela, acaba definitivamente con García como político.
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LA PRIMERA VUELTA
Sinesio López Jiménez
La combi de la derecha para la primera vuelta está llena y la de la izquierda llevará, al parecer, dos conductores. Keiko Fujimori, Mercedes Araoz, PPK, Castañeda y Toledo van al mismo puerto: la continuidad del neoliberalismo extremo acompañado de un agresivo neopopulismo (para la campaña). Ollanta y el candidato de Fuerza Social se dirigen a otro puerto: el cambio con distintos grados de radicalidad. Los candidatos de la derecha presentan, sin embargo, algunas diferencias de las que depende su pase a la segunda vuelta. Dos de ellas son las más importantes. La primera diferencia es la calidad del candidato y la segunda es el electorado que lo apoya. La calidad del candidato depende, a su vez, de algunas características decisivas: la capacidad de comunicación, la experiencia de participación en campañas electorales, la experiencia de gobierno, el carisma que irradia y el nivel de credibilidad que transmite.
La segunda diferencia proviene de la amplitud del electorado que apoya a los candidatos (según las encuestas). En este caso hay varias situaciones: apoyo de clases medias y altas (Araoz y Kuczynski); respaldo de clases altas, medias y populares urbanas limeñas (Castañeda); apoyo de clases altas, medias, populares urbanas en general y algo del campo (Toledo); respaldo de clases altas, populares urbanas en general y del campo (Keiko). Evaluando los candidatos de la derecha de acuerdo a estas diferencias y características se puede establecer quien está en mejores condiciones de pasar a la segunda vuelta. Si se toma la primera diferencia, Toledo lleva la delantera, salvo en lo que se refiere a la credibilidad: Hoy ofrece lo que, estando en el gobierno, no hizo. Los más débiles, siguiendo este criterio, son Castañeda y Keiko. Araoz y Kuczynski se sitúan en un punto intermedio.
Si se toma la segunda diferencia, Toledo y Keiko llevan una gran ventaja. Los candidatos con menor respaldo parecen ser Araoz y Kuczynski. Castañeda se ubica en un punto intermedio. Tomando en cuenta ambas diferencias y sus características, Toledo está en mejores condiciones de pasar a la segunda vuelta que los otros candidatos de derecha. Me parece que el candidato más frágil es Castañeda cuyas filas serán diezmadas por los otros candidatos, especialmente por Toledo.
¿Qué pasa con la combi de la izquierda?. Si en lugar de dos conductores tuviera uno sólo, su pase a la segunda vuelta estaría garantizado, pero con dos candidatos arranchándose los votos del mismo espacio de izquierda, el pase no es seguro. Ollanta está mejor situado, sin embargo, para pasar a la segunda vuelta siempre y cuando vaya en un solo frente con todas las fuerzas de la izquierda (salvo obviamente FS) y mantenga una clara radicalidad en sus planteamientos de cambio. Unidad y radicalidad son necesarios para enfrentar a la derecha fragmentada que, siendo tal, quiere mostrarse de centro. Y algunos candidatos derechistas hablan sin pudor del “gran cambio” para las galerías. Ollanta ganó en la primera vuelta en el 2006 porque no tenía competidores en el campo izquierdista, salvo la tradicional izquierda fragmentada. Ni el fujimorismo ni el toledismo tenían candidatos propios. En la segunda vuelta estuvo al borde la victoria porque monopolizó el cambio radical que demandaba el campo de la izquierda.
En la primera vuelta del 2011 Ollanta tiene que abrirle un libre curso a la ira contenida del pueblo. Si la moderada Lima pide cambios de política económica y califica la situación actual del Perú como injusta (según la encuesta de la PUCP), las regiones, que por lo general son más radicales, van a expresar su malestar y su protesta en el voto de la primera vuelta. Unidad de la izquierda y radicalismo configuran la táctica de Ollanta para pasar a la segunda vuelta y moderación, para ganar en la segunda. De esa manera está en mejores condiciones de derrotar a Keiko Fujimori, quien ha invadido el campo popular que, sin embargo, ha votado por el cambio radical desde los 80.
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