LOGICA DE GUERRA

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Sinesio López Jiménez

Entre el insulto, la sorna y el desafío, García ha formulado la siguiente pregunta:¿qué hacen por el Perú el picón, el criticón y el comechado?. Aceptando el desafío y asumiendo mi rol de crítico del gobierno de García me permito, previamente, devolverle la pregunta: ¿Qué hizo el presidente García entre 1985 y 1990 y que hace hoy por el Perú?. Sería interesante que él mismo respondiera, pero, como sé que no lo va a hacer, yo mismo voy a asumir esa ingrata tarea. He aquí un breve listado de las hazañas realizadas por García en su primer gobierno: Disparó los precios 22,000 veces, achicharró las remuneraciones reales en 53%, redujo el ingreso per cápita de 2,800 dólares en 1985 a 1,900 dólares en 1990, quebró al estado bajando la presión tributaria del 14% al 4%, multiplicó el número de pobres (en Lima Metropolitana) pasando de 16.9% al 44.3%, destruyó un millón de empleos adecuados e incrementó el desempleo de 42.5% al 73.1% (en Lima Metropolitana). Esta es la gran faena de García por el Perú en su primer gobierno. Puso al Perú y a los peruanos al borde del abismo. A esas hazañas económicas y sociales hay que agregar la violación sistemática de los derechos humanos (masacre de los penales, de Cayara, los paramilitares autodenominados Rodrigo Franco, etc.) y la corrupción generalizada (el 22% de los limeños cree que el primer gobierno es el más corrupto, después de Fujimori). He aquí un rápido recuento de su modesto desempeño en un año de su segundo gobierno: la austeridad como coartada para evadir la reforma tributaria, la desafiliación mediatizada de las AFP, la eliminación del Consejo Nacional de Descentralización (CND), la racionalización administrativa de las políticas sociales, la evaluación de los maestros, el shock fracasado de inversiones, la ley del control de las ONGs, la fusión de algunas OPDs, la negociación (rechazada cuando era candidato) del TLC , la reciente ley de la carrera pública magisterial. Nada de nada que tenga que ver con el trabajo, la distribución de la riqueza que producen los trabajadores gracias a la generosidad de los recursos naturales que pertenecen a todos los peruanos, la desigualdad creciente y la pobreza. Las medidas más importantes son las que se refieren a la educación (la evaluación de los profesores y la ley de la carrera magisterial), pero que han sido políticamente mal conducidas y sin obedecer a un plan previamente elaborado de una reforma educativa integral, lo que pone en duda su viabilidad. Sin este plan integral explícito se da la impresión, evidentemente errónea e injusta, de que toda la responsabilidad de la pésima calidad de la educación es sólo de los maestros y del SUTEP. ¿Y cuál es la responsabilidad de los ministros de educación, de los gobiernos que incumplen el Acuerdo Nacional de dedicar el 6% del PBI a la educación y que han hecho y hacen de la escuela pública, no un espacio de igualdad de oportunidades, sino un mecanismo más de discriminación (en donde sólo se educan los pobres y los cholos), de los misérrimos salarios que paga el Estado a los maestros, de las instituciones estatales que tienen que ver con la educación y que no funcionan?.

García puede sostener que su segundo gobierno es la autocrítica práctica de su desastroso primer gobierno. Pero en este caso su autocrítica es parcial y unilateral: es sólo un mea culpa frente al capital. ¿Y el mundo del trabajo no se merece una disculpa y una autocrítica práctica?. ¿Olvidó acaso las tesis primigenias del APRA de conciliar el capital y el trabajo?. Pero más allá de la ideología, la conducta política de García y de su gobierno obliga a preguntarse: ¿ Por qué los gobernantes no pueden mantener una lógica del equilibrio político y social?. ¿De que depende esa incapacidad?, ¿Es una cuestión de sicología, de la cultura política o de la estructura social?. Puede ser una combinación de las tres cosas. García, al parecer, es un hombre que se desborda así mismo, que quiere avasallar a los demás y que no ama la mesura, guiado quizás por la idea de Trotski de que la prudencia nada grande ha producido en la historia. Pero y ¿Del Castillo?, ¿Qué pasó con el prudente y mesurado del Castillo?. Ambos, presidente y primer ministro, parecían en estos días dos generales dirigiendo una guerra, provocando, insultando, inventando molinos de viento. La política fue definida como guerra, como en los viejos tiempos en los que los militares pensaban que la única forma de mantener el orden era acabando con el APRA y ésta creía que la única forma de realizar los cambios era acabando con los militares. Pero esta vez, el papel de los militares ha sido desempeñado por el APRA y el de ésta, por los sectores sociales descontentos y movilizados. Esta es la vieja cultura de la confrontación que rechaza la negociación y el diálogo y que privilegia la violencia. Los griegos que habitaban la polis, amantes de la lexis y la praxis (el diálogo y la acción), afirmaban que la violencia era muda. Y Hannah Arendt, una de las más destacadas filósofas del siglo XX, sostenía que la violencia surge cuando se trata al otro como cosa, como medio para conseguir algún fin. Sicologías desbordantes y culturas políticas confrontacionales se alimentan de una estructura social polarizada de ricos satisfechos (los menos) y de pobres descontentos e irritados (los más). ¿Es difícil para los menos (el gobierno, la derecha, los ricos, los medios) entender que los más ( las clases populares, los pobres y las izquierdas) están insatisfechos (según las últimas encuestas) y por eso protestan y se movilizan?. ¿Podrán entender los menos que los más no están locos sino disconformes con la actual situación de injusticia y con la política del gobierno? Espero que para su propio bien y para la sobrevivencia de la democracia logren entenderlo.

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