Sinesio López Jiménez
García acaba de escribir una larga perorata contra el estado en defensa del capital. Sostiene que la crisis del capitalismo europeo tiene su origen en el sistema político que ha “generado incesantemente más instituciones y reglas hasta frenar con ellas la capacidad creadora y productiva de las sociedades. Y lo peor es que lo han hecho escudándose tras el cliché del Estado del Bienestar y explicando que, para acercarse a los habitantes, este debe crear más instituciones, lo que, en última instancia, ha causado un brutal endeudamiento que pagarán los hijos y nietos de quienes ahora consumen muy por encima de su capacidad de producción”. Por esta razón “ el tal “Estado de Bienestar” resulta un Estado esclavista diferido en el tiempo”.
Luego de atiborrar y atarantar al lector con un montón de cifras sobre la burocracia española para ilustrar lo que él llama el burocratismo salvaje se pregunta: “¿Qué tiene que ver todo esto con el llamado “capitalismo salvaje”, de la plusvalía y el afán de ganancia?. Se responde haciendo una pequeña concesión: “Tal vez sea una parte del problema, pero lo central es que ha sido la administración política la que ha generado este inmenso gasto, estimulado a su vez por la misma población empleada en la burocracia o la que exige más beneficios. Así, este sector social obtiene sueldos, subsidios y pensiones que alimentan el consumismo y el boom inmobiliario…” (sic) (Perú 21, 02/10/12).
Hay varias cosas que discutir sobre este “razonamiento facilista y erróneo” (para usar sus propios términos) sobre la crisis del capitalismo. Una primera es que ese “razonamiento” está en la misma línea del diagnóstico ligero que hizo (sobre la crisis del capitalismo) en la APEC PERU 2008 (para sorpresa de los presidentes allí presentes) y que repitiera sin sonrojarse en un debate (Canal N) con participación de expertos en el tema. Sostuvo entonces que no había que preocuparse porque era “una crisis de crecimiento” (sic) del capitalismo. En segundo lugar, su visión de la crisis del capitalismo se emparenta con las tendencias ultraconservadoras del GOP norteamericano de los 70 (del siglo pasado) que lanzaron una cruzada (apoyándose en el racismo) para desmontar el Estado de bienestar que, según ellas, subsidiaba a grandes grupos ociosos que vivían de los impuestos que pagaban los norteamericanos (Krugman, The conscience of a liberal, 2007).
En tercer lugar, la idea que García tiene del Estado de Bienestar se aleja de los estudios más serios (Przeworski, Offe, etc) que lo entienden como un Estado de compromiso entre los trabajadores que aceptan la legitimidad de la acumulación capitalista y los empresarios que aceptan la participación de los primeros en la riqueza que ellos producen. Es razonable pensar que los cambios en las condiciones que permitieron la organización del Estado del Bienestar (crecimiento económico sostenido, alto nivel de organización de la clase obrera, presencia de los vigorosos partidos social-demócrata y liberal) obligan a aligerarlo en las circunstancias actuales, pero ni la Thatcher se atrevió a desmontarlo en forma radical. Mantuvo, por ejemplo, la base financiera y la estructura administrativa del servicio de salud, especialmente su universidad y el principio de tratamiento gratuito, pero modificó radicalmente la dinámica institucional, la gerencia y la gestión (Day y Klein, 1991).
En cuarto lugar, el “diagnóstico” de García sobre la crisis del capitalismo choca frontalmente con los análisis de los economistas más serios cualquiera sea su orientación teórica (marxistas, keynesianos, liberales). Le haría bien leer, además de Krugman, a Stiglitz, quien publica un artículo sobre este tema en su revista favorita (Caretas N° 2248 del 06/09/12). En quinto lugar, la visión conservadora de García sobre el Estado del Bienestar conduce al despliegue de una estrategia de reordenamiento del capitalismo en el que las clases medias y los trabajadores salen perdiendo y una ínfima minoría empresarial sale ganando. En el Reino Unido, la proporción del 1% más alto antes del impuesto a las utilidades subió del 5.7% en 1978 al 8.7% en 1989 y en los Estados Unidos la proporción del 1% más alto antes del impuesto a la renta (excluyendo ganancias de capital) se elevó del 7.9% en 1976 al 16.9% en el año 2000. La proporción del grupo más rico —el 0.1%— se triplicó en EE.UU. durante este período (Atkinson, 2007:19). Una pregunta para García: ¿Esto es burocratismo salvaje o capitalismo salvaje?.
El capitalismo salvaje tiene que tributar mas, aca en el Peru se llenan la boca diciendo que el PBI ,la inflacion van bien, pero el trabajador, el empleado , que el crecimiento economico no lo ve en su sueldo. Es interesante escuchar al Presidente Correa al respecto de la crisis Europea hay plata para salvar a los bancos, pero para las familias no hay plata .
He aqui el comentario de sociologo que poco sabe de economia y que habla mucho pero no dice nada. No solo se vale criticar, tambien se debe orientar y conducir y el señor Sinesio solo se queda en la critica.