Sinesio López Jiménez
Los programas cuentan poco para ganar una elección. Cuentan menos para perderla. En ningún país, ni en el más racional del mundo, el programa decide una elección. Los programas de gobierno son elaborados por los equipos técnicos e intelectuales para otorgar racionalidad a las decisiones y a las acciones políticas de los gobernantes. Los hombres de acción, decía Max Weber, deciden en función de valores e intereses y las consecuencias de su acción no son rigurosamente previsibles. Una decisión razonable exige aplicar los conocimientos disponibles para reducir la imprevisibilidad en la coyuntura en la que operan. Para ganar una elección es decisivo el candidato, su discurso hegemónico e integrador, su capacidad de comunicación con los electores, su carisma, su credibilidad, su organización (cuando la tiene).
Hay diversos tipos de programas: socialistas o capitalistas, generales o máximos, concretos o mínimos. Los primeros apuestan al cambio o a la mantención del capitalismo como modo de producción dominante. Nadie ha planteado este tipo de alternativas en esta coyuntura electoral. Los programas generales se proponen cambios importantes dentro del capitalismo en el largo plazo. Cambiar, por ejemplo, el actual capitalismo salvaje (con muchos privilegios para las grandes corporaciones y sin derechos para los trabajadores, mercado sin estado, economía primaria exportadora sin estímulo a la producción industrial, crecimiento sin distribución, etc.) por un capitalismo democrático que acabe con los privilegios de las grandes corporaciones, reconozca los derechos laborales y distribuya el crecimiento que han contribuido a producir los trabajadores y el país con sus recursos naturales. Este es el carácter del programa general de Gana Perú que tanto asusta a la derecha.
Los programas concretos o mínimos constituyen la expresión particular del programa general en una coyuntura determinada. Este es el sentido del documento “mi compromiso con el Perú” de Ollanta. Para evitar confusiones, sin embargo, Gana Perú debiera publicar en blanco y negro el programa concreto que aplicaría desde el gobierno si gana las elecciones. Insisto sobre lo que sostuve en un artículo anterior: Si Ollanta hubiera obtenido más del 50% de los votos en la primea vuelta, estaría autorizado a gobernar sin cambiar una pizca del programa general aunque patalee la derecha, pero como obtuvo sólo un tercio del electorado está obligado, si quiere ganar la segunda vuelta, a conquistar una nueva mayoría y a organizar una nueva coalición social y política que le garantice el triunfo electoral. Eso implica la formulación de un programa concreto que, por un lado, considere las demandas de la nueva coalición y de los nuevos potenciales electores y, por otro, la nueva situación política.
¿Aplacará a la derecha la publicación del programa concreto o mínimo?. Lo dudo. La derecha es como la gata Flora. Si Gana Perú adecúa el programa a la coyuntura de la segunda vuelta (programa mínimo) recela de su cambio y acusa a Ollanta de tener un doble discurso. Si no lo hace, lo acusa de todo y exige quecambie el programa general. ¿En qué quedamos entonces?. Lo que más llama la atención es que todo el griterío histérico de la derecha obedece a un libreto único que repiten monótonamente todos los medios que ella controla. ¿De donde viene ese libreto único?. Mi hipótesis es que las corporaciones mineras y otros grupos de poder económico han contratado a algunos operadores para elaborar un libreto de contracampaña y han coordinado con todos los medios de la derecha una estrategia de demolición de Ollanta. ¿Qué buscan? Mantener sus privilegios. Los muy ricos también lloran cuando se les exige pagar los impuestos que deben pagar para que el Estado despliegue una agresiva política social en favor de los pobres. Esa es la madre del cordero. ¿Tendrán éxito?. Lo dudo. En el Perú los electores han derrotado varias veces a los medios desde 1989 en adelante.
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Archivo por meses: abril 2011
EL PERU DE TODAS LAS SANGRES
Sinesio López Jiménez
Si Ollanta hubiera triunfado en la primera vuelta con la mayoría absoluta, (más del 50% de los votos), tendría una consistente hegemonía política (en el sentido gramsciano del término) y estaría autorizado a aplicar su programa general casi sin modificaciones. Pero como sólo obtuvo una mayoría relativa (32%) tiene que buscar el apoyo de otros grupos sociales para alcanzar esa mayoría absoluta. Eso lo obliga a adecuar el programa general y las ofertas electorales a las nuevas circunstancias y a las nuevas demandas de los potenciales electores que busca incorporar. Esto es lo que se llama un programa concreto o programa de gobierno en la tradición de los partidos programáticos.
¿Significa esta adecuación programática una renuncia al primigenio programa general?. De ninguna manera. Esa adecuación implica más bien una reafirmación del programa general que, sin embargo, toma en cuenta las nuevas relaciones de fuerza que se busca organizar, la nueva mayoría que se pretende conquistar y las nuevas coaliciones sociales y políticas que se propone conformar. En esa dirección se encamina el documento que Ollanta llama “mi compromiso con el Perú”. En el 2006, en cambio, Ollanta no tuvo la suficiente cintura política para tomar en cuenta la nueva situación de la segunda vuelta y siguió de largo sin hacer los ajustes programáticos y estratégicos que las nuevas circunstancias requerían. Ello no obstante, estuvo cerca de ganar la segunda vuelta.
García, en cambio, se adecuó a los tiempos y a las circunstancias de la segunda vuelta con la escueta propuesta de “cambio responsable” sin darle un sustento programático. Eso explica su triunfo, por un lado, y la profundización irresponsable del neoliberalismo con el perro del hortelano y todo lo que eso implica, por otro. Que Ollanta (en el 2011) entienda las nuevas circunstancias políticas de la segunda vuelta y la necesidad de una adecuación programática significa que ha madurado políticamente y que está en condiciones de gobernar el país con responsabilidad.
Los resultados de la primera vuelta en el 2011 muestran un significativo desplazamiento electoral de Ollanta, con respecto a la primera vuelta del 2006, del eje andino y sureño al eje central y norteño, más moderno, como lo ha señalado con agudeza David Sulmont. En el fondo, ese movimiento significa un cierto desplazamiento del eje de la demanda de más Estado para atender los problemas que el mercado no puede resolver (infraestructura, saneamiento, alumbrado, inclusión social y reconocimiento) al eje mismo del mercado. En esta segunda vuelta, Ollanta tiene que acentuar ese desplazamiento en una propuesta integradora del país. Es necesario acabar con la vieja fórmula histórica de dominación y de discriminación (impuesta luego de la derrota de Santa Cruz en el siglo XIX) que se basaba en la alianza de las élites limeñas con la oligarquía norteña contra el sur y el oriente.
La superación de ese viejo esquema de discriminación económica, social, política y cultural implica la conformación de una nueva coalición política y social del mundo andino y amazónico con las clases medias y populares de Lima y del norte y con los empresarios nacionales que estén dispuestos a jugarse por un Perú integrado de todas las sangres como lo soñó José María Arguedas. Esta es una tarea política compleja que requiere no sólo un cierto desplazamiento al centro político sino también al centro sociológico mayoritario del país sin abandonar las exigencias históricas y actuales del mundo andino y amazónico.
¿Está Ollanta en capacidad de enfrentar este enorme desafío? El respaldo que GANA PERU ha recibido en esta semana de destacados intelectuales, técnicos, economistas, profesionales y artistas muestra la amplia convocatoria que la propuesta del Ollanta ha suscitado en contraste con la incapacidad de convocatoria de Keiko Fujimori. Vendrán luego los jóvenes, los profesores, los trabajadores, los pobladores, las organizaciones del vaso de leche, los colegios profesionales para reforzar la candidatura nacionalista.
VALLAS Y MUROS
Sinesio López Jiménez
La segunda vuelta es una carrera con vallas: el que sepa sortearlas gana la elección. Cada candidato tiene sus propias vallas. Las de Ollanta son el programa y el supuesto chavismo del que se le acusa. Las de Fujimori forman un muro: el golpe de estado del 5 de abril de 1992, el cambio de la constitución (para imponer un modelo económico neoliberal extremo, arrebatar los derechos de los trabajadores y establecer la reelección inmediata), los asesinatos y la violación de los derechos humanos, los asaltos planificados al fisco (corrupción), esto es, todo el régimen de su papá que ella ha reivindicado con orgullo. El objetivo de la superación de las vallas y muros es atraer a las clases medias para obtener el triunfo electoral.
Eso implica varias tareas: el desplazamiento hacia el centro del espectro político, el despliegue de un proyecto que implique cambios en la continuidad del modelo económico, el diálogo con los principales dirigentes gremiales y políticos del país (pese a que estos no tienen capacidad de endose electoral), el establecimiento de varios compromisos y la presentación del equipo básico de gobierno que, por su calidad, otorgue confianza a la mayoría: el primer ministro, el presidente del BCR y el ministro de Economía y Finanzas. Este equipo tiene que acabar con la captura de los aparatos económicos del Estado por los operadores de las grandes corporaciones para darle autonomía y eficacia y ponerlo al servicio de todos.
Ollanta tiene que vencer el miedo de la derecha y del empresariado nacional y extranjero a verse afectados en sus propiedades y en sus actividades. Los ricos tienen que entender que han perdido democráticamente la corona, pero no la cartera que puede seguir engordando sin temores. Lo que está en cuestión es el exceso de privilegios que han tenido en estas dos décadas de capitalismo sin derechos para los trabajadores. El gobierno de Ollanta tiene que ofrecerles seguridad jurídica para invertir y acumular y los ricos, a su vez, tienen que asumir la obligación de contribuir al sostenimiento del Estado y de sus políticas sociales mediante una adecuada política tributaria. Este compromiso básico tiene que ser el resultado del diálogo con los principales dirigentes de los empresarios y de los trabajadores.
¿Y el programa? ¿Qué hacer con el programa que tanto escandaliza a la derecha?. El programa no es la biblia, pero tampoco es un papelucho cualquiera cuyo destino es el tacho de basura. Una de las cosas más interesantes de esta campaña electoral ha sido la presencia de los equipos de gobierno de los principales candidatos. Todos debieran saber que los programas de los principales partidos han sido elaborados por intelectuales, técnicos y profesionales de alto nivel, formados en las mejores universidades del Perú y del extranjero. Los programas son el DNI de los partidos. A ellos no se renuncia, sólo se adecúan a las nuevas correlaciones sociales y políticas de fuerza y a los compromisos que contraigan las partes interesadas. De esos compromisos emergen los programas concretos.
Ollanta tiene que despejar el prejuicio de chavista que los medios de derecha alimentan. Aunque ya lo ha dicho en todos los tonos, es necesario ofrecer garantías de respeto a la libertad expresión de todos, defender la alternancia en el poder y mantener la autonomía del BCR, entre otras medidas. Keiko Fujimori tiene que vencer la resistencia de las clases medias, de los trabajadores y de las fuerzas políticas democráticas y liberales que la ven como la prolongación del gobierno de su padre. Ella misma, por lo demás, ha reivindicado con orgullo ese origen. Ahora tiene que derribar el muro. ¿Podrá renunciar a esta pesada herencia y presentarse con un rostro político nuevo? Tarea difícil, pero no imposible.
Fujimori gobernó para los ricos con el apoyo de los pobres y la resistencia de las clases medias. Reproduciendo ese esquema, es probable que los ricos voten por Fujimori y las clases medias por Ollanta.
EL SALTO AL VACIO DE TOLEDO
Sinesio López Jiménez
Toledo ha perdido la brújula política y está a punto de dar su propio salto al vacío. Está librando en esta coyuntura la batalla de la segunda vuelta cuando de lo que se trata ahora es de ganar la primera. Eso requiere definir con claridad las relaciones de enemistad en esta primera vuelta y desplegar las estrategias y las tácticas adecuadas a esa definición. ¿Quién es el enemigo de Toledo en esta primera vuelta?. ¿Quién le bloquea el camino de acceso a la segunda vuelta? Es evidente que quien hace peligrar su ingreso a la segunda vuelta no es Ollanta sino Kuczynski. Ahora que ha crecido el monstruo, ya no puede pararlo y, lo que es peor, ni siquiera se propone hacerlo porque no lo reconoce como su enemigo inmediato.
¿Qué es lo que debiera estar en disputa entre Kuczynski y Toledo? Principalmente dos cosas. La primera es la atracción de los indecisos que todavía constituyen un porcentaje significativo. La segunda es la fagocitación de los votantes de Castañeda que están hace rato políticamente disponibles. El ex-alcalde de Lima recién se ha percatado de este fenómeno y ha comenzado a disparar desesperadamente contra todo el mundo. ¿Qué explica la confusión política de Toledo? Supongo que quiere correr la ola de la contraofensiva feroz de los medios de la derecha contra Ollanta para llegar a la playa de la segunda vuelta. Sospecho, sin embargo, que Toledo no se ha preguntado ni ha evaluado la eficacia de la ofensiva histérica de la derecha.
Mi hipótesis, como lo señalé en la columna de la semana pasada, es que la ofensiva derechista del miedo no afecta significativamente a Ollanta y sí puede contribuir a redireccionar los votos de la derecha hacia Toledo. Pero eso requería (porque ahora ya es tarde) que el candidato de la chacana apuntara y dirigiera sus dardos contra PPK quien le arrebató a las clases altas y acomodadas y amenaza quitarle también a las clases medias. Y eso es justamente lo que no ha hecho, como sí lo hizo inteligentemente García con Lourdes Flores en el 2006. Es difícil saber lo que está pasando en la veleidosa Lima, pero sospecho que la ola ollantista de las regiones se ha potenciado con los ataques desmedidos de los medios de la derecha contra el candidato nacionalista.
La ofensiva derechista contra Ollanta no lo alcanza principalmente por dos razones. La primera es porque toda repetición (del 2006) es una ofensa, sobre todo cuando (ahora) no tiene sustento alguno. La segunda porque es torpe. Veamos a vuelo de pájaro tres ejemplos: el estatismo, la libertad de expresión y el salto al vacío. Exagerando hasta la mentira se presenta el programa de Gana Perú como estatista. Los voceros periodísticos leen con dramatismo unas proposiciones inocuas del programa para impactar. Pero no logran su objetivo porque en la cultura política del Perú hay una fuerte demanda de Estado que es mayor a medida que más se baja en la escala social. Las clases populares y pobres demandan más Estado para que éste resuelva sus problemas que el mercado no puede resolver: agua, desagüe, luz, infraestructura, educación, salud, seguridad, inclusión y reconocimiento.
La libertad de expresión es, sin duda, un derecho fundamental, pero cuando se pregunta a los peruanos cuáles son los derechos más importantes, las clases populares y pobres señalan el trabajo, la educación, la salud y otros bienes materiales. Sólo las clases medias valoran la libertad de expresión y otros bienes inmateriales. Finalmente, cuando Toledo habla de salto al vacío para cuestionar la candidatura de Ollanta, es probable que los sectores D y E se pregunten de qué vacío habla el candidato de la chacana si ya están en él y lo que esperan es salir del hoyo apostando a Ollanta. Corolario: Dos escenarios de terror para Toledo. El primero, pasa PPK y no él a la segunda vuelta y el segundo, Toledo y Kuczynski se traban y estorban, permitiendo que Fujimori se cuele por los palos y llegue a la segunda vuelta.
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