Sinesio López Jiménez
En sus orígenes tuvo un sentido conservador. Pero con el tiempo la gobernabilidad se ha transformado en un concepto relativamente neutro que es utilizado por los teóricos y los políticos de diversas orientaciones ideológicas y por los regímenes políticos democráticos y por los no democráticos. La razón principal es que ningún gobierno, ningún régimen político y ninguna sociedad, en suma, pueden vivir en el caos permanente. Todos ellos requieren un mínimo de orden para hacer viable la convivencia social. Huntington, un politólogo conservador norteamericano, escribió en uno de sus libros clásicos, El orden político en las sociedades en cambio, que uno de los méritos de los regímenes comunistas era haber logrado organizar un alto nivel de gobernabilidad. Hasta donde yo sé el primer teórico en usar el término fue Max Weber, destacado sociólogo alemán, quien lo utilizó en sus escritos políticos para señalar que la democracia como contenido (valores, bienes, participación, soberanía popular) chocaba con la gobernabilidad y que, por eso mismo, era necesario organizar la democracia como procedimiento, esto es, postular una democracia como un método (las elecciones) a través del cual los ciudadanos eligen a sus gobernantes y representantes y los dejan gobernar. Como concepto, sin embargo, el primero en aludir a ella, fue Tomás Hobbes quien, como todos los teóricos del contrato, fundamentó la política en el estado de naturaleza y, en su caso particular, en la guerra de todos contra todos y en el miedo. Todo ello induce a los ciudadanos, según Hobbes, a entregar sus derechos absolutos a todo al Leviatán, el dios mortal que, en nombre del Dios inmortal, crea el orden (la sociedad civilizada) para que todos puedan vivir en paz. Hobbes resumió sus ideas centrales en el símbolo del Leviatán que adorna una de las carátulas de su libro (porque hay otra especialmente elaborada y dedicada a su amigo Carlos II) en la que aparece la mitad superior del cuerpo de un hombre, constituido por múltiples cabezas (inteligencias y voluntades) de hombres mirándose entre sí, que observa y domina el mundo, que adorna su cabeza con una corona de rey y que sostiene el báculo del Papa con su brazo izquierdo y la espada con el brazo derecho. Es el símbolo del Estado Soberano que ejerce el poder porque él, ya no Dios, es el titular del mismo gracias a la voluntad de todos los ciudadanos.
Fundando la política, ya no en la naturaleza humana, sino en la historia como todos los científicos sociales modernos desde Montesquieu en adelante, fue Tocqueville, el teórico político más importante del siglo XIX, el que sostuvo que cuando una sociedad producía más movimientos sociales que instituciones generaba necesariamente inestabilidad. Se adelantó a lo que hoy la ciencia política llama gobernanza. En la década del 70 del siglo pasado, Huntington, Crozier y Watanuki, de la Comisión Trilateral, retomaron y radicalizaron hacia la derecha el concepto weberiano, afirmando que la democracia, al estimular las demandas de los ciudadanos, sobrecargaba al Estado, lo inducía a la crisis y generaba inestabilidad e ingobernabilidad. Su propuesta conservadora era limitar la capacidad que tienen las democracias de formular demandas. En la misma línea conservadora, añadiéndole un toque tecnocrático, los neoliberales de los 80 y los 90 identificaron la ingobernabilidad con la parálisis decisoria como resultado de la presión social y del escrutinio público desplegado por los ciudadanos, estimulados por la vigencia de la democracia. Su receta igualmente conservadora fue concentrar el poder de decisión en la cúpula (Presidente de la República, alta burocracia y poderes fácticos) y gobernar apelando a la sorpresa y al secreto (los decretos de urgencia).
La ciencia política convencional diferencia la acción de gobierno, la gobernanza (el conjunto de reglas, procedimientos y rutinas que regulan a la primera) y la gobernabilidad, y reduce a esta última a los factores estructurales que limitan o potencian las políticas públicas desplegadas por el gobierno. Se dice entonces, por ejemplo, que una región, un país o un continente son ingobernables porque poseen un bajo grado de desarrollo, no tienen un Estado consolidado, son agobiados por una profunda desigualdad social, etc, etc. A mi me parece que esa perspectiva es unilateral puesto que los problemas de la gobernabilidad atraviesan las instituciones (gobernance) y la acción de gobierno (goberning). De hecho, existen actores (el caudillismo, los autsiders, el movimientismo) y acciones de gobierno (la improvisación, los ex –abruptos, las inspiraciones de García por ejemplo) que afectan la gobernabilidad. Igualmente existen diseños institucionales (la designación presidencial en elecciones generales de dos vueltas, el sistema proporcional puro, el presidencialismo plebiscitario exacerbado (tipo García), la inexistencia de un sistema de partidos) que afectan seriamente la gobernabilidad. Tengo la impresión que García y el APRA tienen un concepto primario, unilateral y conservador de la gobernabilidad. Ellos están dispuestos a sacrificar la democracia y la transparencia en nombre del orden neoliberal. Ese y no otro es el sentido de la coalición apro-fujimorista formada recientemente en el Congreso.